Sin dudas, fue el puntero izquierdo más talentoso de la historia de nuestro fútbol. Muy que le duela a algunos, logró ese honorífico galardón sin consagrarse nunca campeón. Marcó una era en Racing y el seleccionado nacional. ¿Como puede ser que pocos sepan quien fue Enrique García, El Chueco?
Por Carlos Aira
Enrique García. Nombre y apellido genérico para un fútbol inconseguible. El Chueco García, dicho así, una marca registrada. El Poeta de la Zurda. Un crack inolvidable de los años treinta. Para quienes lo vieron jugar y para aquellos que crecieron escuchando a sus mayores hablar de sus proezas. Por nuestro eterno descuido hacia las glorias, ya pocos saben quién fue.
García nació el 20 de noviembre de 1912 en la ciudad de Santa Fe. Apareció muy joven en la primera de Gimnasia de su ciudad natal. Año 1928. Con sólo 16 años ya se sabía que era un prodigio de esos que aparecen muy de vez en cuando. Su zurda comenzó a dibujar filigranas que le permitieron a su club – que se ubicaba a solo dos cuadras de su casa natal – consagrarse como primer equipo campeón profesional de la Argentina (el campeonato santafesino terminó en octubre de 1931, antes que el porteño). Eran tiempos de Los Pistoleros, una notable delantera de Gimnasia compuesta por Gabriel Magán, Oscar Salas, Tomás Loyarte, Genaro Canteli y el propio García. En esos días juveniles se lo podía descubrir por sus botines desatados desde el comienzo del juego y una chuequera notable. Un periodista de El Litoral decidió bautizarlo para siempre como El Chueco.
En 1931 pasó a Unión. Allí, por primera vez, su destinó comenzó a atarse al de Racing Club. ¿Que sucedió? La dirigencia de Independiente se había enterado de las virtudes del zurdo de apiladas notables. Con la idea de contratarlo, los directivos organizaron un amistoso ante los tatengues. Querían verlo. Cuando estaba por comenzar el partido se largó un chaparrón impresionante, obligando la suspensión del encuentro al cual fue imposible reprogramarlo Los Rojos volvieron a casa sin García. El destino estaba sellado. Finalmente, el pibe que quería Independiente, y del que se hablaba insistentemente en Buenos Aires, no iría a la ciudad capital: en 1933, el Chueco firmó para Rosario Central.
Si bien Central aun no jugaba el profesionalismo porteño, su figura ya era inmensa. Entre 1933 y 1935 los Canallas formaron una delantera que fue la envidia del fútbol nacional: Juan Cagnotti, Julio Gómez, Sebastián Guzmán, Cayetano Potro y el propio Chueco. En aquellos días de gloria centralista, un pibe rosarino decidió abrazar la causa canalla gracias al embrujo que generaba el Chueco. Ese chiquilín era Ernesto Guevara de la Serna. Con los años su apellido se achicará y ganará un apodo indeleble: Che Guevara.
Tanta fama tenía la delantera que los grandes de Buenos Aires querían comprarlos. Las ofertas llegaban a orillas del Paraná, pero ninguna convencía. Pero en 1936 nuevamente el destino metió a Independiente en la vida del Chueco. En enero de aquel año, la directiva roja pidió precio por toda la delantera canalla. La respuesta fue una cifra sideral: 100.000$ por los cinco delanteros. Para dar idea de la magnitud del monto, pocos años atrás, por la friolera de 32.000$, Bernabé Ferreyra pasó de Tigre a River Plate. Por ese pase, los riverplatenses ganaron el apodo de Millonarios.
Cuando parecía que había mudanza en bloque desde Rosario hacia Avellaneda, Racing Club ofreció una fortuna por el genio zurdo. Cuando llegó la oferta, en Central no podían rechazarla. 38.981$ por Enrique García. Fue la máxima transferencia del fútbol argentino por muchos años.
Luego del rotundo fracaso de 1935, la directiva racinguista, encabezada por Ernesto Malbec, decidió una profunda renovación para 1936. Era momento para nombres fuertes. Desde Italia llegaron dos Profesores del Estudiantes de 1930: Alejandro Scopelli y Enrique Guaita. Ambos campeones mundiales 1934. Con ellos regresaba al país el arquero Ángel Capuano. Los tres habían decidido regresar a la Argentina procedentes del Club Roma. La guerra en Italia sería una realidad en breve tiempo y ninguno de los tres quería estar presente allí cuando llegara ese momento.
En 1936, Racing conformó la mejor delantera del fútbol nacional. Por lo menos en nombres: Enrique Guaita, Alejandro Scopelli, Evaristo Barrera, Vicente Zito y el Chueco García.
Enrique García debutó en la quinta fecha del campeonato. 3 de mayo de 1936. Derrota 2 a 1 ante Tigre en Manuela Pedraza y Crámer. Una multitud se acercó la cancha calamar para ver al genio que venía desde Rosario. Desde aquella tarde hasta la primera fecha del campeonato de 1943, el Chueco siempre fue titular en el equipo albiceleste.
Fueron 232 partidos consecutivos. Llenos de gambetas, hamaques y un humor corrosivo. Para la prensa ya era El Poeta de la Zurda. Para sus compañeros, un tipo capaz de ganar partidos sólo o convertirse en Sportivo Chueco García verdugueando propios y rivales.
En aquellos años en los cuales Racing convertía de a ocho goles por partido, García despotricaba hacia sus defensores a pura ironía. Era común escucharlo gritar: «¡Marquen a los nuestros!» cuando la Academia padecía un córner en contra. Es que los de Avellaneda eran un flan defendiendo. En otra oportunidad un compañero se le acercó demasiado. García se desentendió de la pelota, le estrechó la mano y le dijo: «Enrique García, para servirlo». La tribuna se moría de risa.
Genial e irreverente. Luego de una jugada brillante volvía arrastrando la planta de su pie izquierdo. Consultado por su particular costumbre respondió: «Borro la jugada para que no me la copien». Zurdo cerradísimo. Tan sólo convirtió un gol con la pierna derecha. Fue ante San Lorenzo de Almagro. Año 1942. Alguna vez el masajista intentó trabajar en su pierna derecha, su respuesta fue antológica: «Deja…total, ¡Para lo que sirve!».
Su carrera se rompió junto a sus meñiscos. 18 de septiembre de 1943. Cancha de Independiente. Primera fecha del campeonato ante Boca Juniors. Fue operado. Jugó un par de encuentros al año siguiente. Terminó retirándose en 1945. Había jugado 234 partidos con la camiseta de la Academia. Marcó 78 goles. Un número excepcional para un wing izquierdo. Enrique García fue parte del seleccionado nacional. Le tocó una generación brillante de compañeros. Entre ellos su mejor socio: José Manuel Moreno.
Alguna vez, durante un Argentina-Brasil por la Copa Roca de 1940, Fioravanti, quién transmitía junto al campo de juego, le pidió al Chueco que le facilitara un gol a Fabio Cassán, un delantero de Chacarita Juniors. Luego de una genial apilada le sirvió la pelota al delantero, quién marcó el quinto gol argentino. El Chueco salió corriendo donde estaba el relator y con tono sobrador le preguntó: «¿Y ahora a quién?».
Alguna vez, Diego Lucero, el popular periodista que cubrió todos los mundiales entre 1930 y 1994, trazó el siguiente semblante sobre el Chueco: «Si el carasucia en fútbol reclamara un afiche que lo representara, Enrique García, el poeta de la zurda , se pintaba sólo para tal fin. Era un jugador travieso, burlón, irónico, despectivo, casi cruel hacia el rival, jocoso y jocundo a la vez, ángel y demonio, admirado por unos y detestado por otros, sus jugadas era todo genio y sus actitudes puro desafío»
Jugó 35 partidos internacional. Ganó los Sudamericanos de 1937 y 1941. Nunca se consagró campeón de Primera División. Retirado, atendió su bombonería ubicada en la Avenida Entre Ríos.
Enrique García falleció el 23 de agosto de 1969. Tenía 56 años.
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche a la Investigación Periodística.