En el marco de las dos competiciones europeas, dos entrenadores que se jactan por su pragmatismo quedaron en evidencia. Ellos son tan vulnerables como cualquier otro entrenador. Sin embargo el peso de la crítica no siempre es el mismo. ¿El discurso de los eternos ganadores no pierde nunca?
Por Nicolás Podroznik (*)
Mientras se aguarda el regreso del fútbol argentino, las miradas están puestas en Europa. Allí se definieron de manera express tanto Champions League como Europa League, donde Bayern Munich y Sevilla se coronaron campeones respectivamente. Si bien ambos equipos fueron justos merecedores de la copa, en el tintero queda también por analizar a aquellos equipos que eran candidatos y que quedaron eliminados tempranamente. Obviamente, el resultado que más ruido hizo fue el estrepitoso 8-2 que sufrió el Barcelona frente al Bayern Munich, no sólo por lo abultado del resultado sino también por la performance del equipo catalán y el cimbronazo que significó la posible partida de Messi. Las críticas cayeron particularmente en el propio Lio y en Quique Setién. Mientras que al rosarino se lo señaló por su bajísimo rendimiento, al ya ex entrenador le dieron el golpe de gracia apuntando a su estilo de juego, sustentado en la posesión de pelota y la búsqueda del arco rival. La frase más resonada en los diversos medios deportivos fue “debió ser más pragmático y pensar en el resultado”, acompañada de otras críticas -más puntuales- sobre disposiciones tácticas y ocupación de espacios en defensa. Lo mismo ocurrió con Pep Guardiola y su enésima derrota en instancias decisivas de Champions League: tras quedar eliminado nuevamente en Cuartos de Final, su estilo de juego fue puesto en discusión otra vez. El abanico de críticas es enorme, pero todas se sustentan en la misma base: quien intenta jugar un fútbol ofensivo en partidos definitorios lleva las de perder. Y cuando sucede, aparecen categorías que evaden el análisis, pero que a su vez denostan y generalizan. “Pecho frío” y “perdedor” a la cabeza.
Ahora bien, así como el Manchester City y el Barcelona cayeron en Cuartos de Final de la Champions League, también lo hizo el Atlético Madrid dirigido por Diego Simeone. En una llave en la que partían como favoritos, el RB Leipzig lo venció por 2 a 1. Unos días antes del encuentro, el Cholo se subía a caballo de una frase que ha utilizado hasta el hartazgo, incluso con variantes: “Ganar no es lo más importante, es lo único. Hay que ganar como sea”, dijo en conferencia de prensa. Algo similar en cuanto a tono y línea afirmó el entrenador del Inter de Milán, Antonio Conte, previo a la final de Europa League frente al Sevilla: “el segundo es el primero de los perdedores”. No es extraña la coincidencia: tanto el italiano como el argentino comparten un estilo donde el sacrificio y el despliegue físico son predominantes, exhibiendo un sistema de juego ordenado -por momentos conservador- en donde arriesgar o salirse de la norma no es habitual.
Según las reglas de su propio discurso, tanto Conte como Simeone son perdedores.
A Bielsa no le perdonarán jamás la eliminación del Mundial 2002. No le perdonarán no haber puesto a Batistuta y a Crespo juntos, aún cuando el equipo estaba quedando afuera. A partir de allí, toda derrota o eliminación que sufrió el Loco fue catalogada como fracaso, cayendo todo el peso de la palabra en su idea futbolística. Ese libreto Bielsa lo tiene bien conocido y asume la derrota como la norma y a la victoria como algo efímero. En síntesis: Bielsa en su discurso tiene bien claro que aún haciendo todo para ganar, se puede perder. Y lo acepta. En cambio, Simeone y Conte están catalogados como entrenadores de mentalidad ganadora cuando en verdad, niegan una realidad: evidentemente ganar no es lo único.
Entonces cabe preguntarse: ¿porqué a entrenadores como Bielsa o Guardiola se les cae con el peso del resultado -cuando ellos aceptan que perder es una posibilidad- y a Simeone o a Conte se les cuestiona el juego cuando son ellos mismos los que solo piensan en el resultado
La respuesta parece estar en la posición en la cual se encuentran. Dirigir a un equipo grande en Europa permite en buena medida estar ajenos a las derrotas, dada la inmensa diferencia con el resto de los equipos si de presupuestos hablamos. Sin embargo, nadie le cuenta las costillas al Cholo en cuanto a las dos finales de Champions League perdidas frente a su eterno rival, el Real Madrid. Si ahondamos allí, nos encontramos con una final en 2014 que tenía ganada y que le empataron en el último minuto, cayendo luego en el suplementario por 4 a 1. O la de 2016, en la cual también fueron a tiempo suplementario y aún con tres rivales completamente acalambrados, Simeone decidió no arriesgar y terminó perdiendo por penales. “Pero ninguna la perdimos en los noventa minutos”, declararía poco después. Sí, Cholo. Pero la perdiste.
El objetivo en el fútbol es lograr la victoria. Desde un partido a un campeonato. La frase “hay que ganar como sea” es una verdad de Perogrullo, la cual solo es utilizada por aquellos que se vanaglorian del sacrificio y el esfuerzo para lograr un único resultado: ganar. Así que ya es hora de empezar a juzgar a los resultadistas por el resultado y no por cómo juegan.
(*) Periodista. Abrí la Cancha.