El Congreso de la Nación del país vecino sancionó la ley que permitirá que los clubes, si asi lo desean, puedan poner en manos privadas toda gestión referida al fútbol. Sin embargo, detrás de los supuestos beneficios que dice promover, se esconde un camino que sólo lleva a la destrucción y desaparición de equipos históricos de Brasil.
Por Nicolás Podroznik
Desde hace ya unos cuantos años, el fútbol argentino ha posicionado a sus equipos en lo más alto de Sudamérica. A la hora de competir, se ha sobrepuesto notablemente al éxodo provocado por mercados -nuevos y viejos- que hacen la diferencia en lo económico. El nivel es bueno y casi siempre podemos ver a nuestros clubes llegar a instancias finales de Libertadores o Sudamericana. El ritmo lo sostiene Brasil, que siempre se ha destacado por ser una plaza que paga mejores sueldos que nuestro país, y eso se ha visto con el arribo de jugadores de renombre mundial desde el fútbol europeo (Dani Alves, Juanfran, Filipe Luis, Diego Alves, Hulk, entre otros), aunque también tienen la potencia como para atraer figuras de nuestro campeonato, siendo el mas reciente de ellos el de Nacho Fernández, figura del River de Gallardo. Y la pregunta que siempre sobrevolaba en la tribuna -si se permite el lugar común dada esta pandemia- era: ¿Cómo hacen los equipos brasileños para sostener a estos jugadores?
Pues bien: esa duda comenzó a despejarse desde el lunes pasado, cuando el Congreso de Brasil sancionó la ley PL 5516/2019, que permite la participación de privados en la gestión del fútbol de todo aquel equipo que desee hacerlo. Su impulsor es Rodrigo Pacheco, actual Presidente del Senado y del Congreso de Brasil y uno de los hombres de confianza de Jair Bolsonaro.
Los tres equipos mas comprometidos apoyaron esta ley, desesperados por la necesidad de evitar endeudarse mas y mas, acuciados por los números en rojo que crecieron exponencialmente en este año y medio de pandemia. Muchos de sus hinchas dieron luz verde, basándose en las premisas que la ley ponía en favor de los clubes en caso de intervención privada, como la imposibilidad de cambiarle el nombre, los colores o el escudo al club (como sucedió con el Red Bull Bragantino), prohibición de mudar al equipo de ciudad y diversos alivios impositivos. Sin embargo, el más importante de todos los puntos de la ley es el que permite que el monstruo privado haga de las suyas: se permitirá que los capitales privados gerencien solamente el fútbol. Por eso la ley habla de SAF (Sociedades Anónimas de Futbol) a diferencia de las SAD (Sociedades Anónimas Deportivas) que rigen en España y que alguna vez Mauricio Macri quiso imponer en Argentina de la mano de Javier Tebas, Presidente de la Liga de Futbol Profesional de España.
A simple vista, uno podrá decir que, con esta excepción, el club y el resto de las actividades deportivas quedan exentas de cualquier desaparición o cierre. Cuantas veces hemos escuchado que en muchos de nuestros clubes han cerrado actividades por ser «deficitarias», como ocurrió en Boca Juniors en su momento. Pues bien: basta ver la letra chica de la ley para darse cuenta que están guiando a los clubes silenciosamente al matadero. Y lo peor de todo es que tiene el visto bueno de todos ellos, que se quedaron en el maquillaje de la identidad, los nombres y los colores.
A continuación, algunos de los incisos que muestran lo macabro que esconde esta ley:
– Rebaja impositiva: todo aquel equipo que se transforme en SAF recibirá beneficios impositivos. El engaño reside en que actualmente los equipos que actualmente son asociaciones civiles sin fin de lucro pagan muchos menos impuestos. Serán las empresas inversoras las que recibirán el beneficio, puesto que pagaran menos impuestos que las empresas de otros rubros. Los medios brasileños se encargaron de decir que fueron los propios clubes que pidieron esta modificación, argumentando que de este modo vendrán mas inversores, cuando en realidad fueron las propias empresas quienes presionaron para modificar este anexo, el cual en su primer proyecto obligaba a que paguen sus impuestos como cualquier otra.
– Explotación de activos: si bien se aclara que son precisamente SAF porque sólo gerenciaran el fútbol, la ley permite la explotación económica de activos, incluyendo los inmobiliarios, ejerciendo pleno derecho sobre los mismos.
– Obligaciones: la ley estipula que si un club se transforma en SAF, éste debe pagar su deuda en diez años y aportando al menos un 20% de sus ingresos anuales, Si tomamos el caso de Chapecoense, su deuda supera los 80 millones de reales y sus ingresos en 2020 fueron 27 millones. Es decir que de aquí a diez años, el club no debe contraer deuda alguna y destinar 30% de sus ingresos para salir del pasivo. También se determina un máximo de seis años para abonar el 60% de la deuda. Si llegada la fecha límite no se abonó dicha suma, se pasará a concurso de acreedores y ejecución de bienes. Para que quede bien claro: cuando dice que son diez años, en realidad son seis.
– Contracción de nuevas deudas: el Artículo 9 determina que los privados que inviertan en el club no se harán cargo de las deudas anteriores o posteriores que el club haya generado en el ámbito civil o laboral.
Esta situación parece también estar sujeta a los dos ejemplos exitosos de gestión privada como lo son Bragantino (con la banca de Red Bull) y Cuiabá (bajo la tutela de la familia Dresch). El primero se encuentra cuarto en el Brasileirao y es candidato a ganar la Copa Sudamericana, mientras que el segundo ascendió el año pasado, poniendo a un equipo de Mato Grosso en la primera división tras 35 años.
El agravante final para todo esto es la otra ley sancionada recientemente, denominada «Lei do Mandante», la cual permite que cada uno de los clubes elija libremente a quien otorgar los derechos de transmisión para los partidos que juegue como local. Una ley muy similar a la que se ejecutaban en España y Portugal -la cual generaba ingresos dispares entre poderosos y no tanto- y que ya han corregido en convenios de distribución un poco mas equitativa. La lectura es inequívoca: al haber equipos que no puedan generar buenos ingresos televisivos se genera un terreno fértil para los privados. Así también lo expresa Irlan Simoes, autor del libro “Clube-empresa: abordagens críticas globais às sociedades anônimas no futebol” en una reciente columna para el sitio web trivela.com.br: «Aún cuando no hay obligación de conversión, el proyecto brinda un argumento fatalista tanto para los actuales dirigentes como para aquellos que quieran tomar el control, creando una situación de inevitabilidad, como si se tratara de una chance que no puede ser desaprovechada. De lo que nadie debe dudar es de la aparición de un grupo con alto poder adquisitivo interesado en tornarse propietario de clubes con millones de hinchas».
De cara a lo que viene, cabe preguntarse si realmente estamos atentos a la situación. ¿Será que si los equipos brasileños logran éxitos deportivos, ésta ley será vista como la única posibilidad para los equipos argentinos de pelear mano a mano con ellos? ¿O será que ya tenemos el cuero curtido de antemano y sabemos de qué se trata esta avanzada? El peligro está latente, pero parece que en Brasil están confiados en que la ley es una salvación. Si no, no se explica como Atlético Mineiro, el club más endeudado de todos, acaba de contratar al hispano-brasileño Diego Costa, quien hasta el año pasado ganaba 8 millones de euros en el Atlético Madrid. El equipo de Belo Horizonte, una vez superada la instancia de River, podrá inscribir al delantero para las semifinales. Pero si eso no sucede, el premio que recibirá el club de manos de Conmebol por llegar a esa instancia será de 6 millones de dólares. El sueldo de Diego Costa será de 4,5 millones anuales.
Desde el marco legal, ya está preparado para que en Brasil se haga tierra arrasada y los clubes queden en manos de privados. El peligro acecha a su fútbol con la complicidad de un conjunto de medios que omiten hablar de este tema. El fútbol sudamericano deberá estar atento, porque la imposición de este modelo amenaza con eliminar para siempre lo poco que queda de competitividad a nivel continental. No hay que permitirlo.
Agradecemos enormemente la colaboración de Gabriel Tim y Luiz Felipe Longo, periodista brasileño y conductor de «Podcast do Peixao».
(*) Periodista. Abrí la Cancha.