130 años de AFA y un pecado original: llamar fútbol argentino a la organización porteña

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La Asociación del Fútbol Argentino toma como fecha oficial de inicio oficial al 21 de febrero de 1893. Aquel día se instauró la Argentine Association Football League, organización antecesora de la actual Asociación del Fútbol Argentino, de noviembre de 1934. El fútbol en nuestro país se parió con un pecado original irresuelto y profundizado: llamar fútbol argentino a la organización porteña.

Por Carlos Aira

 

Este 21 de febrero, la Asociación del Fútbol Argentino está cumpliendo 130 años. Una historia para investigar y comprender con contextos. La fecha clave fue el 8 de diciembre de 1864. Ese día fueron inauguradas las instalaciones del británico Buenos Ayres Cricket Club en el barrio de Palermo. Club social y deportivo para pocos. Tan elitista que la cuota anual llegaba a la friolera de doscientos pesos. Club de cricket y té five o´clock en el moderno Club House. Allí, banqueros y hacendados británicos podían charlar en su idioma, disfrutando de una cómoda vida civilizada lejos de la barbarie.
A fines de 1866 llegó al club un nuevo libro. Era el reglamento del juego furor en la madre patria. Se llamaba football. El socio Thomas Hogg se interesó en el nuevo deporte. Leído el reglamento – y una vez que se animaron a un juego menos señorial que el cricket – los ingleses organizaron el primer partido. La fecha prevista fue el 25 de mayo de 1867. El lugar, por las dudas, bien alejado del Club House tan bacán: un baldío cercano al puerto de La Boca. El mal tiempo aplazó el partido bautismal que finalmente se jugó el 20 de junio en las instalaciones del BACC. Pasado el mediodía comenzaron las acciones. No jugaron veintidós muchachos. Por diferentes motivos – hubo muchos que desertaron por pudor – hubo tan sólo ocho jugadores por equipo. Todos vestidos de blanco. Se los diferenciaba por las gorras rojas o blancas. Pasadas las dos de la tarde, los dieciséis gringos extenuados finalizaron el encuentro. Los blancos habían ganado 4 a 0.
En octubre de 2022, una investigación del siempre preciso Osvaldo Gorgazzi ubica al primer partido de fútbol en septiembre de 1864.
La historia oficial del fútbol argentino nos plantea una instalación británica y de claustros. Alexander Watson Hutton, escocés de nacimiento, docente de profesión, fundó el 2 de febrero de 1884 el Buenos Aires English High School (BAEHS), colegio que será la cuna oficial de nuestro fútbol. La labor organizativa de Watson Hutton dará sus frutos: el 12 de abril de 1891 se disputó el primer partido oficial organizado en nuestro país. Esa tarde, Saint Andrew`s Athletic goleó 5 a 2 a Buenos Ayres Football Club. Pero será el 21 de febrero de 1893 cuando Watson Hutton dio el puntapié inicial de toda formalidad al oficializar la Argentine Association Football League (AAAL), antecesor de la actual Asociación del Fútbol Argentino.

 

 

Fueron “Los ingleses locos”, por aquello de animarse a jugar con pantalones cortos, algo considerado impúdico. En las entrañas del EHS nació el primer gran equipo del fútbol porteño. Se llamó Alumni. Durante una década dominaron la escena. Entre 1901 y 1911, los muchachos de camiseta rojiblanca se apoderaron de todos los campeonatos. Tan sólo en en 1904 y 1906, Belgrano Athletic logró quebrar tamaña hegemonía. Un equipo para el recuerdo. Los míticos hermanos Brown. Un apellido para la historia.
Pero el fútbol no era cosa de británicos. Es un mito que huele a mentira instalada. Desde comienzos de la década de 1890, los marineros y ferroviarios ingleses armaban sus canchitas en diversos puntos de la patria. Lobos, Junín, Berisso, Zárate, Corrientes, La Boca, Avellaneda. El fútbol criollo no nació en patios sajones, si no en desparejos baldíos de Dock Sud y Retiro. Entre latas viejas y pelotas de trapo nació un estilo de juego. Los morochos portuarios se prendieron en el juego. ¿Cómo hacían para ganarle a los marineros ingleses, altos y fornidos? Con gambetas y juego asociado. Con habilidad e inteligencia. Claro, la historia no registra a estos primeros Héroes de Tiento. No se apellidaban Forrester o Campbell, por lo tanto, no podían jugar en el fútbol organizado. Tampoco, podían pagar los doscientos pesos de cuota social…
Nombres para tener en cuenta, como el educador tucumano José Fierro, fundador del Club Atlético Tucumán, quién estaló el fútbol en el Colegio Nacional de San Miguel de Tucumán a partir de 1890. ¿Cuántos partidos se disputan en el estadio Monumental José Fierro y la prensa especializada gambetea cualquier mención a este verdadero héroe del fútbol argentino? 
¿Por qué, pasado más de un siglo, seguimos repitiendo la historia inglesa de nuestro fútbol? Por comodidad. La investigación incomoda. A una década de fundada la AAAL – que sólo permitía hablar el idioma de la pérfida Albión dentro de su local social – habían germinado centenares de clubes. Miles de pibes argentinos ya jugaban al fóbal. Lo cierto es que recién en 1904, en la formación de Belgrano Athletic, vamos a encontrar el primer apellido no británico en una formación de fútbol oficial.
El 9 de octubre de 1902 comenzó la andadura del seleccionado argentino. Victoria 6 a 0 sobre Uruguay, en Montevideo. Fue el comienzo de una historia inmensa, llena de gloria. También fueron días en los cuales la pasión del fútbol se hizo fuerte en la patria profunda. Nacían clubes en todas las provincias.
En la primera década del siglo XX mantendrán preponderancia los clubes de raigambre británica. Pero se vislumbraba el fin de ciclo. El surgimiento de clubes criollos con deportistas propios jaqueó las posibilidades de los británicos acostumbrados a jugar entre ellos sin deseos de competencia externa. Con el centenario los ingleses se retiraron con su habitual elegancia. Antes de irse se adueñaron de la histórica paternidad del juego. Lo de ellos fue el football, ya no el fútbol. Hábilmente se refugiaron en otros deportes, especialmente el rugby. Conocida la lección, obturaron todos los caminos para que el pueblo no le contaminara su juego fetiche.
En el nuevo orden los ídolos eran morochos arrabaleros, inmigrantes o hijos de esa inmigración. Fueron tiempos de Racing Club. La Academia. El primer gran equipo de argentinos. Apellidos proletarios, como Perinetti, Olazar, Betular, Hospital, entre otros. Fueron ellos quienes definitivamente rompieron la paternidad inglesa de nuestro fútbol. Un dato: en 1912, último año formal de Alumni, se castellanizó el nombre de la AAAL por Asociación Argentina de Football.
Vale destacar un detalle: aquella asociación no englobaba a todo el fútbol argentino. Las asociaciones provinciales tenían su propia autonomía. Desde un primer momento, el fútbol porteño se adueño de la potestad del país a través del nombre.
En aquellos días el fútbol porteño organizó torneos donde clubes de Rosario y Montevideo también se hacían presentes. Una necesidad de competencia, pero sin un sentido de integración. 
En aquellos años, Rosario, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán tendrán campeonatos de notable jerarquía. El Combinado Nacional se nutrirá de jugadores surgidos en estos campeonatos. El primer gran ídolo fue Gabino Sosa, el crack rosarino de Central Córdoba.
Los años 20 fueron la década de los Héroes de Tiento. El fútbol se transformó en el deporte del pueblo gracias a la Ley de Descanso Dominical. En 1920 la disidente Asociación Amateurs de Football creó el Campeonato Argentino. En 1928, Santiago del Estero sorprendió consiguiendo el título. Los míticos Peloduros. En aquella década del 20, el Combinado Argentino se consagró campeón de los campeonatos sudamericanos 1921, 1925, 1927 y 1929 con una gran cantidad de futbolistas provincianos: Manuel Delavalle (Córdoba), Florindo Bearzotti (Rosario), Julio Libonatti (Rosario), Gabino Sosa (Rosario), Vicente González (Mendoza), Adolfo Celli (Santa Fe), Martin Sánchez (Santa Fe), Segundo Luna (Santiago del Estero), Alberto Chividini (Santa Fe – Tucumán) y Antonio Rivarola (Santa Fe).
En 1928, Santiago del Estero fue campeón Argentino. En 1929, la final del campeonato la disputaron Rosario y Tucumán. Buenos Aires había perdido la hegemonía competitiva del fútbol argentino. Cuando fue necesario armar la lista de jugadores para la Copa del Mundo Uruguay 1930, la rosca dirigencial porteña le pegó un golpe mortal a la concepción federal de nuestro fútbol: solo había lugar para jugadores porteños. La única excepción fue Alberto Chividini, jugador de Central Norte (Tucumán).
Previo al Mundial 1930, cuando se conoció la lista de 33 jugadores preseleccionados y solo 3 eran provincianos, esto publicó un diario porteño, mostrando el pulso de lo que era una flagrante traición a las provincias:
Catorce provincias y diez territorios nacionales han dado al plantel de jugadores para el campeonato mundial tres hombres. Buenos Aires, en cambio, da treinta. Nuestra representación en el próximo gran certamen estará constituida exclusivamente por porteños, porque a juicio de los dirigentes de la Amateurs, únicamente los jugadores que existen en el perímetro de la provincia de Buenos Aires son argentinos. Los demás no tienen capacidad para defender los colores nacionales a pesar de que durante dos años consecutivos el título de campeón argentino está en el interior del país y los teams metropolitanos son continuamente derrotados por los chacareros. ¿Puede pedirse mayor cretinada?»
A partir de 1930 el fútbol se convirtió en un inmenso espectáculo. Por ende, un negocio que los dirigentes de clubes grandes necesitaban profesionalizar. Los jugadores rosarinos entraron en conflicto en aquel 1930. Un año antes que lo hicieran sus pares porteños. Otra historia olvidada. En 1931, la actividad se profesionalizó en Buenos Aires, Rosario y Santa Fe. En el caso de Buenos Aires con la creación de la Liga Argentina de Football, una organización de caracter extraoficial que existió paralela a la AFAP (Asociación Argentina de Football Amateurs y Profesionales, ente oficial entre junio de 1931 y noviembre de 1934)
Por los oficios del presidente Agustín Pedro Justo, el fútbol porteño se unificó el sábado 3 de noviembre de 1934 con la creción de la Asociación del Fútbol Argentino. La nueva Asociación se arrogó la potestad del fútbol nacional. Tuvo como socios menores, casi obligados, a las ligas del Interior. Se creó el Consejo Federal, en sustitución de la pre-existente Confederación Argentina de Football. 109 ligas y casi 2.000 clubes afiliados indirectamente a AFA. La realidad del fútbol de las provincias no fue en paralelo al centralismo porteño. Por ejemplo, el campeonato tucumano fue disputado durante años por clubes ligados a la Asociación Cultural, sin afiliación AFA, sin que esto importara en la calle Viamonte. En noviembre de 1934 se cerraron las heridas del fútbol porteño y se concebía el pecado original: llamar fútbol argentino al profesionalismo porteño.
A casi 90 años de aquella fusión, la pregunta se cae de maduro: ¿Qué tipo de asociación es AFA? Sin dudas, una que aun separa a clubes porteños – con algunas excepciones, a partir de 1939 – con miles de instituciones indirectamente afiladas por su ubicación geográfica, lejana a Buenos Aires.

 

LA CUNA BRITANICA

 

Por otra parte, la idea de una AFA de 1893 nos remite al debate sobre el génesis del fútbol argentino.  ¿La paternidad del fútbol argentino es enteramente británica? El juego fue introducido por socios del selecto Buenos Aires Cricket Club. Año 1867. Quince años después arribó a nuestro país el educador Alexander Watson Hutton, quién fundó, en 1884, el English High School, colegio de las elites británicas porteñas. Watson Hutton promovió el fútbol entre su alumnado y los clubes de la comunidad inglesa. En 1891 se organizó el primer campeonato oficial y el 21 de febrero de 1893 fundó la Argentine Association Football League, primera expresión de la actual Asociación del Fútbol Argentino. En 1898, Hutton vio nacer al Club Atlético English High School, renombrado Alumni Athletic en 1901. Entre sus viejos alumnos estuvieron los míticos hermanos Brown. En el 900, los rojiblancos mantuvieron una clara supremacía en un fútbol oficial qué, muy de a poco, dio paso a clubes y futbolistas criollos. Como ejemplo, recién en 1906 se aprobó el uso del castellano dentro del salón de la AAFL.
Hasta allí, la historia oficial. Pero hubo un magma vital que bifurcó la historia a fines del siglo XIX. Millones de inmigrantes empobrecidos, no sólo españoles o italianos, llegaron a nuestro país. El capital británico también trajo sus hijos necesitados, quienes fueron empleados en ferrocarriles y frigoríficos. A pesar de su procedencia, esos británicos no tenían acceso al selecto BACC o los claustros del EHS. Fueron ellos quienes desparramaron el germen del fútbol a miles de criollos. El big bang del fútbol argentino. Surgieron cientos de clubes-equipo que muy lejos estaban de la órbita del Alumni y Watson Hutton. En los arenosos potreros de La Boca, Retiro o Berisso nació la gambeta, picara herramienta ideada por los morochos de alpargatas para sortear a los fuertes marineros británicos. Con el centenario, el fútbol ya no era juego de elites. Esa popularidad jamás pudo existir si el fútbol no se hubiera extendido más allá de un puñado de alumnos de un selecto colegio inglés de Belgrano R y una liga con escaso y distinguido público.
La pasión por el juego emergió con fuerza desde el subsuelo de la patria. Cuando los flemáticos ingleses no pudieron derrotar a los hijos de ésta tierra, dejaron el fútbol. Se recluyeron en sus clubes y abrazaron otros deportes con la lección aprendida: no debían contaminarse. Los primeros escribas de nuestra historia futbolera, dejaron de lado la cuna popular – por entenderla una chusma oprobiosa –  y abrazaron los inmaculados claustros sajones. Así se escribió la historia oficial de nuestro fútbol. Pero la polémica emerge desde el fondo de la historia. Existe otra cuna. Una cuna popular y profundamente argentina.

 

 

(*) Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica FM 89.3. Premio Jauretche a la Investigación Periodística 2021.

 

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