Con Horacio Accavallo se fue un titán de la vida

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Fue el segundo campeón mundial del boxeo argentino. Reinó en la categoría Mosca entre 1966 y 1968. Talentoso e inteligente, tuvo una vida de película. Falleció a los 87 años.

Por Carlos Aira (*)

 

Nos dejó Roquiño. Luego de estar afectado durante años por el Alzehimer, el corazón de Horacio Accavallo dejó de latir en la mañana del 14 de septiembre, Día del boxeador. Un homenaje a una actividad que honró con su talento y sacrificio.

Accavallo nació en Valentín Alsina, el 14 de octubre de 1934. Hijo de esa inmigración europea que se encontró en esta tierra sin poder concretar el sueño de un futuro mejor. Su padre había llegado del sur italiano; su madre había nacido en Lalín, la Galicia profunda. Dueño de una infancia sin juguetes, la vieja quema de Parque de los Patricios fue el patio de su infancia y adolescencia. Un round que había que ganar día a día. Fue botellero y cartonero. Con los años encontró trabajo en el circo Sarrasani donde aprendió el arte de hacer reír como payaso, trapecista y fakir. Un acróbata de la vida.

Tuvo sueños de fútbol. Wing izquierdo rápido y habilidoso, pero su escasa estatura (1,57) era un impedimento. Hasta que llegó el boxeo a su vida. El instinto de supervivencia volcó su interés hacia el cuadrilátero. Como narró en una entrevista a la revista El Gráfico en 1986: “Yo era un extraordinario jugador de fútbol, pero el boxeo me atrapó, porque el único protagonista soy yo y toda la plata es para mí. Por eso me hice boxeador“.

Debutó como profesional el 21 de septiembre de 1956 derrotando a Emilio Ávila. En 1958 y 1959 se radicó en Italia, donde ganó fama y prestigio. Volvió al país bajo la órbita de Juan Carlos Lectoure. Tito descubrió que el petiso zurdo de flequillo pre-Beatle era tan inteligente como taquillero. El Luna Park fue el ámbito que cimentó el sueño del título mundial en tiempos de ocho categorías y dos asociaciones. El mendocino Pascual Pérez había sido el único argentino que se había consagrado campeón mundial de boxeo.

La campaña hacia la chance mundialista fue muy dura. Cuando Roquiño derrotó por segunda vez al panameño Eugenio Hurtado se imponía el combate por la corona. El campeón AMB era el italiano Salvatore Burruni. Lectoure le ofreció muy buen dinero para exponer su título en Corrientes y Bouchard, pero Burruni se había enfrentado a Accavallo en Cagliari, y si bien ganó en las tarjetas, había recibido una paliza. El italiano aceptó el combate, pero sin exponer su título. El sábado 7 de agosto de 1965 no entraba un alma en el Luna Park. Luego de 15 rounds, los jueces vieron ganadores a Accavallo. La chance mundialista era impostergable.

El estilo de Horacio Accavallo era cautivante. Zurdo, inteligente, sabía dosificar su energía. Peleaba mucho al principio y al final de cada asalto con la idea de llamar la atención de los jueces. Cambiaba la guardia constamenente, complicando a los rivales más allá de su condición de zurdo. También era guapo. Muy guapo y batallador.

Enrique Martín es uno de los grandes del periodismo de boxeo en Argentina. Autor de un libro imprescindible, como es Narices Chatas. Durante más de tres décadas cubrió las peleas más importantes en todo el mundo. Amigo de Horacio Accavallo, Enrique recordó lo complicado que era para un boxeador aspirar a una chance mundialista en aquellos años 60s: “Ser campeón en aquellos tiempos era muy dificil. Casi una quimera. Llegaban a la oportunidad mundialista con muchas peleas. Accavallo llegó grande al título mundial. Con una larga carrera en su espalda habiendo batallado con los mejores del continente“.

Finalmente, llegó la chance mundialista. El rival sería el japonés Hiroyuki Ebihara, campeón Mosca AMB. A pocas semanas del combate, con la delegación instalada en Tokyo, el combate se canceló por una sorpresiva lesión de Ebihara. Desesperación y bronca. Desde una oficina del Akasaka Prince Hotel, Tito Lectoure se comunicó con Emile Bruneau, titular de la Asociación Mundial de Boxeo. El yankee le encontró la solución al problema: “Si se lesionó el 1, el 2 ya está en Tokyo (Accavallo) y el 3 también es japonés. Que peleen el argentino y Katsuyoshi Takayama y el ganador tiene que darle la chance en su primera defensa a Hiroyuki Ehibara“.

Llegó el día. Martes 1 de marzo de 1966. Accavallo, de 31 años, subió al ring del Nippon Budokan – el mismo escenario donde once años atrás se había consagrado Pascual Pérez – con una bata albiceleste y el escudo de Racing, el club de sus amores. Curiosamente, Roquiño casi es noqueado junto al gong de la campana inicial“Takayama hizo una cosa que no suele verse: atacar al rival cuando la campana suena y no perder tiempo con el saludo. Mientras sonó el gong, Horacio estaba de espaldas al ring santiguándose, porque era muy creyente. En dos saltos, Takayama lo golpeó cerca del oído. Accavallo pudo haber perdido por nocaut en lo que hubiera sido una derrota absurda e injusta. Pero Horacio era un guapo muy dificil de arriar. Ganó por puntos, cuando era muy difícil ganar en las tarjetas fuera de casa”, recordó Enrique Martín en Abrí la Cancha.

Luego de 15 rounds, los tres jueces lo vieron ganador. Horacio Accavallo campeón mundial Mosca (AMB – CMB). El pueblo salió a las calles a festejar el triunfo de un hijo pródigo. Tiempos en los cuales un título mundial de boxeo era festejado como un Mundial de fútbol.

 

Accavallo defendió en tres oportunidades el título mundial. Para el recuerdo: su combate ante el mexicano Alacrán Torres. Roquiño se sobrepuso a un corte inmenso y pudo vencer en las tarjetas. 10 de diciembre de 1966. A comienzos de 1968, Accavallo anunció su retiro. Con notable inteligencia decidió retirarse campeón. Su récord: 83 combates, con 75 victorias (34KO), 6 empates y 2 derrotas (1KO).

El día después de Horacio Accavallo también fue parte de la película de su vida. “Horacio supo guardar su plata e invertirla“; señaló Enrique Martín en Radio Gráfica, y agregó:  “Fue más que un pequeño empresario: llegó a tener cuarenta locales comerciales de venta de artículos deportivos y Jaguar, su fábrica de calzado.  Un pequeño imperio instalado junto al Riachuelo, porque él se sentía cómodo en Valentín Alsina, Pompeya, Parque de los Patricios y Constitución. Los vecinos lo apreciaban mucho y no solo por su condición de ex campeón mundial de boxeo“.

Tenía fama de tacaño, pero tenía razones: Había llegado muy de abajo, y en definitiva, fue un rasgo de inteligencia.  Casado con Ana María Sawicz, tuvo cuatro hijos. En junio de 1998 falleció una de sus hijas – Silvana, de 25 años – en un accidente vial. Esta muerte lo sumergió en una depresión. En los últimos años, el Alzehimer lo alejó de la vida pública.  Está entre los más grandes del boxeo argentino y siempre será recordado así. No sólo por lo que hizo en el ring, sino también como hombre de bien. Nadie podrá encontrarle una faceta negativa. Horacio Accavallo fue un canto a la vida porque consiguió todo con enorme voluntad. Desde muy chico salió a pelear en el ring de la vida. La contracara del prejuicio”, señaló emocionado Enrique Martín.

En 2006, tuve la oportunidad de compartir una tarde junto a Accavallo en el predio Tita del Racing Club. Era uno más jugando al metegol junto a unos pibes. Me acerco  y les pregunto a los chicos si sabían quien era el señor. Cuando les conté con quién estaban jugando y su pelea con Alacrán Torres, esos mismos pibes se olvidaron del juego y comenzaron a mirar al ex campeón como un superhéroe. La cara de Horacio Accavallo fue un poema.

Horacio Accavallo, un gigante del deporte argentino de sólo 1,57.

 

(*) Periodista / Abri la Cancha / Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames.

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