Con Rubén Galván se fue un grande de Independiente y la Selección

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Por Carlos Aira (@carlosaira11)

 

Morocho cobrizo, duro como un quebracho. Así era Rubén Galván, figura del Independiente copero de los años setenta y campeón del mundo en Argentina 1978.
Había nacido en Comandante Fontana, provincia de Formosa, el 7 de abril de 1952. Con los años su familia dejó el norte para afincarse en la zona sur del conurbano bonaerense. Entre potreros bravos forjó su personalidad: mediocampista de hacha y tiza. Criterioso con el balón, pero sobresaliente por su carácter exhuberante. El mismo que permitía a sus compañeros jugar con tranquilidad.
Debutó el 8 de diciembre de 1971, 13º fecha del Nacional. Independiente derrotó 3 a 2 a River Plate en el Monumental, goles de Ricardo Pavoni, José Pastoriza y Manuel Magán. Será a partir de 1972 cuando comenzó a ser reconocido. Será el año que Independiente alzó nuevamente la Copa Libertadores de América. Una costumbre que Galván repitió en cuatro temporadas consecutivas. El brillo de Ricardo Bochini tenía sustento en la prodigalidad del Negro, que fue parte de un mediocampo entrañable del fútbol argentino: Omar Larrosa, Rubén Galván y Ricardo Bochini.

 

 

Convocado por César Luis Menotti en 1976, su figura estuvo a la sombra de Américo Rubén Gallego. Fue parte de la lista de jugadores convocados a la Copa del Mundo de 1978, con la camiseta número 8, aunque no disputó ninguno de los partidos del equipo que se consagró campeón.
Jugó 231 partidos con la camiseta de Independiente entre 1971 y 1979. Para el recuerdo, aquel domingo 7 de marzo de 1976. Partido ante Ferro Carril Oeste en Caballito. A los diez minutos de juego, un fuerte encontronazo con Roberto Franco lo dejó tendido en el piso. Con muestras de dolor, se levantó y siguió jugando. En el entretiempo, el técnico Miguel Ignomiriello le preguntó si seguía. El negro no quería salir. lo infiltraron con cuatro ampollas de lidocaína y salió a jugar el segundo tiempo. A los diez minutos pidió el cambio. Lo llevaron de urgencia al hospital Argerich a sacarle unas placas. Cuando el doctor Fernández Schnorr vio el resultado, no lo podía creer: Galván jugó más de media hora con fractura de peroné.
Una noche estuvo al borde del síncope nervioso. Fue el mítico 25 de enero de 1977. La segunda final entre Talleres de Córdoba e Independiente. El árbitraje de Roberto Barreiro, claramente parcial hacia los locales, sacó de quició al caliente Galván, que quiso acogotar al árbitro. Fue uno de los tres expulsados rojos de aquella jornada, que terminó con la genialidad de Bochini en su cumpleaños 23 y una hazaña inmensa por parte de los Diablos Rojos.
Luego de Independiente, su campaña careció de relieve. Como si la Avellaneda roja fuera su lugar en el mundo. Allí, donde ganó las cuatro Copas Libertadores, la Intercontinental 1973 y los Nacionales de 1977 y 1978. En 1980 pasó a Estudiantes de La Plata. En 1 y 57 disputó 21 encuentros. Sus últimas dos temporadas fueron en el ascenso: 1981 con Deportivo Morón y 1982 en All Boys, donde tal vez no dejó un grato recuerdo. Se retiró a comienzos de 1983. Tenía 30 años.
Durante años el cartel de Rubén Galván Deportes se lo vio radiante sobre avenida Mitre. En los últimos años, su salud le jugó malas pasadas. Contrajo Hepatitis C. Por esa razón fue trasplantado en 2007. Hoy dijo adiós. Tenía 65 años. El segundo campeón del mundo argentino que partió de ésta dimensión terrenal.

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