Claudio Spontón pasó por las Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha. La zurda de porcelana. Ídolo eterno del pueblo calamar, el rubio delantero contó sus comienzos en Platense, su paso por River, la relación con Daniel Alberto Passarella y un par de perlas para prestarle atención.
Por Carlos Aira
SUEÑOS DE FUTBOL: «Nací en Malabrigo, un pueblo en el norte de Santa Fe. Desde que tengo uso de razón, siempre estuve con una pelota. Fue mi compañera y mi juguete indispensable. Siempre tengo el mismo recuerdo de mi infancia: en el fondo de casa había un galpón donde se guardaban cosas y allí mi mamá tenía otra cocina donde hacía los churrascos, por el tema del humo. Mi mamá me mandaba a buscar cosas y yo iba haciendo jueguitos desde esa cocina llena de humo hasta cualquier otro lugar. Así comenzó mi amor por la pelota».
LOS COMIENZOS: «Cuando terminé la primaria me fui a estudiar a un colegio industrial en Reconquista. Volvía los domingos al pueblo y jugaba campeonatos relámpago. Nunca hice escuelita de fútbol ni nada por el estilo. Terminé llegando a los 14 años a Buenos Aires siendo un jugador de campo. ¡No sabía tirar una pared! Tuve grandes discusiones con mis compañeros de división porque yo venía con otro fútbol en la cabeza. En Malabrigo era tirarla para adelante y dale. No saber tirar paredes créeme que fue un trauma».
EL RUSO DE MALABRIGO: «El sueño de mi viejo, que era un futbolista de alma, era que yo fuera jugador profesional de fútbol. Cuando vienen padres y me piden consejos por sus hijos que juegan en inferiores, siempre digo lo mismo: si no sentís que la pelota es lo más importante, no podés ser futbolista. Podés tener condiciones, jugar mejor o no, pero si no tenés amor por el fútbol es todo muy difícil. Lo digo porque ese amor es el que te permite superar los escollos que aparecen. Lo dicho, podés llegar, pero sino amor nunca será intenso el paso por el fútbol».
LLEGAR A PLATENSE: «En los primeros días de diciembre de 1983 mi papá me trajo a probarme a River. Me probó José Curti y quedé. ¡Qué alegría! Nunca olvido cuando volví a Malabrigo, porque me encontré que el pueblo estaba enloquecido porque había quedado en River. Fui a Reconquista y pedí el pase del colegio. Un colegio donde conseguir vacantes era muy complicado. Pero pocos días más tarde hubo elecciones en River, perdió Aragón Cabrera con Santilli y Curti se fue del club. Me quedé sin colegio ni club«.
«Mi viejo me dijo que vaya a probarme y a estudiar a Buenos Aires. No tenía familiares directos en Rosario y Santa Fe. Tenía unos tíos en Capital y me probé en Deportivo Italiano y Deportivo Armenio. Se dio la casualidad que mi tío conocía a un dirigente de Platense. En el club necesitaban jugadores. Recuerdo que me probaron unos minutos en una cancha de papi fútbol. Hice un gol y me ficharon. El fútbol tiene estas historias…«.
DEBUT EN LA BOMBONERA: «En 1988 yo jugaba en Reserva y el 11 de Primera era el Beto Alfaro Moreno que tenía un nivel fantástico. Una vez que terminó el campeonato se jugó una Liguilla Reclasificatoria y en la final, Platense debía enfrentar a Boca en la Bombonera. El técnico era el Negro José Manuel Ramos Delgado, una persona muy especial a quién le debo muchísimo. Como Alfaro Moreno tenía algunos problemas me hizo entrenar con la Primera y concentrar para el partido del domingo. Para mí ya era una emoción enorme. Yo no creía que iba a jugar porque el Beto jugaba siempre. Recuerdo que desayuné muchísimo creyendo que no jugaría. Cuando nos llaman para ir al micro, el Negro Ramos Delgado me separó, fuimos al vestuario y me preguntó si quería jugar. Desde ese momento no tuve más tiempo para pensar ni avisarle a nadie. Mi padre, que era árbitro en la Liga de Reconquista no sabía que debutaba. Mi tío, que fue a la cancha, tampoco supo que iba a jugar. Después me enteré que a mi viejo, que estaba dirigiendo, le tocaron bocina en pleno partido para avisarle que estaba debutando en la Bombonera. Fue el sábado 2 de julio de 1988″.
«Esa tarde casi meto un gol de chilena al Loco Gatti. En mi casa todos eran de River y yo tenía muy presente el gol de Enzo a Francescoli a Polonia en 1986. Me la pinchan sobre la derecha, la paro con el pecho, le pego de chilena y me la sacó el Loco junto al palo. Pude tirar esa chilena en el debut porque fue el partido que jugué más tranquilo en mi vida«.
EL FUTBOL DE SU TIEMPO: «Los cambios de mi época y la actualidad son rotundos. No tanto en el campo de juego sino en el trabajo de la semana. Hoy se trabaja de una forma distinta a mi época de jugador. Por ejemplo, los lunes descansábamos. El martes hacíamos fondo; el miércoles, físico y definición; el jueves era la práctica de fútbol; viernes, pelota parada y los sábados no hacíamos nada. En mi época de jugador se priorizaba el rendimiento del último partido. Era muy difícil encontrar un cambio táctico pensando en el rival porque la mayoría de los entrenadores no priorizaban la táctica y la estrategia. Se jugaba con un 4-3-3 elástico con hincapié era en los duelos individuales. Si jugaba contra Independiente y estaba Néstor Clausen, yo sabía que tenía que correr de banderín a banderín. Si estaba enfrente Lucho Malvarez, el no se iba a ir al ataque, pero tenía que desbordarlo. Cuando se ganaban los duelos individuales se hacía la diferencia. Otro punto era la técnica individual. Todos los equipos tenían grandes jugadores. En ese sentido tuve tres compañeros que fueron superlativos: Adrián De Vicente, Ramón Díaz y el Burrito Ortega. Los tres fueron totalmente distintos al resto».
RIVER PLATE: «Hoy el jugador tiene muchos más recursos. En las redes sociales está más expuesto, pero también más valorado. Lo señalo porque cuando llegué a River, luego de jugar 115 partidos en Platense y la Selección Argentina, no estuve ni en el banco de suplentes. Muchas cosas que me tocaron pasar mermaron mi confianza. No tuve el rendimiento que yo esperaba ni tampoco la gente de River. No pude superar mis altibajos. Terminé haciendo muchísimos goles en reserva, fui campeón del Apertura 1991, pero en Primera no tenía continuidad».
«Hoy, a los 50 años, puedo asegurar que River me dejó la mayor enseñanza de mi vida. Cuando pasó el tiempo comprendí porque Hernán Díaz o Leonardo Astrada rindieron bien: ellos entendieron lo que era River y para eso hay que estar al 100% siempre. Juegues o no juegues porque no sabés cuando te va a llegar la oportunidad. Yo no entrenaba bien porque vivía bajoneado y mal enfocado. Eso lo comprendí con los años y hoy, que soy entrenador, lo tomó como un gran ejemplo para mis jugadores».
DANIEL PASSARELLA: «Daniel era una figura reconocida y tenía la potestad para hacer lo que deseaba. Muchos no nos adaptamos a Passarella. A mí me dolió aquello que dijo Daniel que no importaba perder los clásicos con Boca. Con el paso de los años, Marcelo Gallardo cambió la historia. Daniel fue mi ídolo. Siempre recuerdo que en las prácticas me decía, con la autoridad que tenía, que era uno de los jugadores que mejor vio pegarle a la pelota en movimiento».
REGRESO TRIUNFAL A PLATENSE: «En 1994 armamos un equipazo: el Gato Miguel; Fernando Saraiba, Sergio Celiz, Sergio Marchi y Marcelo Broggi; Carlos Amodeo, Chango Cravero, el Chacho Coudet, Marcelo Espina, Diego Bustos y yo. Nos dirigía Ricardo Rezza, el mejor entrenador que tuve. El me sacó de la punta y me hizo rotar por todo el frente de ataque. A ese equipo la pésima organización de los campeonatos AFA le impidió consagrarse campeón. Nosotros íbamos punteros hasta que se paró el campeonato por la Copa del Mundo de Estados Unidos. A mí y otros jugadores se nos acabó el préstamo en pleno mundial. Una lástima porque no tuvimos el equipo completo para disputar esas fechas finales porque estoy seguro que hubiéramos peleado ese campeonato hasta el final.
AÑO 1998. 4 A 0 A BOCA EN LA BOMBONERA: «En aquel momento no tomamos dimensión lo que fue aquella tarde. Con el paso de los años, cuando Platense descendió y se añoró por años enfrentar a los grandes, se valoró lo que fue aquella goleada ante Boca en la Bombonera. Platense tiene partidos épicos, como las finales ante Platense y Temperley para no bajar de categoría, y aquel ante Boca en 1998. Fue el partido perfecto, aunque el resultado no muestra lo que fue. Nosotros sufrimos mucho el primer tiempo y los primeros minutos del segundo tiempo, luego hicimos obras maestras del contragolpe. Fue un partido muy bueno del arquero y los defensores, los volantes corrieron un montón y los delanteros fuimos eficaces. La gran diferencia fue qué nosotros la embocamos y ellos no».
«Los clubes de menor categoría saben qué cuando van a la cancha de un grande tienen que aguantar los primeros minutos, estar atentos y aprovechar las situaciones que se tienen. Nos fuimos al vestuario ganando 1 a 0, pero sufriendo. En el segundo tiempo, el Turco Hanuch metió un golazo. Ahí Boca se descontroló y nosotros fuimos eficaces. La clave de ese partido fue la solidez de todas las líneas. Esa solidez se puede ver reflejada en el resultado, como aquella tarde, y en otras oportunidades no sucede así. Mi definición en el cuarto gol, mi gol, fue así por el resultado. Íbamos ganando 3 a 0. Si ibamos 0 a 0, no sé si definía así«.
EL DESCENSO DE 1999: «Ganamos todos los amistosos de pretemporadas sin goles en contra. No teníamos problemas de promedio. Tuvimos la mala suerte que falleció el hijo del Profe Córdoba y se tuvo que ir. Ese fue un golpe muy duro para nosotros. El momento institucional tampoco era el mejor. Nosotros fuimos responsables en lo que nos corresponde. Luego, por el ansia de volver a Primera, Platense cometió muchos errores que terminaron en 22 años de sufrimiento en el ascenso.
GOLES DE TIRO LIBRE: «Me encantó, Carlos, que hayas dicho que tenía una zurda de porcelana. Nunca antes me lo habían dicho. Metí muchos goles de tiro libre. Fueron horas y horas practicando. Recuerdo dos que le hice a Independiente en el arco de General Paz. Otro, muy recordado a Gremio, por la Supercopa 1991, cuando debuté en River. Otro que recuerdo mucho fue un gol a Rosario Central en Arroyito. Esa tarde debutaba Horacio Elizondo como árbitro de Primera División. En una jugada no cobró penal, sino tiro libre al borde del área. Era un tiro libre para el derecho, pero a mí me encantaba pegarle desde la izquierda porque apuntaba al palo y la comba iba para adentro. Le pegué bárbaro y fue un golazo».
«Si tengo que elegir un gol fue un golazo que le hice a Argentinos Juniors en Mendoza. Con Ricardo Rezza teníamos trabajada una jugada. En un lateral en ataque, Marcelo Espina se ponía de espalda y de una la ponía en el medio del área. Ahí la tenía que aguantar y jugar para el Chacho que decidía como seguir. Yo recibo de espaldas, el Chacho pasa libre, y en vez de pasársela, la clavé en un ángulo. Después, por trascendencia, el gol a Boca en la Bombonera y uno a Navarro Montoya desde muy lejos en 1988. Pero todo vuelve a Malabrigo, porque para pegarle a la pelota como le pegué fueron horas y horas jugando con ella cuando era pibe».
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche a la Investigación Periodística 2021.