Apiladas Deportivas: El Deporte, la Cultura y el Proyecto Nacional

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El deporte como hecho cultural permanece ausente en la agenda pública. Condiciones, conflictos e intereses para comprender las distintas perspectivas.

Por Osvaldo Jara y Carlos Aira

 

El deporte argentino tiene sus raíces a partir de la segunda parte del siglo XIX. En esta etapa se construyen los cimientos de la comunidad deportiva, si bien ya existían expresiones vinculadas a la actividad. El hecho cultural es producido por la combinación de los procesos inmigratorios, la inserción de prácticas culturales y la adaptación de experiencias vernáculas.
El deporte se construyó desde sus bases y amplió sus horizontes hasta transformarse en un fenómeno popular. Es cierto que en sus orígenes la mayoría de los aficionados (y dirigentes) provenían de ámbitos privilegiados. Sin embargo, las márgenes desbordaron y generaron una verdadera cultura deportiva. Propia. Profundamente argentina y mixturada.
Durante largas décadas el deporte fue aquello que era practicado y experimentado por las mayorías. La etapa dorada de nuestros deportistas se produjo durante la década del cuarenta. Los atletas argentinos tuvieron una performance destacada en competencias internacionales, tanto individual como colectivamente. Las excelentes condiciones de estos deportistas fueron acompañadas por el respaldo del Estado Nacional. Por primera vez, se implementaba una verdadera política deportiva, también manifestada en el fomento de la actividad en las bases.
Los deportistas estaban contenidos en los clubes de barrio y de pueblo de todo el país. Históricamente, estas organizaciones fueron fundamentales en el desarrollo de lo deportivo pero, también, en la formación integral del sujeto. En estos años las organizaciones libres del pueblo tuvieron gran protagonismo. Tal es así que la conducción del deporte nacional estuvo en manos de su propia dirigencia.
Los clubes barriales son el ámbito en el que se producen múltiples prácticas, dada por la interrelación de experiencias, intereses y saberes. Allí se produce una identidad que trasciende a la propia institución; se extiende a lo barrial y local.
La actividad deportiva se encuentra entre los elementos que hacen a la identidad. Eso explica por qué muchos dirigentes fueron deportistas, técnicos o delegados en sus propias instituciones. De esta forma, se genera la pertenencia en los niños, niñas, adolescentes y adultos que la transitan.
El peronismo logró convertir en derechos sociales al deporte y la práctica física. El Estado respaldó la actividad pero, a su vez, creo instancias de participación directa. Esta es la concepción de la Comunidad Organizada, donde las organizaciones libres del pueblo demandan y militan en bien de las mayorías. Se trata de la Cultura Peronista del Deporte.
La cultura deportiva es la arena de puja donde se dirime la dimensión política de esta y otras prácticas. Es el terreno en donde se disputa el paradigma acerca del deporte, la actividad física y la recreación. Contienda que no se reduce a este ámbito específico, sino que proviene de la misma disputa sobre el proyecto político.

 

EL DEPORTE COMO PROYECTO DE PAIS

 

Para destruir el proyecto nacional resulta indispensable disociar la confluencia dada entre la dirigencia política, el estado y la comunidad. Para irrumpir en la cultura deportiva argentina fue necesario desgajar sus raíces, enajenarlo de su praxis y trastocar su sentido. Cuando eso ocurrió se operó sobre las consciencias, anulando la comprensión de lo popular.
Con el golpe de estado gorila de septiembre de 1955 el rumbo del deporte experimentó un viraje abrupto. Su política deportiva dejó de centrarse en el fortalecimiento de las bases, se quitó el apoyo económico a la comunidad deportiva, se persiguieron deportistas y se controlaron a las organizaciones deportivas. La CAD-COA, entidad madre del deporte nacional, fue escindida, intervenida y controlada.
Durante las décadas posteriores la ausencia del Estado fue notorio. En el caso de la última y sangrienta dictadura militar ahogó cualquier instancia de participación y desapareció a deportistas identificados con lo popular; asimismo, se asoció al nuevo esquema deportivo/comercial.
Este perfil se mantuvo en el tiempo y coincidió con una tendencia que se impuso en el mundo. La tecnología, el perfeccionamiento de la plataforma comercial y la conversión de las organizaciones deportivas en multinacionales modificó por completo el panorama. En este contexto, el deporte, el mundo de las marcas y los negocios adoptaron los postulados de una figura que prevalece en la actualidad, la Cultura Podio.

 

 

¿HECHO CULTURAL O ENAJENADO?

 

Existe un desapego del deporte, la actividad física y lo recreativo con la vivencia cotidiana. El alejamiento de la comunidad como experiencia vivida contribuyó a esta perspectiva. Este hecho se manifiesta en la distancia del deportista de base con el de alta competencia, formateado, atraído y seducido por las terminales deportivas internacionales.
Otro elemento que abona a este panorama es la vocación de funcionarios y dirigentes políticos a acotar los espacios participativos. Esta lógica, que proviene del liberalismo, es reproducido incesantemente más allá del color ideológico que profesen. No es casual que organismos como el Consejo Nacional del Deporte (CoNaDe), los consejos regionales y los consejos municipales no se pongan en práctica.
Los altos índices de sedentarismo y obesidad no son producto de la casualidad. Es el triunfo de la Cultura Podio, que torció el horizonte. En todo caso, las medidas tendientes a reducir estas cifras alarmantes se realizan guardando claras diferencias con las premisas de la cultura peronista del deporte.
El proceso de segmentación lleva indefectiblemente a un pensamiento liberal/progresista que impide comprender al deporte como parte de la cultura popular. Que, además, niega la participación colectiva y democrática en todos los sentidos, desde la práctica deportiva hasta la conducción en todas sus áreas.
El deporte es un hecho cultural que necesita alimentarse del encuentro y participación entre amplias franjas de la sociedad. Sólo de esa manera se podrá garantizar el ejercicio pleno del derecho a practicarla, acompañado y garantizado por el Estado Nacional.

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