Jotecito Cabrera: riojano y goleador, figura en España.

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Por Víctor Contreras y Michel Páez (*)

 

El domingo 10 de septiembre de 1972, finalizaba el campeonato de la Primera “B” de la Liga Riojana. El Club Atlético Riachuelo se consagraba campeón por primera vez en su historia. Lograba así su primer ascenso de la historia. Algo soñado para la barriada del Tajamar. Esos hinchas de uno de los, «permanentes», clubes del ascenso riojano. Vecinos del Puquial, el pozo de Unión.
Jotecito Cabrera en 1972. Con sòlo 16 años.
También en esa temporada futbolística del 72, Riojano se encaminaba hacia su título de campeón de la “A”, con David Millicay como emblema fundamental. Mientras que los días domingo aparecía, en plenitud, un goleador sensacional. En la segunda parte del campeonato hubo partidos donde hacía tres goles. Una revelación total. No jugó en Riachuelo por un trámite no realizado. Hubiera sido el otro delantero que le falto al campeón. Su fuerte fue la defensa, comandada, por el Turco José Saquis.
Una revelación de la B. Tenía 16 años y jugaba con la 9 del Club Social y Deportivo San Román. Ese que fue fundado una mañana del 26 de octubre de 1952 en la casa de Juan Derobertis. Ahí nomás son elegidos presidente, Pedro Vicente Carrizo Cedano y vice Nicolás Isidro de La Fuente. Al otro año empiezan a participar en el ascenso de la Liga Riojana jugando con la 9, en esa delantera con Rulo Páez y Crespo Cejas, el “Jote” Pascual Cabrera. Carpintero y goleador. Apenas tres años después, un 9 de julio de 1956, nacerá Luis Mario Cabrera. Heredará toda la capacidad goleadora de su padre. Por eso, para La Rioja, paso a ser el Jotecito.
Con su padre, hincha de San Román y del porteño Boca Juniors. Haciendo goles en la escuela de San Vicente y en su club, soñaba con hacerlos en Boca. Y también cuando jugaba el primer partido en la Oficial o Vargas, se cambiaba y salía rápido del vestuario. Debía, también, trabajar en el bufet donde estaban Pascual y Nélida. Papa y mama del goleador de San Román. Ya pensaría en los goles del próximo domingo. Necesitaba agarrar el canasto y salir a vender entre los hinchas.
En los siguientes tres años seguiría siendo goleador, ya consagrado, en San Román. Siempre en la primera “B”. Hasta la temporada del 75 cuando por fin ascienden a la “A”. Los romanceros, ese club “enclavado” en medio de La República de Tesorieri con sus títulos, tendrán que esperar hasta 1988 para ganar el primer título en la división A de la Liga Riojana.
En 1973 se convirtió en el 9 de la Selección de La Rioja, integrando, quizás, la mejor Selección de la historia de la Liga Riojana. Tercer puesto en Rio IV en un campeonato nacional de selecciones del país. Ese que demostró que La Rioja, aun con toda su marginalidad económica, política y social, jugando provincia contra provincia, equipos de Ligas contra Ligas –no clubes seleccionados como eran muchos-, nuestros jugadores, futbol, para nada estaba entre los últimos lugares del mapa futbolístico argentino, como si en lo económico y social (La Rioja estaba entre las tres provincias con más pobreza y desnutrición infantil). En 1970 lo habían demostrado los jóvenes del Club Atlético Independiente, siendo subcampeones argentinos de clubes, perdiendo contra San Lorenzo de Almagro (en el Monumental) y en 1971 siendo campeones argentinos como selección juvenil de la Liga Riojana, ganándole a Mendoza (en la Bombonera). Selección donde uno de los arqueros seria Miguel Barrera, compañero del Jotecito en San Román.
El fútbol era – y en cierta forma lo sigue siendo – un indicador social más de la realidad del país. Por eso en el 74, Luis Cabrera integra aquel club Atlético Riojano que estuvo a las puertas de llevar a La Rioja a su primer Nacional. Con 18 años pierde dos finales de ese Regional, contra los reforzados y profesionales, Central Norte de Salta y el Altos Hornos Zapla dirigido por José “Piojo” Yúdica, armador de esa “trituradora del norte” que llega al Nacional de Primera División en su primera temporada como entrenador.
A fines de aquel año, Luis Cabrera es llevado como refuerzo de Estudiantes de barrio Pango para participar en el Campeonato Nacional “Hombre Nuevo”, en el marco de los Juegos Deportivos Evita que se realizó en Rio Tercero. Allí jugando el primer partido convierte 8 goles. Un problema con su inscripción en la lista de buena fe (estaba dentro de la edad, pero no había llegado la planilla donde si figuraba como refuerzo), hizo que tenga que dejar de jugar el resto del campeonato. Estudiantes disputo la final con Tucumán, quedando subcampeón. Lo mismo fue prueba suficiente para que José “Pacha” Yácono –integrante de la Maquina de River- y José Vigo –Huracán-, lo seleccionara junto a otro joven de Estudiantes. Su amigo, Guillermo Herrera. Los dos pasarían gran parte del año 75 en Capital Federal como parte de un Seleccionado Argentino Juvenil del Interior que jugaría en el país y países vecinos. Ello, también, fue fundamental para que fueran fichados por clubes porteños y de Avellaneda. A fines de ese año y enero del 76, Luis “Jotecito” Cabrera llegaría a Parque Patricios para jugar en Huracán. Guillermo Herrera, primero llevado por Boca Juniors a la Candela, llegaría a Racing de Avellaneda.
Huracán 1976. Jotecito es el quinto hincado.
Cabrera vistiendo la camiseta del CD Castellón. Año 1979.
En Huracán de Parque Patricios estuvo hasta el año 1978. Allí, en sus comienzos, compartió plantel con futuros campeones del mundo: Chocolate Baley, Osvaldo Ardiles, René Houseman, Omar Larrosa. También con Jorge Carrascosa, aquel capitán del seleccionado de Menotti hasta poco antes del mundial. Allí entre las temporadas 76/78, jugó 69 partidos con 19 goles. En una gira del Globito por tierras españolas es fichado por el Club Deportivo Castellón, un club de la B de la Liga española. Allí asciende con su nuevo club.
Con humildad, sus goles buscaban otros arcos. Estadios y copas. Desde septiembre de 1980, el Atlético Madrid fue su nueva casa. Toda una historia futbolística. De San Román al Atlético Madrid. De la vieja Oficial al Vicente Calderón en Madrid. Allí jugó 176 partidos convirtiendo 66 goles, entre Liga española y Copas Europeas. Compartió plantel con grandes, como Ubaldo Fillol, Hugo Sánchez, el “Polilla” Da Silva y otros jugadores españoles de renombre como Arteche, Rubio y Abel Resino, entre otros. Fue dirigido por Luis Aragonés. Sufrieron sus goles arqueros como Andoni Zubizarreta, Thomas N`kono y Paco Buyo, del Real Madrid. Los más de 100 partidos, jugados en el club, hizo que tenga en un lugar y placa en el “Paseo de la Fama” en el Wanda Metropolitano, el nuevo estadio del Atlético. Un riojano entre los grandes en la historia del Atlético de Madrid.
Después del Atlético, entre 1986 y 1988, llegó para ascender al Cádiz CF con sus goles. Allí compartió plantel con el Mágico González. Al final de su carrera regresó a Castellón (1988-90) para llevarlo como “Pichichi”, nuevamente, a la primera división española. Luis Mario Cabrera, toda una historia a la que volveremos. Para recuperar, y respetar, otra historia de aquel futbol riojano. Uno de sus capítulos más grandes.

 

El CD Castellón, campeón de Segunda División 1989.

 

PRIMERA “B”. LA REVELACION SE LLAMO CABRERA.

El Independiente de aquel jueves 14 de septiembre de 1972, en una columna, presentaba: “Primera B. La Revelación Se Llamó Cabrera”. La primera entrevista del “jotecito” en “el diario de los riojanos”. En esa página quince también estaban Floyd Patterson. Se anunciaba la pelea en Nueva York que “sostendrán los dos ex campeones mundiales de los pesados, Floyd Patterson y Cassius Clay”. Y en La Rioja, un certamen de Ajedrez en los clubes Independiente y Correos. Actividad que tenía un alto desarrollo y competencia en diferentes clubes de la ciudad. Fundamentalmente en Correos con la Rama Capablanca. Allí sobresalían los hermanos Vega. También, muy buenos jugadores de futbol y genios del ajedrez de aquella época. Otro jovencito, Alfredo “Mono” Zarate, también pensaba jugadas, enroque y jaque en Correos. Pronto pasaría a destacarse en el fútbol de Américo Tesorieri.
Pero aquella crónica resaltaba qué “la revelación, en cuanto a jugadores, del campeonato de primera división “B” que acaba de finalizar, por haber sido el goleador máximo por su juventud y condiciones técnicas fue, sin dudas, Dario Luis Cabrera, numero 9 de San Román, de tan solo 16 años y un futuro futbolístico promisorio». Lucho o el Jotecito, como se prefiera, tiene “cuna” futbolística y está dejando en alto el prestigio ganado por sus antecesores, a los que –según se conjetura ya- llegara a superar.
«Me gusta jugar, nada más. Los goles no me interesan y mi sueño es jugar en el medio campo. De 5, 6 u 8, pero estar más en contacto con la pelota”, declaró al cronista de El Independiente al iniciarse el reportaje. “Yo iba a firmar para Riachuelo y como se demoraron en conseguirme la cédula de identidad, San Román les gano de mano. Además, mi padre es hincha y yo también de San Román».
Sobre su debut en Primera, declaró “Fue en el año 1969 y después de tres partidos en tercera me ascendieron a la primera división. Debute como 9 y sigo allí. No me quieren poner en el medio campo porque dicen que soy chico. No me acuerdo cuantos goles hice –confeso- pero los que más me gustaron este año fueron los dos que conseguí de tiro libre ante Independiente, a los 30 segundos de iniciado el partido, y contra Andino, dejando parado al arquero. Estoy muy contento, porque mi padre está satisfecho con mi rendimiento y el del equipo. El año que viene saldremos con el mismo cuadro y espero que andemos mejor».
Así comenzó la historia de Luis Jote Cabrera. El más grande de los goleadores del fútbol riojano. El primer riojano en llegar al fútbol europeo. Dos años después lo haría Ramón Díaz, al Avellino italiano.
Con un equipaje lleno de goles, Luis Mario Cabrera se iba al fútbol grande. Lo llevaba un club del barrio Parque de los Patricios, cerca del puerto del país. Allí donde llegan todos los caminos. Las vías, de ese mapa férreo con forma de mano bien abierta hacia un único puño. Otro hijo salía por esa mano, como una continuación de los tiempos del éxodo. Llevaría toda la esperanza en su rostro y sus ojos negros. Ojos con un asombro manso. Como esos riojanitos de Moyano.
El goleador ya había entonado sus goles. Podía cantar su primera vidala.
(*) Docentes e investigadores.
Autores de Historias del Fútbol Riojano 1960/1990.

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