En 1928, el combinado de Santiago del Estero se consagró campeón argentino. Una generación brillante de jugadores completamente desconocida por la lógica de construcción porteña de la historia. Una historia de Héroes de Tiento.
Por Carlos Aira
Texto extraído de «Héroes de Tiento», Ediciones Fabro, 2015. Prohibida su reproducción sin citar medio y autor.
Blancas, radiantes. Las camisas relucían en esas pieles cobrizas. Abrazos. Sonrisas. Algunas lágrimas. Esos pelos que ingresaban a la historia. Negros azabaches. Duros como pinchos. Futbolistas y santiagueños. La cultura porteña los bautizó peloduros.
Santiago del Estero. Madre de ciudades. Capital de la provincia más castigada de la patria. Capital del Chagas, la tuberculosis y la diáspora interna. Santiago del Estero. Quebracho y algarroba. Quichua y Europa medieval. Zamba y chacarera. Cultura popular. La tierra de los Abalos, los Carabajal, de Homero Manzi, de Sixto Palavecino. Santiago del Estero campeón del fútbol argentino.
En el césped riverplatense, ese racimo de hombres festejaba el triunfo de sus vidas. Desde las tribunas bajaban silbidos. ¿Por qué tanto rencor? Tal vez porque esos muchos no aceptaran el triunfo de los predestinados al fracaso. Final del campeonato argentino 1928. La Liga Cultural venció 3 a 1 a Paraná. Segundo Nepomuceno Luna, campeón de Lima, olímpico de Ámsterdam, decía a quién quisiera escucharlo: “El de hoy es el triunfo de mi patria chica. El de entonces era la consagración de campeones mundiales. Gozo incomparable el de ahora”.
Los campeonatos argentinos comenzaron a disputarse desde 1920. Invento de la Asociación Amateurs con el fin de mitigar la intensidad que generaban los Sudamericanos que disputaban futbolistas de la AAF. A pesar del maquillaje federal, los equipos de tierra adentro, chacareros como se les decía desde Buenos Aires, eran convidados de piedra. La gloria estaba reservada para Capital o Provincia, eufemismo porteño para catalogar a Buenos Aires.
CONCENTRACIÓN MODELO 1928:
José Castiglione era el presidente de la Liga Cultural. Abogado, periodista y dueño de El Liberal, el periódico más influyente de la provincia. Su relación con el fútbol porteño quedó resquebrajada luego de Ámsterdam. Entendió que Alberto Hellman, y sobre todo Ita Luna, merecieron una oportunidad en los Juegos Olímpicos. Para el fútbol santiagueño, el campeonato argentino se convirtió en una cuestión de honor. Fue el propio Castiglione quien gestionó la concentración de los seleccionados en el Regimiento 18 de infantería, con asiento en Santiago Capital. Durante una semana, el régimen fue estricto. Profesionalismo. Todos despiertos antes del alba. Gimnasia hasta las 7:30. Luego, un buen desayuno en el casino de oficiales. Los jugadores se duchaban y desde allí concurrían al trabajo cotidiano o a su casa. Cada uno tenía un permiso especial para regresar al mediodía. Almorzaban juntos, y luego de la bendita siesta santiagueña, más gimnasia y una práctica de fútbol. A las nueve de la noche, todos durmiendo hasta el día siguiente.
LUNA SANTIAGUEÑA
En la tarde del domingo 30 de septiembre comenzó la novena edición del certamen. Los tablones de Vélez Sarsfield fueron testigos de aquella jornada. En primer turno, Chaco venció 2 a 1 a Catamarca. Luego llegó el momento de la goleada santiagueña. 5 a 1 a Salta, con dos goles de Segundo Luna. Ramón Luna, Luis Díaz y José Díaz, capitán del equipo, se sumaron al marcador. Ita Luna y Alberto Hellman, los dos santiagueños ninguneados por los dirigentes en Ámsterdam, fueron muy aplaudidos por los cinco mil hinchas presentes en Basualdo 436.
Luna. Apellido de conquista. Hermanos talentosos. Ramón, Segundo, Juan y Nazareno. Nello, Ita, Juansha y Nasha. Segundo era la estrella. Tapa de El Gráfico en 1926, cuando solito volvió loco a toda la defensa de Buenos Aires. Era hijo de otro padre, su apellido era Gómez, pero siempre se consideró Luna. Los cuatro hermanos vestían la camiseta aurinegra del Club Atlético Mitre. Historia olvidada. Los tigres santiagueños conformaron uno de los mejores equipos del fútbol argentino de su época.
El jueves 4 de octubre, la Liga Cultural derrotó 3 a 2 a Rafaela en Sportivo Barracas. Fue un partido ardoroso. Promediando el segundo tiempo, vencían los santafesinos 2 a 1. Apareció Nello Luna, autor de los tres goles que le sirvieron a su equipo para pasar de etapa. Centrodelantero, con el paso de los años el mayor de los hermanos vestirá la camiseta de Atlanta y Argentinos Juniors en el profesionalismo porteño.
SANGRE QUECHUA
Tres días más tarde llegó la bisagra. Capital ante Santiago del Estero. Los porteños habían goleado 11 a 0 a Formosa y vencido 2 a 1 a Buenos Aires en una final anticipada. Pocos dudaban que los porteños fueran los campeones. Era muy difícil concebir la victoria de once morochos del norte argentino, pero esa tarde de primavera, el humilde, el convidado de piedra, la curiosidad, hizo pata ancha. El equipo de la Liga Cultural dio el primer batacazo federal del fútbol argentino. Como lo hizo otro equipo santiagueño casi cuarenta años después: en la tarde del 15 de octubre de 1967, Central Córdoba derrotó 2 a 1 a Boca en la Bombonera, convirtiéndose en el primer equipo de tierra adentro en vencer, en partido de primera división, a un grande de Buenos Aires en su estadio.
Sangre quichua. Diez minutos de juego. Segundo Luna gambeteó a Pablo Bartolucci, Pedro Omar y Humberto Recanatini antes de definir ante la salida de Mapelli. 1 a 0. Enmudeció River. Si lo hubiera convertido Samitier, miles de porteños hubieran celebrado el gol europeo. Antes de los veinte minutos, otro golpe. Luis Díaz, un chango de 18 años al cual le decían Maico, estrella de Estudiantes de Santiago, derrotó al arquero porteño con un fuerte remate. 2 a 0. El estilo de los santiagueños no gustaba al paladar porteño. No tenían clase. Los defensores despejaban fuerte y en ataque no hacían firuletes. Todos jugaban rápido y remataban desde cualquier lado. Los hinchas se impacientaban. Bartolucci y Omar no podían con los Luna. Ita jugó un partido aparte. Quería mostrarles a los dirigentes de la AAAF que hubiera brindado mucho por la camiseta argentina en Ámsterdam. Disputó cada pelota como si fuera la última. Se peleó con cada uno de los porteños y corrió cada pelota con la fe de aquellos que saben que la gloria y la revancha pueden llegar en noventa minutos. Al día siguiente, Ultima Hora publicó: “El negro luna, el olímpico, se salía de la funda. Por momentos no se sabía si jugaba de winger izquierdo, derecho o centrofoward”. Minuto 42. Conexión entre hermanos. Nazareno armó una jugada sensacional que definió Segundo con un cabezazo impresionante. 3 a 0. Sobre la hora, Roberto Cherro descontó para los locales.
El segundo tiempo fue intenso. Por momentos épico. Promediando la etapa, el árbitro Espínola no convalidó un tanto convertido por Ramón Luna. A los 20 minutos, Pachito Maglio descontó para los porteños. 3 a 2. Faltando dos minutos para finalizar el partido, la jugada que cambió el campeonato. Nada será igual. Con los porteños en ataque buscando la igualdad, el wing Pedro Marassi remató al arco desde larga distancia. La pelota golpeó en la mano derecha de Teófilo Juárez. Tiro libre al borde del área. Cherro remató convirtiendo un empate festejado hasta la afonía. Pero Espínola anuló la conquista aduciendo que no había dado la orden. Estupor. Durante largos minutos el césped de la Recoleta fue un campo de batalla. Cuando los ánimos tuvieron un atisbo de calma, Recanatini retiró a sus compañeros de la cancha. En River reinó la confusión. Por un lado los porteños, pésimos perdedores, se retiraban bañados en curiosos aplausos. Por su parte, los peloduros daban una digna vuelta olímpica empapada en silbidos e insultos.
VISITANTES EN BUENOS AIRES:
La prensa porteña no tragó el triunfo de los norteños. La eliminación porteña fue un puñal en el ego futbolero de la gran ciudad. Última Hora publicó una crónica durísima con destinatario final: los dirigentes de la AAAF:
“Por primera vez el campeonato argentino irá a parar a manos de una liga del interior. Y por primera vez, resulta esto una ironía del destino. El football que se practica en los clubes afiliados a la AAAF es netamente superior al de tierra adentro. En cantidad, en técnica, en picardía. Los jugadores de aquí están muy por encima de aquellos. Ni los propios rosarinos, que fueron los más serios adversarios de los porteños, tendrían chance frente a un cuadro constituido a conciencia. El football del interior tiene mucho que aprender todavía para poder imponerse a un team de Capital o Provincia. Los dirigentes pueden estar satisfechos de su hazaña. El sábado recaudaron 17.000 pesos. Salvaron los gastos del campeonato argentino. ¿Y los prestigios del football local? ¡Bah!…¿para qué sirve eso? Con dinero, aunque la conciencia esté sucia, se pasa mejor la vida. ¡Y pensar que hay tanta gente buena entre barrotes de hierro!”
Seamos justos, también estuvieron los redactores porteños que saludaron el triunfo santiagueño. La Argentina publicó: “El triunfo del fútbol chacarero que no se tenía en cuenta en años anteriores, pero ahora se ha logrado a través de sus magníficas cualidades, imponerse a la consideración de todos nuestros deportistas. ¡Bravísimo santiagueñitos de la barra de mistol y la algarroba! Que siga la racha y ojalá el triunfo final sea vuestro”
SANTIAGO CAMPEON
Cuarenta y ocho horas después de la victoria en River, la semifinal emparejó a la Liga Cultural con su similar de la Asociación Pampeana de Fútbol. Poco público en el cemento de Independiente. Esos pocos presentes animaron durante todo el partido al grito de “Pam-pe-anos”. En el ideario de nación, La Pampa era inmensa y fértil. Merecedora del aliento porteño.
A los 33 minutos se abrió el marcador. Aparecieron las lunas santiagueñas. Ramón tocó para la cortada de Nazareno. Su remate se le escurrió entre las manos al arquero José Reggazzoli. Nasha, brazos en alto y ojos enrojecidos, festejó con lágrimas la conquista. La emoción de un pibe de 16 años que aún usaba pantalones cortos. Dos minutos más tarde llegó el segundo tanto. Ita eludió un par de defensores pampeanos antes de definir con clase. Llegó el descuento de La Pampa y un incidente lamentable: Luis Díaz marcó el tercer gol de la Liga Cultural, anulado por el árbitro Ricardo Riestra. La reacción de Maico fue tan desmedida que terminó expulsado. Santiago del Estero finalista del Argentino.
12 de octubre. Viernes feriado. Soleado. Por segunda vez en nuestra historia, un ciudadano reasumía la presidencia de la República. Una multitud acompañó a Hipólito Yrigoyen al Congreso de la Nación. El veterano líder radical le habló a su pueblo con voz tenue y baja. Sólo la alzó para proclamar “haré cumplir la constitución fielmente”. La historia argentina escondía una zancadilla a la vuelta de la esquina.
River Plate fue el escenario de una final atípica. Dos ligas del interior se disputarían el titulo argentino. Santiago del Estero y Paraná. Tan sólo un puñadito de santiagueños apoyó a los suyos. En las tribunas aún se discutía la jugada final del partido ante los porteños. Con un clima enrarecido, una jugada discutida a favor de los santiagueños podía desatar una maroma. Y la misma sucedió a los nueve minutos de juego: Segundo Luna remató con su potencia habitual. La pelota golpeó en el travesaño y el arquero, apellidado Sosa, se dio vuelta sobre la línea para recoger la misma. El árbitro Consolato Nay Foino entendió que al darse vuelta ingresó la pelota dentro de la meta, convalidando una conquista que sorprendió a todos. La rechifla fue fenomenal. El partido se reanudó con el público arrojando botellas al campo de juego. En un clima tan denso, Nay Foino decidió no continuar dirigiendo la final.
Finalmente, luego de muchos cabildeos, se reanudaron las acciones. El veterano Gerónimo Rapossi dejó la banderita de línea y arbitró el resto del partido. Los entrerrianos tenían un juego armonioso. Los santiagueños eran rápidos y punzantes. Apenas comenzó el segundo tiempo, penal para Paraná. El centrodelantero Juan Darquier igualó el partido. Pero la gloria quedó en Santiago. Ramón Luna convirtió los dos goles para sellar el 3 a 1 final. Santiago del Estero campeón. ¡Los Peloduros campeones! La vuelta olímpica bañada en lágrimas. En las tribunas pocos aplausos. La metrópoli no concibió el triunfo del humilde.
Merecedores del reconocimiento perdurable. Un equipo que se abrazó con la gloria. Nombres para la historia: José Trejo; Teófilo Juárez y Ariel Medina; Raúl Alonso, Dalmasio Ruíz y Cornelio Caro; Nazareno Luna, Luis Díaz, Ramón Luna, José Díaz y Segundo Luna.
Las horas posteriores a la consagración fueron rocambolescas. Primero, el presidente Yrigoyen felicitó a los campeones. Luego fueron agasajados en una gala realizada en el Teatro Colón. Pero la fiesta valedera, la popular, los esperaba en Santiago. Miles de rostros llenos de lágrimas esperaron el arribo de los campeones. Era la tarde del miércoles 17 de octubre. Pasados los años, Nazareno Luna rememoró: “no se imaginan como nos recibieron. Llegamos en tren cuatro días después. En la estación había una multitud, con banda de música y la Rondalla de la Sociedad Coral la Raza. En el primer coche iban José Díaz, capitán del equipo, mi hermano Segundo y don José Castiglione. En un coche cubierto de flores recorrimos las calles de la ciudad con todas las banderas de los clubes”.
Los futbolistas en andas. La muchedumbre los llevó hasta Plaza Libertad. Allí los esperó el gobernador Santiago Maradona. La fiesta eterna. Santiago del Estero la capital del mundo. Se reían y lloraban los changuitos del barrio Cantarranas junto a Teófilo Juárez. Ahí estaba Ita Luna. El viajero. Cuando volvió de Ámsterdam, en Buenos Aires le preguntaron que le pareció Europa. Su respuesta fue antológica: “Casas más, casas menos, igualito a mi Santiago”. ¿Qué me hablan de Europa? ¡Santiago del Estero!
Los Peloduros tuvieron su experiencia en el profesionalismo porteño, pero esa será otra historia. Agridulce, por cierto. Santiago seguirá llenando de gloria nuestro fútbol. El golazo de un chango le dará al fútbol nacional su primer título del mundo. Un tal Juan Carlos Cárdenas. Dos campeones del mundo nacieron en la provincia: Luis Adolfo Galván y René Houseman. Santiagueños peloduros. Forjadores de historias para todos los tiempos.