Apiladas Deportivas: La Eurocopa y ese polvorín llamado Europa

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La miga del deporte. Lo que decimos en Abrí la Cancha. La cara B de la Eurocopa: acciones políticas, viejas realidades y el fútbol como medio para visibilizar lo que nadie quiere mostrar.

Por Carlos Aira

 

Para muchos especialistas en esto del fútbol y el espectáculo, la Eurocopa es el torneo de selecciones más importante luego de la Copa del Mundo. Es más, para Kylian Mbappé la competición continental europea es más dificil que Mundial ya qué, en su visión, no habría seleccionados débiles. La realidad es empírica: muchas selecciones europeas hacen agua en la Copa del Mundo y en la Euro hemos visto seleccionados a los cuales les costaría hacer pie en la intensa Copa América 2024. Pero esta Eurocopa tiene algo que merece destacarse. Porque en un fútbol de plástico, donde FIFA y sus sponsors buscar borrar cualquier pátina política – siempre que no sea vetar a la Federación Rusa de las competencias – hinchas y jugadores se están expresando.
Hay una realidad: Europa cruje. No importa el Euro, la OTAN o la Zona Schengen. La guerra en Ucrania, la disposición de recursos continentales para esta contienda y los históricos problemas nacionales se hacen presentes bajo un clima que demuestra que el fútbol siempre será una expresión popular de los pueblos.
Esta Eurocopa 2024 realizada en Alemania la disputaron 24 países. Los balcanes siempre han sido una de las zonas más conflictivas del continente. Cuatro naciones de la región fueron parte de la competencia: Serbia, Croacia, Eslovenia y Albania. Las cuatro naciones tienen realidades diferentes. Serbia es la heredera de la vieja Yugoslavia. Orgullosa de su origen eslavo, su alfabeto cirílico y su catolicismo ortodoxo. Por ende, sus lazos con la Federación Rusa son estrechos.  En la Guerra de los Balcanes (1991-99), serbios y croatas se enfrentaron en una guerra de caracter étnico-religioso. Aquí entra en juego Albania. El conflicto entre albano-kosovares y serbios por la independencia de Kosovo fue motivo del bombardeo de la OTAN sobre Belgrado en 1999. Hoy existen fronteras físicas impuestas por la ONU, pero Serbia sigue sosteniendo su soberanía sobre Kosovo. Aquella tierra sigue siendo motivo de conflicto y el fútbol lo expresa. El 19 de junio pasado, Croacia y Albania igualaron 2 a 2. Las tribunas del Volksparkstadion fueron un muestrario de odio. Los hinchas albaneses exhibieron banderas del Ejército de Liberación de Kosovo. Las cosas no finalizaron allí. El grito conjunto de hinchas albaneses y croatas fue «Maten, maten, maten al serbio«
No hubo partido suspendido ni nada por el estilo. Pero el asunto no terminó allí. Finalizado el encuentro, el delantero albanés Mirlind Daku tomó el megáfono de un hincha y dentro del campo de juego arengó contra Macedonia del Norte, naciónque estaría dentro del concepto de la Gran Albania y la parte occidental de su territorio es reclamada por Albania. La Comisión de Ética y Disciplina de UEFA sancionó por dos partidos a Daku.
Un detalle: no existe unanimidad europea sobre la soberanía de Kosovo. Cinco naciones de la Unión Europea no reconocen la independencia kosovar. Una de ellas es España. Cuando ambas selecciones se cruzaron en la fase de clasificación para el Mundial de Qatar, la Televisión Española puso en minúsculas las siglas de Kosovo y los comentaristas jamás se refirieron a este territorio como país. En su lugar utilizaron «Federación de Kosovo».  Un detalle: Argentina tampoco reconoce la autonomía kosovar.
La Federación Serbia de Fútbol amenazó con abandonar la Eurocopa. «Lo que pasó es escandaloso y pediremos sanciones severas a la UEFA», expresó Jovan Surbatovic, presidente de la Federación. Pero la situación se complejizó con la venganza de los hinchas serbios. Estos detectaron que los hinchas albaneses se reunían junto a los ingleses en las plazas de Colonia. Aprovechando el sopor del alcohol que invade a los hooligans ingleses, los serbios les robaron una gran cantidad de banderas británicas. Se camuflaron con ellas y atacaron a los albaneses, quienes tardaron en reaccionar. Una lluvia de botellas generó un tendal de heridos. En las redes sociales, el paneslavismo celebró cuando los barras serbios expusieron en redes una gran cantidad de banderas albanesas, kosovares e inglesas.
El conflicto balcánico es muy complejo dentro de FIFA. Para no generar una polémica sin regreso, la entidad madre del fútbol no sancionó al delantero serbio Aleksander Kolarov, quien realizó el saludo Chetnik tras marcar un gol contra Costa Rica en el Mundial de Rusia 2018. El saludo Chetnik representa la victoria serbia y fue muy utilizado por los soldados serbios en las matanzas étnicas sobre el pueblo bosnio, entre 1992 y 1995. 
Pero los problemas en esta Euro excede al histórico polvorín balcánico. En el partido Alemania-Hungría las calles de Stuttgart fueron invadidas por la Brigada de los Cárpatos, una facción nacionalista cercana al presidente húngaro Víktor Orban. Vestidos de negro, marcharon hacia el estadio cantando la melodía de L´Amour Toujours, de Gigi D´Agostino, una canción prohibida en Alemania porque la letra se transforma en «Auslander raus» que traducido al castellano es fuera extranjeros.
Los rumanos también se han hecho presentes en esta Euro2024. En el partido que los enfrentó a Ucrania el grito sostenido fue «¡Putin! ¡Putin!» Los hinchas rumanos desplegaron en los alrededores del estadio banderas de la República Popular de Doneskt. Todo tiene una explicación. El nacionalismo rumano aún tiene en mente al viejo Reino de Rumania en el cual entraría la vecina Moldavia, ex república soviética y actual aliada de Ucrania.
Rumania es un actor silencioso en este polvorín. En septiembre de 2023 el partido Rumania-Kosovo fue suspendido cuando los jugadores kosovares observaron que desde una cabecera se desplegaron dos banderas. Una decía «Kosovo es Serbia» y la otra «Moldavia es Rumania«.
Kyllian Mbappé también estuvo en el centro de la polémica. Su caso fue mucho más difundido. La Eurocopa atravesó las estratégicas elecciones francesas. Ante la posibilidad de un triunfo de Marine Le Pen y su partido Reunión Nacional, el delantero se pronunció contrario a la candidata y cercano al presidente Macrón. Consumada la victoria de la candidata nacionalista, Mbappé redobló la apuesta y se comprometió aún más.  “Más que nunca, hay que ir a votar. Es realmente urgente. No podemos dejar el país en las manos de esa gente, es realmente urgente. Vimos los resultados, es catastrófico”, afirmó el atacante previo al encuentro que su selección superó a Portugal por los cuartos de final de la Euro.  En Francia la polémica está abierta. Le Pen le respondió a Mbappé señalando que «no representa a los franceses de origen inmigrante”, y arremetió contra él con este mensaje. “Hay muchos más que viven con el salario mínimo, que no pueden permitirse una vivienda y no pueden permitirse la calefacción. Personas como el señor Mbappé sí pueden”.
Hoy, los franceses tienen un ojo en la Copa y otro en Ucrania. ¿Que pasaría si el presidente Emmanuel Macrón desea envíar tropas al conflicto y la Primer Ministro está en contra? El atlantismo europeo también cruje.
Entre nosotros. Muchos sectores aplaudieron las declaraciones de Mbappé. El compromiso político siempre es bienvenido por parte de los deportistas. Lo hemos señalado infinidad de veces en Abrí la Cancha. ¿Pero que pasa cuando se expresan deportistas que no son de nuestro cuño político? Llegan las criticas y son feroces. Si nos gustan las maduras, también debemos aceptar las duras. El peronismo tiene un tendal de héroes deportivos que inmolaron sus carreras. Pocos de ellos fueron reconocidos. Comencemos a reconocer los viejos errores y tendremos un punto de partida para el compromiso real, efectivo y poco afecto al coyuntural apoyo económico.
Volvamos a Europa, porque las polémicas siguieron sucediendo.  En el partido Turquía-Austria el gran héroe de la jornada fue el defensor turco Merih Demiral, autor de los dos goles de su seleccionado.  El problema se suscitó en el festejo de sus conquistas en las cuales realizó el signo del lobo gris con la mano.  Los Lobos Grises son una organización paramilitar turca de carácter islámico que generó acciones militares en Europa en los años 70s y 80s y en la actualidad mantiene lazos con el partido ultranacionalista del Movimiento Nacionalista (MHP), liderado por Devlet Bahçeli y actualmente el principal aliado del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
La polémica sigue siendo feroz. Demiral justificó su gesto a pesar de las críticas. “La forma en que lo celebré tiene algo que ver con mi identidad turca”, afirmó, antes de hacer hincapié en que su objetivo era expresar el orgullo que sentía por ser ciudadano turco. El presidente Erdogan tomó la palabra: “¿Alguien habla del águila en la camiseta de Alemania? ¿Alguien dice que hay un gallo en la de Francia? Merih expresó así su emoción con este gesto”. La Federación Turca respaldó al futbolista señalando que el gesto del lobo gris es un símbolo con mil años de antiguedad dentro del pueblo turco.
UEFA ha impuesto multas a varias federaciones por «transmitir mensajes provocadores que no son aptos para un evento deportivo». En esta Eurocopa, las hinchadas no solo son color, sino que dejan entrever la problemática de identidades que atraviesa Europa. Pero no solo eso: la calidad de vida del trabajador europeo se ha pauperizado. Las complejidades del atlantismo financiero  y la guerra en Ucrania recaen en los pueblos y estos se expresan. El fútbol es el juego del pueblo, como señaló días atrás Marcelo Bielsa. La pregunta, por sencilla no deja de ser compleja: ¿Por que algunos se sorprenden con lo que está sucediendo en Europa? ¿No se dan cuenta que la tierra cruje?
Periodista / Abrí la Cancha

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