En 1964, la Selección Argentina dejó atrás sus dudas y complejos y obtuvo la Copa de las Naciones, un trofeo que puso en juego la CBD en el marco de su 50º aniversario. Argentina derrotó a los europeos y goleó a Brasil y ganó el torneo. Un equipo que quedó en la historia y el recuerdo.
Por Carlos Aira
El 7 de junio de 1964, el fútbol argentino vivió una alegría inmensa. En un Maracaná semivacio – ¡Y a quién le importaba! – Argentina venció 1 a 0 a Inglaterra y nos consagrábamos campeones de la Copa de las Naciones. La vuelta olímpica que Brasil no consiguió en 1950, tampoco la concretó en 1964. Aquel equipo argentino armado de apuro y sin expectativas, había logrado derrotar a Portugal e Inglaterra y golear al todopoderoso Brasil de Pelé. Una hazaña deportiva que reivindicó a un alicaído fútbol argentino.
ARGENTINA Y SU CONTEXTO
Nuestro fútbol había sufrido un palazo enorme en la Copa del Mundo de Suecia 1958. El aislamiento competitivo de los años 40s generó una trama compleja: por un lado, nos sabíamos los mejores del mundo; por otro lado, tan solo teníamos una reducida competencia continental. Nuestros enfrentamientos oficiales con selecciones europeas eran escasos. Había que remitirse al período 1928-1934. Muchas cosas habían cambiado. En 1951 viajamos a Europa luego 17 años. En Wembley, caímos 2 a 1 ante Inglaterra. En esa misma gira derrotamos 1 a 0 a Irlanda, con gol de Labruna. En 1952 vencimos 1 a 0 a España, en Madrid, y 3 a 1 a Portugal en Lisboa. En 1954, derrotamos 3 a 1 a los lusos en su capital y caímos 2 a 0 ante Italia, en Roma. Hasta el Mundial de Suecia, fueron nuestras últimas visitas al viejo continente. Los triunfos con goleadas en los Sudamericanos de 1955 y 1957 – los maravillosos Carasucias de Lima – junto a algunos triunfos ante Brasil en Río de Janeiro ratificaron el clima de equipo invencible. Pero la realidad en Suecia fue otra y el desastre se consumó la tarde del 15 de junio de 1958, en la lejana Helnsingborg, cuando Checoslovaquia nos destrozó 6 a 1.
Lo que vino después fue intenso y caótico. La prensa instaló un debate: el fútbol argentino cambiaba o moría. ¿Era para tanto? Se entendía que el fútbol argentino estaba sumergido en un supuesto anacronismo táctico y estratégico. En verdad, ese fútbol anacrónico había superado a los campeones de 1958 al año siguiente. El gran problema de nuestro fútbol era organizativo. Nos condicionaba una AFA intervenida por los diversos gobiernos desde 1937. Nos perjudicaba la sangría de jóvenes cracks, de la talla de Enrique Omar Sívori, Humberto Maschio o Antonio Valentín Angelillo. Nos daremos cuenta, una década más tarde, de la importancia que tendrá sumar valores de las provincias – alejados del fútbol AFA – al equipo nacional.
En ese lapso de tiempo ubicado entre 1958 y 1964 surgieron nuevas experiencias. Donde comenzaron a destacarse estudiosos, como Antonio Faldutti, Osvaldo Zubeldía o Argentino Geronazzo; pero también aparecían chantas con recetas mágicas. La Selección Argentina pasó a ser un leproso que nadie quería tocar.
Guillermo Stábile condujo al equipo durante 125 partidos, entre 1939 y 1959. En el Sudamericano de Buenos Aires, 1959, el equipo nacional se consagró campeón con un triunvirato: Victorio Spinetto-José Barreiro y José Della Torre. Luego llegó José Manuel Moreno. En 1960 regresó Stábile. Luego fue el turno de Victorio Spinetto, José D´Amico y finalmente será Juan Carlos Lorenzo quien condujo al equipo en la Copa del Mundo de Chile 1962. Un mundial sin relieve para Argentina. Luego de una victoria inicial ante Bulgaria, un desastre táctico del entrenador ante Inglaterra y un empate sin goles que fue condena ante Hungría. Después de Chile siguieron pasando entrenadores: Néstor Rossi, Jim López, Horacio Amable Torres, el regreso de José D´Amico hasta que a comienzos de 1964, el presidente de AFA, Raúl Colombo, convocó al veterano José María Minella.
COPA DE LAS NACIONES
La Copa de las Naciones fue una idea de la Confederación Brasileña de Deportes, ente rector del fútbol brasileño desde los tiempos del Estado Novo de Getulio Vargas. La excusa fueron los 50 años de la Confederación Brasileña de Fútbol, pero existía un objetivo real. Campeones mundiales en Suecia 1958 y Chile 1962, con el Santos de Pelé girando a nivel planetario como embajadores del fútbol espectáculo, en Brasil buscaron lavar la afrenta de 1950 y dar una vuelta olímpica en tierra propia.
La Copa de las Naciones la disputarían cuatro selecciones: Brasil, Portugal, Inglaterra e Italia. Cada invitación tenía un sentido. Portugal por ser el alma-mater de Brasil como nación y a su vez se descubría como un gran equipo alrededor del Benfica. Los británicos por ser inventores del fútbol y los próximos anfitriones mundialistas. Italia era una potencia con peso específico. El campeonato duraría 8 días y se disputaría entre el 30 de mayo y el 7 de junio de 1964. En el mes de abril, la Federación Italiana confirmó que podría viajar a Brasil. La CBD buscó en Argentina a ese equipo que no tendría problemas logísticos para sumarse al campeonato. Cuando llegó la propuesta, AFA confirmó su presencia en la Copa de las Naciones.
Valentín Suárez y Minella armaron una lista de jugadores que el 12 de mayo de 1964 debieron presentarse en el estadio Monumental para comenzar las prácticas. San Lorenzo pidió que fuera excluido José Rafael Albrecht, pedido que fue aceptado. En la mañana del martes se disputó un amistoso entre la Selección y Chacarita Juniors. Un partido sin público, pero con indumentarias oficiales que terminó con victoria 4 a 1 de Argentina, con tres goles de Luis Artime. El equipo de Minella firmó con Amadeo Carrizo; José Ramos Delgado y Vázquez; Carmelo Simeone, Antonio Rattín y Juan Agustín Messiano; Ermindo Onega, Enrique Fernández, Luis Artime, Alfredo Rojas y Bielli.
El equipo fue sufriendo más bajas. El miércoles 20 de mayo fueron excluidos Silvio Marzolini y Mario Ditro, ambos lesionados. AFA envió una urgente citación a Abel Vieytes y Miguel Vidal, futbolistas de Argentinos Juniors y Huracán. El jueves 21 quedó conformada la delegación. Al frente de la misma estaría el presidente de AFA, Dr. Raúl Colombo; los delegados Valentín Suárez, Nicolás Lacertosa y Felipe Lulo; el Gerente José López Álvarez; el médico, Dr. Félix Verna; el Director Técnico José María Minella; el kinesiólogo Ildefonso Martínez; el utilero Vicente Donadio y los 22 futbolistas: Luis Artime (River Plate); Adolfo Bielli (Estudiantes de La Plata); Victorio Casa (San Lorenzo); Amadeo Carrizo (River Plate); Mario Chaldú (Banfield); Enrique Fernández (River Plate); Rubén Magdalena (Boca Juniors); José Agustín Mesiano (Argentinos Juniors); Ermindo Onega (River Plate), Pedro Próspitti (Independiente); José Ramos Delgado (River Plate), Antonio Rattín (Boca Juniors), Ediberto Righi (Banfield), Alberto Rendo (Huracán), Alfredo Rojas (Gimnasia), Carmelo Simeone (Boca Juniors), Roberto Telch (San Lorenzo), José Varacka (River Plate), Adolfo Vázquez (Banfield), Miguel Vidal (Huracán), Abel Vieitez (Argentinos Juniors) y Daniel Willington (Vélez Sársfield).
El domingo 24 de mayo de 1964 se disputó la 5º fecha del campeonato de Primera División. En el resultado más importante, Boca derrotó 3 a 1 a Racing en la Bombonera. Pero la jornada estuvo atravesada por una noticia que llegó desde Lima y conmocionó hasta el alma. Última fecha del Panamericano clasificatorio a los Juegos Olímpicos de Tokyo. Argentina iba derrotando 1 a 0 a Perú, cuando un gol anulado a los locales por el árbitro uruguayo Eduardo Pazos generó un caos de histeria colectiva y locura muy difícil de mesurar. El saldo de ese caos, de gases, corridas, perros policiales y puertas cerradas fueron 328 espectadores muertos.
El miércoles 27 de mayo partió la delegación argentina hacia Río de Janeiro desde el Aeropuerto Internacional de Ezeiza en vuelo de Panair. Aquel día fue muy intenso. Sobrevolaba la idea del regreso del General Perón de su exilio español y la CGT llevó adelante un plan de lucha de 48 horas con la toma de 1.200 fabricas. Esa misma noche, la delegación se instaló en el Hotel Excelsior, en la populosa Copacabana. El eje Colombo-Minella-Valentín Suárez entendía que el éxito era posible siempre que se pudiera mantener el orden. No había lugar para ningún exceso. A las nueve de la noche, los jugadores debían estar en el restaurant del hotel, vestidos de saco y corbata, para cenar. Estaban prohibidas las salidas nocturnas. El jugador que incumplía las reglas sería suspendido por varios meses.
El jueves, luego del desayuno y una breve caminata, el plantel subió al micro que lo llevó hasta el estadio de Vasco da Gama. Bajo una agradable temperatura de 27 grados, la Selección llevó adelante el primer entrenamiento. Fue tan intenso que llamó la atención a la prensa local. Argentina se estaba tomando muy en serio su participación en la Copa de las Naciones. La prensa brasileña que subestimó la presencia argentina, tomó nota de algunas actitudes: entrenamiento durísimo y ninguna queja. Poco trabajo de pelota y mucho físico. Al mediodia, el plantel regresó al hotel, almorzó, descansó y nuevo entrenamiento.
El viernes 29, el plantel entrenó en el Maracaná. Todos quedaron sorprendidos. Los vestuarios eran inconseguibles en Argentina. Un recinto de 30 metros por 15 con piso de goma antideslizante, bañeras al ras de piso, sillones especiales y música funcional. Por primera vez, Minella ordenó hacer fútbol. El equipo titular, que usó camiseta blanca, formó con Amadeo Carrizo; Carmelo Simeone, José Ramos Delgado, José Varacka y Miguel Vidal; Ubaldo Rattín y Enrique Fernández; Ermindo Onega, Luis Artime, Alfredo Rojas y Adolfo Bielli. La única duda la generaba la rodilla derecha del Nene Fernández. Si no llegaba en condiciones, su lugar sería ocupado por Toscano Rendo.
En 2020, Rendo fue parte del ciclo Charlas de Vestuario, de Abrí la Cancha. En la entrevista recordó «En 1960 fui campeón pre-olímpico en Lima y luego viajé a los Juegos Olímpicos de Roma. En aquel equipo se armó la delantera Carlos Bilardo, yo, Mario Desiderio, el Canario Raúl Adolfo Pérez, Juan Carlos Oleaniak y el Ruso Hugo Zarich, pero nunca voy a olvidar la Copa de las Naciones de 1964. Allí debuté en la Selección mayor. Un equipo de hombres. Gente importante, como Amadeo Carrizo, el Tanque Rojas, Ermindo Onega, Cholo Simeone o el Negro Ramos Delgado. Antes de comenzar el torneo nos reunimos en una habitación y nos juramentamos dejar todo en la cancha”.
Llego el debut. Domingo 31 de mayo de 1964. Doble jornada en el Maracaná. En el primer turno, Argentina-Portugal. Era el quinto partido contra los portugueses, a quienes habíamos vencido en cuatro ocasiones y tan solo igualado en el primer partido. 1 de abril de 1928, estadio de Luimar. El debut europeo de la Selección Argentina. Partido amistoso previo a los Juegos Olímpicos de Amsterdam. Esa tarde, Natalio Perinetti y Mingo Tarascone fallaron sus penales y empatamos 0 a 0.
Finalmente, el Nene Fernández no llegó y Rendo salió de titular. Desde un primer momento el esquemo propuesto por Minella fue claro y riguroso: esperar y contragolpear. Rattín y Rendo armaron un doble 5 de corte y salida. En el primer tiempo, Portugal tuvo la pelota, pero Argentina las mejores opciones. Segundo tiempo. 11 minutos. Centro de Bielli y volea del Tanque Rojas que dejó sin reacción al arquero Américo. Argentina 1-0 Portugal. Desde ese momento, Argentina esperó. Una de las grandes críticas a la lista de Minella era la presencia de Amadeo Carrizo. Luego de Suecia, la figura del arquero había quedado muy dañada. Minella le brindó la revancha. Aquella tarde ante Portugal, Amadeo le tapó una pelota de gol a Eusebio y otra a Torres.
El segundo gol llegó en el tercer minuto de tiempo adicionado por el árbitro holandés Leo Horn, cuando Alberto Rendo modificó la trayectoria de un remate de Artime para señalar el Argentina 2- 0 Portugal.
Argentina logró un triunfo justo y disputado. En ese gran debate que sobrevolaba nuestro fútbol desde Suecia 1958, un sector de la prensa se preguntó si un equipo argentino podía plantarse como contragolpeador. ¿El fin justifica los medios? Para Osvaldo Ardizonne, enviado de El Gráfico, la respuesta fue contundente: «Decididamente, no. El 2 a 0 no expresa la intensidad dramática del asedio a que nos sometieron los portugueses, patrones del campo y de la pelota después del gol de Rojas. Practicamente nos metieron a todo el equipo dentro del área. Nos obligaron a despejar a cualquier lado. Convirtieron a Carrizo y a Ramos Delgado, en figuras fundamentales del equpo».
En el vestuario del Maracaná, el marplatense Minella atendió a la prensa. Con semblante satisfecho expresó: «El triunfo fue justo. Pudo ser más amplio, pero el 2 a 0 es lógico de acuerdo a lo realizado dentro del campo de juego. Considero que el equipo puede dar aún mucho más, pero hay que tener en cuenta que todo debut es trabajoso. Esperemos que el miércoles, contra Brasil, juguemos mejor. Personalmente, tengo una gran fe en los muchachos». Por la noche, Brasil liquidó 5 a 1 a Inglaterra. En las tribunas, nadie dudaba que el miércoles, en el Pacaembú, Brasil golearía a Argentina.
El lunes, después del almuerzo, la delegación se subió a un ómnibus de la empresa Cometa que recorrió los 450 kilómetros que separan Río de Janeiro de San Pablo. El micro llegó a destino a las 19:30 y la sorpresa fue mayúscula: hacía un frío invernal. Los 20 grados cariocas se transformaron en 7 grados paulistas. En la mañana siguiente, el plantel fue a practicar en el Pacaembú. Un entrenamiento de una hora donde la gran duda fue la presencia de Alfredo Rojas. Medio centenar de periodistas asediaron a Minella exigiéndole el equipo que enfrentaría a Brasil, pero el rubio entrenador eludió la respuesta con una sonrisa. Argentina jugaba al misterio. Por su parte, la delegación brasileña se mostraba molesta…¡Con el frío! En la noche del martes 2 de junio, el mercurio llegó a los 3 grados. Los jugadores bicampeones del Mundo no querían un partido nocturno, pero Silvio Pacheco, titular de la Confederación Brasileña de Deportes, confirmó que no se podía modificar el fixture del torneo.
Llegó el miércoles 3 de junio de 1964. Minella ante un grave problema. El martes, en el tramo final de la práctica, Amadeo Carrizo se resintió de una vieja lesión. No solo no llegaba para el partido ante Brasil, sino que Minella le pidió a Colombo que viajara otro arquero urgente. En la mañana de aquel miércoles, Carlos Minoian tenía vuelo hacia San Pablo que finalmente no embarcó Otro que no podría jugar era Luis Artime, golpeado por los duros defensores portugueses. Argentina perdía dos jugadores vitales para enfrentar a los bicampeones del mundo.
Cuando Minella confirmó un equipo muy diferente al que venció a Portugal con gran sorpresa: atajaría Amadeo Carrizo. A días de cumplir 38 años, el símbolo riverplatense estaba decidido a tomarse revancha de viejos malos tragos. Un esquema pensado para anular a Pelé y jugar a espaldas de la línea de medios brasileños.
ARGENTINA: Amadeo Carrizo; Carmelo Simeone, José Ramos Delgado, José Varacka y Abel Vieytes; Ubaldo Rattín y Alberto Rendo; Ermindo Onega, Pedro Prospitti, Alfredo Rojas y José Mesiano. DT: José María Minella.
BRASIL: Gilmar; Joel, Alberto, Rildo y Brito; Dias y Gerson; Julinho, Vavá, Pelé y Rinaldo. DT: Vicente Feola.
Noche helada y 70.000 espectadores en el Pacaembú. Desde un primer momento causó asombro la disposición de marcas que proponía nuestra Selección. Sobre Pelé estaba Rattín en zona y José Mesiano qué, con el 11 en la espalda, se pegó como una estampilla a O Rey. No fueron las únicas marcas. Salvo el arquero y los tres hombres de ataque, todos tenían un rival asignado: Simeone sobre Rinaldo; Vieytes apretando a Julinho; Rendo no dejando salir claro a Dias y Vavá era tomado por Ramos Delgado o Varacka. En el ataque, Minella soltó posiciones: el Tanque Rojas jugó por izquierda, Onega por derecha y el rionegrino Prospitti libre por el medio.
La marca a presión fastidió a Pelé. A los 33 minutos, Mesiano le robó una de tantas pelotas. El 10 esperó que la jugada estuviera en otro lado para partirle la nariz al defensor con un cabezazo. Pelé oscurece su reinado, escribió Ardizzone. Luego de minutos escandalosos porque el árbitro suizo no expulsó a Pelé, José María Minella miró hacia el banco de suplentes y vio al pibe de 21 años, pelo enrulado y la camiseta 16 que estaba comiendo un pancho. Era Roberto Telch. Ingresó por Mesiano con una misión distinta: tenía que hacer jugar a todos. El Oveja fue una máquina corriendo, tocando y abriendo claros.
42 minutos. Contragolpe argentino. Salida rápida de Telch hacia Rojas, que habilitó en profundidad a Ermindo Onega, quién definió con infinita clase ante la salida de Gimar. ¡Gol argentino en el Pacaembú! El conmovedor grito de gol de Ermindo es una foto emblemática de la Copa de las Naciones.
El segundo tiempo fue una obra de ingeniería táctica argentina. A los 18 minutos, una nueva salida limpia de Roberto Telch, la gran figura de la cancha. Pared con Rojas que busca el arco. El arquero Gilmar da rebote que aprovecha Telch. Brasil 0-2 Argentina. Un montón de buzos azules ingresan al campo de juego y es un festejo mudo en la helada noche paulista. Minutos después saltan Rattín y Pelé. Con la salida de Mesiano, el 5 de Boca se hizo cargo de una marca durísima sobre O Rey. El brasileño cae como un peso muerto y el árbitro suizo compró la trampa. Penal para Brasil. No lo patea Pelé. Va el zurdo Gerson. Demasiado zurdo. Cruza el remate y allí va Amadeo. La noche que el fútbol argentino reivindicaba su caída en Suecia, Amadeo también soltaba la cruz de Helsingborg. Argentina se quedó durante largos minutos sin saber que sucedió, porque las transmisiones radiales se cortaron y se reestablecieron minutos después que Amadeo tapó el penal.
Roberto Telch y Ermindo Onega brillaban en el Pacaembú. Argentina jugó también que comenzó un tibio Ole en las tribunas. Minuto final. Corrida de Ermindo por izquierda y un remate al arco termina siendo un centro pasado. Desde una posición extraña, casi sin ángulo, Telch le pega al arco y entra junto al palo de Gilmar. Un gol geométrico. Brasil 0-3 Argentina. Nadie lo podía creer. El Pacaembú se llenó de Telch, tituló El Gráfico.
Final del partido. Festejos en toda la Argentina. Dentro del Pacaembú, la felicidad era inmensa. El Tanque Rojas se llevó la camiseta de Pelé a pesar del reto de Ramos Delgado. José Minella era un hombre feliz: «Estoy satisfecho porque el fútbol argentino demostró en tierra de los campeones mundiales que sabe ganar. Este partido debe ser un resurgimiento para el fútbol criollo«. José Ramos Delgado, capitán del equipo, también era un hombre feliz: «No van a creerlo, pero creía firmemente que ganábamos. No es la primera vez que les cortamos las alas a los brasileños, cuando Onega consiguió el primer gol, no tuve dudas que ganábamos». Amadeo Carrizo también tenía algo para decir: «Desconcentramos a los brasileños con nuestro juego. Al igual que ante los portugueses, teníamos todo estudiado por eso llevamos adelante un plan y pudimos cumplirlo. ¿El penal? Tuve la impresión que la cruzaría y allí fui».
Se venía el último partido. El rival era Inglaterra, siempre tan especial para los argentinos. Habíamos enfrentado en cuatro ocasiones a los hijos de la Pérfida Albión, con dos derrotas (1-2 y 1-3 en 1951 y 1962), una victoria (3-1, en 1953) y un partido suspendido por diluvio, días después de aquella histórica victoria. El paso de los ingleses en el torneo era errático. Había sido goleados por Brasil y apenas igualado 1 a 1 ante Portugal. Con solo empatar, Argentina sería campeón.
La goleada ante Brasil estaba generando un aire renovador dentro de nuestro fútbol. Así lo señaló José Ramos Delgado, veterano de las Copas del Mundo de Suecia y Chile, en la previa del partido ante los británicos: «Nosotros hemos progresado. Los nuevos muchachos son mejor de lo que suponíamos. Hay más organización, más entrenamiento y más preparación en el vestuario. Solo los ciegos no lo ven. En Argentina hay un fútbol distinto, lo que pasa es que ahora salimos afuera y nos cuidamos. No hay que creer que Inglaterra es pan comido, pero nos tenemos fe».
Domingo 7 de junio de 1964. Esa mañana llegó al país la cantante italiana Rita Pavone que hacía bailar al mundo con il ballo del Mattone. Una nueva dimensión del espectáculo de la música que en nuestro país se los llamó nuevaoleros. Si bien no era un título oficial FIFA, para el fútbol argentino el partido ante Inglaterra tenía el gusto a revancha por las finales perdidas en 1928 y 1930. También por los sinsabores cercanos de 1958 y 1962. Por la noche, un país escuchando sus radios a transistores. Argentina salió al campo de juego con el mismo equipo con un cambio: el ingreso de Telch por el lesionado Mesiano.
Fue un partido duro. Muy disputado y propenso a los desbordes. Cuando finalizaba la primera etapa, Toscano Rendo le hizo un caño a Thompson, su marcador. El inglés le devolvió un patadón. Rattín fue a copar la parada y le pegó una trompada al británico. Así, como días atrás Pelé no había sido expulsado, el Rata tampoco vio el camino del vestuario. Antes que finalice la primera etapa, Minella sacó a Prospitti e hizo ingresar a Mario Chaldú, el día que cumplía 22 años.
Segundo tiempo. 18 minutos. Combinación Chaldú-Onega, cuando el crack de River pedía la devolución, Chaldú abrió sorpresivamente hacia Alfredo Rojas, que sacó un remate que batió a Gordon Banks. Argentina 1-0 Inglaterra. Gol gritado en toda la geografía nacional. A las 21hs finalizó el partido. Argentina se consagraba campeón de la Copa de las Naciones. Un equipo que ganó los tres partidos disputados, señaló 6 goles y no le marcaron ninguno. En el vestuario del Maracaná, Pepe Minella era el hombre del milagro: «Vamos a trabajar pensando en el Mundial de Londres. Argentina tiene que jugar en todos lados y recoger experiencia. Hemos sufrido mucho en estos últimos años y no nos volverá a suceder lo de Suecia y Chile». En medio de los festejos de un vestuario pletórico de alegría se acercó Gordon Banks. Quería la camiseta de Amadeo Carrizo y había recibido una con el número 12. El propio Amadeo le explicó que la camiseta con el 1 había quedado en San Pablo y había atajado con esa numeración. Para Amadeo, Suecia había quedado atrás.
Luego de un día libre para disfrutar en Río de Janeiro, la delegación regresó al país en la mañana del martes 9 de junio de 1964. Una multitud de hinchas de todos los clubes esperaron a los campeones en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Si en 1958 hubo un recibimiento que fue una lluvia de monedas, el grito ¡Amadeo! ¡Amadeo! retumbó por todos lados. Ezeiza nunca había vivido algo así. Muchos hinchas se tiraron de los viejos balcones del aeropuerto y esperaron a los campeones en la propia pista. Cuando los jugadores salieron del avión no pudieron creer lo que estaban viendo.
En aquel momento se creyó que el fútbol argentino había dejado atrás una época de sombras. Pero el gran problema de nuestro fútbol no era táctico, estratégico o deportivo. Nuestra talón de Aquiles era organizativo. Los vaivenes de una AFA intervenida. Los rosqueos del fútbol domestico. Minella abandonó la Selección en octubre de 1965 luego de la clasificación a la Copa del Mundo de Inglaterra. El presidente de AFA era Francisco Perette, hermano del vicepresidente de la Nación. A Minella lo reemplazó Osvaldo Zubeldía, que renunció pocos meses después en desacuerdo con las condiciones que se le imponía a su cuerpo técnico. Los vaivenes de un país complicado. El 28 de junio de 1966 fue derrocado el gobierno de Arturo Illia. Ese mismo día, la AFA fue intervenida. En los próximos seis años, la casa central de nuestro fútbol tuvo ocho interventores. Entre 1966 y 1969 nuestro fútbol tuvo equipos fantásticos, como el Racing de José, el Estudiantes de Zubeldía, Los Matadores de San Lorenzo, Independiente 1967, Boca 1969, Vélez y Chacarita campeones, River siempre; pero Argentina no clasificó a la Copa del Mundo de 1970. El desquicio de AFA era mayúsculo.
En ese tiempo oscuro y complejo de nuestro glorioso fútbol, aquella Copa de las Naciones es un torneo que merece reconocerse, pero sobre todo, comprender las tramas y dificultades que transitó el fútbol argentino.
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche a la Investigación Periodística.