Hugo Noremberg: «La clave del Ferro de Griguol fue el trabajo en la semana»

2675
Foto: Ferroweb.com.ar

Hugo Mario Noremberg fue parte del ciclo Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha. Misionero, potente y goleador, figura del Ferro campeón del Nacional 1984. Con los años, su idolatría se trasladará a Chaco, donde fue goleador y emblema del Chaco For Ever campeón del Nacional B 1988/89.

Por Carlos Aira

 

SUEÑOS DE FUTBOL: «Mi sueño era jugar al fútbol. Era todo un esfuerzo, porque desde mi pueblo hasta Aristóbulo del Valle, provincia de Misiones, donde iba al colegio, eran cuatro kilómetros y los hacía caminando. Luego volvía a casa y seguía jugando al fútbol. Cuando tenía 13 años me iba caminando 10 kilómetros hasta otro pueblo para tomarme una camioneta para jugar en Oberá, que es a 40 kilómetros. Volvía a casa lleno de la tierra colorada de mi provincia. Nos bañábamos en un arroyo antes de volver a casa. ¡Tantas cosas!».
«Mi sueño era jugar en Buenos Aires. No había tecnología y cada tanto llegaban las revistas o los diarios a mi casa. La primera vez que vine a Capital fue para probarme en Vélez, pero no quedé. Luego me probé en Ferro y tampoco quedé. De insistente volví a Ferro. Esa vez me dijeron que me fichaban si tenía donde quedarme porque no había lugar en la pensión. Justo en ese tiempo, mi hermana se instaló en Ciudadela y me fui a vivir con ella. Allí comenzó mi recorrido en el fútbol. Siempre cumpliendo el sueño del pibe que era la ilusión de juegar«.

 

 

FERRO DE MI VIDA: «Cuando llegué a Ferro me propuse llegar a Primera. Fue un camino lleno de sacrificios. ¿Sabés lo que significa salir del monte misionero y venir a Capital Federal? Yo tuve mucha constancia. Veía a pibes de mi división que jugaban mucho mejor, pero yo siempre estaba. Caían piedras y yo era el primero en llegar al entrenamiento. Por otro lado, los dirigentes y los entrenadores en ese momento le daban chances a los chicos de inferiores».
«Yo jugaba de volante central y era muy malo. En esa posición no tenía chances. Pero tuve la suerte que tiene que tener todo futbolista. Yo jugaba en Sexta División y me pasaron a la Cuarta porque la Quinta era la categoría estrella del club. En Cuarta División se sabe que hay 30 jugadores y con suerte se le hace contrato a dos o tres. Una tarde estábamos haciendo fútbol la Cuarta contra los suplentes de Primera. Cuando pasaron 10 minutos, Griguol se acercó y me dijo: ¿Pibe, de qué jugás? Le digo de 5. Griguol me respondió: «¡No pibe… vos no podés jugar ahí!» y me puso de 9. En 20 minutos convertí tres goles y no me sacaron mas«.

 

Año 1983. El goleador que surgía. Aun sin sus característicos bigotes.
EL FERRO DE CARLOS GRIGUOL: «Si no fuera por Carlos, yo no hubiera jugado en Primera. Tuve la suerte de llegar a un club modelo que tenía un maestro como Griguol que trataba de darte siempre lo mejor. Griguol encontró mi lugar en la cancha y ahí comenzó mi carrera. Jugué en Reserva con el Cai Aimar y debuté en Primera en el Metropolitano de 1983″.
«Carlos era un hombre muy serio. Siempre digo que la clave de su ciclo en Ferro estaba en la semana. Griguol y Aimar ensayaban mucho trabajo táctico con el rival muy estudiado, algo que no era común en aquel momento. Otra clave era el trabajo físico del Profesor Bonini. Las pretemporadas eran durísimas, pero teníamos resto físico para el resto del año. Aquel equipo tuvo la contra del periodismo, porque no era común que un equipo chico le peleara y ganara campeonatos a los equipos grandes. Todo eso fue obra de Carlos Timoteo Griguol«.

 

TIEMPOS DE FERRO CAMPEON…: «En 1983 subí a Primera y me encontré con un plantel armado. Griguol venía trabajando desde 1980 y había gente muy importante, como Cacho Saccardi, el Burro Rocchia o Carlos Barisio. Todos ídolos de la hinchada y referentes para los más chicos que los escuchábamos y tomábamos sus consejos porque eran gente muy seria. Cuando ellos fueron dejando los jóvenes ya estábamos preparados para ser parte de un equipo y un club que funcionaba a la perfección. Todo en Ferro estaba alineado. Desde los dirigentes hasta los utileros. El domingo jugábamos, ganábamos, el martes cobrábamos el premio del partido y a fin de mes el sueldo».
«En 1983 teníamos un gran equipo con un diferente que era el Beto Márcico. El resto teniamos una mentalidad muy fuerte y estábamos trabajados. Ese equipo estaba para campeón del Metropolitano, pero siempre recuerdo un partido contra San Lorenzo en cancha de Vélez. Íbamos ganando 1 a 0 y el árbitro Carlos Espósito nos comenzó a echar jugadores hasta que el partido se suspendió por inferioridad numérica. Terminamos muy cerca del campeón y ese partido fue clave para perder aquel título«.

 

 

EL BASQUET Y TIMOTEO: «Griguol siempre fue un hombre inquieto. En aquellos días, Ferro tenía un equipo de basquetbol impresionante y Carlos tenía una gran relación con León Najnudel, entrenador del equipo. De tanto hablar entre ellos, Griguol le pidió conceptos sobre las cortinas del básquetbol para usar en las pelotas paradas del fútbol. Comenzamos a trabajar en conjunto futbolistas y basquetbolistas, con quienes teníamos buena relación. Por ejemplo, en la pensión del club yo vivía con el santiagueño Miguel Cortijo, un crack. ¿Mi altura? Siempre se creyó que soy más alto, pero en verdad mido 1,81″.

 

Hugo Noremberg y Carlos Griguol. Año 1983.
LA VIVIENDA COMO PRIORIDAD: «Griguol te aconsejaba todo el tiempo, pero hacía principal hincapié en el tema de la vivienda. El decía que la primera plata del fútbol había que invertirla en la vivienda y luego comprar el coche. Eran consejos de un padre. Siempre recuerdo que el primer departamento se lo compré a Héctor Cúper y lo pagué juntando todos los premios. Estaba en Aranguren y Paisandú, cerca de Ferro. ¡Sabés que alegría fue llegar a ese departamento! Cuando volví de Turquía, años más tarde, compré un departamento más grande, pero también cerca de Ferro. Con Griguol había una realidad: si comprabas el coche antes que la casa podías tener un problema. El volumen de dinero de aquellos días era menor al actual y tal vez tenías una sola oportunidad para comprar una vivienda. Carlos nos inculcaba a invertir para tener algo firme en el futuro. Por eso digo que fue un verdadero padre».
NACIONAL 1984: «Son cosas que nunca olvidás, como el partido final frente a River en el Monumental. ¿Sabés que es ganar 3 a 0 una final a River en el Monumental? Esa noche me hacerle un gol a Pumpido, el segundo del equipo. Luego me tocó salir, pero siempre me quedó la espina porque creo que esa noche podía haber marcado algún gol más. Una lástima que no se completó la segunda final en Caballito. Ganábamos 1 a 0 hasta que la hinchada de River comenzó a quemar los tablones. Lo que nunca olvido fue la semana siguiente jugamos ante Chacarita Juniors por el Metropolitano y la hinchada de Chacarita nos ovacionó durante la vuelta olímpica«.
«Ferro me genera mucha nostalgia. Tiempos que fueron hermosos. La época más linda que pude vivir. Cada vez que regreso al club es encontrarme con gente que hace mucho tiempo no veo y recordar los días en la pensión y luego en el departamento de la calle Neuquén, junto a la cancha. Ya te digo: fueron épocas muy lindas.

 

Ferro campeón del Nacional 1984. Superó ampliamente a River Plate. Noremberg es el cuarto agachado desde la izquierda.

 

LOS VAIVENES DEL FUTBOL: «Hubo dos clubes que pasé y me dio mucha pena no haber rendido. Uno fue Quilmes, porque no anduve bien. Venía de una lesión y no pude cumplir el objetivo que era llevarlo al Nacional B en el Reclasificatorio de Primera B 1986. El otro club fue Estudiantes de La Plata. Año 1991. Había regresado de Turquía y no estaba bien fisicamente. Un club grande, campeón del mundo, tenía la confianza del técnico, pero no pude dejar nada y eso no me gusta.

 

El misionero Mario Noremberg fue fundamental en aquel campeonato 88/89.
IDOLO EN CHACO: «En 1986 apareció la posibilidad de ir a Chaco For Ever. Nunca olvido que los primeros diez partidos no metí ningún gol. Luego comencé a meter goles y habituarme al club. En el primer torneo nos eliminó Belgrano, dirigido por Pedro Marchetta, en la semifinal del reducido. Al año siguiente, perdimos la final del octogonal ante San Martín de Tucumán, que tenía un equipazo. El tercer torneo, la temporada 1988/89, veniamos muy atrás de Lanús. En las últimas fechas, ellos comenzaron a perder y nosotros metimos una gran racha. En la última fecha nos enfrentamos en Resistencia, ganamos 1 a 0, y fue una fiesta para toda la provincia«.
«En ese partido pasó de todo. En un momento se cayó el tejido desde la mitad de la cancha hasta la cabecera. La cantidad de gente que había en la cancha era increíble. Yo pensé que el partido se suspendía y perdíamos la final. Lo que sucedió fue increíble: los hinchas tomaron el alambrado y con sus manos lo mantuvieron firme hasta el final del partido. En el último minuto un compañero cometió una infracción increíble al borde del área. Lanús tenía un especialista en tiros libres como el uruguayo Villagrán. La pelota pegó en el travesaño, y en vez de ir para abajo, por suerte se fue para arriba. Tuvimos la suerte de campeón«:
«La gente de Chaco For Ever me sigue escribiendo y recordando. Aquel campeonato fue la alegría de una provincia. Una locura jugar siempre a cancha llena. Si para Ferro, que lleva más de 20 años en el Nacional, imaginate para For Ever ascender a Primera División. Por eso hay que darle dimensión a aquel logro. Aquel campeonato Nacional B 1988/89 lo jugaron equipos que hoy están en Primera, como Colón, Banfield, Lanús, Defensa y Justicia. Nosotros generamos algo imborrable porque se consagró campeón un equipo del interior. El recuerdo de la gente sigue siendo increíble«.

 

Mario Noremberg vistiendo la camiseta del Gen

 

GENCLERBIRLIGI: «Jugué la temporada 1989/90 en Chaco For Ever en Primera División. Hicimos una buena campaña y nos salvamos del descenso en un desempate ante Racing de Córdoba en la Bombonera que ganamos 5 a 0. Luego de aquel partido se acercó un agente y me preguntó si quería ir a jugar a Turquía. Consulté a mi señora y decidimos irnos. El dinero era importante, pero al final no pude hacer la diferencia que quería. El equipo al que fui es el Genclerbirligi. Viajé a Turquía junto a Claudio Zacarías y Oriolo, un pibe de Banfield. No sabía nada del idioma y las costumbres, pero allá la gente es espectacular. Muy, pero muy pasional. El clásico de Ankara era increíble. Siempre recuerdo que el primer gol que convertí en Turquía se lo metí a Harold Schummacher, el famoso arquero alemán. Yo estaba de 10 junto a mi familia, pero a fines de 1990 estalló la Guerra del Golfo y había muchas especulaciones sobre una guerra en Turquía. Yo me quería quedar allá, pero en familia decidimos volver al país».

 

Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.
Producción: Nehuén Ríos

 

Comentarios

comentarios