Historias inconfesables: Cambiar el resultado para salvar su vida

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Por Carlos Aira

 

Curiosamente, esta no es una historia de entrega o soborno. La inmoralidad se vivió en relación con un suceso muy particular: un árbitro que debió jugar los minutos finales del partido en forma ficticia para no ser linchado.
Domingo 10 de enero de 1988. Por la primera fecha del Regional (Zonal Noroeste), se enfrentaban en Salta, Juventud Antoniana y Atlético Ledesma, de Jujuy.
Una fecha inicial de un mini torneo en el cual también se encontraban Central Norte (Salta) y Almirante Brown (Tucumán) clasificatorio – luego de otras instancias – al Nacional B. De estos primeros cuatro equipos, luego de seis fechas, dos clasificarían a la siguiente instancia. No debió existir un clima histérico en el estadio Fray Honorato Pistoia. Pero la realidad fue otra…
Como sucedía en aquellos días, en los partidos importantes que se jugaban bajo el consejo federal, los árbitros los enviaba AFA desde Buenos Aires. Aun no existía el SADRA. Para el encuentro entre Antoniana y Ledesma, el árbitro designado fue Osvaldo Pisapia, quién para aquella época era árbitro de Primera B Metropolitana.
Pisapia llegó acompañado de su mujer y su hija a Salta tres días antes del partido. En los mentideros provinciales corrió un rumor: los Blaquier – dueños del Ingenio Ledesma – le habían pagado unas mini vacaciones en Cafayate junto a su familia. En la misma mañana del partido, se podía leer en El Tribuno de Salta: «Se tiene que terminar el turismo gratuito. Pisapia llegó a Salta el viernes acompañado de su esposa. El sábado hizo mini turismo a Cafayate para retornar y dirigir el partido el domingo, cuando por reglamentación está prohibido salir acompañado por la esposa. ¿Vino con la mente y responsabilidad para dirigir un partido o pensando en conocer los Valles Calchaquíes?».
Cuando la terna arbitral salió al campo de juego bajo una lluvia de insultos. «Porteños hijos de puta, ustedes vienen a hacer turismo», fue lo que más escucharon Pisapia y sus líneas, Luis Garibotti y Augusto Mounes.
A pesar de un campo de juego lamentable, ambos equipos jugaron un partidazo. Faltando cinco minutos para que concluya el tiempo reglamentario, igualaban 2 a 2. Hasta que llegó la jugada que desmadró todo: ataque de Ledesma. Jugada en convinación entre Gherbi y Vicente Cortina Durá, pase Mattei, este habilita a Gustavo Gherbi quien marca el tercer gol de la visita.
Desde ese momento todo fue anormal. El espeso clima previo se hizo carne. Comenzaron a tirarle palos al línea Mounes, por un supuesto off-side de Gherbi. El partido fue suspendido y los árbitros corrieron al vestuario bajo una lluvia de botellas. Una vez en el vestuario, el clima se puso mas espeso. Una multitud de hinchas locales querían linchar a los árbitros. La solución fue continuar el partido en modo de farsa: dar cuenta que la conquista fue anulada y seguir los minutos finales sosteniendo el engaño.
Para la tribuna, el partido finalizó 2 a 2. Días después, con el informe firmado por Pisapia, el Consejo Federal le dio por ganado el partido a Atlético Ledesma 3 a 2. «Decidí anular el gol para que la hinchada y los jugadores locales creyeran que seguía 2-2. Había sido un golazo y válido, pero con los de Ledesma hicimos la parodia de que estaba anulado y de que el partido continuaba. En ese momento no pensé en cuestiones reglamentarias: si había vidas en juego”, recordó años después Pisapia al diario Crónica.
Finalmente, fue San Martín de Tucumán el equipo que ganó el Regional y también ascendió, en forma sorprendente, a Primera División.

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