5 de marzo de 1925. Cuando el fútbol argentino comenzó a dejar su impronta en Europa

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El 5 de marzo de 1925 se disputó el primer partido de Boca Juniors en su gira europea. Aquella tarde, Boca derrotó 3 a 1 al Celta en Vigo. El comienzo de una gira que cimentará la fama xeneize y paseará, por primera vez, al fútbol argentino por Europa.

 

Por Carlos Aira

(La gira de Boca por Europa. Bisagra del fútbol argentino – Héroes de Tiento – Ediciones Fabro. 2015)
La mañana del 27 de febrero amaneció tormentosa sobre las rías gallegas. Dice el refrán que Galicia es la tierra donde el cielo siempre es gris. Llegada la tarde, la figura del Formose comenzó a divisarse desde el puerto de Vigo. Ese puerto desde el cual millones de gallegos dejaron su tierra para abrazar y cimentar otra del otro lado del océano.
Una vez que el vapor llegó a la rada del puerto, cientos de pequeñas embarcaciones hicieron sonar sus sirenas. Diluviaba. Repiqueteaban infinitas bombas de estruendo. Miles de gallegos gritaban y saludaban a los visitantes mientras una banda militar ejecutaba el Himno Nacional Argentino. Nuestro fútbol desembarcaba en Europa. Una vez en tierra, los xeneizes fueron recibidos por José Fernández Villamil, Gobernador Civil de Pontevedra, quién leyó un mensaje de bienvenida firmado por el Rey Alfonso XII. Una emoción indescriptible embargó a los boquenses.
Finalizados los trámites migratorios, los futbolistas partieron a pie hasta el hotel Moderno, ubicado en el casco antiguo de la ciudad. Una lluvia helada, invernal, los acompañó en cada paso. No estaban solos: un millar de gallegos escoltaron al plantel hasta su destino. Ubicado sobre la señorial Avenida Policarpo Sanz, el Moderno era una joya arquitectónica. De estilo rococó, tenía dos cuerpos laterales que remataban en un frontón neobarroco. Sus cinco pisos finalizaban en una impresionante cúpula cromática. Ahora sí. Boca en Europa. El comienzo del sueño.
El Club Celta de Vigo, campeón de Galicia, fue el primer rival de los boquenses. El partido inicial se pautó para el domingo 1 de marzo, pero Cariboni solicitó postergarlo por el cansancio general. Se reprogramó para el jueves 5. Las recepciones protocolares fueron un problema. Desde que pisaron Vigo, los xeneizes sostuvieron una agitada agenda social. La misma noche del arribo fueron invitados a un banquete organizado por la Cámara de Comercio de la ciudad. El domingo se dirigieron a la mansión del Duque de Berbés. Allí disfrutaron de una reunión de hombres. En el ágape degustaron los famosos vinos da Ribeira, se empacharon de mariscos y festejaron el carnaval hasta las seis de la mañana. Debieron pedir, por favor, que los dejaran descansar. Tarasconi declarará: “jamás recibimos tantas atenciones como aquí en Vigo”.
Los boquenses llamaban la atención por su marcado acento porteño. Algún desprevenido deslizó que hablaban en español de Italia. Hubo algo de eso. El Reino de España remarca su maternidad en lo que llaman Iberoamérica. ¿Pero quién del plantel boquense era hijo de esa Madre Patria? ¿Tarascone? ¿Medici? ¿Buzzo? ¿Bidoglio? ¿Pertini? ¿Muttis? ¿Antraygues? ¿Cochrane? Estando en Galicia, sólo Seoane portaba apellido Gallego. Argentina, una nueva y gloriosa nación.
Pero no todo fue fiesta. En la mañana del lunes 2 de marzo un telegrama destrozó tanta algarabía. En Rosario había fallecido Ernesto Celli, con sólo 31 años. Mientras el cuerpo del delantero del seleccionado era velado en su bar de calle San Lorenzo 1235, los boquenses buscaron una iglesia en la cual rezar por su alma.

 

UN MOMENTO HISTORICO
Y llegó el esperado debut. Otra jornada gris plomo. Los días de lluvia convirtieron el campo de juego del viejo estadio de Coia en un chiquero. Los xeneizes no podían creer donde jugarían. La cancha no era dueña de una mísera mata de césped. Una vez finalizada la gira, Américo Tesorieri recordó la  “impresión espantosa que me causó la cancha del Celta de Vigo. Si yo hubiera sido directivo del equipo no hubiera hecho jugar el partido. Era un potrero arenoso por un lado y empantanado por otro. Miraba la cancha y tenía ganas de volver a Buenos Aires”.
Más de diez mil personas llenaron el estadio celtiña. No eran sólo vigueses. En las horas previas habían llegado trenes desde otras ciudades gallegas como Compostela, Coruña, Monforte de Lemos, Lugo, Ourense. Hasta de la portuguesa Valença do Miño. Las entradas tuvieron un precio desorbitante: 20 pesetas. Minutos antes del comienzo del partido arribó a su palco Fernández Villamil. Será uno de los protagonistas de la jornada.
En nuestro país la expectativa fue enorme. La diferencia horaria con la península era de cuatro horas y cuarto. Con bombos y platillos, Crítica anunció que las incidencias del partido se irían reflejando en un pizarrón instalado en Avenida Almirante Brown 1372, donde se ubicaba el negocio de fotografía de la familia Riva. A las once de la mañana, más de dos mil hinchas, desbordados por la ansiedad, se apiñaron en Brown y Lamadrid esperando novedades desde Vigo.
Pasadas las tres de la tarde, Boca salió al campo de juego de Coia. Camiseta azul de mangas largas y franja oro. Brazaletes negros en memoria de Celli. No entraba un alma en el estadio. Muchos hinchas pagaron 50 céntimos de peseta para ver el partido arriba del tinglado de un galpón cercano al estadio. Los xeneizes saludaron al Palco de Honor con un triple hurra. Ramón Moncho Polo, capitán local, obsequió a Tesorieri un enorme ramo de flores con los colores españoles y argentinos. Emocionado, el arquero lo besó en la frente.
Los equipos formaron así:
Celta de Vigo: Ruíz; Juanito y Rey; Cancela, Balbiano y Herminda; Reigosa, Herminda II, Chica, Polo y Casal.
Boca Juniors: Tesorieri; Bidoglio y Muttis; Medici, Vaccaro y Elli. Tarasconi, Cerrotti, Garasini, Seoane y Onzari.
CARBURIN
Su apellido era Cerrotta. Lo conocían en La Boca porque desde muy pibe vendió carbón junto a sus padres, migrantes ligures, en el corralón familiar ubicado en la esquina de Australia y Hernandarias. Comenzó a jugar sobre las vías del tren paralelas a calle Vespucio, pleno Barrio Chino, refugio de malandras que pululaban los fumaderos del opio que traían los marineros orientales. Antonio Cerrota se destacaba por su gambeta, que le permitió desde muy pibe, vestir los colores xeneizes. Debutó en Primera en agosto de 1920, contra Estudiantes de La Plata. Pronto se convirtió en uno de los favoritos de esa tribuna que le gritaba  “carburín…carburín” en esa media lengua italiana. Es que muchas veces se quedaba trabajando con el carbón hasta minutos antes del comienzo del partido, sin tiempo para lavarse, y aparecía en el campo de juego manchado de negro desde la cabeza a los pies. Como sucedió con muchos apellidos, la fonética lo rebautizó Cerrotti.
En 1925 viajó a Europa tan sólo con una valija de cartón y un traje. Jugados dos minutos en Vigo, llegó el preciso centro de Onzari desde la izquierda. El barro hacía imposible jugar por abajo. Carburín anticipó a todos, y de cabeza entró a la historia. Pasaron los años. Ya no hay sobrevivientes de aquella gira. A fines de 2012 un anciano de 83 años me pidió que lo aguarde unos instantes. Estoy dentro de su hogar, un conventillo a pasos del Riachuelo. Pasados unos minutos, el hombre regresó junto a una valija de cartón percudida por el tiempo. Extrajo fotos, telegramas, recortes de prensa, obsequios. Brotan lágrimas de los ojos de Don Oscar Cerrotta, hijo de Antonio. En el frente de chapa del conventillo de Quinquela Martín 765, una placa recuerda que allí vivió Carburín, autor del primer gol argentino en Europa.

 

ALGO HUELE MAL EN ESPAÑA
Promediaba el primer tiempo en Vigo. Llovía mares. Boca buscaba con ganas el segundo gol. De la nada, un estrépito brutal de chapas y quejidos. El tinglado usado como precaria tribuna cedió, y junto con él cayeron cientos de personas. El resultado fue escalofriante: tres fallecidos y medio centenar de heridos. El partido se suspendió inmediatamente. Cuando los jugadores se dirigían al vestuario, el gobernador Fernández Villamil reclamó la continuidad del encuentro. Con desprecio deslizó  “pero si son portugueses…». Mientras se rescataban víctimas, se realizó un minuto de silencio y todo continuó. Ganó Boca Juniors 3 a 1, con otro gol de Cerrotti y uno restante de Onzari.
En nuestro país el festejo fue desbordante. “Haciendo Patria” tituló La Argentina. En Madrid criticaron duramente la actitud del Celta al jugar sin refuerzos. Al día siguiente los xeneizes concurrieron al entierro de los fallecidos y visitaron a los heridos.

 

Carlos Aira es periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha.

 

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