El histórico goleador de Central Córdoba de Rosario pasó por las Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha. Sus comienzos en el Charrúa. El recuerdo de Cucurucho Santamaría y el Trinche Carlovich. El oficio de delantero en los 80s. Su breve paso por Unión. El ascenso Charrúa en cancha de Chacarita. La frustración de no rendir en Racing.
Por Carlos Aira
SUEÑOS DE FUTBOL: «Viví toda mi vida en Rosario, pero nací en San Carlos Sud, un pueblo en la provincia de Santa Fe. Cuando tenía dos años falleció mi papá. Murió muy joven porque tenía solo 28 años. Dos años más tarde, mi mamá tomó la decisión de venir a vivir a Rosario. Nos mudamos nosotros dos y luego, una vez instalados en la ciudad, fuimos a buscar a mi hermanito que estuvo siete meses viviendo en la casa de mi abuela en el pueblo. Pasan los años y tengo que agradecerle a mi vieja la drástica decisión que tomó de venir a Rosario. A pesar de todas las cosas que se dicen de la ciudad, yo no la cambio a Rosario por nada del mundo. Gracias a Rosario fui futbolista, en esta ciudad conocí a mi mujer y mis hijas son rosarinas».
CENTRAL CORDOBA: «Tenía 14 años y estaba jugando un torneo barrial impresionante que se hacía en la ciudad. Un señor, que no recuerdo el apellido, me descubrió y me llevó a Central Córdoba. Ahí comenzó mi sueño de fútbol. Central Córdoba es el club de Gabino Sosa y el Trinche Carlovich. Un club de barrio muy popular. Siempre recuerdo aquellos días en las divisiones inferiores. Todo era un esfuerzo. La mano venía muy dura y no había plata para viajar. Vivía a cincuenta cuadras del estadio y me iba a entrar todos los días en bicicleta. Las inferiores jugábamos los domingos. Siempre recuerdo aquellas mañanas hasta que un día me tocó debutar en Primera».
EL RECUERDO DE CUCURUCHO SANTAMARIA: «Tuve la suerte que un grande me dio la posibilidad de jugar en Primera. Fue Santiago Santamaria me dio la primera posibilidad. Un grande de verdad. Un crack de aquellos que me enseñó un montón de cosas. El había jugado muchos años en Europa y había jugado un Mundial con la Selección, pero se acercó al pibito que era y Cucurucho me enseñó muchas cosas«.
«Yo soy diestro y jugué con la 11 toda la vida porque le pegaba muy bien con la izquierda. Ese manejo con la zurda se lo debí a Cucurucho. Fue él que me perfeccionó alentándome todos los días. Lo tuve casi dos años de entrenador y después de cada práctica me llevaba a un frontón a patear con la izquierda. Recuerdo que no me tuteaba nunca, pero me decía: ´- Pato, metalé que el delantero le tiene que pegar con las dos porque es una ventaja enorme. El defensor así no sabe si usted sale para adentro o para afuera´. Esos consejos de Cucurucho me sirvieron un montón«.
«Debuté en 1984. Campeonato de Primera C. Cucurucho había jugado el Mundial de España dos años antes. Venía después de muchos años en Francia y llegaba a las prácticas con una coupé japonesa que era increíble, pero más increíble era que en invierno venía con un tapado de piel. Santiago Santamaría era un tipo extraordinario«.
ROSARIO, CUNA DE CRACKS: «Central Córdoba siempre tuvo grandes inferiores. Gabriel Caballero, Pájaro Domizzi, Claudio Ubeda, Coco Ameli, Guillermo Farré, Pato Raymonda, Chiqui Cantero… Ahora estamos apichonados, lejos de aquellos días. En 1988, cuando fuimos campeones de Primera C, el técnico era el Vasco Harguindeguy, y salvo el arquero Jorge Ciancanglini y el 9, el Pedro Rossini, el resto éramos formados en el club. Rosario es una capital de fútbol a pesar de los problemas económicos y sociales. Del equipo campeón de Qatar tenés unos cuantos rosarinos».
«Antes los jugadores que se destacaban en Central o Newell´s llegaban a los grandes de Buenos Aires. Como Gabriel Batistuta y Abel Balbo, entre otros. Hoy se van desde Rosario a Europa. Antes, el negocio lo hacían los grandes porteños y ahora lo hacen los clubes rosarinos. El fútbol es un deporte, pero también es un negocio. Los clubes cada vez hacen un trabajo más grande en la captación de pibes. Buscar a los pibes cuando tienen 10 o 12 años para formarlos en la alimentación, la educación y el entrenamiento».
TRINCHE CARLOVICH: «El brilló en 1973 cuando yo tenía 9 años. La vida me llevó a Central Córdoba y tuve la oportunidad de tenerlo como compañero. Cuando el equipo ascendió a Primera B en 1983 estaba en el plantel, pero no jugaba. En 1986, el Trinche volvió a Córdoba y tuve la suerte de jugar con él. Tenía destellos de mucha clase, pero era veterano. Todos me hablaban de su partido contra la Selección en 1974. Yo le vi hacer los famosos caños de ida y vuelta en los entrenamientos. Tuve la suerte de compartir equipo con un mito del fútbol argentino«.

UNION DE SANTA FE: «Llegué a préstamo a Unión en 1986. Pasé de la Primera C a un equipo de Primera División dónde había delanteros de la talla de Fernando Husef Alí, el Beto Acosta y jugadores como Ricardo Altamirano, Lito Bottaniz o Pablo de las Mercedes Cárdenas. El entrenador era el Profe Castelli. Siempre digo que en el fútbol hay que tener un poco de culo y a mí me faltó en Unión. Debuté ante Racing de Córdoba de visitante en un partido que igualamos 1 a 1. Entré en el segundo tiempo y la rompí. Durante todo el viaje de vuelta a Santa Fe, el Profe Castelli me comió la cabeza diciéndome: Flaco, ¡Qué bien que jugaste! ¡La rompiste!. Eso fue un domingo, el martes llegué a la tatenguita y la noticia fue que renunció Castelli. Luego asumió Leopoldo Jacinto Luque que me tuvo en cuenta, pero ya no fue lo mismo. Si el Profe Castelli se hubiera quedado la historia de mi carrera hubiera sido otra. No hubiera sido el máximo goleador en la historia de Central Córdoba, porque me hubiera quedado en Santa Fe y no vuelvo a Córdoba».
GOLEADOR DE ASCENSO EN LOS 80s: «Los campos de juego de la Primera B o la Primera C eran horribles. Los botines eran duros. Hoy parecen guantes, pero un par de botines nuevos había que ablandarlos durante semanas. Yo fue un goleador raro. Yo fui goleador jugando siempre por afuera. Jugaba por izquierda, aparecía por derecha, me asociaba con los medios. Siempre con la cabeza levantada. El área era mi mundo. Hice muchos goles de cabeza porque saltaba muy bien. ¿Sabés quienes eran bravos? Los defensores… Debuté en el año 1984 y marqué unos cuantos goles. En 1985 hice 18 goles. Ahí me comenzaron a conocer todos y me empezaron a cagar a patadas. Te la tenías que morfar callado. Las áreas era una batalla de codazos y trompadas».

CHACARITA 1 – 4 CENTRAL CORDOBA 1991: «Nosotros ascendimos al Nacional B jugando en el infierno. Fue muy bravo. Última fecha del campeonato de Primera B 1990/91. Visitábamos a Chacarita. Si ganábamos éramos campeones, pero ellos debían esperar resultados para no irse a la C. Nunca olvido que viajamos dos micros desde Rosario. En uno viajábamos los jugadores y en otro los dirigentes. Los micros iban por General Paz hasta que se desviaron para ir a San Martín. Ahí dejó de custodiarnos la policía. Cuando llegamos al estadio, el vestuario estaba cerrado. Lo hicieron a propósito. Ahí empezaron los gritos y las amenazas. Nosotros sabíamos que iba a pasar eso. Seguía sin aparecer la policía. Llegamos al vestuario y estábamos solos. Nos pateaban la puerta, nos tiraban bombas de estruendo. ¡Un quilombo bárbaro! Nos tuvimos que ir al vestuario más chiquito. Por suerte, la charla técnica la dimos en el hotel. El primer tiempo finalizó 0 a 0. Cuando llegamos en el entretiempo había policía en el vestuario. Nunca olvido que Carlos Ramacciotti, nuestro entrenador, nos dijo: `Muchachos, ganemos o perdamos nos van a matar igual Así que vamos a ganar y vamos a ser campeones`».
«Aquel equipo de Central Córdoba tenía jugadores de mucha experiencia, como el Negro Montero, Rádice, el Pato Ibáñez. En el segundo tiempo los bailamos. Les hicimos cuatro goles que pudieron ser ocho. Cuando el Ratón Morelli – que en paz descanse – les hizo el cuarto gol decidimos no meterles mas gol. No quisimos meterles más goles. Ellos estaban liquidados y zafaron del descenso por un resultado en otra cancha. ¡Si Chacarita descendía todavía estábamos en San Martín! ¿Podés creer que todavía me acuerdo de aquel equipo de Chaca? ¡Tenían jugadorazos! Estaba José Alfredo Tursi en el arco. El mediocampo era Carlos Ischia, Hernán Oreiro, Ricardo Caruso Lombardi y el Beto Pascutti. Arriba estaban el salteño Rodolfo Garnica y José Horacio Lugo. En la primera rueda nos ganaron 3 a 2 en el Gabino Sosa».
«Terminó el partido y nos queríamos volver rápido para Rosario. ¡Ni nos duchamos! Cuando estaba por salir del vestuario me agarró el cronista que hacía vestuario para el Negro Bullrich en Radio Rivadavia. ¡Me tuvo quince minutos! Me hicieron una nota hermosa, ¡Pero mis compañeros se querían ir a la mierda y me querían matar!. Lo más loco fue cuando salí del vestuario. Ahí estaba la gente de Chacarita aplaudiendo. Cuando me subí al micro siempre recuerdo la ovación de mis compañeros. Llegamos a Rosario que era todo azul y rojo. Un momento inolvidable«.

RACING CLUB: «Después del campeonato de Primera B de 1991 yo tenía dos opciones: Mandiyú o Lanús. En Lanús estaba Miguel Ángel Russo que me llamó dos veces. Dudaba, pero me gustaba la posibilidad. El equipo había descendido al Nacional B, pero se armaba para salir campeón. Una tarde, mi representante – Chirola Yazalde – me contó que Roberto Perfumo me había pedido para Racing. Ese mismo día, Russo me volvió a llamar para que firme para Lanús. Cuando había decidido ir a Lanús, sonó el teléfono de mi casa. Atiendo y era Roberto Perfumo. Casi sin saludarme me dice: `usted tiene que venir a Racing porque yo lo pedí. Usted va a tener todas las posibilidades`. Cuando escuché eso se me cayeron las medias. Arreglé un buen contrato, a Central Córdoba le quedó una moneda y me fui para Avellaneda«.
«Racing me alojó en un hotel en Marcelo T. de Alvear, entre Maipú y Esmeralda. Un hotel espectacular donde me atendían como si fuera Maradona. Siempre recuerdo que llegué y nos fuimos de pretemporada a Merlo, San Luis. Me sentía bárbaro. Jugamos dos amistosos y fue figura, pero unos días antes del comienzo del campeonato me esguincé el tobillo izquierdo. Para Roberto era titular y jugué los primeros partidos con el tobillo infiltrado, pero Perfumo se fue después de la tercera fecha. Vino Chiche Sosa y tuve que remar desde abajo. Siempre recuerdo que el Dr. Torresell me dijo que tenía que parar porque tenía el tobillo a la miseria. Con Sosa jugué poco y algo con Humberto Grondona, ya en 1992. Con Grondona tuve alguna oportunidad, pero delante mío estaba el Turco García y el Beto Carranza que volaban. Si hubiera estado bien físicamente les hubiera peleado un lugar. El sueño en Racing terminó cuando el presidente Juan D´Stéfano me comunicó que me tenía que ir del club».
«En Racing convertí un golazo y me lo anularon. Fue contra Argentinos Juniors, un viernes por la noche. Centro del Turco García, le gano a Mc Allister y le meto un cabezazo bárbaro a Mario Goyén. ¡Explotó la cancha! Yo pensaba que al fin se me daba. Cuando veo que Juan Carlos Demaro había anulado el gol no lo podía creer. Apenas finalizó el partido, Alejandro Fabbri que hacía campo de juego me confirmó que la pelota no había salido. ¡Me quería matar! En el fútbol, aparte de condiciones, tenés que tener un poco de culo y en Racing no tuve culo. El debe de mi vida es Racing. Lo recuerdo y no puedo creer todo lo que me pasó. Era un violín. Volaba física y futbolísticamente. Estaba en el mejor momento de mi vida«.
Producción: Nehuén Ríos
Carlos Aira es periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.