La Gira de Boca por Europa en 1925. Fragmento de Héroes de Tiento

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La gira de Boca Juniors por Europa se realizó en el primer semestre de 1925. Tuvo características épicas al ser el primer equipo argentino en viajar hacia el Viejo Mundo. Si bien la historia la llenó de romanticismo, tuvo momentos duros y angustiosos. Rescatamos de Héroes de Tiento fragmentos de aquella historia para romper mitos y ahondar la realidad de un momento único.

Por Carlos Aira

 

(Fragmento de Héroes de Tiento (Historias del fútbol argentino 1920-1930), Carlos Aira, Ediciones Fabro 2015. Prohibido reproducir sin citar autor y editorial)
A las 12:45 de aquel miércoles 4 de febrero, la temperatura llegó a insoportables 37.7. Cuando febo se escondió, una multitud se acercó al estadio boquense. Allí cenaban los jugadores. La calle Brandsen desbordaba. Luces de colores, banderas, acordeones. Carnaval en el barrio. Pasadas las nueve de la noche, los futbolistas, con sus bártulos a cuestas, iniciaron la caminata hacia la dársena del puerto. Junto a ellos, una multitud. Se dieron escenas pintorescas. Los hinchas llenaron de regalos a los jugadores. Desde sombreros, guitarras o porciones de proletaria fainá. La madre de Garasini abrazó a su hijo y le rogó que cambiara la camisa celeste que vestía por semanas. La señora llevaba en sus manos una prenda blanca menos deteriorada para que luciera durante el viaje. Pero faltaba una sorpresa: la presencia de hinchas y jugadores riverplatenses:
“El pueblo de la Boca concurrió anoche a despedir a sus hijos. Mujeres, hombres, niños y ancianos. De la cancha a Almirante Brown, luego por Perez Galdós hasta Pedro de Mendoza. Una multitud. Nunca se había recordado una movilización popular tan importante en el barrio. En Almirante Brown y Pinzón se sumo un contingente riverplatense. Se entrelazaron ambas banderas. Muchas lagrimas de viejos aficionados. El back Giúdice fue el abanderado de River».
Con esfuerzo los futbolistas subieron al vapor Buenos Aires. Alfredo Elli, con la ropa rota de tanto ajetreo, abrazaba la vieja fonola que la AAF emprestó a los viajeros. El más aplaudido fue Tesorieri, quién embarcó empuñando una guitarra criolla. Pasadas las diez de la noche, el capitán del vapor ordenó largar amarras. El destino era Montevideo. Allí transbordarían al transatlántico Formose camino al puerto de Vigo. Miles de bocinas dieron sonido a las antorchas que se multiplicaban por toda la Avenida Pedro de Mendoza. Cuando los xeneizes salieron a la cubierta del vapor, los jugadores de Huracán, mezclados entre la multitud, se acercaron lo máximo posible al río. Desde allí agitaron sus camisetas blancas, deseándoles a sus clásicos rivales el mayor éxito posible.
Pasadas las once, el Buenos Aires ya era imperceptible desde la Boca del Riachuelo. Ya nada será igual en nuestro fútbol.

 

 

Y llegó el esperado debut. Otra jornada gris plomo. Los días de lluvia convirtieron el campo de juego del viejo estadio de Coia en un chiquero. Los xeneizes no podían creer donde jugarían. La cancha no era dueña de una mísera mata de césped. Una vez finalizada la gira, Américo Tesorieri recordó la  “impresión espantosa que me causó la cancha del Celta de Vigo. Si yo hubiera sido directivo del equipo no hubiera hecho jugar el partido. Era un potrero arenoso por un lado y empantanado por otro. Miraba la cancha y tenía ganas de volver a Buenos Aires”.

 

El equipo del Celta que enfrentó a Boca.

 

Más de diez mil personas llenaron el estadio celtiña. No eran sólo vigueses. En las horas previas habían llegado trenes desde otras ciudades gallegas como Compostela, Coruña, Monforte de Lemos, Lugo, Ourense. Hasta de la portuguesa Valença do Miño. Las entradas tuvieron un precio desorbitante: 20 pesetas. Minutos antes del comienzo del partido arribó a su palco Fernández Villamil. Será uno de los protagonistas de la jornada.
En nuestro país la expectativa fue enorme. La diferencia horaria con la península era de cuatro horas y cuarto. Con bombos y platillos, Crítica anunció que las incidencias del partido se irían reflejando en un pizarrón instalado en Avenida Almirante Brown 1372, donde se ubicaba el negocio de fotografía de la familia Riva. A las once de la mañana, más de dos mil hinchas, desbordados por la ansiedad, se apiñaron en Brown y Lamadrid esperando novedades desde Vigo.
Pasadas las tres de la tarde, Boca salió al campo de juego de Coia. Camiseta amarilla de mangas largas y franja azul. Brazaletes negros en memoria de Celli. No entraba un alma en el estadio. Muchos hinchas pagaron 50 céntimos de peseta para ver el partido arriba del tinglado de un galpón cercano al estadio. Los xeneizes saludaron al Palco de Honor con un triple hurra. Ramón Moncho Polo, capitán local, obsequió a Tesorieri un enorme ramo de flores con los colores españoles y argentinos. Emocionado, el arquero lo besó en la frente.
Los equipos formaron así:
Celta de Vigo: Ruíz; Juanito y Rey; Cancela, Balbiano y Herminda; Reigosa, Herminda II, Chica, Polo y Casal.
Boca Juniors: Tesorieri; Bidoglio y Muttis; Medici, Vaccaro y Elli. Tarasconi, Cerrotti, Garasini, Seoane y Onzari.

 

***

Finalizado el partido ante la Gimnástica, el plantel xeneize se dirigió hacia la estación del Norte. Allí abordó el tren rápido hacia el País Vasco. El destino final era  la ciudad fronteriza de Irún, casa de la Real Unión, campeón de España 1924. Irún cobijó a los boquenses. Los veinte mil habitantes se engalanaron para la fiesta. Tan grande fue la admiración hacia Boca que los dirigentes vascos ofrecieron a Cariboni el 70% de lo recaudado con tal de jugar el partido. “Pagaríamos por jugar ante ustedes” declaró Juan José Petit, presidente Txuri-beltza.
Los dirigentes locales alquilaron dos autobuses. En ellos pasearon a los argentinos por el bellísimo Golfo de Vizcaya, recorriendo las ciudades francesas de Saint Jean de Luz, Biarritz y Bayona. Los muchachos regresaron cansados, y al día siguiente debían jugar el gran partido. Irún cobijó a los boquenses. A pesar de las constantes muestras de cariño, la tranquilidad trocó en aburrimiento. Por la noche no había un café abierto. Antes de dormir la diversión era mirar las lucecitas mortecinas que dejaban como rastros los pueblos perdidos en las montañas.
En el estadio de Amute hubo más espectadores que habitantes permanentes en la propia Irún. Como sucedió en Vigo, llegaron hinchas desde las ciudades vecinas, en especial San Sebastián y Fuenterrabía, en las cuales hubo asueto para quienes quisieran presenciar un partido único. Pasadas las cuatro de la tarde, los equipos salieron al campo de juego. La multitud ovacionó a los boquenses que dieron una vuelta de honor. La banda municipal, que había amenizado la espera con un enorme repertorio de música tradicional vasca, ejecutó el Himno Nacional Argentino. Los dirigentes locales pidieron a Vicente Decap que arbitrara el partido. Un gesto luego de los sucesos de Madrid.
El 2 de abril de 1925 fue un día histórico para el fútbol vasco. Real Unión goleó 4 a 0 a un Boca que no hizo pie. El centro del ataque Txuri-Beltza lo encabezó un pibe de apenas 19 años. Veinte minutos le alcanzaron para marcarle tres goles al rosarino Díaz. Su nombre era Juan Errazquin. Lo que pocos saben es que ese muchacho, que convirtió los cuatro goles del encuentro, era argentino. Nacido en Leones, Córdoba, el 22 de junio de 1906, sus padres lo llevaron de niño a Irún, cuando regresaron a su tierra vasca. Notable delantero, su vida se apagó con sólo 24 años, en enero de 1931, víctima de tuberculosis.
Incredulidad. En Argentina nadie dio crédito del resultado. ¿0-4 con los vascos? ¡Increíble! Los hinchunes no podían creerlo. La Nación escribió: “El David vasco venció al Goliat argentino, demasiado engreído de su poderío”. Crítica fue más a fondo y se preguntó “¿Cómo puede jugar bien un equipo que ha ido a Europa a probar jugadores llegando a ensayar cuatro centrefowards distintos en cinco partidos? (Antraygues, Seoane, Cerrotti y Tarasconi) ¿Por qué Nacional gana mientras Boca Juniors nos deja tan mal?» El próximo rival xeneize era otro equipo vasco: el poderoso Athletic de Bilbao.
La goleada dejó un tendal de lesionados. Cariboni, ante la dificultad de armar un equipo competitivo, pidió a la dirigencia bilbaína aplazar el encuentro, pautado para el domingo 5 de abril. Ricardo de Irezabal, presidente del Athletic, no sólo se negó, si no que amenazó a Boca Juniors con un juicio por daños y perjuicios en caso de no presentarse. Asombrado por tamaña desmesura, el vicepresidente ofreció jugar un Athletic-Irún reforzado por jugadores boquenses. La respuesta también fue negativa. Los rojiblancos querían vencer, si o si, a los argentinos. Boca Juniors aceptó el partido bajo protesta. En la tarde del viernes 3 de abril, Cariboni envió un telegrama a la sede del Athletic confirmando que el partido se disputaría:
“Se va a cumplir un contrato y no a jugar un partido para vinculación deportiva hispano-argentina y por lo tanto no iremos como amigos a Bilbao”.

 

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Una vez que los festejos mermaron, se conoció la dura realidad: la gira triunfal dejó un enorme pasivo en la tesorería del club. Se vivió una dura interna en el seno de Boca Juniors. Manlio Anastasi, el presidente que salvó a Boca Juniors de la desaparición, presentó su renuncia. No fue aceptada. La responsabilidad recayó en Isasmendi en su doble rol de dirigente y empresario. Se lo acusó de aceptar partidos con un cachet muy bajo y no ir a porcentaje de la recaudación.  El dirigente Héctor Manni declaró: “El mercantilismo de los clubes europeos, que son mas empresas comerciales que deportivas, quienes a pesar de tomar la seguridad de que la boletería produciría el triple o el cuádruple, no ofrecían más que cifras ridículas”. No había tiempo de lamentos. La organización capitalista golpeó sin piedad a los animosos aspirantes a profesionales en el negocio del espectáculo.
En todo concepto, Boca percibió unos 60.000 en moneda nacional. Por su parte, el club erogó 54.000 pesos en pasajes y sueldos, más 32.000 en hoteles y traslados. Boca había ganado un prestigio inconmensurable, y a su vez, perdido mucho dinero.

 

El equipo de Boca que enfrentó a Newell´s. Una urgente necesidad económica.

 

Entre julio y agosto, Boca disputó cinco partidos amistosos. El primero, jugado el lluvioso domingo 19 de julio ante Newell´s Old Boys, fue particularmente emotivo. La AAF declaró a los xeneizes “campeones honoríficos” de 1925. Fue la fiesta del pueblo. La multitud no sólo brindó el verdadero reconocimiento a sus hijos, si no, como de costumbre, realizó el salvataje económico de la institución.
Luces y sobras. La verdadera bisagra del fútbol argentino. Una historia que combinó épica junto a duras realidades. De amor y orgullo. De dinero, éxito, fracaso, patriotismo, Jockey Club, La Boca, Fainá, Tarasca, telegramas, francachelas, trenes, idolatría y tangos.
Boca Juniors 1925. Nada volverá a ser igual.

 

 

Carlos Aira es periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.

 

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