Luciano Polo pasó por las Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha. Sus comienzos en un Racing en problemas. El destino que lo llevó a Junín y la idolatría en Sarmiento. Su paso por Chacarita y el entrenador que loe ordenó a pegarle una patada a Francescoli. Una Charla de Vestuario imperdible.
Por Carlos Aira
SUEÑOS DE FUTBOL: «Nací en Pergamino y jugaba en el Club Juventud. Una de las alegrías más grandes que tuve de pibe fue cuando me consagré campeón bonaerense con 13 años. Fue con la Selección Juvenil de Pergamino y derrotamos en la final a Gimnasia Esgrima La Plata en Necochea. Cuando estaba por cumplir 15 años vino Estudiantes de La Plata a hacer una prueba a Pergamino. Me probé junto a doscientos muchachos y el maestro Miguel Ignomiriello me seleccionó junto a otros diez jugadores. Viajé hacia La Plata para hacer una prueba final y de los diez quedamos seis. Estaba muy feliz porque Estudiantes me había dado una pensión junto a la cancha auxiliar. Luego de una semana de estar practicando, me entero que lo echaron a Ignomiriello. Vino a verme y me dijo que no tenía más nada que hacer en Estudiantes, que volviera a Pergamino, pero que me quedara tranquilo porque me iba a conseguir club. Creí que me lo decía para consolarme y regresé frustrado, pero a los veinte días llegó un telegrama. Era de Ignomiriello y me tenía que presentar en Racing Club. Allí comenzó otra historia.
LLEGAR A LA ACADEMIA: «Nunca olvido el viaje a Capital. Había un micro que salía cada tanto, el viaje larguísimo, llegar a la estación de Retiro y preguntar como ir hasta Avellaneda. ¡Una odisea! Una vez que llegó a Racing me recibe Juan Carlos Rulli que era el técnico de la Primera que tenía como ayudantes a los mismos que tenía Ignomiriello en Estudiantes. No hubo necesidad de probarme y directamente me hicieron firmar como jugador del club. Me gustaría recordar a un maestro como fue José Santiago. Un entrenador fantástico que me inculcó valores. Un señor con todas las letras».
«En 1973 comencé a entrenar con la Primera. Tuve como compañeros a Quique Wolff y Ubaldo Matildo Fillol antes que los transfirieran a River Plate. También tuve cerca a un monstruo como Ángel Clemente Rojas. Esperé la oportunidad para llegar a Primera y finalmente Juan José Pizzuti me dio la oportunidad. Fue el 25 de mayo de 1975 en un clásico de Avellaneda que Independiente nos ganó 4 a 1 y jugué con la 2″.
«Me tocó una de las peores épocas de Racing. Viví durante varios años al lado de la casa de Tita Mattiussi, de su padre César, su madre Ida. Con ellos también vivía el caballo Cecilio, sus perros y gatos. Racing es un club inmenso, pero estaba mal económicamente y en su conducción. La gente que nos tenía que dar de comer se ponía a llorar porque solo nos podía dar fiambre. Eran épocas muy duras y no tengo verguenza en decirlo, pero pasábamos hambre. Nunca olvido ese drama. Por eso, el recuerdo para Tita que hacía un esfuerzo enorme por todos los chicos, pero también para el Chino Jorge José Benítez y el nicoleño Osvaldo Battocleti, que eran jugadores de Primera, pero habían vivido en la pensión y nos daban de comer. Para ellos, el eterno agradecimiento.
OSVALDO ZUBELDÍA: «Para el Nacional de 1975 llegó Osvaldo Zubeldía a Racing. Con Osvaldo tuve un trato espectacular porque los dos eramos de la región: el de Junín y yo de Pergamino. Osvaldo era un verdadero maestro. Me decía que tenía que estudiar porque no todo el mundo vive del fútbol. Yo no tuve la cabeza clara en ese tiempo y creía que iba a jugar toda la vida al fútbol y hoy solo tengo sexto grado. Mi familia era muy humilde, le estoy agradecido a mi familia y sobre todo a mi abuelo, que me crió.
Cuando terminó el Nacional 75 nos fuimos de gira por Centroamérica. Cuando volví me tocaba hacer la colimba. Yo soy de 1955, la última clase que nos tocó hacerla a los 20 años. Mi destino era el regimiento de Junín. Cuando Zubeldía se enteró, me recomendó que vaya a Sarmiento y que sumara partidos en la B para formarme. El propio Zubeldía habló con los directivos de Racing y Sarmiento y pidió que tuviera una cláusula altísima. En 1976 pasé a Sarmiento a préstamo y con una opción de $300.000.000. La cuestión es que a los pocos meses le sacaron todos los ceros a la moneda y pasé a valer menos que un caramelo Sugus«.
EL PAN VERDE DE 1977: «Comencé muy bien la temporada de 1976, pero una tarde ante Villa Dálmine en Junín me quebré la tibia y el peroné. Para colmo, terminamos descendiendo a Primera C. Me quedé en Sarmiento y en 1977 se armó un equipo con jugadores espectaculares, como Miguel Álvarez, Guillermo Ocampo, Rodolfo Solahegui, Oscar Melillo y Hugo Cortés, que venía de Platense. ¡Que jugador el Patón Omar Atondo! Tuve pocos compañeros con su categoría. Fuimos campeones, convertimos 111 goles y Sarmiento fue una efervencencia. Allí nació aquello del pan verde. Sarmiento ganaba los sábados y los domingos en las panaderías de Junín se vendía pan verde. Una cosa increíble».
EL MILAGRO DE 1980: «En 1979 no nos fuimos al descenso porque tuvimos un técnico sensacional como era Juan Manuel Guerra. En el verano de 1980, el presidente Onofre Sabella convocó a otros directivos para mandarse la patriada de contratar un equipo competitivo. El sueño de Junín era ascender a Primera División. El primer jugador que llegó fue Roberto Espósito. El León trajo al club gente con experiencia, como el Lobo Fischer, el Hueso Glaría y un amigo de ellos, como el Toti Iglesias. Luego llegaron Rubén Peracca, Jorge Peremateu, Roberto Salomone y se armó una estructura muy buena. Igualmente, nunca olvido que comenzamos muy mal, porque en las primeras fechas nos hizo tres goles Argentino de Quilmes y perdimos 1-5 ante Deportivo Español.
«Por suerte, al Toti Iglesias se le abrió el arco y el equipo encontró en Palito Ortega a un jugador espectacular. En algún momento del campeonato tuvimos una meseta. Los directivos echaron a Cacho Cadars y trajeron a Juan Carlos Montes, el DT que hizo debutar a Maradona. Canción, como lo conocíamos, quería jugar al fútbol en todas las canchas en un campeonato de Primera B donde te pegaban patadas a lo loco. Nunca olvido la tarde que fuimos a la cancha de Nueva Chicago. Bajamos del micro y nos hicieron un cordón de hinchas sin que haya un policía. Nos pegarón patadas en los tobillos. ¡Una cosa terrible! Encima, cuando entramos al vestuario, el Vasco Iturrieta, entrenador de Chicago, mandó a poner vaselina en el piso de mosaicos del vestuario. Era otro fútbol. Así y todo terminamos logrando el ascenso aquel 8 de noviembre de 1980.
«Aquel equipo de 1980 generó que Junín tuviera una fiesta infernal. Jamás olvido el colectivo cuando volvimos de ganarle 2 a 0 a Banfield. Con ese resultado, casi que aseguramos el ascenso. Desde Chacabuco hasta Junín tardamos cuatro horas. Esa semana previa al partido ante Chacarita, Juan Carlos Montes nos sacó de la ciudad y nos mandó a concentrar a la Laguna de Gómez».
NUMERO 3: «Salvo en el debut, en Racing siempre jugué de segundo central. En 1978 me fui a jugar el Nacional a San Martín de Mendoza. Allá estaba Juan Carlos Montes. En un partido se lesionó Eduardo Maryllack, un símbolo para el club, y pasé a jugar de 3 el resto del campeonato. En 1980, cuando llegó Cacho Cadars a Sarmiento, entrenábamos con una línea de 3 por las dimensiones reducidas de la cancha auxiliar. De un lado jugaban Rubén Glaría, Jorge Peremateu y José Romero; del otro, Hilario Bravi, Eduardo Salces y yo. Iba y venía como loco hasta que un día Cadars me dice: «Polo, ¿Te animás a jugar de 3? y le respondí: «Cacho, ¡Hace tres años que estoy jugando de 3!«
«Yo era lenteja, pero me las rebuscaba. Por eso jugué cuatro temporadas en Primera División como lateral izquierdo. En esa época había que marcar y hacer relevos. No nos ibamos tanto al ataque. Lo más importante era ganar el duelo al wing derecho del rival, porque en Primera tenías que marcar gente con la calidad de Pedro Alexis González, Antonio Alzamendi o el cordobés Luis Amuchástegui«.
POLO GOLEADOR: «Convertí dos goles en Primera División y los dos son muy recordados. El primero por un dato estadístico. Fue el 5 de julio de 1981. Esa tarde jugamos contra San Lorenzo en Ferro Carril Oeste y fui el autor del único gol en todos los primeros tiempos. El otro se lo hice una noche de enero de 1983 a River en Junín. El arquero era el Pato Fillol y fue increíble porque aproveché el humo de los chorizos de la cantina. Esa noche todas las cantinas que estaban detrás de los arcos estaban a full y las luces en aquel momento eran amarillas, horribles, no se veía nada en serio. Si la pelota iba alta, se perdía. Hubo un tiro libre desde la derecha. El Negro Daniel Lamolla me grita: «Polenta…Polenta…¡Te la tiro al segundo palo!«. Tiró el centro alto y Fillol le perdió el rastro en el humo y las luces. La pelota golpeó en mi hombro y terminé de meterla. Fillol salió corriendo hacia el árbitro Carlos Espósito pidiéndole que anule el gol. En verdad, ninguno de los dos vio la pelota por el humo de los chorizos«.
LA NOCHE DEL DESCENSO: «En la última fecha del campeonato de 1982 tuvimos que jugar contra Unión en Santa Fe. Nunca vi ni volví a ver algo igual. A nosotros solo nos servia ganar, pero ellos tenían que ganarnos, sí o sí, y esperar otros resultados para salvarse. La cuestión es que abrimos el vestuario y casi nos morimos. ¡Nos metieron cloroformo! Era algo insoportable. Nuestro capitán, que era Gustavo De la Llera no pudo jugar el partido. Nosotros no queríamos presentarnos, pero el árbitro Arturo Andrés Ithurralde nos mandó a cambiar a un rincón que funcionaba como escenario. No lo van a creer, pero estaba lleno de lauchas. Cuando iba a comenzar el partido hubo un corte de luz. A propósito para jugar con el resultado puesto en otras canchas. El partido comenzó cuando se había jugado el primer tiempo en otras canchas. Cada vez que nosotros atacábamos, se cortaba la luz. Era insoportable. Finalmente, nos ganaron 1 a 0 cuando nosotros ya sabíamos que habíamos descendido«.
LA PATADA A FRANCÉSCOLI: «En 1984 pasé a Chacarita Juniors. El entrenador Antonio D´Accorso armó una línea de cuatro con Luis Abramovich, Alejandro Cánova de líbero, yo y Daniel Montenegro. Yo jugué de stopper con la orden de marcar a todos los delanteros de punta, gente como el Beto Márcico, Walter Perazzo, Oscar Dertycia o Enzo Francéscoli. Nunca voy a olvidar el partido ante River en Ferro Carril Oeste. Antes del partido, el enternador me lleva a un rincón y me dice: «Polo, firmeza y dureza con el oriental que juega recontra bien. En la primera de cambio sacámelo afuera«. De gil, de mente chiquita, le pegué un patadón a Francéscoli que aún me arrepiento. El Beto Alonso y Mostaza Merlo me querían matar. Francéscoli jugó todo el partido rengueando. Luego de una rueda fuimos al Monumental. En una jugada saltamos los dos y veo como Francéscoli me mete la piña en la trompa. Jugué el resto del partido con algodón en la boca y luego me llevaron a un hospital para coserme. Sangrando como estaba, se me acercó Francéscoli y me dijo: «Esto fue por lo que me hiciste en la primera rueda». ¿Y saben qué? ¡Estuvo bien!«.
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche a la Investigación Periodística