Miguel Ángel Pepé Santoro pasó por las Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha. El dueño del arco de Independiente entre 1962 y 1974. Protagonista de las Copas Libertadores de 1965-1972-1973 y 1974. El recuerdo de su tiempo. La finales Intercontinentales de 1972 y 1973. La verdad sobre su gorra y por qué se bajó del último partido en la Copa del Mundo de Alemania Federal 1974.
Por Carlos Aira (*)
SUEÑOS DE FUTBOL: «Uno tiene las raíces del padre y siempre me gustó el arco. Mi papá – Francisco Santoro – fue arquero de Ferro Carril Oeste y otros equipos a fines de los años 20s y comienzos de los 30s. Con él practicábamos en un potrero en Sarandí y luego se armaban los partidos. Un día, un miembro de la Subcomisión de Fútbol de Independiente nos llevó al club junto a Raúl Emilio Bernao y otro chico más. Fue tocar el cielo con las manos: llegar a la institución que uno quiere es un premio al corazón».
LOS COMIENZOS EN INDEPENDIENTE: «Tenía delante a grandes arqueros, como Toriani, Cavallero o Tremonti. En 1963 vino un técnico brasileño, Oswaldo Brandao, y me mandó nuevamente a la tercera, pero a mitad de temporada llegó Manuel Giúdice y volví a la Primera y terminé jugando 12 partidos. Ese año terminamos siendo campeones y clasificamos a la Copa Libertadores de 1964. Me tocó un cambió táctico: el paso del 2-3-5 al 4-2-4. Aquel equipo me tenía a mí en el arco y delante una línea de 4: Pipo Ferreiro, Rubén Marino Navarro, Maldonado y el Negro Rolán; en el medio, Acevedo o Paflik junto al petiso Mura; arriba: Raúl Emilio Bernao, Suárez, Rodríguez y Savoy. Mario Rodríguez, como enganche. Era un fútbol donde el 5 y el 8 eran los más batalladores.
SISTEMAS DEFENSIVOS Y EL PALADAR NEGRO: Hubo una clave: Independiente no compraba muchos jugadores, pero los que compraba, rendían. Siempre peleábamos campeonatos. Las grandes defensas arman los grandes equipos. Tuve grandes defensores delante mío. Rolán tuvo la desgracia de fracturarse y vino el Chivo Pavoni. Pastoriza estaba de 5, vino Perico Raimondo, y terminó de 10. En 1970, Independiente vendió a los tres delanteros: Raúl Bernao, Chirola Yazalde y Roberto Tarabini. En su lugar llegaron Enzo Gennoni – libre de River -, el Mencho Balbuena – libre de Central -y Eduardo Maglioni, que estaba en el club. La clave estuvo en la dirigencia, que mantuvo el mediocampo y la defensa. Es cierto: eramos un equipo mezquino y pijotero. Luego aparecieron el Negro Galván, el Bocha y Daniel Bertoni y ahí surgió el paladar negro. Pero el asunto era ponerse el mameluco y ganar«.
EL FUTBOL DESDE EL ARCO: «Yo tuve una noche soñada que fue en la primera final de la Copa Libertadores de 1964. Empatamos 0 a 0 ante Nacional en el Centenario y tuve una actuación brillante. Fue el trampolín de mi carrera. Desde ese momento me comenzaron a mirar con otros ojos y me pude consolidar con los sueños que tenía. Tuve distintas etapas como arquero. Me fui adaptando a los compañeros que tuve adelante. El equipo de los 60s tuve una defensa y en los 70s, otra. En 1963/65 eramos mezquinos y jugábamos de contragolpe; en el ciclo 72/74 tirábamos el achique.
«Tuvimos una fortuna muy grande: fuimos el equipo que más veces viajó a Europa. Conocimos el fútbol europeo y nos medimos con ellos. Para romper su dinámica debíamos achicar espacios y luego tocar hasta volverlos locos. Si luego querían dar vuelta el resultado era difícil para los europeos porque sabíamos abloquelarnos atrás. Así salimos campeones del mundo en 1973″.
PREPARACION FISICA: «Boca y River tenían grandes equipos, pero el Racing de José y Estudiantes de Zubeldía tenían equipazos: sabían marcar, sabían defender y nunca se sacaban el mameluco. Nosotros tuvimos que trabajar mucho en lo físico para poder competir con ellos. Pretemporadas con grandes profesores físicos. Buenas bases físicas que permitieron imponer la calidad durante la temporada. Eso se vio muy claro en 1967. Hicimos una pretemporada muy fuerte. Jugamos una serie de amistosos en Europa y Centroamérica y luego jugamos un campeonato maravilloso».
«Hubo distintas etapas. El ciclo de los 60s, con el profesor González García, hacíamos pretemporada en Córdoba. Subiendo y bajando las sierras en La Falda y La Cumbre. Nos quedaban las piernas ampolladas, pero nadie claudicaba. En 1970 llegó el profesor Daguerre que prefería la arena. Íbamos a Necochea durante 15 días y disputábamos el torneo de Mar del Plata. La primera semana era trabajo físico mañana y tarde en los médanos. La segunda semana, era casi todo pelota. Con todo el resto físico que teníamos nos alcanzaba para comenzar bien el campeonato».
¿QUE DELANTERO LO COMPLICO?: «Los delanteros que más bronca me daban eran los que estaban dando vuelta en el área. Estudiantes era un equipo homogéneo que Osvaldo Zubeldía manejaba a la perfección. ¡Los Carasucias de San Lorenzo! ¡Todos jugaban bien!. Otro gran equipo de los 60s fue Vélez Sársfield que tenía a Daniel Willington, Pulga Ríos y Pichino Carone. Todos los equipos tenían cinco o seis jugadores fantásticos«.
FINAL INTERCONTINENTAL 1973: «En 1973 el campeón de Europa fue el Ájax, pero no quiso jugar la Intercontinental. La única posibilidad de disputar el trofeo era enfrentando al subcampeón que fue la Juventus. Ellos ponían como condición partido único en el Olímpico de Roma. Nosotros veníamos de perder las finales de 1964 y 1965 ante Inter y en 1972 contra el Ajax. Eramos muchos los muchachos que teníamos la oreja mojada porque nos faltaba en nuestra carrera ese logro. Aceptamos el reto y viajamos a Italia. En verdad nos tuvieron mal, pero una doble pared, el gol del Bocha y logramos el campeonato».
«Lo que poca gente sabe es que casi no tuvimos premio económico, porque en aquellos días se estilaba que se repartía la recaudación de local entre el club y los jugadores. Como fue un partido único en Roma, nosotros casi no recibimos ninguna retribución económica por el campeonato del mundo. Nuestro amor propio era sacarnos la espina de ganar la Copa y eso fue lo más importante«.
«Cuando regresamos al país, el primer partido fue un clásico de Avellaneda contra Racing en el Cilindro. Salimos a la cancha con los tres trofeos que habíamos logrado en 1973. Yo salí con la Intercontinental, el Chivo Pavoni con la Libertadores y Eduardo Commisso con la Interamericana. ¡Hasta la gente de Racing nos aplaudió! Era otro tiempo… en aquellos días los jugadores íbamos caminando a la cancha del rival. Yo fui muy amigo de Roberto Perfumo porque ambos eramos de Sarandí, pero dentro de la cancha estaba el clásico. Antes eran hinchas, hoy son barras. Se perdió la amistad que había en Avellaneda y que muchas veces también se vivía en el clásico».
ALEMANIA 1974: «Yo era el arquero titular antes del Mundial. Semanas antes del Mundial tuve una lesión en la rodilla, pero el médico y el técnico me pidieron que me opere. El entrenador (Vladislao Cap) me dijo «– operate, que si estás bien, vas a jugar«. Fuimos al Mundial y las cosas no fueron bien para el equipo, pero sobre todo para Daniel Carnevali, el arquero titular. Antes del último partido, frente Alemania Democrática, el entrenador me pone de titular. Lo encaro y le digo: » – Mirá, si se hubiera lastimado Carnevali, yo jugaba. Pero me fallaste en el campeonato del mundo, no me quieras conformar ahora». AFA me quiso sancionar por la actitud que tomé, pero el propio Cap asumió su error. Un cuerpo técnico de cuatro era muy difícil de trabajar. Fue una historia muy triste porque tenía ilusión de participar del Mundial. Fue uno de los mejores equipos que integré; con futbolistas brillantes, como Cacho Heredia, Roberto Perfumo, Mencho Balbuena, Ratón Ayala, Mario Kempes, Chazarreta o Quique Wolff. Una jerarquía tremenda. Podía haber sido un gran equipo, pero la desorganización era terrible«.
LA HISTORIA DE LA GORRA: «Nunca atajé con la gorra de mi papá. Eso fue un invento de la prensa. La historia fue otra. A la tarde, el sol te complicaba en el arco de la tribuna visitante. Una tarde encontré una gorra en el vestuario y la comencé a usar. La bajaba hasta las pestañas y me acompañó desde ese momento. Pero no la había usado mi papá, sino que era una gorra cualquiera que estaba en la utilería. Tengo una historia fantástica. Una vez nos presentamos en Mendoza por un campeonato Nacional. Había tanto público que el alambrado se cayó abajo. El público entró al campo de juego y desapareció la gorra que yo tenía junto al palo. Pedí por favor que me devolvieran la gorra y tiempo después me la enviaron desde Mendoza. Hoy la guardo como uno de mis mayores trofeos».
(*) Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.