En aquel 1939, los mates de la Barranca jugaron por única vez en el profesionalismo en Primera A. La temporada fue nefasta: sólo cuatro empates en treinta y cuatro fechas sin poder lograr una victoria. Una historia de Héroes en Tiempos Infames (Ediciones Fabro, 2021).
Por Carlos Aira
Luego de nueve años, en 1939, Argentino de Quilmes regresó a Primera División. En la Barranca soñaron con una campaña digna, pero la ilusión se transformó en pesadilla. Los Mates realizaron la peor campaña de un equipo profesional en Primera. Un año de perpetuo sufrimiento: ninguna victoria en 34 fechas. Tan sólo cuatro empates como consuelo.
El año comenzó con goleada. 13 de enero de 1939. En un amistoso, Argentino le metió seis goles a Boca. Pero existía preocupación entre los directivos. Para jugar en Alsina y Ceballos, el estadio debía tener una capacidad mínima de 20.000 espectadores. El club debía comprar urgentes tablones y tenía vacía la caja fuerte. Se inició una gran conscripción de socios. Con mucho esfuerzo, Argentino adquirió 150 metros de tablones que alguna vez sostuvieron la ilusión futbolera en Avenida San Martín 2115.
A pesar de las carencias económicas, el equipo funcionaba. El 9 de marzo, amistoso previo al inicio de la temporada. Platense también recibió media docena de goles. En la Barranca, algunos hinchas se ilusionaron con una gran campaña en el fútbol grande. Pero a días del comienzo de temporada, un cimbronazo cambió todos los planes: hartos de no cobrar, la mayoría de los jugadores a préstamo dejaron el club. Los Mates no tenían un mango, y ahora, tampoco tenían equipo.
Domingo 19 de marzo de 1939. Primera fecha. En Lanús, Argentino presentó nuevas caras de urgencia. Allí estaban el arquero Roberto Novara y el veterano Vicente Cusatti. Cayeron 5 a 2. A ese resbalón inicial le siguieron seis caídas consecutivas: Boca, Vélez, Racing, River, Huracán y Gimnasia. La mano venía cambiada. Tan cambiada que sucedieron cosas insólitas. El 23 de abril de 1939, Argentino recibió a la Aplanadora de Huracán. Tarde de fiesta en Alsina y Ceballos por la inauguración de las nuevas tribunas. Durante el preliminar se notó que la estructura no resistiría el peso del público. Los tirantes comenzaron a crujir y los tablones se derrumbaron. Quince heridos terminaron en el hospital.
Domingo 7 de mayo de 1939. Octava fecha. Rosario Central visitó la Barranca. No fue el duelo de dos campeones de 1938, sino el enfrentamiento entre clubes de pésimas campañas. Central llegó a Quilmes con seis derrotas a cuestas. Partido bisagra. Así lo hizo sentir un socio que envió una carta al diario El Sol: “Debemos vencer a Rosario Central. De no ser así, ya no justificaremos nuestra presencia en Primera División”.
Una multitud detrás del primer triunfo. A los 15 minutos del segundo tiempo, un cabezazo de Elías Ibarra desató el festejo en la Barranca. Alegría duró un miserable minuto. Nuevamente, lo insólito. El defensor Urbano Escribano obstaculizó con sus brazos la arremetida del delantero Tomás Cuello y tocó para su arquero, pero a Roberto Novara la pelota se le escurrió entre las piernas. Increíble. Tenazas padeció un vía crucis de nervios y llanto. Tuvieron que contenerlo porque quería dejar la cancha. El once criollo buscó el triunfo con el alma, pero chocó con la negligencia del árbitro Valentín Rey, quién no sancionó dos claros penales. El público perdió la compostura. “¡Hay que matarlo! ¡Al referee hay que matarlo, aunque nos clausuren la cancha!”, gritó un reo de gorra al borde del colapso. Empate, decepción y mucha bronca. Un hincha le gritó al entrenador Carlos Calocero que Novara se había vendido. El Gordo lo durmió con un cross al mentón. Otros hinchas tuvieron la deferencia de obsequiarle al árbitro Rey una corona de chichones. La pésima campaña de Argentino de Quilmes fue el chiste cotidiano de la prensa:
“Lo que nadie dice es que todo el escándalo sucedió porque tienen un gran afán de hacer que cada domingo la gente se ocupe de su cuadro: un dia porque se vienen abajo las tribunas; otro porque quieren cascar un referi. Ya que no consiguen ganar un partido, algo tienen que hacer”.
Luego del primer punto siguieron dos derrotas. Por la undécima fecha, Tigre visitó Alsina y Ceballos. A los 22 minutos, Argentino de Quilmes vencía 3 a 1, goles de Isaac Sciliar, Augusto Sabattini y Elías Ibarra. Pero la ilusión duró hasta que Tigre igualó. El Gordo Calocero dijo basta y presentó su renuncia. En once fechas, Argentino sumaba tan sólo dos puntos, con 13 goles a favor y 40 en contra. La situación se tornó insostenible. El equipo terminó la primera rueda con esos dos puntos y miserables $16.000 en recaudaciones. Las goleadas en contra se sumaban como cuentas a un rosario. Platense y Lanús hicieron ocho goles a los albicelestes. Los grandes se pusieron de acuerdo y llevaron sus cuentas a tan sólo siete. Con desesperación, la directiva contrató a cuatro futbolistas de Nacional de Montevideo: Marcelino Casteluccio, Ismael Zabaleta, Alfredo Pini y Ramón Cerviño. También llegaron a préstamo tres jugadores de Racing: Francisco Baños, Francisco Gúmeno y Alberto Máspero, quién llegó a la Academia como estrella y meses después fue enviado a un equipo de pataduras. El babel quilmeño no consiguió cohesión alguna. Los dirigentes habían tirado la toalla: “En Argentino de Quilmes las cosas van como van porque los dirigentes no a los entrenamientos. Entre los jugadores llegados de distintas partes no existe espirutu de compañerismo. Cada cual tira para su lado y todos tiran para atrás”.
Pasaron cuatro largos meses hasta que Argentino volvió a puntuar. Gimnasia acorraló a los Mates durante todo el partido, pero no pudo doblegar la estoica resistencia del arquero Carlos Rossi. A esa altura, los hinchas esperaban un triunfo como quien mantiene la esperanza en un milagro. Todas las semanas, una nueva catástrofe. Pero todo tiene un final, incluso el martirio criollo en Primera División. 26 de noviembre de 1939. Argentino recibió a Platense. Los Calamares ganaban 2 a 0, pero Juan Feliciano Gayol marcó los goles que permitieron el cuarto empate de la temporada. Tan sólo 200 espectadores dejaron 124 pesos en boleterías, dinero que no alcanzó para cubrir los gastos básicos. Alumni saludó, con una nueva humorada, el paso de los Mates por el fútbol grande.
“Tenemos pocas oportunidades para decir algo bueno, ya que el cachamiento al pobre está a la orden del dia. El chiquito de Quilmes merece unas palabras cariñosas: Bravo, Argentino… y metele duro y parejo, aunque te acogoten… para vos también algún dia será verano y cantarán las chicharras de la buena suerte”
Fue una campaña horrorosa. Cuatro empates, ninguna victoria y treinta derrotas. 35 goles a favor y 145 en contra. Argentino de Quilmes jamás regresó a la máxima divisional.
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abri la Cancha, por Radio Gráfica FM 89.3