En una de las mayores sorpresas en la historia de la Copa del Mundo, Argentina cayó 2 a 1 ante Arabia Saudita. El equipo de Scaloni quedó sin margen para el error. Sin invicto y con futuras piedras en el camino.
Por Nicolás Podroznik
La postal es elocuente. Miles de argentinos llevándose las manos a la cabeza. Ni el más escéptico y crítico de la Selección de Lionel Scaloni hubiese imaginado que Arabia Saudita le ganaría al campeón de América. Los de Hervé Renard dieron uno de los sartenazos mas grandes que se recuerden en una Copa del Mundo, jugando un fútbol inteligentísimo y de líneas cortas, pero por sobre todo destruyendo la cabeza de los jugadores argentinos.
La tarde qatarí había comenzado bien para La Scaloneta. Un penal más que polémico sobre Paredes fue transformado en gol por Messi, quien ya había tenido una en el comienzo. Aún en desventaja, los árabes no se volvieron locos y mantuvieron la disciplina, maniatando a la selección y evitando que se gesten circuitos de juego. Esto provocó que Argentina comience a errar pases sencillos y al pie, sin oposición. Fue el primer aviso de lo que se venía.
Los saudíes comenzaron a adelantar líneas. No de manera ofensiva, sino para contrarrestar las pelotas filtradas. La idea era dejar en offside a los jugadores que entrasen rompiendo líneas. Dos funcionaron bien y una mal: la posición de Lautaro Martínez todavía sigue levantando polémica. El VAR fue cruel e injusto, dejando nuevamente un mal sabor de boca sobre la tecnología. La FIFA debe revisar esto de manera urgente. Son cada vez mas aquellos que cuestionan el VAR, incluso aquellos que en un principio creían que daría un marco de justicia. O mejor dicho: un marco mas claro. Ya pasaron varios años desde su implementación y las polémicas no han disminuido, sino todo lo contrario. Los claroscuros han aumentado exponencialmente.
Tras los tres goles anulados, Argentina entró en pánico y frustración. El entretiempo pudo haber servido para revisar errores. Mucho se dice que Argentina debió cambiar de idea, pero amén de no haber podido implementarla, da la sensación que el camino era ensayo y error: insistir por ese camino hasta que en una alguno quede habilitado.
En el comienzo de la etapa complementaria sucedió lo impensado: dos errores y dos goles en contra. El primero, una pérdida de Messi en el mediocampo, una defensa descompensada y un Cuti Romero visiblemente limitado en su accionar. En el segundo, la inexplicable inacción de Molina, quien dentro del área grande dejó que el rival bajase la pelota para luego acomodarse y colgársela de un ángulo al Dibu Martínez, exento de toda responsabilidad.
Los dos goles le rompieron la cabeza a la Selección. La destruyó. Cayó en la desesperación y perdió compostura. Los cambios del entrenador no lograron reacomodar las cosas y a pesar que el arquero Al-Owais tuvo dos atajadas claves, Argentina durante todo el segundo tiempo pareció mas un equipo de Sampaoli que uno de Scaloni. ¿Como se construye un análisis ante semejante palo?
Por empezar, hay que visualizar a ambos equipos por separado. En el caso de Arabia Saudita, Rodolfo Arruabarrena -entrenador de Emiratos Arabes Unidos- ya había advertido sobre el juego físico del rival argentino. Esto no debería haber sido inconveniente, puesto que en las Eliminatorias nuestra Selección enfrentó a equipos de ese estilo como Ecuador, Paraguay o Uruguay. ¿Entonces? Si Argentina hubiese sido la de siempre, el partido no se hubiese perdido. Si aquellos partidos no los perdió, fue porque jugó bien, aún si su rival también lo hizo, como fue el caso de Paraguay en ambos partidos. La ecuación es simple: Arabia Saudita hizo las cosas bien y Argentina no. Si lo hubiese hecho bien, no perdía. Y en el fútbol, la norma es que gana el que mejor juega, aunque no siempre suceda.
El otro problema es la respuesta física de los jugadores. Como hablamos anteriormente, este Mundial sería para el que mejor gestionara el cansancio y las potenciales lesiones. Cuanto más cercano estás a ese punto, más candidato sos. Argentina no sólo está pagando caro las lesiones de Lo Celso y Nicolás Gónzalez, sino también las de Cristian Romero y Marcos Acuña. El central llegaba con molestias que no se sospechaban graves, pero los dos goles recibidos demostraron lo contrario. Scaloni jamás sacaría un jugador para “quemarlo”: Romero salió porque estaba dando ventaja con su lesión. Y no la pudieron esconder más.
El caso del neuquino es diferente: le están administrando los minutos por una pubialgia rebelde. Por su prestación a lo largo de la banda, Acuña es irremplazable. Argentina jugó setenta minutos sin él. Cuando ingresó, tuvo un par de apiladas y aportó en ataque. Con él al 100%, la dinámica de ataque hubiese sido completamente diferente. Hay algo claro: Argentina está dando ventaja física.
En medio de ésta nebulosa de problemas físicos aparece el nombre de Messi. Lo hicieron sentir incómodo y no pudo aparecer como mejor lo sabe hacer con ésta selección. Ahora bien: en las imágenes del partido se pudo ver a un Messi perdiendo varias pelotas divididas al disputar la pelota. Estático por momentos. ¿Será que realmente tiene una lesión que lo limita?
Pensando en el partido con México, da la sensación que habrá varios cambios. Molina no dio la talla. Ante un equipo que elige atacar por las bandas como el mexicano, la opción de Gonzalo Montiel toma forma. Lisandro Martínez ingresará por el Cuti Romero. Habrá que ver si conserva al Papu Gomez o mete en cancha a Alexis MacAllister, para tratar de recuperar un socio para Messi. ¿Jugará Paredes? ¿Que pasará si De Paul nuevamente tiene una pobre actuación?
Para finalizar, una reflexión: la derrota inesperada tira por tierra todos los papeles, análisis y estadísticas. El equipo débil jugó bien y el poderoso, mal. Cuando es así, no hay análisis que resista una opinión contraria. El empate entre Polonia y México sirve de poco para estudiar al rival y sacar conclusiones. Se quemaron todos los papeles. Argentina debe ganar. Y para eso debe jugar mejor que el rival. Nada más.
(*) Periodista / Abrí la Cancha