Una historia llamativa: se formó en Boca, pero no jugó en Primera. Se hizo un lugar en Aldosivi, donde fue figura. Transferido a Colón, era estrella del equipo hasta que una lesión tronchó su carrera. Abrazó el periodismo y en México 86 fue protagonista de una anécdota única. Por algo siempre será el jugador 23 de aquel equipo glorioso.
Por Carlos Aira
SUEÑOS DE FUTBOL: «Al lado de mi casa vivía el hermano de Coco Rossi y desde chiquito desde Temperley iba a verlo a Huracán. Una tarde me llevaron a la Bombonera a ver el partido desde el palco. En ese momento me di cuenta que el sueño de mi vida era jugar algún partido en ese estadio y puedo decir que se cumplió, porque si bien no llegué jugar en la Primera de Boca, jugué varios partidos en la Bombonera con el equipo de Tercera y Reserva».
ARSENAL DE LAVALLOL Y EL TRAMPOLIN XENEIZE: «Un día el equipo de mi barrio fue a jugar contra Arsenal de Lavallol. Yo jugaba 6 o 7 puntos, pero en el equipo había pibes que jugaban muy bien. Curiosamente, los dirigentes de Arsenal solo me pidieron a mí y comencé a jugar en Arsenal hasta que llegué a Primera con 17 años. A mediados de los 60s, el club pasó a ser una filial de Boca Juniors y empecé a alternar en la Tercera y la Reserva. Allí tuve como compañeros a Cachín Blanco, Horacio Bongiovanni y Mané Ponce, entre otros. Me quedé con las ganas de jugar en Primera».
ADOLFO PEDERNERA: «El Maestro, con mayúsculas, fue un hombre sobresaliente. Tenía una voz cautivante. Era muy preciso con las indicaciones que te daba. Te incentivaba cada vez que te miraba y te hablaba. Si yo fui alguien en el fútbol, mucho tuvo que ver don Adolfo Pedernera. El era mi técnico en la Reserva de Boca y en 1969 me vino a buscar el Once Caldas de Colombia que tenía como entrenador a Rogelio Muñíz, que me había dirigido en Arsenal de Lavallol. Yo no quería viajar a Colombia para cerrar el contrato y la negociación se extendió. Tanto se extendió que me quedé sin renovar el vínculo con Boca. En ese momento, para no perder el año, Adolfo Pedernera me recomendó a Aldosivi de Mar del Plata. Por suerte, allí comenzó mi carrera».
FIGURA EN ALDOSIVI: «El fútbol marplatense de comienzos de los 70s era muy fuerte. No olvidemos a aquel Kimberley que le metió cinco goles al enorme Independiente. Me encontré con un muy buen equipo, pero con dificultades. Por ejemplo, entrenábamos de noche porque la mitad del equipo eran pescadores e iban a la mar. Mar del Plata me cambió la vida por la cantidad y calidad de gente que encontré allá. Aldosivi tenía grandes jugadores. Junto a Quique Mústico jugábamos de memoria, pero Kimberley – que tenía muchos jugadores que habían pasado por Boca – era imbatible. Un equipo profesional».
«La gran alegría fue ganar la Copa Beccar Varela de 1970. El logro más importante del fútbol marplatense en su historia. Competimos contra seleccionados de todas las provincias que tenían jugadores de Primera División. Hace poco nos reconocieron con el premio Lobo de Mar porque fue la única vez que el fútbol marplatense ganó un campeonato nacional. Nosotros teníamos al Bicho Mosconi. Un manejo y panorama fantástico. Un jugador increíble que luego tuvo mucho recorrido en aquellos campeonatos de Primera División con la camiseta de San Lorenzo de Mar del Plata, donde fue figura en los 70s junto a Llamarada Eresuma».
LAS REVANCHAS ANTE BOCA: «En el Torneo de Verano de 1971 me tocó enfrentar a Boca Juniors con Aldosivi. Esa noche me cobre una pequeña revancha porque le hice cuatro caños al Chacho Cabrera, el jugador que me quitó el puesto en la Primera de Boca. Ese partido me abrió las puertas de Colón. Llegué a Santa Fe por un año y hace cincuenta que estoy acá. En aquel 1971 fuimos irregulares, pero siempre me recuerdan un gran partido que jugué una noche en la Bombonera. Fue una mezcla de alegría y revancha, porque siempre entendí que tenía condiciones para jugar en la Primera de Boca Juniors. El periodismo siempre señaló que los tres partidos en los cuales enfrenté a Boca fui la figura de la cancha«.
COLON 1972: «Hicimos un campañón en el Nacional 1972. Salimos segundos en nuestra zona. Tendríamos que haber clasificado a las finales del campeonato, pero por una reglamentación de AFA nos quedamos con las manos vacías. ¿Que pasó? En el minuto 91, Boca le mete un gol a Huracán y nos sacó más de tres puntos de diferencia. Por una reglamentación ridícula, si había más de tres puntos entre el líder y el segundo no clasificaba. Al final, clasificó Boca por un lado y San Lorenzo y River Plate del otro. Fue una gran frustración«.
«Teníamos un gran equipo: Héctor Baley; Ernesto Araoz, Hugo Villaverde, Enzo Trossero y Edgar Fernández; Cococho Álvarez, Carlos Trullet y yo; César Britez, Di Meola y Jorge Augier. Ese equipo tuvo una clave: el 80% vivía en un radio no mayor de ocho kilómetros. Eso generó un sentido de pertenencia enorme. Un plantel donde hubo un campeón del mundo, como Baley; otros que fueron grandes figuras, como Hugo Villaverde y Enzo Trossero; pero el crack era la Chiva Di Meola, el primer 9 que convocó César Luis Menotti a su Selección».
ENGANCHE EN LOS 70s: «Teníamos una gran contra que era el mal estado de los campos de juego. La única cancha que estaba en perfectas condiciones era la de Ferro Carril Oeste. Los árbitros tampoco te protegían y había un localismo muy marcado, sobre todo cuando bajábamos a Buenos Aires y enfrentábamos a los grandes. La noche que derrotamos a Boca, la Comisión Directiva nos dio un premio especial, pero nunca olvido que salíamos a pasear con mi mujer y la gente nos regalaba cosas, porque ganarle a Boca en su estadio era algo increíble porque no solo teníamos que derrotar al equipo, también a todo un entorno«.
EL PUBLICO DE COLON: «La gente de Colón siempre fue muy especial. Vivían para que no nos falte nada a nosotros. Nunca olvido que en aquellos campeonatos nacionales, por más lejos que jugáramos, allí estaba nuestro público. Una vez jugamos en Misiones y en el alambrado había una bandera roja y negra. Por eso no me asombro cuando más de 40.000 hinchas llenaron el estadio en Paraguay en la final de la Sudamericana 2019 o se llenó el Chateau Carreras en el desempate ante Banfield de 1993. Colón tiene esas cosas maravillosas«.
LA LESION: «Fue el 21 de abril de 1973 en cancha de Independiente. Fui a trabar una pelota, casi de compromiso, con el uruguayo Liber Arispe, pero el puso el pie con mala intensión y me rompió todo. El árbitro, que era Arturo Ithurralde, no sólo no cobró nada sino que me gritó que me levantara, que no había pasado nada cuando tenía una fractura de tibia y peroné. Cuando le mostré la pierna no lo podía creer. Así, y todo, no lo expulsó a Arispe».
«En el vestuario me atendieron el Dr. Juan Pizzi – el padre de Juan Antonio Pizzi – y el Dr. Fernández Schnoor, médicos de Colón e Independiente. Me enyesaron, me enviaron al sanatorio y me dijeron que me quede en Temperley, en el domicilio de mis padres, y en quince días fuera a AFA para que me sacaran unas radiografías y pusieran un taco en el yeso. Cuando voy a AFA me cruzo con el Dr. Pintos, médico de Boca, a quién conocía desde hacía años. Me dijo que no tenía nada que hacer y que volvíera en diez dias. Me dolía muchísimo, pero me la aguantaba. Al mes vuelvo a Santa Fe y me revisa el Dr. Pizzi. Me pide la radiografía y le digo que no me la hice. Se volvió loco. Me mandó a sacar una radiografía urgente. Cuando la recibió nunca olvido el gesto. Me sentó y me dijo: `Te la hago corta: te tengo que volver a fracturar. No para que vuelvas a jugar, sino para que vuelvas a caminar`».
EL DIA DESPUES: «Estuve seis meses enyesado. Todo lo que vino después fue terrible. Se me atrofiaron los ligamentos del tobillo y me quedó la rótula de la rodilla desviada. Volví en Los Andes porque el presidente era muy amigo mío, pero era muy sacrificado porque tenía que jugar con un suplemento de goma en el talón. ¡Fútbol profesional y no me hicieron una radiografía!. Yo no estoy de acuerdo con la actitud de muchos representantes, pero son necesarios. El jugador hoy está cuidado».
MEXICO 86: «Cuando me retiré del fútbol me instalé en Santa Fe. Tenía mi actividad comercial, pero también me dediqué al periodismo. Viajé a México luego del partido con Bulgaria, el último de la fase de grupo. Cuando llego a México lo primero que hago es ir a la concentración del equipo para saludar al Profe Ricardo Echeverría, quién me había entrenado en Colón en 1972 y 1973. Allí me encuentro con Daniel Romeo, parte del cuerpo técnico de Bilardo, con quién me había cruzado en Boca y Estudiantes. Daniel me pregunta si luego de la práctica quería jugar un partido con unos periodistas coreanos. Nunca me olvido el efecto de la falta de aire. Luego del partido, Romeo me dijo que vaya todos los días a jugar un partido con unos ex jugadores de Estudiantes y otros allegados. Así fue que estuve yendo a la concentración del América todos los días. Así que me quedé con la camiseta de Pasculli y Borghi».
EL JUGADOR 23: «Fui a la final en el Azteca con la camiseta 17 de Pedro Pasculli. En mi ubicación tenía un foso de dos metros por delante. Cuando Romualdo Arpi Fillho terminó el partido mi única intención era ingresar al campo de juego. Estaba viendo el partido con Daniel Silguero. Recuerdo que le dejé un bolso con ropa que tenía y pegué un salto increíble para ingresar a la cancha. Comencé a correr hacia donde estaba Maradona y el resto de los jugadores. En un momento, un oficial de seguridad me agarra de la mano. Ahí es donde digo: se avivaron que no soy jugador. Lo que pasó después fue increíble porque me llevó de la mano a la ceremonia de entrega de la medalla. Estaba a medio metro de entrar. Ahí me quedé pensando ¿Que hago? Finalmente, no fuí a recibir la medalla porque hubiera sido una locura. Ahí comenzamos la famosa vuelta olímpica. Un amigo de Santa Fe alzó a Diego y yo me quedé delante de ellos, sosteniendo por momentos la Copa del Mundo. Cuando terminamos de dar la vuelta olímpica me mando al vestuario. Siempre recuerdo que lo estaban tomando de punto al masajista de Diego. De pronto, escucho el ruido de botines que ingresan al vestuario y era Heinz Karl Rummenigge. Viene y me saluda como si fuera jugador. ¡Una cosa de locos!»
«Cuando salgo del estadio y vuelvo a la cancha había mil personas. Comencé a correr y todos comenzaron a correr detrás mío creyendo que era jugador. Me preguntaban: ¿Quien sos? Y yo decía: ¿No me conocés? El fútbol me quitó mucho con la lesión, pero me lo devolvió todo aquella tarde en el Estadio Azteca«.
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.