Cuando las partes estaban destinadas al desencuentro, una simple – pero inteligente – intervención destrabó el conflicto entre FIFA y UEFA. ¿Cómo sigue la historia entre Infantino y Ceferín? Acá te lo contamos.
Por Nicolás Podroznik
Tal y como venimos contando desde hace casi dos años en Abrí la Cancha, entre UEFA y FIFA se viene generando un conflicto de intereses muy fuerte, con presiones y amenazas de sanciones tanto de un lado como de otro. La tensión se podía percibir fácilmente y no había que ser adivino para darse cuenta. Basta con ver la imagen registrada durante la entrega de premios en la última Copa del Mundo que ganó la Selección Argentina: el presidente de la FIFA Gianni Infantino en un extremo de la tarima y Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, en el otro.
Para todo aquel que no conoce la situación, he aquí un breve resumen: la pandemia de COVID-19 dejó secuelas económicas muy fuertes en los equipos más grandes de Europa como Juventus, Barcelona y Real Madrid. Debido a esto, intentaron forjar una Superliga con los equipos más poderosos por fuera de la órbita UEFA y -según una investigación del New York Times- financiada por la JP Morgan, con fuertes vínculos con Gianni Infantino. Ni lerdo ni perezoso, Ceferin amenazó con suspender a todo jugador que se atreva a participar de dicha competencia. Por si no fuera poco, también modificó el formato de la Champions League, incluyendo a más equipos y realizando un reparto de premios y plazas un poco más equitativa. La FIFA amenazó con hacer el Mundial cada dos años, lo que obligaría a la UEFA a eliminar la Nations League y quizás la Eurocopa. El mandamás de la UEFA mostró los dientes y permitió a los clubes europeos que puedan entregar a los futbolistas que disputarían el Mundial sólo una semana antes del comienzo de la misma. Una cuestión de ver quien tiene el ladrido más potente.
Cuando parecía que toda la situación tenía destino de bola de nieve imparable, intercedió inesperadamente una figura importante en los últimos años: Nasser Al Khelaifi, encargado de llevar las riendas del París Saint Germain. A pesar de lo que muchos creen, el empresario no es el dueño del club. El propietario del equipo parisino es el Qatar Investment Authority, el fondo soberano de inversión de Qatar. Su dueño, como no podría ser de otra forma, es el jeque Hamad al Thani, familiar directo del Emir de Qatar. Al Khelaifi tiene una relación cercana a éste último desde su época de tenista y presidente de la Federación de aquel país. De aquí se desprende claramente a quién responde.
Teniendo en cuenta esto, uno comprende lo sucedido en medio del affaire Superliga: el París Saint Germain fue uno de los que batieron el parche para que se materializara el proyecto, pero dos semanas después -y en la voz del propio Al Khelaifi- se bajaron repentinamente. La razón se olía a kilómetros: la amenaza de Ceferin de suspender a todo jugador que osase jugar dicha competencia ponía en serio riesgo la participación de éstos en la Copa del Mundo a disputarse en Qatar, algo que el Emir no podía permitirse. En un conflicto de intereses, la prioridad la tiene el mayor. Al Khelaifi, como buen empleado, siguió las órdenes impartidas desde arriba y se abrió del proyecto Superliga.
Sin embargo, Al Khelaifi tiene sus propios intereses. A diferencia de él, otros presidentes como Florentino Perez o Andrea Agnelli, no responden a nadie. De hecho, éste último -parte de la familia dueña de la Juventus- fue presidente de la ECA (European Club Association) hasta 2021, cuando fue reemplazado por el propio Al Khelaifi. Agnelli y Pérez fueron los impulsores más férreos de la Superliga, teniendo más de un cruce de declaraciones con el presidente de la UEFA. El qatarí sabía que estaba entre la espada y la pared. Los millones llaman y no se puede estar de los dos lados del mostrador. O al menos eso se creía.
El reclamo más grande de las potencias europeas a nivel clubes es que, debido a la pandemia, se achicaron los márgenes de ventaja con respecto a clubes menos poderosos. De esta manera, la clasificación a la Champions League se vería amenazada y, por ende, un ingreso importante de dinero que permite tanto sostener los sueldos de las figuras actuales como comprar a aquellas que van surgiendo. El reclamo por un reparto mayoritario para las grandes potencias encontró la negativa de Ceferin, reacio a expandir la brecha entre clubes poderosos y el resto. Si el PSG no consigue el dinero o el éxito que persigue, el puesto de Al Khelaifi puede verse en riesgo, algo que no podía permitirse.
El qatarí encontró la solución usando sus influencias. Previo al Mundial, Infantino se excusó ante la invitación a la reunión anual de la ECA, producto del cortocircuito con la UEFA por el asunto de la disponibilidad de jugadores para el Mundial. Pero en la última reunión celebrada hace un mes en Budapest, esta vez asistieron tanto Infantino como Ceferin. Tomando la idea del Mundial de 48 equipos propuesta por el propio Infantino -y que se realizará en 2026-, Al Khelaifi acercó el concepto de un Mundial de Clubes con un formato de 32 equipos de las distintas confederaciones continentales, que comenzará en 2025 reemplazando a la antigua Copa Confederaciones y cuyas plazas se repartirán de la siguiente manera, teniendo en cuenta que el país anfitrión contará con el equipo campeón de la liga local de 2024:
· Asia: últimos tres campeones de la Champions League asiática + el equipo no campeón con mejor ranking FIFA entre 2021 y 2024.
· África: últimos tres campeones de la Champions League africana + campeón de la Superliga Africana de Clubes 2024.
· Concacaf: últimos cuatro campeones de la Liga de Campeones de Concacaf.
· Conmebol: últimos cuatro campeones de la Copa Libertadores + los dos equipos no campeones con mejor ranking FIFA entre 2021 y 2024.
· Oceanía: equipo mejor ubicado en el ranking FIFA entre 2021 y 2024 que haya salido campeón de la Champions League oceánica en ese período.
· Europa: últimos cuatro campeones de la Champions League + los ocho mejores equipos no campeones con mejor ranking FIFA entre 2021 y 2024.
Como se puede apreciar, la UEFA contará con doce equipos. Si se comienzan a hacer cuentas, la ecuación es sencillita. Ya hay dos clasificados: Chelsea y Real Madrid, campeones de las últimas dos Champions League. Si tomamos el actual ranking FIFA y quitamos a los equipos ya campeones, de los diez primeros equipos de dicho ranking seis iban a participar de la frustrada Superliga europea. Un dato que por sí solo no dice nada, pero que cambia cuando le añadimos el ingrediente que le da sazón a toda esta movida: el dinero.
En la última edición del Mundial de Clubes en la que el Real Madrid venció 5 a 3 al Al-Hilal dirigido por Ramón Díaz, el equipo de la capital española se alzó con un premio de 6 millones de euros, un vuelto si lo comparamos con la base de 67 millones de euros que paga la UEFA por ser campeón y los casi 16 millones por sólo participar en la Champions League. Esto permite comprender el completo desinterés de los equipos europeos por participar en el Mundial de Clubes.
A partir de este nuevo formato, los clubes europeos partirán con una base de 17 millones de euros sólo por participar. En caso de avanzar de fase, el premio metálico se irá incrementando, pudiendo alcanzar a partir de los Cuartos de Final la suma de casi 40 millones de euros. Una diferencia enorme que viene a reemplazar los ingresos que no se pudieron conseguir con la creación de la Superliga.
La FIFA y la UEFA parecen haber limado asperezas. De esta manera, el negocio global que pretende Infantino no interfiere con el recelo de Ceferin con respecto a su “quintita” que es la UEFA. Huelga decir que los candidatos para albergar esta nueva competición son los países del enclave árabe y China.
¿El resto de las federaciones? Bien, gracias. Para la asiática es una ventana de negocios incipiente. Para la africana, mostrar su crecimiento y aprovechar la vidriera para vender jugadores al mercado europeo. El más perjudicado sin duda es Conmebol. El deseo de igualar fuerzas con las potencias del viejo continente se ve cada vez más lejano. Repetir actuaciones como las de Argentinos Juniors frente a Juventus o la de Vélez frente al Milan serán prácticamente utópicas, no solo porque la diferencia es abismal, sino porque además costará literalmente el doble, dado que los europeos duplican en cantidad de equipos a los sudamericanos.
Si buscamos sintetizar esta nueva competición, podemos decir que será la caja chica de las potencias europeas. Aquellos que además disputen Champions League -que siempre suelen ser los mismos- tendrán un ingreso extra, lo que resultará inevitablemente en un salto diferencial con respecto al resto de los equipos de cada una de las ligas. Si el Real Madrid, Juventus y Barcelona ya tenían ventaja económica, ahora la tendrán aún más. Probablemente suceda lo mismo con los equipos sudamericanos, pero curiosamente aún no ha habido información sobre los premios a ingresar por la participación de los equipos de Conmebol, demostrando una vez más, y a pesar que Argentina es vigente campeona del mundo, que para la FIFA Sudamérica es apenas una fábrica de cracks para exportar al mejor postor, los cuales serán -justamente- aquellos que disputen este nuevo Mundial de Clubes.
Periodista / Abrí la Cancha