Napoleón, el Emperador de Atlanta

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En los años 30s, el Club Atlético Atlanta tuvo una mascota peculiar. El perro Napoleón fue un espectáculo en las tribunas. El perrito futbolista. Una historia que tuvo un triste final y que es parte de la obra Héroes en Tiempos Infames.

Por Carlos Aira

 

Los hinchas no lo pueden creer. Algunos agachan la cabeza; otros la mueven en forma frenética, pero todos tienen sus manos sobre sus sienes. El patadura con la 9 erró un gol imposible. Harto de estar harto, un hincha corre hacia el alambrado para descargar con ganas su grito desgarrado: “¡Perro! ¡Sos un perro! ¿Cómo pudiste errar eso?”.
Pero el perro es el mejor amigo del hombre y algunos llegaron a ser mascotas de diversos equipos. Desde el fondo de la historia surge el nombre Can, el perro sin una pata que San Isidro Club adoptó a comienzos del siglo XX. Cuando el bicho murió en 1918, el club lo recordó con una placa que aun se conserva. Conocida es la historia de Boneco, la mascota del Independiente copero de los 70s. En 1991, Sarmiento de Junín dejó la Primera C con Tamara Ascenso como talismán. Juan Carlos Montes, el mismo entrenador que hizo debutar a Maradona, daba la charla técnica con la perrita acurrucada en sus pies; luego, Tamara ingresaba al campo de juego en brazos de algún jugador verde. Pero el perro más famoso del fútbol argentino fue Napoleón, la mítica mascota del Club Atlético Atlanta.

 

 

Septiembre de 1929. Una mañana entre otras. Camilo Di Bella, portero de Chacarita Juniors, encontró en el portón del club a un cachorrito recién nacido. Negro y alargado, apenas si podía abrir los ojos. Di Bella se lo ofreció a un vecino llamado Francisco Belón, quién lo adoptó y bautizó Napoleón. A fuerza de jugar con una pelota de goma, el perrito adoptó un asombroso vínculo con la esfera. Sabía llevarla de una pata a la otra; también cabecearla. Belón invitaba a sus amigos a contemplar las maravillas que hacía Napoleón. Ellos conformaban una barra que seguía a Atlanta a todas las canchas. Una tarde llevaron a Napoleón al cajoncito de la calle Humboldt. Pronto, el pichicho se convirtió en la atracción de los entretiempos. Mascota y talismán que comenzaron a llevar escondido a otras canchas. También hubo lugar para un susto bárbaro. 22 de noviembre de 1936. En Remedios de Escalada, Atlanta visitó a Talleres. Cuando los equipos salieron a la cancha, una bomba de estruendo asustó a Napoleón, quién huyó espantado. Luego de buscarlo durante todo el primer tiempo, Belón lo encontró acurrucado, muerto de miedo, debajo de unos tablones. Lo alzó y llevó al vestuario justo cuando regresaban los jugadores bohemios. Sus caras lo decían todo: Atlanta perdía 5 a 1.  Como si fuera un talismán, Napoleón fue el emperador de una remontada histórica, porque Atlanta igualó 5 a 5.
Otra tarde memorable fue el 31 de octubre de 1937. Félix Frascara no analizó la goleada 4 a 1 de River sobre Atlanta, sino el hipnótico espectáculo del entretiempo: “Empujándola con la cabeza, entre el cogote y la espalda, a toda velocidad entre las piernas de quienes intentaban quitársela, el perrito atajaba, gambeteaba y era saludado por una ovación del público”.
Pero la historia no tuvo un final feliz. Miércoles 5 de abril de 1938. Caía la noche sobre la ciudad. Reunión de la barra en una casa de la calle Muñecas. Belón llevó a Napoleón. Mientras planeaban como llevarlo el domingo hacia La Plata, desde la calle sonó un ladrido estridente. Una puerta abierta y un Buick que no frenó a tiempo. Villa Crespo lloró su muerte. La Comisión Directiva de Atlanta mandó a embalsamar a Napoleón. En sentida necrológica, Borocotó realizó un emotivo semblante del perrito futbolista:
 “¡Napoleón! ¡Napoleón! Seguía gritando su dueño. Las palabras se perdían sin eco siquiera. Apenas un imperceptible temblor transmitía el perrito a los brazos de su amo que lo iba viendo borroso a través de las lágrimas. Ya no jugará más. Atlanta saldrá solo, sin su perrito gambeteador que tenía alma de futboler rayada de azul y amarillo. Tornaroli no comprará más pastafrola para darle al pichicho. No se escuchará del otro lado del alambre el ladrar de Napoleón que la hinchaba de afuera.
 Atlanta tuvo su gesto: lo mandó a embalsamar. Ahora quedará en la secretaría, quietito como antes del accidente. Igualito como era; así de oscuro, de lustroso, de simpático pero con dos ojos de vidrio y relleno de paja”.
 La historia de Napoleón trascendió su tiempo y se convirtió en leyenda. La descendencia de Francisco Belón custodia a Napoleón y en cada gran acontecimiento del Club Atlético Atlanta, vuelve a relucir su oscura figura.

 

Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.

 

 

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