Argentina y el Sub-20: los inicios, Maradona y la final perdida con Brasil

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La Selección Sub20 argentina fue un permanente semillero de cracks. Desde que comenzaron los campeonatos mundiales de la categoría, Argentina siempre fue protagonista, y en siete oportunidades, campeón del Mundo. Una zaga para comprender la importancia que tiene la categoría para el fútbol argentino y mundial.

Por Nicolás Podroznik

 

El pueblo argentino siempre fue futbolero. Desde tiempos inmemoriales, el hincha se acercaba a los estadios un par de horas antes del inicio del partido para ver “a los pibes”. En los albores, se jugaban previamente los encuentros de la “Tercera” y de la Reserva. Con el paso del tiempo sólo quedó ésta última, hasta que a partir del 2010 comenzó a jugarse el día anterior, para finalmente en 2015 oficializar el fin del partido de Reserva como antesala del encuentro de Primera División. No obstante, el interés por ver si asomaba algún crack nunca perdió vigencia. Se podría decir que ésta práctica se vio magnificada por la aparición de Diego Maradona, quien un par de años antes de su debut se dedicaba a hacer jueguito en los entretiempos de los partidos que Argentinos Juniors jugaba como local. Quienes lo habían visto ya le auguraban cosas grandes.
No obstante, y como dijimos anteriormente, el tema de los juveniles tiene larga data. Si bien el primer torneo Juvenil sudamericano se jugó en Venezuela en 1954, Argentina no participaría del mismo ya que había sido invitado al Europeo Sub-18 celebrado en Alemania. Sí: Argentina jugó una competición oficial europea. Si bien poco se sabe de esto, nuestra selección fue la sensación de aquel torneo. Ganó su grupo invicto, con apenas un gol en contra y metiéndole ocho a Holanda. El equipo dirigido por el enorme Ernesto Duchini cayó en semifinales con España -quien sería campeón- por 2 a 0, obteniendo el tercer puesto al vencer a Turquía por la mínima.
Tras esa primera experiencia, Argentina comenzaría a participar en los Torneos Juveniles Sudamericanos en 1958, en la edición disputada en Chile en la que Uruguay se proclamaría campeón de manera dramática: en la fecha final, Argentina llegaba puntera, pero caería 1 a 0 con Brasil, dependiendo de una derrota de los charrúas frente a Venezuela para coronarse campeón. Sin embargo, aquel resultado nunca llegó: el partido se suspendió a falta de tres minutos con un 2 a 2 en el marcador. ¿El motivo? una batalla campal entre los jugadores tras dos decisiones arbitrales que favorecieron a los uruguayos. En aquel equipo argentino destacaban nombres como Roberto Saporiti, Ermindo Onega y el Toro Raffo, quien fue el goleador del certamen con cinco tantos.
Tras un 1964 muy flojo en el que terminó anteúltimo, el Sub-20 argentino se consagraría campeón en la edición de 1967 celebrada en Paraguay de una manera muy curiosa. En la primera fase quedó igualado en puntos, goles y diferencia de gol con Colombia. Uno sólo podía pasar a la siguiente fase, por lo que la plaza se definió con un… ¡lanzamiento de moneda! Argentina salió favorecida y accedió a semifinales, en donde venció a Brasil 2 a 0. En la final enfrentó al local, quien a pesar del apoyo de su gente no pudo torcerle el brazo al equipo argentino y terminaron igualando 2 a 2. Había que definir al campeón. Los paraguayos pidieron un partido extra, pero los argentinos se opusieron. Teófilo Salinas, Presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol, fue el que decidió que nuevamente se dirimiera el resultado con un sorteo. El capitán argentino Jorge Dominichi eligió “ceca”… y la suerte otra vez le hizo un guiño a los pibes argentinos. Argentina era campeón juvenil sudamericano por primera vez.
Hasta 1976, la FIFA no había organizado campeonatos mundiales juveniles, pero ya venía trabajando en la realización de un torneo que también permita la expansión del fútbol en latitudes relegadas o en desarrollo. Túnez fue el país elegido para realizar el primer Mundial Juvenil. Para disputarlo, Argentina debía terminar entre los tres primeros del Sudamericano Sub-20 de aquel año. Nombres sobraban: Patón Bauza, Jorge Gáspari, Victor Rogelio Ramos, el Vasco Olarticoechea y un tal Diego Armando Maradona. Sí, con apenas 16 años y poco después de su debut con la selección mayor, el pibe de Fiorito jugaba su primer gran torneo con la celeste y blanca. A pesar de los nombres, los dirigidos por Rogelio Poncini quedaron eliminados en la primera fase. Sólo los presentes y algunas crónicas de aquellos días visibilizaron lo que fue la primera cacería a Maradona dentro de una cancha: en el empate 1 a 1 frente a Uruguay en el partido inaugural, a Diego lo molieron a patadas. Luego vendría la derrota frente a Paraguay por 2 a 1, en donde Pelusa también sufrió la dureza de todo el equipo guaraní. Con Diego en una pierna, Argentina también perdería 2 a 1 frente a Perú, dejando a los pibes con la obligación de ganarle al local Venezuela en la última fecha y sin Maradona, suspendido por acumulación de amarillas. El 0 a 0 sentenció a los dos a quedar eliminados. Allí se vieron caer las primeras lágrimas de impotencia de Maradona, que curiosamente aquel torneo lo jugó con la camiseta número 9. El mundo debía esperar dos años para conocer a la gran figura argentina.
Para el Mundial de Japón de 1979, Argentina llegaba como subcampeón sudamericano de la categoría. Nuevamente con Maradona en sus filas, los dirigidos por César Luis Menotti iniciaron el camino del interés por los seleccionados juveniles. A pesar de la diferencia horaria, la gente se levantaba a la madrugada para ver jugar a una selección comandada por Diego pero que contaba con verdaderos jugadorazos como Juan Simón, Juan Barbas, Pichi Escudero y el riojano Ramón Díaz. Argentina se paseó por las canchas niponas exhibiendo un fútbol espectacular. Le hizo cinco a Indonesia y cuatro a Polonia en fase de grupos. En cuartos de final se cargó a Argelia con otros cinco goles y en semifinales venció a Uruguay -con Rubén Paz en sus filas- por 2 a 0. La final frente a la Unión Soviética tuvo en vilo a todo el país. A pesar que Argentina comenzó perdiendo, los pibes lograron darlo vuelta de forma épica para sellar un 3 a 1 histórico. Las imágenes que llegaban desde Japón quedaron inmortalizadas para siempre: gracias a Diego y a Menotti comenzaba a sellarse la unión entre el pueblo futbolero y las selecciones juveniles.

Para el Mundial de 1981 disputado en Australia, Argentina llegaba como campeón defensor pero habiendo atravesado una clasificación bastante tormentosa: en el Sudamericano Juvenil quedó tercero detrás de Brasil y Uruguay, que lo golearon 4 a 0 y 5 a 1 respectivamente, y debió jugar un repechaje frente a Israel y Nueva Zelanda, a los que venció fácilmente. En aquella edición compartió grupo con el anfitrión, Inglaterra y Camerún. El equipo dirigido por Roberto Saporiti contaba con nombres ilustres de nuestro fútbol: Sergio Goycochea era el arquero; atrás contaba con Néstor Clausen y el Tapón Gordillo; el mediocampo era un lujo, con Burruchaga, Tata Martino, Chino Tapia y Claudio Morresi. Adelante jugaban el Turco García y Juan José Urruti.
La cosa empezó torcida para los pibes. Perdieron 2 a 1 con el local de manera increíble: habiendo dominado todo el encuentro, le dieron vuelta el partido con dos goles en los últimos diez minutos. Tocaba jugársela con los ingleses, a priori el equipo más fuerte del grupo. Argentina comenzó ganando nuevamente con gol de Urruti, pero los británicos empataron cerca del final. La última fecha era con los africanos, pero la clasificación era una misión imposible: si australianos e ingleses empataban, la victoria no serviría para nada. Dicho y hecho: Argentina ganó con gol de Cecchi, mientras que la fraternidad de Commonwealth se hizo presente y empataron 1 a 1, anticipando lo que sería el papelón entre Austria y Alemania del Mundial de 1982. A pesar de la eliminación, el tiempo demostró que el trabajo de las selecciones juveniles era fundamental: de aquí saldrían tres campeones del mundo en 1986.
El torneo de 1983 pudo haber marcado historia. El inicio de aquel equipo hizo recordar al de 1979, ganando los tres encuentros del grupo, con diez goles a favor y ninguno en contra. Le sobraban nombres: Luis Islas bajo los tres palos, Cacho Borelli y Theiler en la zaga central, el medio a puro fútbol con Vanemerak, el Mono Zárate, Oscar Acosta y Chicho Gaona. Adelante, un escándalo: Jorge Gabrich, el Turco García y Oscar Dertycia. Un verdadero equipazo.
En Cuartos de Final se enfrentaron a Holanda, que contaba en sus filas con un flaquito que jugaba de 9 del que hablaban maravillas: un tal Marco Van Basten. El goleador no tardó ni cinco minutos en confirmar todo lo que se decía de él y puso en ventaja a los europeos, pero los dirigidos por Pachamé se sobrepusieron al gol temprano y lograron dar vuelta el marcador, con Borelli empatando el partido promediando el segundo tiempo y con Gaona convirtiendo un gol agónico. La semifinal contra Polonia fue un partido cerrado que resolvió Roberto Zárate. La final era nada más y nada menos que contra Brasil, que contaba en sus filas con Bebeto, Dunga y Jorginho, entre otros. Si bien hubo un arbitraje polémico y algo tendencioso (el penal deja muchísimas dudas), la canarinha fue superior todo el partido, y a pesar de la arremetida final, Argentina no pudo empatarlo. Otra vez las manos vacías.
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Argentina no participaría de los siguientes dos mundiales de la categoría, dado que no lograría la clasificación en el Sudamericano. Recién volvería a aparecer en el certamen de 1989 disputado en Arabia Saudita, tras haber logrado una agónica clasificación en el Sudamericano del año anterior. En aquel Mundial juvenil -donde compartió grupo con Irak, Noruega y España- Argentina sufrió horrores para clasificar a Cuartos de Final. En su primer partido había caído 2-1 frente a los ibéricos, mientras que en el segundo había logrado vencer a Noruega por 2 a 0 con goles de Bochón Biazotti y Martín Félix Ubaldi. Le quedaba enfrentar a Irak, que había sorprendido al mundo venciendo a ambos europeos. La definición fue infartante: en primer turno Noruega había vencido a España por 4 a 2, con lo cual si Argentina perdía por dos goles, quedaba eliminada. Irak ganó 1 a 0 y Argentina terminó pidiendo la hora.
En Cuartos de Final se reeditó el clásico sudamericano frente a Brasil. Nuevamente, la verdeamarelha se llevó el duelo por la mínima. A pesar de la presencia de Roberto Bonano, Fernando Gamboa, el Turco Mohamed, Darío Scotto y el Cholo Simeone, poco pudo hacer ante un rival que lo superó todo el partido. Aquel Mundial Sub-20, además del sorprendente Irak (que quedaría eliminado también en Cuartos de Final a manos de EE.UU.), dejó dos perlas maravillosas relacionadas a la Unión Soviética: Oleg Salenko fue el goleador del certamen. Cinco años más tarde repitió en la Copa del Mundo de Estados Unidos, lo que lo convierte en el único jugador en haber sido goleador en un Mundial Juvenil y en un Mundial. En aquel torneo convirtió cinco goles en cuatro encuentros. Pudo haber convertido más de no ser por la increíble eliminación de la URSS a manos de Nigeria, en lo que se denominó como “El Milagro de Dammam”: a falta de media hora para el final, los soviéticos ganaban 4 a 0 sin una aparente resistencia de los africanos. Sin embargo, los nigerianos remontaron de manera épica, logrando empatar el partido y llevándolo a los penales donde vencerían 5 a 3, logrando una de las victorias más épicas que se recuerden en el fútbol.
Argentina debería esperar a 1991, donde el anfitrión sería Portugal, vigente campeón. Pero esa historia, que terminó en escándalo, tendrá lugar en el siguiente capítulo…
Periodista / Abrí la Cancha

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