Horacio Attadía pasó por las Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha. Formado en el Club Atlético Lanús. Le tocó transitar los peores años de la historia granate y fue figura en años de reconstrucción institucional. Puntero izquierdo reconvertido en volante, en 1985 ascendió con Racing Club. En 1988 se consagró campeón con Mandiyú de Corrientes. Una historia para leer y conocer.
Por Carlos Aira
SUEÑOS DE FUTBOL: «Nací en Las Flores, a 180 kilómetros de Capital Federal. De pibe recalé en Monte Grande y luego a Avellaneda. Yo hice el camino del fútbol al revés. En el campo jugábamos en once y acá me encontré con el papi-fútbol. Recuerdo que jugaba sin botines. Usaba las zapatillas Flecha azules con suela de goma blanca. Los pibes me cargaban porque venía del campo. Me decían El Gaucho, pero cuando comenzaba el picado al primer que iban a buscar era al Gaucho Attadía. Mi Papá me enseñó: con la cabeza se piensa, con los pies se juega y siempre por delante el respeto. Esas cosas me quedaron muy incorporadas».
DE SASETRU A LANUS: «Mi primer club fue Racing Club, pero cuando falleció mi madrina dejé de jugar. De pibe comencé a trabajar en una fábrica ya desaparecida llamada Sasetru (Alimentos argentinos) y el presidente de la empresa era Francisco Leiras, presidente del Club Atlético Lanús. Yo la rompía en los partidos con mis compañeros y fueron ellos quienes le dijeron a Leiras: «- Francisco, hay un pibito que no sabe lo que juega. Lo golpeamos y no dice nada. ¿Por qué no lo prueba en el club?». Una tarde, Leiras me encaró y preguntó si quería ir a Lanús. Yo le puse una sola condición: que me pruebe como a todos los otros pibes. Fue así que ingresé al club. Año 1976«.
LANUS, UN CLUB EN PROBLEMAS: «Me encontré con una generación de jugadores que siguen siendo mis amigos. Les tenía un respeto inmenso. No ponía la ropa en el vestuario sino me daban permiso. Eran mayores y me corregían cosas. Me educaban. No aprende el que no quiere. Era un momento muy complicado para el club. En 1977 perdimos la Primera División contra Platense en cancha de San Lorenzo. Me tocó debutar en 1978 en un momento muy complicado porque el club tenía pedido de quiebra. Nunca voy a olvidar la última fecha contra Villa Dálmine en San Lorenzo cuando nos fuimos a la C. Me quedé una semana en cama llorando. No quería jugar más al fútbol.
LANUS EN LA C: «En 1979 tuve un año muy bueno. Era un wing izquierdo de los de antes, bien pegado a la raya. Jugué tan bien que me quiso comprar Independiente. Siempre recuerdo que vinieron dos dirigentes de Independiente a casa y preguntaron por mí. Mi mamá se asustó porque no sabía quienes eran. Cuando me presento me dijeron: » – Nosotros te queremos llevar de cualquier manera, pero los dirigentes de tu club están pidiendo cualquier plata«. Me quedé en Lanús. El último partido de 1979 me pasó algo muy feo. Nos jugábamos el campeonato de Primera C contra Deportivo Español. Faltando pocas fechas jugamos un partido definitorio ante San Telmo en la isla. Me echaron estando en mitad de cancha sin que hiciera nada. Me suspendieron dos fechas y no pude jugar en la última fecha ante Español. Tal vez no tenía que jugar ese partido, pero ya está…»
«En 1980 también se nos escapó el ascenso. Todo cambió en 1981 cuando llegó Juan Manuel Guerra. Para que se produzcan éxitos deportivos se tienen que formar grupos y en eso Juan Manuel fue brillante. Siempre nos hablaba y educaba. Tengo mucho cariño y recuerdos con él. Armó un equipo con muchos chicos del club. Lo fue moldeando, crecimos juntos y así fuimos campeones».
LOS JUGADORAZOS DE LANUS: «Teniamos jugadorazos, como Pino Lodico o Ramón Enrique, que es mi hermano en la vida. Con Ramón hicimos una jugada que nos aplaudió todo el estadio de Racing, en 1984. Una triple pared que armamos en campo propio y casi termina en gol. Se despertaba a la mañana y me decía: «- Ata, hoy Brasil, ¿No?». ¡Le encantaba la pelota!».
LANUS 1984: «¡Nos pasaron tantas cosas raras aquel año! La segunda semifinal del octogonal contra Racing fue terrible. La noche en cancha de Independiente. Finalizando el primer tiempo hubo penal para Racing que no discutimos porque fue penal. Cuando lo atajó Perassi, el árbitro Emilio Misic ordenó patearlo de nuevo. Me acerco y le digo: ¿Por qué lo patea de nuevo? y el árbitro me respondió: «- ¡Por que lo digo yo!«. Carlos Caldeiro convierte el gol de Racing. A pesar del gol le pegábamos un baile bárbaro a Racing hasta que escuché decir a Emilio Misic a los jugadores de Racing: «Jueguen tres cuartos de cancha que a los de Lanús le cobro orsay«. ¡Yo lo escuché! El finadito Carlos Squeo, que era jugador de Racing, me dijo: «Horacio, tenés razón. Nos dijo eso». Recuerdo que me di vuelta, miré la hinchada de Lanús y le hice el gesto que estábamos presos. La gente se volvió loca y el partido se suspendió en el entretiempo.
«Tuvimos que jugar el segundo tiempo en cancha de Atlanta. Nosotros jugábamos tenis fútbol en el vestuario y los jugadores de Racing no querían salir a la cancha. ¡Con eso te digo todo! Eran dos tiempos, uno de 22 y otro de 23 minutos. A los pocos minutos nos pusimos 2 a 1. Ellos estaban pasando a la final por mejor ubicación en la tabla. La gente de Racing lloraba en el alambrado. Jorge Traverso se atajó todo. Cuando Emilio Misic terminó el partido fuimos a tirar las camisetas al alambrado. Veo al juez de línea corriendo y el momento justo que le dice al árbitro que faltaban jugar cinco minutos. ¿Cómo que faltaban jugar cinco minutos? Siempre recuerdo a la gente de Lanús devolviendo las camisetas desde la tribuna para disputar esos minutos que finalmente nunca se jugaron. Como jugador, me pone muy triste recordar todo esto«.
RACING CLUB: «Me fue a buscar Juan D´Stéfano a la sede de Lanús. A mí me quería otro grande, pero vino Racing y pagó mucho dinero por mi pase. Cuando llegué al club lo primero que me dijeron fue que el túnel era larguísimo y que iba a sentir escalofríos. Yo no lo creía, pero era así: el túnel es interminable y sentí escalofríos. Tenía la obligación de demostrar que podía jugar en un grande. En aquel 1985, Racing armó un gran equipo con figuras del ascenso, como Walter Fernández y Miguel Colombatti. En 1984, Racing tenía grandes jugadores, pero todos de Primera A».
«Siempre recuerdo las charlas del Coco Basile. Como todos sabíamos lo que teníamos que hacer no duraban más de diez minutos. Tampoco olvido las cábalas de aquel equipo. El primer partido del octogonal lo jugamos contra Banfield y ganamos 3 a 1. En la revancha, cuando salíamos desde la concentración en Ezeiza hacia el estadio, el Pampa Orte le dice a Basile: «- Coco, mirá que no es el mismo chofer del otro día«. ¡Para qué! «- Si no es el mismo, no nos vamos«. El chofer se puso a llorar y Coco le dijo: «– Mirá, llorá todo lo que quieras, pero con vos no vamos al estadio«. Nos retrasamos media hora, pero desde ese día hasta la noche del ascenso, siempre nos llevó al estadio el mismo chofer».
«Cuando te ponés la camiseta de Racing recién ahí te das cuenta lo que significa. Luego de la final que ganamos a Atlanta me tocó el antidoping. Los pasillos del Monumental son eternos y tuve que dar toda la vuelta. En un momento veo una señora embarazada junto a su marido. Se me acercan y me doy cuenta lo que va a pasar. Se arrodilla delante mío y le digo: «- no vaya a hacer lo que pienso que va a hacer». Me dice: «- esto es lo más hermoso que me pasó en la vida». Se me aflojaron las piernas. Lo sigo pensando y no tiene precio«.
MANDIYU DE CORRIENTES: «A comienzos de 1987 estaba en Racing concentrando previo a un partido en el hotel Conquistador. Aparece Juan Manuel Guerra con su pelo blanco y los cachetes colorados. Se me acerca y me dice: «Pibito…¿Cómo estás?». Comenzamos a charlar y me dice que está en Mandiyú de Corrientes. Yo ni sabía que existía un equipo con ese nombre y me dice: «- Es un nombre guaraní que significa Capullo blanco de algodón. Si venís a Corrientes, nosotros somos campeones«. Al principio me pareció una locura, pero al final me puse de acuerdo y firmé para Mandiyú».
«Nunca olvido que llegué el día de mi cumpleaños. 17 de julio de 1987. Pleno invierno. Viajé con campera y mis botitas hang ten y cuando llegué hacía 35 grados. Casi me deshidrato. En el aeropuerto me esperó Juan Manuel (Guerra) junto a su señora. Siempre con la carpeta en la mano. Me saludó y me dijo: «-Ya llegó un motor, ahora vengo por el otro». Era José Horacio Basualdo. Ya tenía el equipo en la cabeza. Fijate que el viejo era un crack: reconvirtió a dos delanteros en dos volantes con mucho recorrido y los juntó con un 10 de la clase de Adolfino Cañete«.
«Mandiyú fue una gran experiencia. Conformamos un grupo extraordinario con los muchachos correntinos y uruguayos del plantel. Siempre hablábamos del equipo. Jugamos aquel Nacional viajando siempre en avión cuando muchos de nuestros rivales siempre lo hacían en colectivo. Tener un presidente como Eduardo Seferian eran una gran ventaja para nosotros porque no teníamos que discutir nada relacionado con los contratos, sueldos y premios. Nunca olvido que la tarde que la provincia cumplió 400 años le ganamos 7 a 0 a Deportivo Maipú. Fue una fiesta inolvidable al igual que el ascenso. Salí campeón con Lanús y el festejo llegó hasta la estación, pero acá fue el festejo de toda una provincia«.
LOS JUGADORES DE HOY: El fútbol cambió mucho. No se hablan entre ellos y eso es muy grave. Los jugadores de hoy son muy maricones. Se agarran la pierna para salir. ¡Cuantas veces jugué con la cabeza rota! ¡Yo no quería salir nunca! Lo hablé con el Profe Santella, que es una eminencia, y me dicen que los profes trabajan mal. Muchas pesas para trabajar musculatura, pero no cuidan el físico».