Con el Beto Pascutti se nos fue un pedazo del fútbol de los sábados

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Falleció el Beto Pascutti, un grande del fútbol de ascenso. Ídolo en El Porvenir y All Boys, muy querido en Quilmes, Laferrere y Deportivo Morón. Díscolo y genial; respetado por todos. Un 10 con una técnica depurada y un coraje que le permitió ser una referencia de su tiempo. Tenía 64 años.

Por Carlos Aira

 

En la noche del sábado 11 de marzo, la noticia conmovió a todos los que vivimos el fútbol de ascenso de los 80s y comienzos de los 90s: había fallecido Alberto Pascutti. El Beto Pascutti. Un montón de imágenes y sonidos vinieron a la mente. El fútbol de ascenso había perdido a uno de sus máximos exponentes.
Alberto Luis Pascutti había nacido en Capital Federal, el 24 de julio de 1958. Infancia y adolescencia con mucho potrero junto a la General Paz y baby en el club Villa Luro Norte. Eduardo Perel, uno de los tantos ojeadores de Chacarita Juniors, lo llevó a la institución de San Martín. Pero en la vida de Pascutti fue más que el hombre que lo descubrió. Moldeó el carácter díscolo de Beto. Hijo de padres separados en una época donde no era habitual, el propio Pascutti expresó: «En esa época se despertó una rebeldía poco común. Tal vez, una forma de llamar la atención. Me mandé una cagada tras otra. Mi futuro era incierto hasta que apareció Eduardo Perel, presentándose en la escuela como hermano mayor y salvándome de una segura expulsión. El nunca lo supo, pero Eduardo Perel fue mi héroe y mi salvador«.
En Chacarita hizo las inferiores y llegó el precoz debut en Primera. Domingo 2 de octubre de 1977. Ni más ni menos que ante Atlanta, en el viejo clásico de la calle Humboldt. Fue victoria funebrera 1 a 0, gol de Sebastián Astudillo. A los 33 minutos del segundo tiempo, ese viejo maestro llamado Victorio Spinetto hizo ingresar a Pascutti en reemplazo de Oscar Ferrero.
El Beto no volvió a la Primera División. En 1979 fue a préstamo a Ferro Carril Oeste para disputar el torneo Nacional, pero en Caballito no tuvo oportunidades y jugó en reserva. El descenso de Chacarita, le abrió las puertas nuevamente. Pero era otra realidad. Año 1980. Los Funebreros estaban en la B con la obligación de volver, pero las cosas salieron demasiado mal y perdieron una vez más la categoría. Años más tarde, Pascutti declaró a Tiempo Argentino: «Teníamos buenos jugadores, pero no cobrábamos nunca y muchos no tenían como vivir».

 

14 de junio de 1980. El saludo de Pascutti con el capitán de Argentino de Quilmes.

 

La carrera del Beto siguió en Banfield, dirigido por Héctor Veira, en su primera experiencia como entrenador. Año 1981.Luego de un 1980 con el cual coqueteó el descenso, Banfield realizó una más que aceptable campaña. Pascutti tuvo una relación tirante con la exigente platea. Una relación sin retorno desde el sábado 1 de agosto de 1981. Aquella tarde, Banfield – que peleaba por el ascenso – goleó 4 a 1 a El Porvenir. Pascutti era hostigado por la platea. Cuando convirtió su gol – el tercero de su equipo – salió corriendo a gritarlo a la platea que lo hostigaba. La respuesta fue inmediata. Beto pidió el cambio, y sin la camiseta, subió a la platea para agarrarse a trompadas. Una marca del Beto: su fuerte carácter. La tarde terminó en la comisaría y de una forma singular: había sido sorteado para el control antidoping. En el Sur jugó 22 partidos y ese único gol como testimonio. «Banfield era un club muy frío y yo, sin motivaciones, no puedo jugar«, recordó Beto su paso por Peña y Arenales.
Verano de 1983. Hace 40 años. Beto, con la camiseta de Kimberley.
En 1982, la carrera de Beto continuó en Sudamérica de Montevideo por recomendación de Perel, ayudante de campo de Roberto Perfumo. «Me dieron 12.500 dólares de prima y 2.500 por mes«. Una vez que terminó el contrato, el fútbol parecía pasado. «Le dije a mi señora que no jugaba más. Junto a mi hermana teníamos una fábrica de radiadores y estábamos bien«. Con 24 años, llegó una nueva posibilidad en Primera División. Kimberley había clasificado al Nacional 83 y le ofreció contrato a Pascutti. El Dragón marplatense compartió grupo junto a Newell´s, Vélez Sársfield y Central Norte. Pascutti jugó tres partidos (Newell´s 1 -0 Kimberley, Kimberley 1-2 Vélez y Altos Hornos Zapla 2 – 0 Kimberley). Fueron sus últimos partidos en Primera División.
Era el adiós al fútbol, hasta que un golpe de suerte trajo al Beto al fútbol. Walter López, ex lateral de Chacarita Juniors, le ofreció a Pascutti jugar en El Porvenir, en aquellos días en Primera B. Le ofrecieron muy poco dinero. «Como no vivía del fútbol les dije que estaba bien, pero les iba pedir aumento todos los días«. Cuando Alberto Pascutti estampó su firma con El Porvenir comenzó una nueva historia. Lo que vino fue impresionante.

 

El Porvenir 1983. El Beto con la 10. (Foto: @Centrojas)

 

En Gerli, Beto se encontró con Juan Carlos Merlo, un entrenador que lo hizo crecer en términos profesionales. Pascutti siempre lo recordó con agradecimiento: «Hasta 1983, el fútbol era un pasatiempo. Jugaba por jugar, no me gustaba entrenar y esas cosas. El Pelado empezó a venir a casa, le hablaba a mi señora y a mis pibes. Tanto me hinchó que me convenció. A partir de ahí comencé a ser realmente un profesional».
En Gerli se gestó el mito. El Beto se convirtió en un 10 lujoso, guapo, potente y ganador. Su técnica, inteligencia y creatividad fueron notables. Con la camiseta blanquinegra hizo cosas maravillosas. El empeine, taco, punta y bordes de su botín derecho fueron un derroche de gambetas, caños, rabonas, paredes y goles monumentales.
El partido para el recuerdo fue ante Racing. Cancha de Vélez, 26 de junio de 1984. Racing ganó 3 a 1, pero el partido del Beto fue descomunal. Un 10 que le llenó los ojos a todos. ¡Hasta me aplaudían los contrarios!«, remarcó alguna vez Pascutti. En enero de 1985 lo buscó la Academia de cara a su segundo año en la B. Enrique Merelas pidió una fortuna y el pase se cayó. Merelas quería trasferirlo, sí o sí, al Bucaramanga colombiano. Beto entendió que perdía la gran oportunidad de su vida deportiva.
23 de febrero de 1985. Primera fecha del campeonato de Primera B. En Guido y Sarmiento, El Porvenir visitó a Quilmes. El Porvenir perdió 3 a 2, pero el partido de Pascutti fue épico y asombroso. Un centro de rabona terminó en el gol de Carlos del Póppolo. Caños y gambetas. Luego, convirtió un gol que fue el empate. Lo hizo ensangrentado y al borde del colapso por la cantidad de sangre que había perdido. Al día siguiente, el propio Quilmes lo fue a comprar. Merelas no quería trasferirlo, pero el Beto mostró el carácter: se iba a Quilmes o se retiraba del fútbol.

 

Pascutti, con un vendaje, firmando contrato en Quilmes. Febrero de 1985. Foto: Pato Minig.

 

Pascutti fue ídolo en Quilmes. Un ganador nato que aparecía en las difíciles, como aquella tarde ante Racing en el estadio Monumental. Semifinal del octogonal de ascenso 1985. Pascutti jugó un partido inmenso en soledad. Un gladiador que no se daba nunca por vencido. La reestructuración de campeonatos le hizo foul a Quilmes. El equipo no hizo pie en el Apertura 1986 y debió jugar el campeonato de tercera división.
La Primera B Metropolitana fue una categoría que brilló con luz propia entre 1986 y 1994. Una era dorada, con grandes clubes (Nueva Chicago, Chacarita Juniors, Atlanta, All Boys), clásicos con 25.000 hinchas y enormes jugadores. El que brillará con luz propia fue Beto. Si Tomás Felipe Carlovich fue el mito de la Primera C de los 70s, Alberto Pascutti fue el genio que la rompió toda en la B Metro.
En Quilmes logró su primer título. Líder por definición. Socialista, «de Alfredo Palacios«, según su propia definición. En aquellos días se peleó con el entrenador Humberto Zuccarelli «porque los titulares entrenábamos en la cancha y los suplentes iban a correr al río, lo que me parecía correcto«. Su compañero Ricardo Mazariche recordó la anécdota en las Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha: «Recuerdo que una vuelta, Zucarelli le dijo a Pascutti que tenía que ir a entrenar con los suplentes. El Beto, que siempre vestía de saco, se lo sacó y lo invitó a pelear. Un fenómeno el Beto. Tenía un librería cerquita de casa, sobre Beiró. Con otros dos compañeros más que vivíamos por ésta zona, nos turnabamos, e ibamos al entrenamiento en el coche de uno cada semana».

 

Quilmes 1985. El Beto, el segundo de los hincados.
En 1987 volvió El Porvenir a la vida de Pascutti. El regreso del ídolo. Una dupla impactante con Carlos Landaburu. La memoria de los hinchas suele ser selectiva. Algunos afirman que una tarde que El Porve goleó 5 a 0 a All Boys, Beto y Cañón tiraron paredes de 30 metros. «Por su calidad tendría que haber triunfado en Primera. Nos entendíamos de memoria«, expresó Pascutti sobre su compañero de ataque. A mediados de 1988 llegó la propuesta de Deportivo Laferrere. El objetivo: ascender al Nacional B. Un ataque memorable junto a Tito Vicente y Carlos Landaburo. Una primera rueda que lo tuvo líder. En la segunda el equipo se comenzó a caer. Villa Dálmine se consagró campeón y Laferrere cayó en la semifinal del Zonal ante Atlético Rafalela.
En junio de 1989 llegó Deportivo Morón a la vida de Alberto Pascutti. Pedido expreso del entrenador Salvador Daniele. La hinchada no quería saber nada por la bronca con Laferrere. «Si viene Pascutti, te matamos a vos y a él», le dijeron al Gato. La historia terminó con la segunda vuelta olímpica en la carrera de Pascutti. Con el pase en su poder, lo buscó Chacarita Juniors. Los tricolores se habían salvado del descenso a la C por milésimas. Para mantener la categoría, necesitaban hacer una gran campaña en la temporada 1990/91 de la B Metropolitana. Con jugadores del cartel de Carlos Ischia , José Horacio Lugo, Arturo Gnoffo y Néstor Sicher, Chacarita hizo una campaña muy mala. La relación entre Pascutti y el público funebrero se cortó. El propio Beto recordó: «Fue el peor año de mi carrera. Jugué realmente muy mal. El club era un quilombo total y había una desorganización impresionante. Te daban la ropa embarrada. Recuerdo que con Ischia llegábamos y nos teníamos que poner a limpiar el vestuario. Me fui muy mal de San Martín«.
Con 33 años parecía no haber más hilo en el carretel, pero apareció All Boys: «Hacía años, All Boys, Estudiantes y Nueva Chicago me estaban buscando. En un clásico Morón-Chicago tuve un choque con Maurín – que se lastimó – y desde ese momento ellos me comenzaron a odiar y yo a ellos. Al final, terminé firmando contrato con All Boys«.
En aquella etapa de All Boys (1991-1993), El Beto se convirtió en un referente de la categoría. En 1992 declaró: «Lo que más me duele es que se le da tan poca importancia a la divisional. Los medios no se ocupan de la categoría. Nosotros también somos gente y a los muchachos que juegan en la B quiero decirles que luchen y traten de dignificar la divisional«.

 

All Boys campeòn de la B Metropolitana 1992/93.

 

En Floresta reverdeció su arsenal de lujos. Su físico era diferente y sus desplazamientos también: «Con entrenar lo justo me alcanza. Jamás entendí a un tipo que corre 13 kilómetros en 50 minutos porque tendría que correr la San Silvestre«. Ese crack silvestre que aún creía en el potrero: «En la cancha hay que jugar con irresponsabilidad. Si tengo que tirar un caño dentro de mi área, lo tiro. No me paro a pensar que si me la llegan a sacar pierdo el premio. Tal vez parezca un poco egoista, pero es mi forma de sentir el fútbol».
Dirigido por Mario Rizzi, All Boys se consagró campeón de la B Metropolitana 1992/93. Un torneo fantástico – de los mejores que recuerde el ascenso – en un mano a mano infartante ante Chacarita Juniors y Sarmiento. Para el recuerdo, el partido All Boys-Chacarita en cancha de Vélez Sársfield. 30.000 hinchas en las tribunas y un fuck you del Beto a la parcialidad funebrera cuando salió reemplazado.
No se fue bien de All Boys. Por única vez en su carrera rescindió un contrato: «Hay un directivo de All Boys que me hizo cosas muy feas, dijo cosas terribles de mí. Cuando pase todo este lío voy a ir a buscarlo adonde trabaja y lo voy a cagar a trompadas. Creo que esa es la forma, no ir a los diarios o la radio para hablar pavadas. Además, lo más simple es ir de frente. Si me querían echar me hubieran dicho: `Mirá Pascutti, consideramos que tu ciclo en el club está cumplido´. La gente que habla de atrás es una bosta«, dijo lleno de bronca semanas después del ascenso.
Su último paso en el fútbol profesional fue Tigre. Temporada 1993/94. Con 36 años puso punto final a su carrera. Una carrera que se extendió por 17 temporadas y 10 clubes: «Es dificil jugar en un club más de dos años sin que haya un desgaste, incluso a nivel hinchas. Lo que al principio asombraba, como una rabona, después te dicen que siempre hacés lo mismo. Lo más duro es dejar los afectos y los compañeros. Por eso soy hincha del club que me contrata y lo defiendo a muerte».  
Las anécdotas de Beto se encadenan como cuentas a un rosario. Muchas, las narró en sus redes sociales. Clásico Deportivo Morón-Nueva Chicago. Año 1989. En el calentamiento previo, Banana Galbán – habilidoso volante de Chicago – gritó que los del Gallo estában todos cagados. Pascutti le gritó que cagado estaba él. Banana se vino al humo y estuvieron a punto de agarrarse. Dentro del campo de juego, una guerra de trompadas, patadas y puteadas con la promesa de seguirla en la segunda rueda en Mataderos. Llegó la fecha señalada, pero en la noche previa avisan que Banana Galbán no jugaría porque había fallecido su madre. Igualmente, se presentó al partido que definía un campeonato. Pascutti se acercó, le dio el pésame y le dijo que hiciera lo que le pareciera, que no iba a respender. Finalizado el partido, ambos se fundieron en un abrazo afectuoso y sentido.
En Primera División jugó tan sólo 4 partidos (1 en Chacarita Juniors (1977), 3 con Kimberley (1983); En la vieja Primera B disputó 173 encuentros y 25 goles: 25 partidos y 3 goles en Chacarita Juniors (1980); 22 partidos y 1 gol en Banfield (1981); 71 partidos y 10 goles en El Porvenir (1983/85) y 56 partidos, con 9 goles en Quilmes (1985/86).
En la  Primera B Metropolitana sumó 17 partidos y un gol en Quilmes (1986/87); 29 partidos y 2 goles en El Porvenir (1987/88); 25 partidos y 3 goles en Deportivo Morón (1989/90); 16 partidos y un gol en Chacarita Juniors (1990/91); 34 partidos y 7 goles en All Boys (1991/93) y 13 en Tigre (1993). En total, 134 partidos y 14 goles.
Curiosamente, jugó tan sólo un partido en la Primera B Nacional. Fue con la camiseta de Deportivo Morón, en 1990. Partido correspondiente al dodecagonal de ascenso a Primera División.
En su carrera, disputó 311 partidos, señalando 39 goles.

 

El Beto Pascutti en Almirante Brown. Año 2015. Su último paso como entrenador.

 

Su carrera como entrenador fue extensa. Su primer paso fue en Almagro, donde consiguió en 1996 el ascenso al Nacional B. En la temporada 1997/98, otro ascenso al Nacional, esta vez conduciendo a Tigre. En la temporada 1999/2000 armó el equipo de Almagro que terminó ascendiendo a Primera División luego de 62 años. En 2000 dirigió 7 partidos a Nueva Chicago, ese club que jamás pisaría. Su paso fue breve – tan sólo 7 partidos -, pero armó el equipo de Mataderos que regresó a Primera luego de 18 años. En El Porvenir soñó con el ascenso a Primera en 2004. Luego de un paso por la Universidad Católica de Ecuador, en 2008 dirigió a Los Andes, que también terminó ascendiendo al Nacional, dirigido por Fito Della Picca. Luego su carrera sumó clubes y pocos éxitos. Su último paso fue en Almirante Brown, año 2015/16, club del cual se encariñó hasta hacerse socio.
Alberto Luis Pascutti, amado u odiado, fue un referente de una época. Por talento, personalidad y peso específico. Nos dejó el 11 de marzo pasado. Un sábado. Justo el día que llenó de fútbol, personalidad y talento las canchas del ascenso porteño.
Se nos fue el Beto. El hijo de un rosarino fanático de Newell´s que lo llevó a las canchas con su pasión rojinegra. El recuerdo del abrazo del viejo en la vieja cancha calamar de Manuela Pedraza y Crámer, cuando el brasileño Zucca atajó un penal. La desazón en los tablones del Gasómetro, cuando Newell´s perdió ante Unión un partido que ganaba 3 a 0. Esos abrazos filiales que se le pegaron en el alma y lo abandonaron justo antes del debut en Primera. El pibe que se iba a ver a Pinino Más, su ídolo. Vueltas de la vida: terminaron jugando juntos en El Porvenir.
En 1993, en una entrevista a la revista Esto es el ascenso, el periodista le preguntó: «- Beto, ¿Sos conciente que sos un símbolo del fútbol de los sábados?. La respuesta fue exacta: «- Sí, claro: yo me lo gané«.
Claro que se lo ganó. Tanto, que será, para siempre, uno de los máximos referentes del fútbol de ascenso argentino.

 

 

Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.

 

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