Scaloni y el triunfo del órden táctico

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Argentina al ataque. Messi con la pelota. Lo Celso cerrando sobre el círculo central. Acuña y Di María abiertos. Lautaro listo para fajarse con los centrales.

Luego de 28 años, Argentina se consagró campeón de la Copa América. El cuerpo técnico encabezado por Lionel Scaloni demostró una notable lectura de juego. En éste artículo, el análisis táctico-estratégico de una final ante Brasil que quedará en el recuerdo.

Por Nicolás Podroznik (*)

 

El despliegue de la Selección en la final frente a Brasil no pasó desapercibido. Orden, sacrificio y personalidad. Hace tiempo que no se veía un equipo tan comprometido. No solo con una idea sino con la propia camiseta argentina. Si bien el rendimiento no fue sostenido y por momentos se vio apurado por las circunstancias, lo que se desprende de la continuidad de la idea de juego es, precisamente, llegar al último partido con el libreto bien aprendido. Y eso fue lo que ocurrió con Argentina. Por eso, explicamos los puntos más importantes que jugaron un papel imprescindible en el 1 a 0 en el Maracaná.

 

LA DISPOSICION TACTICA

A lo largo de la Copa América, el equipo de Scaloni salió a la cancha con un 4-3-3. Sin embargo, en la final resultaba necesario tapar la subida de los laterales, marca registrada del futbol brasileño. El técnico rosarino no dejó ese detalle sin atender y desdobló la disposición táctica. Cuando atacaba, soltaba a Acuña para sumarse a la salida, Lo Celso flotaba por delante de Paredes y De Paul para generar fútbol con Messi y abastecer a Di María, cumpliendo funciones de extremo por derecha. De esta manera se conformaba un 3-3-3-1 en ataque, brindando juego interno con Messi y Lo Celso pero también la posibilidad de ir por afuera con Di María y Acuña. Pero lo más destacado, sin dudas, fue el retroceso.

 

Argentina al ataque. Messi con la pelota. Lo Celso cerrando sobre el círculo central. Acuña y Di María abiertos. Lautaro listo para fajarse con los centrales.

 

A la hora de defender, el 4-4-2 fue bien claro y ejecutado a la perfección. Di María y Lo Celso cubrieron las trepadas de Renán Lodi y Danilo respectivamente, anulando una de las armas más pesadas del equipo de Tité. Sin esas alternativas, Brasil se vio obligado a atacar por adentro. Argentina lo llevó a un embudo qué, a excepción de las intervenciones mágicas de Neymar, al local le costó horrores desatascar. Y cuando parecía que lo hacía, se encontraba con un inconmensurable Rodrigo De Paul, que merece un párrafo aparte.

 

La marca en la salida. Di María y Lo Celso sobre los laterales, De Paul y Paredes en el medio. Argentina compactó los espacios para que Brasil no tuviese juego corto.

 

UN GOL DIGNO DE UNA FINAL

En un partido de este calibre, un error puede significar la derrota. Y en ese aspecto, Brasil llegaba más fino que Argentina. No obstante, en la final fue todo lo contrario: Argentina redujo ese ítem a su mínima expresión, mientras que Brasil pagó caro dos fallas casi simultáneas que derivaron en el gol que decidió el resultado.

La primera de ellas fue en la salida argentina. Hasta ese momento, Brasil había bloqueado tanto a De Paul como a Paredes, obligando a la Selección a jugar por los costados para que luego centralice el juego, facilitando la tarea de Casemiro y Fred. En la jugada previa el gol, el local pierde rápido la pelota en un lateral a favor y cae en los pies de De Paul, quien recibe dos veces sin marca y con tiempo para pensar y ejecutar el pase a Di María. En las imágenes se ve claro como dos jugadores de Brasil están prácticamente en el mismo sector: uno de ellos debió estar encima del ex Racing.

 

Otamendi se la pasa a De Paul. La imagen muestra a dos jugadores de Brasil prácticamente en el mismo sector. Uno de los dos debió ocupar ese espacio delante de los centrales argentinos para tapar la salida del ex Racing.

 

El segundo error es el cierre de Renán Lodi. No solamente por la pifia, sino por un concepto básico en la marca de los laterales: mirar hacia atrás para ubicar al potencial receptor. Di María le comió las espaldas, aprovechó el gran pase del 7 argentino y definió con muchísima clase por sobre la cabeza de Ederson.

 

DE PAUL, LA CLAVE DE LA VICTORIA

La actuación del jugador formado en La Academia no deja espacio a otra calificación que no sea un 10. Su rendimiento lo tuvo todo: sacrificio, inteligencia y criterio. Nos trajo a la memoria el recuerdo de un Cholo Simeone pletórico en aquella final de 1993 frente a México. Su rol dentro del campo de juego fue fundamental a lo largo de toda la copa, pero en la final brilló con luz propia.

Fue la rueda de auxilio para todo aquel compañero que estuviese cerca. Su función fue clara: estar encima de cualquier jugador brasileño que pretendiese enlazar el mediocampo con el ataque. Con él, Argentina tuvo superioridad numérica ante cada avance de Brasil, facilitando la recuperación de la pelota o forzando el error rival. Tal es así que ante la necesidad de equilibrar ese desbalance, Casemiro adelantó su posición varios metros para abastecer a los de arriba, pero no hubo caso: Rodrigo De Paul fue amo y señor del mediocampo.

 

La pelota recuperada previo al gol. La superioridad numérica fue clave en la final.

 

LOS CAMBIOS DE SCALONI

Mucho se ha criticado al entrenador argentino por sus cambios, sobre todo a partir del empate 2 a 2 frente a Colombia por Eliminatorias. En este aspecto, Lionel Scaloni también debía reducir los errores al mínimo. El rosarino -que consulta toda modificación con sus colaboradores Roberto Ayala, Walter Samuel y Pablo Aimar- esta vez acertó en todo. No sólo en la disposición táctica sino en la elección de nombres. El caso testigo fue la titularidad de Gonzalo Montiel, quien parecía haber perdido el puesto a manos de Nahuel Molina, pero su experiencia en estas instancias lo impuso dentro del once titular. Cachete no falló: anuló a todo aquel que surcase su banda.

Si nos remitimos a los cambios, los dos primeros respondieron a bajarle el ritmo al partido y evitar las potenciales expulsiones de Paredes y Lo Celso. En la salida de éste último hay una buena lectura por parte del entrenador: Brasil se venía y el ex Rosario Central ya venía con varios golpes encima y un desgaste importante. Con el resultado a favor, Acuña ya no necesitaba funcionar como pistón en el lateral y se sumó al mediocampo para aportar el músculo y el sacrificio necesario para bancar los embates rivales. Tagliafico cumplió con la sobriedad y el oficio de siempre. Guido Rodríguez aportó con su parte en la recuperación, aunque debe mejorar en la celeridad de entrega a sus compañeros.

Las últimas modificaciones fueron sustancialmente para sostener el resultado, a excepción del ingreso de Pezzella por Cristian Romero, quien había llegado con lo justo y cumplió una actuación sobresaliente. Palacios ingresó por Di María y se acomodó en el lugar de De Paul, quien tomó el puesto de Fideo por derecha con la misión de doblar la marca de Neymar, a estas alturas ya tirado definitivamente en ese sector. Aún así, tuvo incluso la claridad para meterle un pase delicioso a Messi sobre el final que el 10 no supo aprovechar para liquidar el partido. Nico González entró por Lautaro Martínez con la tarea de ensuciarle los intentos de salida a Brasil con el volante central. Pudo haber ingresado el Kun Agüero como premio a su trayectoria, pero esta vez las cosas se tomaron con la seriedad que correspondía.

Después de 28 años, la Selección Argentina volvió a levantar una copa. Un éxito que certifica el camino elegido por Lionel Scaloni desde que tomó la conducción del equipo. La línea de juego concuerda con los convocados y estos, sea quien fuere, le responden en la cancha: no hubo rendimientos decisivamente flojos o malos. El que entró, rindió. El abrazo con Lionel Messi es la síntesis de un enorme avance de cara al Mundial de Qatar. Quedan por mejorar algunos puntos, como evitar retrasarse tanto o agudizar la puntería de cara al arco rival, pero gran parte parece estar hecha. Argentina redujo notoriamente el margen de error, fundamental a la hora de pensar en grande. Porque si se quieren ganar cosas importantes, no te podes equivocar ni en el más mínimo detalle. Sino, que le pregunten a Brasil.

 

(*) Periodista. Abrí la Cancha.

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