Por Carlos Aira
Banfield atravesaba el Metropolitano de 1971 asediado por el karma del descenso. No así el ascendido Ferro Carril Oeste, que cumplía una destacada campaña en su regreso a la máxima divisional.
En la última fecha del campeonato, el fixture señaló que el Taladro recibía a Oeste. Con Platense ya descendido, la otra plaza de regreso a la B era para Los Andes (27 puntos) o Banfield (28). Los nervios consumían a los dirigentes banfileños. Los Milrayitas visitaban a Atlanta, club que se había salvado del descenso la fecha anterior. A Peña y Arenales había llegado un rumor: en Lomas de Zamora habían comprado el partido contra los bohemios. Algunos dirigentes entendieron que si querían salvarse del descenso, tenían que hacer algo similar.
En la semana previa a aquel domingo 3 de octubre de 1971, un tal Daniel Szurmuk, allegado a la directiva banfileña, se comunicó con Alfredo Gualterio Ortiz, defensor de Ferro Carril Oeste. Ellos mantenían una relación comercial ajena al fútbol. Szurmuk le hizo conocer a Ortiz una oferta tentadora: dos millones de pesos para él y sus compañeros por perder el partido del domingo.
Ortiz simuló agrado por la propuesta, pero la realidad era otra. Finalizada la reunión viajó raudo hacia la sede de su club para asesorarse legalmente. Decidieron simular el arreglo, con testigos incluidos. El día anterior al partido, Szurmuk llegó a la casa del futbolista con el dinero pautado. Cuando se estaba por hacer entrega del mismo – y ante una seña de Ortiz – entraron al living policías escondidos en la casa y arrestaron al allegado banfileño.
El partido se jugó al día siguiente. Fue a cara de perro. En cancha de Talleres de Escalada, Banfield y Ferro igualaron 1 a 1. El Taladro se vio beneficiado por la derrota 3 a 0 de Los Andes en Villa Crespo.
El Tribunal de Penas falló en forma terminante: suspensión de cuatro meses para el club Banfield, expulsión del presidente Carlos Soler, del Secretario y del Tesorero. Además de perder su localía, se le daría por perdidos todos los partidos que disputara en esos cuatro meses, lo que desembocó en el irremediable descenso del Taladro en 1972.
Fue el cuarto soborno comprobado de Banfield. El primero, en 1938. El segundo, el Caso Monjo, en 1941. En 1944, cuando quisieron tocar al arquero Sebastián Gualco. Finalmente, esta historia que tiene casi medio siglo.