Emiliano Martínez atajó tres penales en la semifinal de la Copa América y picó pasaporte a la posteridad. En Abrí la Cancha realizamos un recorrido, con alguna omisión sin ánimo de ofender, de los penales atajados más emblemáticos en la historia de nuestro fútbol.
Por Carlos Aira (@carlosaira11)
Los penales son cosa de a dos. Parece dificil no poder meter la pelota desde once metros en un arco de 7,32 de ancho y 2,44 de alto. Pero los arqueros se agrandan y hacen que el arco parezca una caja de fósforos. Cuando el ejecutor toma carrera no hay vuelta atrás. La gloria o Devoto.
La regla del Penal se estipuló en 1891. En un partido, un jugador del Stoke City británico fue golpeado a centímetros de la línea de gol. Al no existir la regla, todos los jugadores rivales se pararon en la línea. El remate golpeó esa muralla y la pena pareció un castigo. Los dirigentes del Stoke enviaron una carta al International Board explicando la situación. Nació un nuevo castigo: el penal. Para desgracia del Stoke City, en el primer partido, el árbitro sancionó un penal a su favor en el último minuto. Cuando el ejecutante se preparaba, el árbitro miró el reloj y finalizó el partido. Los dirigentes del Stoke recurrieron nuevamente al International Board exigiendo que los penales sean la única pena que pueda ejecutarse con el tiempo cumplido.
Lejos de la pérfida albión, los penales atajados son parte de nuestra historia futbolera. El 21 de septiembre de 1931 se jugó el primer Superclásico bajo la organización de la Liga de Fútbol Profesional. En la vieja cancha boquense de Brandsen y Del Crucero, River derrotaba 1 a 0 a Boca. 30 minutos del primer tiempo. El árbitro Enrique Escola cobró penal a favor de Boca. Pancho tomó la pelota. Las tribunas contuvieron la respiración. Su remate lo tapó Jorge Iribarren a duras penas. Rebote. Varallo insiste. El arquero manotea nuevamente la pelota. La tercera es la vencida y Pancho golpeó pelota y arquero. La globa se metió dentro del arco. Escola cobró gol. Desde ese momento, La Boca fue la capital del caos. Todos los jugadores de River se arremolinaron alrededor del árbitro. Fueron expulsados Pedro Lago, José María Baldivares y Camilo Bonelli. Partido suspendido.
Bernabé Ferreyra fue el gran goleador de los años 30s. Su temporada de 1932 fue inmensa. Goles todos los domingos. La potencia de su remate fue antológica. Todos los fines de semana convertía goles. Natalio Botana, director de Crítica, instauró un premio especial: una medalla de oro al arquero que terminara invicto o le atajara un penal. Llegó la tarde señalada. Domingo 7 de agosto de 1932. River enfrentó a Argentinos Juniors. Atilio Losavio, arquero de los Criollos de Paternal, tan sólo atinó a agacharse. El remate del Mortero de Rufino golpeó su rodilla izquierda y el tiento llegó casi al círculo central. Semanas después, el 4 de septiembre de 1932, el gran Sebastián Gualco, de Platense, se estiró y desvió otro penal ejecutado por la Fiera. El 15 de abril de 1934, Bernabé encontró otra horma para su zapato. En el clásico River-Independiente, el pergaminense Fernando Bello elevó sobre el travesaño un remato alto y recto del Mortero. Quedó en la historia.
Pasará mucho tiempo para que otro penal detenido sea motivo de noticia. En los años 50s, Oreste Omar Corbatta fue una de sus figuras consulares. El Chaplín de la Academia era infalible desde los once pasos. Julio Cozzi fue uno de los mejores arqueros en la historia de nuestro fútbol. Surgido en Platense – donde fue figura descollante – luego de cinco años en Colombia, regresó al país en 1955 para atajar en Independiente. En 1957 atajó cuatro de cinco penales ejecutados. Uno de ellos, en el clásico de Avellaneda a Corbatta. En 2006, Cozzi le narró a la revista El Barrio su hazaña: «El partido estaba empatado, le agarré la pierna a él y fue penal. En una revista había dicho que iba a hacer un gol, tomó la pelota y la besó mirando a la hinchada de Racing. Vino corriendo y yo amagué para un lado, me tiré para otro y la atajé. Entonces le dije que le diera un besito a la pelota y me insultó de la bronca que tenía”.
Llegamos a uno de los puntos más altos de ésta historia. Domingo 9 de diciembre de 1962. Penúltima fecha del campeonato. En la Bombonera se enfrentaban Boca Juniors y River Plate. Ambos equipos llegaban al clásico con 39 puntos. Eran tiempos del fútbol espectáculo. Boca tenía un equipo sólido, basado en su defensa: Antonio Roma, Orlando, Silvero, Carmelo Simeone, Ubaldo Rattín y Silvio Marzolini. Los millonarios tenían un gran ataque Martín Pando, Carlos Sarnari, Luis Artime, Delem y el brasileño Roberto Frojuello.
A los 14 minutos de juego, el brasileño Valentim batió a Amadeo Carrizo con un tiro penal. River fue a buscar el empate. A los 35 minutos del segundo tiempo, el árbitro Nai Foino cobró penal a favor de River Plate. Otro brasileño, Delem, delante de la pelota. Ochenta mil hinchas al borde del soponcio. El remate fue detenido por Antonio Roma. ¿Cuanto se adelantó? Forma parte de la mitología popular. Cuando los jugadores de River le protestaron a Nai Foino, este les respondió: «Aire..aire…penal bien pateado es gol». Finalmente, Boca Juniors fue campeón siete días mas tarde. Hasta el último día de su vida, Roma debió contar como fue esa atajada que lo dejó en la historia del fútbol argentino.
Dos años más tarde, otro penal para todos los tiempos. 3 de junio de 1964. Segundo partido de la Copa de las Naciones, pequeño mundialito organizado por la Confederación Brasileña de Deportes. A último momento, Italia se bajó del torneo. La organización invitó a Argentina, por cercanía y por supuesta debilidad. Aquella noche en el Pacaembú, Argentina goleó 3 a 0 al bicampeón del mundo con una actuación inolvidable de Ermindo Onega. Fue la noche que Pelé, frustrado por una marca implacable, le rompió la cara al Chino Mesiano. Pero la ovación se la llevó Amadeo Carrizo. A los 37 años le contuvo un penal a Gerson. “No me olvido de los abrazos de todos mis compañeros cuando adiviné el palo y le atajé el penal a Gerson”, recordó tiempo después.
Miércoles 16 de noviembre de 1977. Platense ante noventa minutos a vida o descenso ante Lanús. La deficiente iluminación del Gasómetro fue ayudada por los relámpagos que presagiaban tormenta. Noventa minutos sin mover el marcador. Alargue. Tampoco se movió el resultado. 0 a 0. Ya era medianoche. Serie de cinco penales que finalizó igualada en cuatro. Era necesaria una segunda serie, esta vez de dos penales. Fue necesaria una tercera tanda de dos penales. madrugada del jueves 17 de noviembre. El duro central Jorge Peremateu desvía su remate. Arquero contra arquero. Miguelucci y el Loco Rubén Sánchez. Ataja el calamar. Serie igualada. Le toca patear a Miguelucci, pero se hace el distraido. El veterano árbitro Roberto Barreiro que no se percata y fue Arturo Juárez quién convirtió el gol calamar. 12:37. Osmar Miguelucci le tapó el penal a Orlando Cárdenas, será Platense quien continúe en Primera División. Así lo hizo. Una de las noches más emotivas en la historia del fútbol argentino finalizó con la salvación de Platense y el descenso de Lanús.
La historia siguió su curso, pero nadie puede asegurar cual hubiera sido el destino de la Selección Argentina en la Copa del Mundo 1978, si Ubaldo Matildo Fillol no le atajaba el penal al polaco Kazimierz Deyna. En la fría noche del miércoles 14 de julio de 1978 el seleccionado dirigido por César Luis Menotti comenzaba su andadura en los cuartos de final. Eran tiempos de zona de grupos. Argentina, en Rosario, compartió zona junto a Polonia, Brasil y Perú. Polonia tenía uno de los mejores equipos del mundo. Tercero en el mundial anterior, luego de la derrota nacional ante Italia en el Monumental, nadie garantizaba un buen resultado. De movida, Polonia se sintió superior y tiró toda la presión de una delantera admirable: Lato-Deyna y Boniek. A los 16 minutos, Mario Alberto Kempes convirtió el primero de sus seis goles mundialistas. Los europeos presionaron y a los 32 minutos, el propio Matador salvó con una mano intencional sobre la línea, lo que hubiera sido el empate polaco. Deyna, camiseta número 10, tomó la pelota. Pateó débil hacia su derecha. El Pato contuvo, manteniendo la victoria argentina que luego rubricó Kempes convirtiendo el segundo gol del partido.
El 2 de diciembre de 1979 el Gasómetro decía adiós. En Avenida La Plata 1761, San Lorenzo recibió a Boca Juniors. El clásico correspondió a la 14° fecha del Nacional, pero la fuerte carga sentimental sitúa aquel partido como una fecha, tan triste, como inolvidable. Boca no tenía muchas chances de clasificar para los cuartos de final. San Lorenzo era un paño de lágrimas por la pérdida de su amada casa. Promediando el segundo tiempo, Teodoro Nitti marcó penal para los locales. Hugo Coscia tomó la responsabilidad de ejecutar la pena máxima. Su remate mordido fue atajado por Hugo Gatti con sus piernas. El partido finalizó 0 a 0. Poco tiempo después, San Lorenzo volvería a sufrir otra despedida debido a una pésima ejecución.
Casi dos años más tarde, San Lorenzo nuevamente protagonista de un penal desgraciado. En la tarde del 15 de agosto de 1981 se jugó la última fecha del Metropolitano. Muchos recordarán la jornada como aquella en la cual Diego Maradona dio la vuelta olímpica vistiendo la camiseta de Boca Juniors. Pero en Caballito, se jugó un partido inolvidable. Con Colón de Santa Fe descendido, quedaba un lugar para jugar los sábados en 1982. Curiosamente, la última fecha la debían jugar los dos implicados: San Lorenzo y Argentinos Juniors.
Al Ciclón le alcanzaba un empate. Los Bichos necesitaban ganar. A los 17 minutos, la jugada clave: Carlos Espósito entendió intencional una mano de Pedro Remigio Magallanes, delantero de Argentinos. Penal para San Lorenzo. El sanjuanino Eduardo Emilio Delgado tomó la pelota. Su remate fue contenido por el guardameta uruguayo Gualberto Alles. También el rebote. En el segundo tiempo, Argentinos tuvo su penal. El Loco Carlos Salinas no perdonó. San Lorenzo se fue a la B con ese penal de Delgado como mochila.
Este penal que no cambió la historia, pero que pasadas casi tres décadas de su ejecución, y posterior atajada, aún se lo recuerda. Domingo 22 de abril de 1984. Cuarta fecha del Campeonato Metropolitano. En cancha de Velez Sársfield, jugaban Platense y Boca Juniors. Los xeneizes estaban viviendo uno de los momentos más duros de su historia. La situación institucional era caotica. La directiva había hecho un enorme esfuerzo en la contratación del veterano goleador uruguayo Fernando Morena. Aquella tarde ante Platense, Boca parecía reecontrarse con la alegría. Vencía 2 a 0, goles convertidos por el gallego Jorge Vázquez y el propio Morena. En el segundo tiempo, Platense reaccionó e igualó con tantos del oriental Miguel Falero y Omar Alegre.
Faltando pocos minutos, el árbitro Juan Carlos Demaro cobró penal para Boca. El Potro Morena tomó la pelota. Enfrente no estaba Gabriel Puentedura, arquero calamar, que había salido lesionado. Sin mas cambios, su lugar lo ocupaba el joven lateral paraguayo Oscar Paulino López Turitich. El remate de Morena hacia su izquierda fue detenido por el improvisado arquero, quién también tapó el rebote. Morena nunca pudo recuperarse del golpe anímico.
Hubo una tarde en la cual un arquero decidió ponerle un vidrio infranqueable a su arco durante una definición. Una definición que tal vez no decía gran cosa, pero todo lo que tenga que ver con el Clásico de La Plata, entra en otra dimensión.
El 7 de mayo de 1989 se disputó 34º fecha del Campeonato 1988/89. En 1 y 57 se enfrentaron Estudiantes y Gimnasia. Rodolfo Pelusa Cardozo abrió el marcador para los pincharratas. El recordado Miguel Ángel Gambier igualó en el segundo tiempo. Como lo disponía la reglamentación de aquel torneo, los empates en los 90 minutos definían un punto extra en definición por penales. Allí apareció la inmensa figura del santafesino Gustavo Adolfo Moriconi. Arquero de Gimnasia desde 1986, esa tarde se consagró de ídolo. Atajó los cuatro penales pincharratas. Sus manos taparon los remates de Mariano David Dalla Líbera, José Daniel Bocha Ponce, Máximo Nardoni y Roberto Trotta. Nunca volvió a darse una situación similar en un clásico de estas características.
Seguramente, fue la definición por penales más celebrada en la historia del fútbol argentino. Porque aquella semifinal de la Copa del Mundo 1990 tuvo todos los condimentos: un local, Italia, con la obligación de llegar a la final. Un equipo que no mostraba mucho fútbol pero sí un inmenso coraje. Diego Armando Maradona en una sola pierna. Ah, y un arquero, que se convirtió aquella noche en héroe eterno del fútbol argentino.
Sergio Javier Goycochea llegó a la Copa del Mundo de rebote. Una serie de circunstancias lo pusieron en carrera: la renuncia de Luis Islas a ser suplente de Nery Pumpido y la lesión del propio Nery en el segundo partido del Mundial, le brindaron la titularidad.
En los cuartos de final ante Yugoslavia atajó dos penales. Ante Italia, el Vasco se atajó todo en los 120 minutos de juego. Pero en la definición por penales su figura se agrandó hasta el infinito: primero casi le tapa el penal a Roberto Baggio. Luego si, atajó los penales de Roberto Donadoni y Aldo Serena. Desde aquel 3 de julio de 1990, nuestro fútbol tiene un nuevo héroe.
Fue una de las definiciones por penales mas recordadas en la historia del fútbol argentino. Martes 9 de julio de 1991. En la Bombonera de Buenos Aires, Norberto Hugo Scoponi se convirtió en el héroe que atajó dos penales para que Newells se consagrara campeón.
La temporada 1990/91 fue la primera que se desdobló en campeonato Apertura y Clausura. Newells, dirigido por Marcelo Bielsa, obtuvo el Apertura. Aquel recordado Boca Juniors de Gabriel Batistuta, ganó el Clausura. Eran necesarias dos finales. En Arroyito, los rojinegros ganaron 1 a 0, gol de Eduardo Berizzo. La revancha se jugó en una Bombonera que era un barrial. Boca venció 1 a 0, gol de la Vieja Reinoso. Luego de media hora de alargue, era necesaria una definición por penales.
Navarro Montoya tenía grandes registros atajando disparos desde los doce pasos. Norberto Scoponi, justamente no se caracterizaba por su capacidad para tapar penales. Pero esa tarde los roles se invirtieron: el Gringo tapó los penales de Alfredo Graciani y la Rata Claudio Rodríguez, generando una de las mayores sorpresas en la historia de nuestro fútbol.
Domingo 19 de agosto de 1996. Última fecha del Clausura 1996. Apasionante definición del campeonato. En Liniers, Vélez Sársfield recibía a Independiente. En 1 y 55, clásico platense. Vélez 39 puntos, Gimnasia 38.
Vélez, campeón del Apertura 1995, era dirigido por Osvaldo Piazza reemplazando a Carlos Bianchi, quién faltando unas fechas se fue a la Roma. Ganando, el equipo de Liniers se consagraba bicampeón, pero finalizando el primer tiempo hubo penal para Independiente. En uno de sus tantos servicios inconmensurables a su club, José Luis Félix Chilavert se arrojó hacia su izquierda y tapó el remate de Jorge Luis Burruchaga. Vélez e Independiente igualaron sin goles. En La Plata, el clásico finalizó 1 a 1. Vuelta olímpica y festejo en Liniers.
La Copa del Mundo de Francia 1998 nos trajo otra definición mundialista para el infarto. Miércoles 30 de junio. Octavos de final. El rival, Inglaterra. A los 6 minutos, Gabriel Batistuta abrió el marcador de tiro penal. Pero la alegría duró poco. La dupla Owen-Shearer hizo estragos en la defensa nacional y dieron vuelta el marcador en el cuarto de hora. Antes que finalice la etapa, Javier Zanetti igualó el partido con una jugada de pizarrón.
Alargue y penales. Y en los penales apareció la figura de Carlos Ángel Roa. El santafesino le tapó los penales a Paul Ince y a David Batty para el triunfo argentino y la clasificación a los cuartos de final.
Este penal, tal vez haya sido uno de los ejecutados con mayor presión en la historia. Porque aquel 26 de julio de 2011 quedará en la historia como el día que River Plate bajó de categoría, y tal vez estuvo en los pies de Mariano Pavone la posibilidad que aquello no ocurriese.
La temporada 2010/11 encontró al club de Núñez ante una situación que no vivía desde 1983: intentar mantener la categoría. Luego de dos años muy malos, la campaña había sido satisfactoria, pero una serie de resultados negativos en las últimas fechas condenó al equipo a jugar una serie de Promoción ante Belgrano de Córdoba.
La presión era inmenso. Casi asfixiante. La derrota 2 a 0 en Córdoba fue letal. La revancha en Núñez parecía encaminarse para River cuando Mariano Pavone abrió el marcador apenas iniciado el partido. Quedará para discusión eterna el claro penal que Sergio Pezzota no le otorgó al equipo millonario. Guillermo Farré igualó apenas comenzada la segunda etapa. River estaba obligado a convertir dos goles más. Minuto 23 del segundo tiempo. Penal para River. Mariano Pavone le pega anunciado y Juan Carlos Olave que se tira hacia su derecha para contenerlo. Curiosamente, al minuto 24:06. La fecha en la cual falleció su famoso primo, Rodrigo Bueno.
¿Cuanto hubiera existido del inmenso ciclo de Marcelo Gallardo en River, si Marcelo Barovero no atajaba el penal a Emanuel Gigliotti en la semifinal de la Copa Sudamericana 2014?
Miércoles 27 de noviembre de 2014. En el partido de ida, el clásico había finalizado igualado sin goles. En la revancha, se dio un hecho singular: a los 15 segundos de juego, el árbitro Germán Delfino cobró penal para Boca. El gol de visitante podía ser determinante. Luego de tres minutos de protestas, Emmanuel Gigliotti ejecutó hacia su derecha. El santafesino Marcelo Barovero voló hacia su izquierda y tapó el remate. A los 16 minutos, Leonardo Pisculichi convirtió el único gol de la noche.
Aquella noche, River se despojó de viejos fantasmas y comenzó a escribir un increíble ciclo copero.
(*) Periodista. Autor de Héroes de Tiento. Conductor de Abrí la Cancha (Lunes a viernes, de 13 a 13:30 y de 20 a 21hs, por Radio Gráfica FM 89.3