Argentina y la Copa del Mundo 1930. Un fragmento de Héroes en Tiempos Infames

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La Copa del Mundo de 1930. ¿Cómo vivió aquel equipo las horas previas al debut? ¿Qué sucedió en las tribunas en el partido inicial frente a Francia? ¿Por qué hubo jugadores que no querían seguir en Montevideo? Las mil tramas del fútbol argentino en una investigación notable.

Por Carlos Aira 

 

Héroes en Tiempos Infames. 180 historias y 880 páginas para comprender el fútbol argentino entre 1930 y 1940.
Llegó la noche del jueves 26 de junio. Un viento invernal hizo polar la noche porteña. En Viamonte 1372 se definieron los mundialistas. Francisco Olazar apenas tuvo injerencia. Tan así que el puesto de insider derecho se decidió por votación dirigencial. Dos lugares para tres futbolistas: Alejandro Scopelli, Francisco Varallo y Juan Arrillaga. Conejo ganó la votación. Acto seguido, Pancho obtuvo cuatro votos más que el quilmeño. Pasada la medianoche, realizadas todas las roscas posibles, quedó compuesta la delegación que representaría al fútbol argentino. Junto al árbitro Bartolomé Macías y el masajista Manuel Solá, veintidós jugadores mundialistas: Ángel Bossio (Talleres) y Juan Bottaso (Argentino de Quilmes); José Della Torre (Racing Club), Edmundo Piaggio (Lanús), Ramón Mutis (Boca Juniors), Fernando Paternoster (Racing Club); Juan Evaristo (Sp. Palermo), Alberto Chividini (Estudiantil Porteño), Luis Monti (San Lorenzo), Adolfo Zumelzú (Sp. Palermo), Pedro Suárez (Boca Juniors) y Rodolfo Orlandini (Sp. Buenos Aires); Natalio Perinetti (Racing Club), Carlos Peucelle (Sp. Buenos Aires), Francisco Varallo (Gimnasia), Alejandro Scopelli (Estudiantes de La Plata), Manuel Ferreira (Estudiantes de La Plata), Guillermo Stábile (Huracán), Roberto Cherro (Boca Juniors), Atilio Demaria (Estudiantil Porteño), Mario Evaristo (Boca Juniors) y Carlos Spadaro (Lanús).

 

URUGUAY, BABEL FUTBOLERA

 

La delegación mexicana fue la primera que llegó a Uruguay. Con el paso de los días, Montevideo se convirtió en una Babel futbolera: chilenos, peruanos, bolivianos, estadounidenses, franceses, yugoslavos y rumanos. En tanto, nuestro equipo acumulaba críticas:
“Resulta realmente vergonzoso el comportamiento de la Asociación en los asuntos relacionados con la preparación argentina al campeonato mundial que deberá realizarse dentro de pocos días en Montevideo. A nueve días de la fecha de iniciación, hay que lamentar que no se haya realizado ni una sola práctica que sirva para darle trabazón al team. El miércoles debió hacerse práctica en cancha de Sportivo Barracas y concurrieron sólo cinco jugadores de veintidós, sin que tampoco aportara el entrenador”.
Domingo 6 de julio. Los titulares golearon 8 a 2 a los suplentes en el Gasómetro. Gran actuación de Pancho Varallo quién abrió un interrogante: ¿Quién debería ser el insider derecho? Alejandro Scopelli era el dueño de todas las críticas:
Nosotros, qué nunca hemos creído en las grandes condiciones de este jugador, que, si bien es un player destacado en su equipo, no hemos querido criticar su designación para que no se nos tildara de derrotistas. Pero contamos con jugadores que superan netamente al jugador platense. ¿Acaso Ochoa no es superior a él?”
Cuando cayó la noche del lunes 7 de julio, una multitud despidió a los futbolistas en la dársena porteña. Desde el estadio boquense partió una caravana acompañando a Cherro, Mutis, Suárez y Evaristo. Al frente estuvo el veterano Alfredo Garasini quien portó una inmensa bandera azul y oro. Cuando la caravana llegó al cruce de la avenida Almirante Brown y Brandsen se incorporó la barra riverplatense, iluminando la noche con cientos de antorchas. Miles de flores fueron arrojadas desde los balcones. Pasadas las nueve de la noche, la delegación embarcó hacia Montevideo. Antes de zarpar, un hincha se acercó a Ángel Bossio para entregarle un amuleto: un perro de goma vestido con los colores de Talleres. Por su parte, Nolo Ferreira, Luis Monti y Adolfo Zumelzú partirían en días siguientes por cuestiones personales.

 

15 de julio de 1930. Debut argentino en Copas del Mundo. Victoria 1 a 0 ante Francia en Pocitos. Sacos para combatir el frío invernal.

 

La delegación concentró en Santiago Vázquez, un pueblo ubicado a 40 kilómetros de Montevideo junto a un brazo del río Santa Lucía. Un oasis de tranquilidad. Pero surgieron problemas logísticos. El hotel La Barra era agradable, pero el frío era atroz y las habitaciones carecían de calefacción. Manuel Albarellos, presidente de Argentino del Sud y titular de la delegación, solucionó el problema comprando urgentes estufas. También fue necesario tapar un respiradero que hacía antártica la habitación que compartían los racinguistas Perinetti, Della Torre y Paternoster. Por último, si bien los cuartos eran cómodos y amplios, terminaron siendo escasos. Con premura, Albarellos alquiló una casa vecina para anexar cuatro habitaciones más.
Concentrados en Santiago Vázquez, Pancho Varallo se pesa ante la atenta mirada de Scopelli, Evaristo y Nolo Ferreira.
Julio de 1930 fue muy lluvioso. Las obras del Centenario no estarían finalizadas para el partido inaugural. Las inclemencias meteorológicas también modificaron el entrenamiento del equipo. Por la mañana, movimientos en el gimnasio del hotel; por la tarde, fútbol en el Club Capurro del barrio Maroñas. Francisco Olazar declaró: “Mucha gimnasia y poco fútbol. Al jugador hay que dejarlo pasar hambre de pelota”. Por su parte, el profesor Tramútola confesó: “La preparación no ha sido muy metódica dadas las ocupaciones de los jugadores impedían realizar el programa trazado. Sin embargo bastante se ha hecho, pudiéndose decir que el estado de adiestramiento es bastante bueno”.
Más problemas. Nolo Ferreira, Luis Monti y Adolfo Zumelzú seguían postergando su viaje a Montevideo. Recién aparecieron el viernes 11 de julio, cuatro días después que sus compañeros. Algunos cronistas se habían cansado de los privilegios del delantero de Estudiantes de La Plata: “Se hace rogar para embarcarse rumbo a Montevideo. El martes prometió hacerlo y dejó al gerente de la Asociación con los pasajes sin justificar ausencia. Esperamos que se le llame al orden o se le separe del conjunto. Es lo que corresponde hacer con esta niña mimada”.
En cafés, fábricas, negocios, escuelas y oficinas sólo se habló de la Copa del Mundo. Surgían rumores. Se decía que los uruguayos enviaban señoritas bonitas y predispuestas a la concentración argentina con la idea de distraer con sus bondades. Para despejar dudas, Olazar y sus ayudantes se mudaron a la habitación ubicada en el pasillo del zaguán de ingreso, vigilando que nadie saliera del hotel en horarios inapropiados.
 A Argentina le tocó el Grupo 1 junto a Francia – primer rival – México y Chile. Las horas previas al debut pasaron entre mates, truco, tute cabrero, radio y victrola. La monotonía de lluvia y entrenamiento se cortó la noche del viernes cuando Carlos Gardel llegó a Santiago Vázquez. Acompañado por sus escobas Aguilar, Barbieri y Riverol, durante dos horas emocionaron con un concierto que incluyó tangos, rancheras y vidalas.
La tragedia del tranvía 75 conmocionó a la opinión pública un día antes del comienzo del Mundial 1930.
Pero la alegría se rompió al día siguiente. La noticia fue terrible. A las 6:04 del sábado 12 de julio de 1930 se produjo la espantosa tragedia del tranvía 75. Viajaba desde Temperley hacia Plaza Constitución repleto de obreros. En aquel brumoso amanecer, el conductor no advirtió que el Puente Bosch estaba elevado. El tranvía continuó su paso y cayó en las aguas del Riachuelo. Murieron 56 personas, sobreviviendo tan sólo cuatro. La noticia conmocionó al país. Un drama en carne viva en las barriadas de Lanús, Piñeyro y Avellaneda. Una multitud se acercó a la vera del río donde los cuerpos emergían. El viento helado y el cielo profundamente oscuro le dieron marco a una jornada horrible. La población vivió momentos sobrecogedores. De profundo sentimiento misericordioso. Esa tarde, un combinado Boca-Racing enfrentó a Olimpia de Paraguay en La Boca. Promediando el segundo tiempo se realizó un minuto de silencio acongojante. Ese día, el presidente Hipólito Yrigoyen cumplió 78 años.

 

ALGO MAS QUE FUTBOL…

 

En ese marco de dolor se inició la primera Copa del Mundo. Domingo 13 de julio de 1930. Francia y México jugaron el partido inicial. Aquel encuentro tuvo una escena surrealista. En el campo de juego de Pocitos, una banda musical se encargó de ejecutar los himnos nacionales. Al sonar los primeros acordes, un delegado mexicano corrió sofocado hacia el hombre de la batuta. Estaban tocando una pieza musical cualquiera titulada Canción mexicana. Francia venció 4 a 1.
El martes 15 llegó el debut argentino. Diez mil espectadores en el Parque Central. Flameaban banderas de los trece países participantes. A las tres de la tarde salieron los equipos al campo de juego. Nuestros jugadores vistieron elegantes sacos grises a tono con sus pantalones de juego. Abucheos y silbidos atravesaron nuestro Himno Nacional. Los uruguayos ovacionaron la Marsellesa.
Argentina formó: Ángel Bossio; José Della Torre y Ramón Mutis; Pedro Suárez, Luis Monti y Juan Evaristo; Natalio Perinetti, Francisco Varallo, Manuel Ferreira, Roberto Cherro y Mario Evaristo.
La cátedra esperó un cómodo triunfo, pero pasaban los minutos y el gol no llegaba. Los hinchas uruguayos dejaron la garganta alentando a los franceses. Un partido ardoroso hasta que sucedió algo incomprensible: el futbolista uruguayo Héctor Scarone se acercó hasta la misma raya de cal e insultó a Roberto Cherro y Natalio Perinetti. Faltando nueve minutos para el pitazo final, un fuerte y lejano remate de Luis Monti batió al seguro Alex Thepot. El gol fue una descarga emocional:
 “Esperamos ochenta minutos para el goal argentino. Ochenta minutos que fueron unidos a tantos padrenuestros y avemarías. Teníamos la garganta seca y no habíamos gritado. Nos dolían los pies y estábamos sentados. Se nos acabaron los cigarrillos en el primer tiempo y no recordábamos haber fumado. Estábamos hechos unas verdaderas porquerías pensando en la posibilidad de un empate o una derrota. Decíamos: no hay que tomarse el fútbol a pecho. La grandeza de la patria no depende de once ejecutores”.
Luis Monti, autor del primer gol argentino en la historia de los mundiales.
Pero Cherro no toleró más insultos y buscó a Scarone en la tribuna. Arico Suárez, Varallo y Mutis intercambiaron golpes con hinchas uruguayos. Cabecita de Oro terminó desmayado: “Lo auxiliaron compañeros quienes lo retiraron del campo de juego, siendo atendido por Solá y Olazar”. El partido se reanudó bajo un clima irrespirable. Natalio Perinetti casi marca el 2 a 0. Llovieron insultos y amenazas al viejo crack. El árbitro brasileño Gilberto Almeida Rego finalizó el partido cuando aún quedaban cinco minutos por delante. La tarde no daba para más. El país recibió la victoria con inmensa alegría. La fuerte figura de Luis Monti se hizo enorme. Con estilo reo y lunfardo, Doble Ancho fue homenajeado por La Argentina:
“Luiyín, viejo y pateador: ¡Doble ancho solo! ¡Doble ancho lindo! Así, juerte, bien juerte pa´ver si podían yegar hasta ayá, gritó la vieja barra, agitada y yena de emoción por aquel centenario ´e minutos que alargando las orejas palpitó el avance de los acontecimientos frente a la corneta ´e fonógrafo de un altoparlante desafinao y gangoso. Doble ancho: muchacho de los nuestros, muchachito grande y resuelto, con un corazón más grande que el pasaje Barolo, que supiste pagar la atropeyada en la pista ´el entusiasmo, arreando con todo el berretín de los franchutes y enchufando la redonda en ese cuadrao reacio a los goles que era el arco de´yos ayer”.

 

 

¿NOS VAMOS O NOS QUEDAMOS?

 

La salida del equipo fue dramática. La policía escoltó al ómnibus sin poder impedir una lluvia de piedras. En Santiago Vázquez los jugadores tomaron una decisión: renunciar al Mundial. Cherro, Mutis, Suárez, Perinetti, Varallo y Monti hubieran dejado Montevideo aquella noche. La situación desbordó a Albarellos quién se comunicó telefónicamente con Pignier. El presidente viajó hacia Montevideo buscando descomprimir el conflicto.
Nolo Ferreira regresó a Buenos Aires haciendo uso del permiso especial. Ante la prensa, el capitán narró lo acontecido en el Parque Central: “El público uruguayo nos persiguió con crueldad llegando hasta la ofensa soez. Sobre todo, la actitud del jugador Héctor Scarone, quien molestó de palabra durante el desarrollo de la lucha a Perinetti y Cherro. En cuanto a la reacción de mis compañeros, no puedo condenarla por más violenta que haya sido, porque fue la resultante del comportamiento del público
Pasadas las décadas, Mario Evaristo recordó: “Todavía no termino de comprender por qué los uruguayos nos tenían tanta fobia. La tarde que jugamos contra los franceses se cansaron de alentarlos al grito de ¡Francia! ¡Francia! Fue el único partido que Cherro jugó en ese campeonato. Como los uruguayos sabían que él era uno de los caudillos le buscaron roña para que se enfureciera. Al no soportar tanta presión, Cherro no quiso volver a jugar”.
Juan Pignier reclamó todo tipo de garantías, aceptadas por la organización. El 18 de julio fue el centenario de la República Oriental. Antes del partido Uruguay-Perú, las trece delegaciones desfilaron en la inauguración del estadio Centenario. Por orden alfabético, el equipo argentino fue el primero en ingresar. Ovación en las tribunas. Ese detalle resolvió la permanencia argentina en la Copa del Mundo.

 

UN MUNDIAL BAJO AMENAZA

 

Sábado 19 de julio. Olazar ante un rompecabezas. Cherro, Perinetti y Mutis se negaron a jugar ante México. Nolo rindió examen esa mañana en la Facultad de Derecho platense. Tute probó jugadores y alineó éste equipo: Bossio; Della Torre y Paternóster; Chivinini, Zumelzú y Orlandini; Peucelle, Stábile, Varallo, Demaría y Spadaro.
No hubo equivalencias. A los 17 minutos, Argentina goleaba 3 a 0. A la media hora, el árbitro boliviano Ulises Salcedo inventó un penal a nuestro favor. Fernando Paternoster entendió inmoral su sanción y entregó la pelota al arquero Oscar Bonfiglio, convirtiéndose – bajo esas circunstancias – en el primer penal atajado en una Copa del Mundo. Argentina ganó 6 a 3, goles de Stábile (3), Zumelzú (2) y Varallo. Saucedo, con la sangre en el ojo por la decisión de Paternoster, regaló dos penales a los mexicanos. Pero la chispa de la bronca estaba en las tribunas. Luego del sexto gol, un uruguayo insultó a Perinetti y Cherro, quienes presenciaron el partido junto a la prensa. Los aplausos del día anterior habían sido un espejismo: los uruguayos nos tenían atragantados.

FRAGMENTO DE HEROES EN TIEMPOS INFAMES (EDICIONES FABRO, 2021). PERMITIDA LA PREPRODUCCION CITANDO FUENTE Y AUTOR.

 

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