Un Ciclón llamado Lángara. Una historia de Héroes en Tiempos Infames

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Con la contratación de Iker Muniain, San Lorenzo de Almagro reencuentra su histórico vínculo con Euskadi. Una historia que comenzó en 1939 con la contratación de varios futbolistas de aquella nacionalidad, pero hubo uno que trascendió al tiempo y fue el goleador Isidro Lángara. Una historia de Héroes en Tiempos Infames.

Por Carlos Aira

(Esta historia pertecene al libro Héroes en Tiempos Infames, historias del fútbol argentino 1930-1940. De Carlos Aira. Ediciones Fabro 2021).

 

El 1 de abril de 1939 finalizó la Guerra Civil Española. El ejército del Generalísimo Francisco Franco ingresó triunfal sobre las ruinas de Madrid. Punto final para un espanto que duró casi tres años. Comenzaba una dictadura tan indescifrable como el Caudillo que la condujo. La patria partida. Para miles de exiliados, regresar a su tierra era causa perdida. Entre esos desterrados se encontraban los vascos del Euzkadi, quienes se habían afincado en México.
Enrique Pinto presidía San Lorenzo de Almagro. En aquellos dos meses de solapada proscripción, el dirigente acompañó a los vascos y trabó una estrecha amistad con Baltazar Junco. En los primeros días de marzo de 1939, conocedor de la situación política y el desarraigo que sufrían los vascos, Pinto le propuso contrato al jugador que quisiera vestir la camiseta azulgrana. Junco le aconsejó a Ángel Zubieta que aprovechara la oportunidad, pero el centrohalf no estaba convencido de regresar a nuestro país y pidió un dinero para ser rechazado: $12.000 por su firma y $300 mensuales. Para su sorpresa, Pinto aceptó sus pretensiones.

 

 

El 26 de marzo de 1939, Zubieta despegó desde México con destino Buenos Aires. Debutó con la camiseta azulgrana el domingo 9 de abril. Esa tarde, San Lorenzo derrotó 4 a 2 a Estudiantes y el vasco no convenció. “Frío, apático pero efectivo”, lo examinó El Mundo. Retirado del fútbol, Zubieta recordó su primera impresión del futbol argentino: “El fútbol argentino de entonces era superior al español que yo conocía y pensé: yo puedo jugar como ellos. No hay que achicarse. Y no me achiqué. Pronto me hice al ambiente y al equipo sanlorencista y pude cumplir no ya mis aspiraciones sino las de los que confiaban en mí”.
Luego del triunfo ante Estudiantes, el Ciclón padeció tres derrotas consecutivas. Ante ese panorama, Pinto abrió nuevamente la caja fuerte y contrató a Waldemar do Britos, figura del Flamengo. Pero el presidente azulgrana tenía un sueño. Para cumplirlo, volvió a comunicarse con Junco. Esta vez, su pedido tenía nombre y apellido: Isidro Lángara. El Tanque aceptó la propuesta económica de San Lorenzo y emprendió un viaje tan largo como traumático. Partió desde México el miércoles 10 de mayo; luego de una serie de escalas, su vuelo arribó a Santiago de Chile en la tarde del sábado 13. Un frente de tormenta impidió la travesía sobre los Andes. Finalmente, el goleador aterrizó en el aeródromo de 6 de Septiembre en el mediodía del martes 16 de mayo. Ni vino en barco ni llegó el mismo día del partido. Su debut sería una parada brava: San Lorenzo enfrentaba a River Plate.

 

 DOMINGO 21 DE MAYO DE 1939

 

Desde temprano, 60.000 hinchas dejaron $41.000 en las boleterías. San Lorenzo arrastraba una racha de cinco partidos sin triunfos. Cuando el Ciclón salió a la cancha, todos los ojos siguieron la tozuda figura del vasco. Lo que sucedió después fue antológico. Algo que nadie hubiera imaginado. 7 minutos. Tiro libre ejecutado por Bartolomé Colombo sobre el área visitante. Cuello intentó mover a Lángara, pero el vasco no perdió la posición. En el forcejeo, la pelota golpeó el hombro derecho del goleador y se convirtió en el primer tanto de la tarde. ¡Qué tarro tiene el Yoyega!, gritó un hinchún millonario. Un minuto después igualó Carlos Peucelle. Clásico de arco a arco. 15 minutos. Waldemar y Cuello a los manotazos buscando un centro pasado. La pelota quedó boyando hasta que Lángara, de media vuelta, marcó su segundo gol. 21 minutos. Taquito Beristaín hizo una de circo dejando en el camino a Vaghi y Rodolfi. Cuando tiró el centro, la Barra de la Goma ya gritaba el gol porque allí estuvo Lángara para meterla de cabeza. Tres pelotas, tres goles. La multitud no lo podía creer. 35 minutos. Cuello, involuntario protagonista de la consagración del vasco, se distrajo esperando que Besuzzo recogiera una pelota. Lángara saltó entre ambos y convirtió su cuarto gol. Boedo conmocionado. El 4-2 final fue anécdota. El país ya hablaba de Lángara. Años más tarde, el goleador recordó su tarde eterna:
“Cuando salté al campo de juego quedé sobrecogido por los enormes graderíos y los gritos del público. El juego, pura filigrana, tan distinto al español, me mareaba y pensaba que jamás me acoplaría a él. De repente, vi a Colombo que avanzaba por izquierda y le grité. Me envió el balón bombeado: me empujaron, pero el balón llegó a la red. Después de aquel gol todo fue toser y cantar. Logré los cuatro goles de mi equipo y ganamos por 4 a 2. Dijeron que era el mejor delantero centro del mundo”.

 

Isidro Lángara, capitán de San Lorenzo, en 1941.

 

El fútbol argentino se conmocionó ante un fenómeno extraño. Un injerto de otras tierras que sacudió las nuestras fibras más íntimas. Chantecler describió con precisión lo que generó Isidro Lángara en su debut:
“La multitud asombrada y  tan desorientada como los propios jugadores de River Plate seguía con la mirada absorta a ese jugador que, la mañana a la noche, puso una nota sensacional en los anales de nuestro fútbol, que no alcanzaría a borrar su futura actuación si le tocara ser opaca: un típico jugador vasco, fornido y atlético, pero lento en sus movimientos, sobrio y sereno, que después de cada gol que marcaba hacía su regreso al centro del field con los brazos tiesos y algo echado hacia adelante, serio, sin una sonrisa, sin una muestra de satisfacción y orgullo en su rostro, con la naturalidad de quien juzga que no ha cumplido más que con su deber y que lo que hizo no tiene mayor importancia”.
La explosión Lángara abrió las puertas del fútbol argentino a sus compañeros varados en México. El 25 de junio de 1939 arribaron al país Josetxu Irarágorri y Emilio Alonso, ambos contratados por San Lorenzo. El jueves 29 se realizó un amistoso entre el Ciclón y Boca con la excusa de mostrar en público una delantera compuesta por vascos. Una multitud dejó $13.000 en cancha de Chacarita. Por su parte, River Plate se hizo de los servicios de Gregorio Blanco, Serafín Aedo y Leonardo Cilaurren. Racing Club se interesó en el delantero Luis Regueiro. A pesar del buen contrato ofrecido por la Academia, el irundarra no quiso regresar a la Argentina: “No me lo explico; hace unos meses éramos unos indeseables, al menos como grupo, pero uno a uno les convenimos. Como se habían portado allí tan mal con nosotros, no quise ir”.

 

Isidro Lángara en acción. Clásico ante Huracán. Año 1940.

 

Los goles de Lángara lograron que la comunidad española se volcara hacia San Lorenzo. Miles de boinas y txapelas fueron una marca registrada en la tribuna azulgrana. Tan sólo en junio de 1939, San Lorenzo sumó dos mil socios españoles. La identificación que generaron Lángara y Zubieta con sus compatriotas se resume en una anécdota que el goleador contaba con una sonrisa: en una oportunidad debió realizar una urgente diligencia horas antes de un partido. Paró un taxi e indicó una dirección. El chofer – español de pura cepa – se disculpó, pero se negó a llevarlo ya que sí lo hacía “no llegaría al estadio para ver a Lángara, mi ídolo”. El propio Lángara no lo podía creer. Riéndose, le ofreció buen dinero a cambio de ir urgente a la dirección señalada. Cuando el chofer vio los billetes, exclamó: – “¡Que Lángara se vaya al carajo…!”
Lángara encontró en Villa Devoto esas calles donde recordar a su patria con tranquilidad. Respetó al fútbol argentino, aunque nunca comprendió cierta idiosincrasia: “He notado que el jugador argentino no interpreta lo que en España llamamos trabajo. Aquí se sigue utilizando la gambeta estéril. En Europa está terminantemente prohibida. Cuando aquí el profesionalismo llegue a ese nivel de comprensión habrá equipos que serán verdaderas máquinas poderosas porque la calidad es inmejorable”.
Lángara será eterno en San Lorenzo. Desde su debut, el vasco jugó 111 partidos consecutivos, récord del club. Sus números fueron colosales: 110 goles en 121 partidos. Goleador del campeonato de 1940. Curiosamente, luego de su apoteótico debut, se le mojó la pólvora ante River. Nunca más le marcó un gol a los Millonarios. En mayo de 1943 regresó a México y en 1946 recibió el indulto que le permitió volver a su tierra. Volvió a Oviedo, donde se retiró en 1948.
Isidro Lángara Galarraga falleció el 21 de agosto de 1992 en Andoain, un pueblo de su Euskadi natal. Tenía 80 años.

 

 

Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.

 

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