Víctor Galíndez fue uno de los grandes del boxeo argentino. Enrique Martín, un prócer del periodismo de boxeo argentino, recordó al gran campeón en su faceta deportiva y personal. El hombre que hizo vibrar a un país y murió en forma absurda.
Por Carlos Aira
La imagen de Víctor Emilio Galíndez sigue siendo imponente. Una fiera indomable que reinó la categoría de los semi-pesados entre 1974 y 1979. Capaz de cambiar golpes a media distancia con los grandes de su época, aun se recuerda su pelea memorable ante Richie Kates en Sudáfrica. Combatió con un corte impresionante en su arco superciliar derecho. Un mar de sangre que secaba en la camisa del árbitro Stanley Christodoulou. Un hombre que llevó su profesión con enorme dignidad, dejó un recuerdo impactante y falleció en forma absurda.
Víctor Emilio Galíndez nació en Vedia, provincia de Buenos Aires, el 2 de noviembre de 1948. Hijo de una familia tan numerosa como pobre. Creció en Morón y el boxeo fue una salida laboral que encontró de casualidad. Medalla de Plata en los Juegos Panamericanos de Winippeg 1967 y olímpico en México 1968, el salto al profesionalismo era una necesidad personal.
Debutó como rentado el 10 de mayo de 1969 noqueando a Ramón Ruíz en el Luna Park. Su carrera no fue meteórica. Luego de caer por puntos ante Avenamar Peralta, el 18 de diciembre de 1971, Galindez construyó una carrera que lo llevó a obtener el título argentino de los 79.300 al vencer al mendocino Juan Aguilar y el titulo sudamericano venciendo por puntos, tomándose revancha, ante Peralta.
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El 16 de septiembre de 1974, el campeón mundial Bob Foster anunció su retiro dejando vacante el título semi-pesado AMB. Tito Lectuore ganó la subasta y la pelea entre Galindez y Len Hutchins se realizaría en el Luna Park, el sábado 7 de diciembre de 1974. Nunca antes un argentino buscó su título mundialista en el palacio de Corrientes y Bouchard.
Enrique Martín es uno de los mayores especialistas de boxeo en Argentina. Cubrió durante casi cuatro décadas la actividad para diferentes medios. Entrevistado en Abrí la Cancha, no dudó en ubicar a Víctor Galíndez entre los cinco mejores boxeadores argentinos de todos los tiempos: «fue campeón en una de las tres categorías más importantes del boxeo. Víctor fue un grande en un tiempo en el cual no cualquiera era campeón del Mundo».
Galindez era un apasionado por la velocidad. Con los primeros pesos importantes compró un Torino que tapizó con una tela de leopardo. Allí su apodo de El Leopardo de Morón. Pero su amor por la velocidad casi lo deja KO antes de tiempo. El 10 de octubre de 1974, casi dos meses antes de la pelea de su vida, estrelló su Peugeot 504 contra un camión recolector de residuos. La sacó barata pero la pelea estaba en duda: tenía el tobillo derecho a la miseria y cortes en todo su cuerpo. Lectuore iba a suspender la pelea pero el propio Galindez era conciente que era la oportunidad de su vida. En inferioridad de condiciones, subió al ring. Galindez derribó a Hutchins en el 1°, 4°, 8° y 12° rounds. El yankee abandonó en el 13°. Víctor Emilio Galíndez fue el quinto campeón mundial del boxeo argentino detrás de Pascual Pérez, Horacio Acavallo, Nicolino Locche y Carlos Monzón. El primero en cosagrarse campeón mundial en nuestra tierra aunque, curiosamente, nunca defendió el título en el país.
Defendió el título mundial en 10 oportunidades. Siempre fuera del país. Combatió en Sudáfrica, Noruega, Dinamarca y Estados Unidos. El 30 de junio de 1975, fue la noche de los argentinos en el mítico Madison de Nueva York. Víctor Galindez derrotó por puntos al medocino Jorge Aconcagua Ahumada. Después, Carlos Monzón noqueó a Tony Licata. Vale destacar que Galindez y Monzón nunca tuvieron una buena relación.
Pero su pelea para todos los tiempos fue el 22 de mayo de 1976. Johannesburg, Sudáfrica. Enfrente, el estadounidense Richie Kates. Fue una de las peleas más sangrientas que se recuerden. Kates le partió la ceja derecha de un cabezazo en el tercer round. Desde ese momento, Galindez combatió con la cara bañada en sangre. En tiempos de combates mundialistas a 15 asaltos, noqueó a Kates faltando diez segundos para el gong final. Una hazaña para todos los tiempos. Propia de un boxeador pasional y vibrante.
Galindez tuvo su talón de Aquiles en su adicción al azúcar. Era fanático de la Coca Cola como cuenta Enrique Martín: «Era adicto a las bebidas gaseosas. Para un deportista de alta competencia era una espada de Damócles. Lo vi entrenar tres veces al día en el gimnasio del Luna Park y cuando terminaba se tomaba una botella entera de Coca Cola. Esa adicción le complicó la vida todo el tiempo porque lo que ganaba en el gimnasio lo perdía en el almacén«
A Galindez le costaba dar la categoría. Enrique Martín recordó: «En la pelea frente a Mike Rossman, en 1978, tenía cinco kilos de sobrepeso en la mañana del pesaje. No había forma de bajar ese peso si no era corriendo alrededor de la caldera del hotel. Finalmente bajó todo ese exceso, dio el peso, pero cayó casi desmayado. Terminó cediendo el título»
La revancha frente a Rossman tuvo su historia. A último momento, la Comisión Atlética de Nevada impuso sus jueces a los designados por la AMB. Lectuore estalló de furia. Faltando minutos para el comienzo del combate, Tito decidió que no se realizaría: «Hoy, esa historia ante Rossman parece de fantasía. Eran tiempos en los cuales los managers defendían los derechos de sus pupilos. A Galíndez le querían poner jueces de la nacionalidad de su contrincante, algo que estaba prohibido por contrato. La pelea no se hizo con Rossman arriba del ring. Eran tipos guapos arriba y abajo del ring», analizó Enrique Martín.
La relación Galíndez-Lectuore fue mucho más allá que la de un boxeador y su mánager. Galindez lo consideraba un padre. Tan así qué, cuando se divorció de su mujer, Galindez se acercó a la oficina de Lectuore con enorme preocupación. En aquellos días no existía el divorcio pero sí la separación de bienes. Tito le dijo que le correspondía la mitad a su mujer. Fue el momento en el cual Galíndez se enteró que era dueño de 27 departamentos que Lectuore le había hecho comprar en diversas escribanías.
Víctor Galíndez tuvo un último momento de gloria el 14 de abril de 1979 cuando derrotó a Mike Rossman en el Superdome de New Orleans recuperando el cetro medio-pesado AMB. Su cabeza estaba lejos del boxeo y las balanzas. Su pasión estaba en esa media docena de veloces coches estacionados en su garage junto a las motos de alta cilindrada.
Perdió su título en la primera defensa. Marvin Johnson le rompió la mandíbula. La mala suerte parecía acompañarlo: un desprendimiento de retina aceleró su decisión de abandonar el boxeo. Su último combate fue el 14 de junio de 1980 cuando perdió por puntos ante Jesse Burnet en Annahem. Combate en la categoría Crucero.
Cuando regresó al país anunció su retiro de la actividad. Dejaba un récord de 68 combates, con 55 victorias (34KO), 9 derrotas (3KO) y 4 empates.
Se acercó al automovilismo. Logró la licencia para competir en TC. Decidió dar sus primeros pasos como acompañante del experimentado piloto misionero Antonio Lizeviche. Llegó el domingo 26 de octubre de 1980. Su primera carrera. 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires. Lo que sucedió, como lo narra Enrique Martín, fue tan doloroso como absurdo: «Galíndez fue un hombre atravesado por una increíble mala suerte. Nació estrellado. Murió con solo 31 años de edad de una manera absurda con muy pocos antecedentes y sucedáneos. Morir en una carrera de autos, fuera del auto y siendo automovilista, hay que encontrar un ejemplo«.
«Disputaban la carrera sin contratiempos hasta que el auto sufrió un desperfecto. No hubo forma de ponerlo en marcha. Ambos se bajaron de la máquina, lo arrastraron fuera de la pista e hicieron lo que marca el reglamento: caminaron por la banquina hasta la zona de boxes. Pero a Galíndez le ocurrió lo que le ocurre a las personas con mala suerte: otro coche, conducido por Marcial Feijoó, rompió la dirección y lo mató junto a Lizeviche».
13:15 del domingo 26 de octubre de 1980. El país se conmocionó. Murió Víctor Emilio Galíndez. Tenía 31 años. Nadie lo podía creer. El campeón que nació sin fortuna. El mismo que en su noche más gloriosa, aquella de Sudáfrica cuando noqueó a Kates, debió compartir la tapa de diarios y revistas porque habían asesinado a Ringo Bonavena.
¡Hasta eso le pasó a Galíndez!
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica FM 89.3. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.