El asesinato de Roberto Basile: la horrenda noche de la bengala

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Una escena cargadaa de hondo patetismo: la bengala llegó a destino.

La noche del miércoles 3 de agosto de 1983 fue una de las más tristes en la historia de nuestro fútbol. A minutos de comenzar un Boca Juniors-Racing Club, un asesinato horroroso ante veinte mil espectadores. Una bengala marina arrojada desde la tribuna de Boca Juniors terminó con la vida de Roberto Alejandro Basile, 25 años, hincha de Racing Club. Una investigación a fondo para recordar y analizar una noche que generó un inmenso impacto en la sociedad y en nuestro fútbol.

Por Carlos Aira

 

Miércoles 3 de agosto de 1983. En las calles, el clima electoral iba tomando verdadero calor. La Junta Militar había puesto fecha al regreso de la vida democrática. Domingo 30 de octubre. La Unión Cívica Radical tenía en Raul Alfonsín su candidato. «Ahora, Alfonsín«, se leía en afiches y paredes. El peronismo aun no había cerrado la fórmula Italo Argentino Luder-Deolindo Bittel. «El pueblo al poder«, será la frase elegida por el justicialismo. Tiempos intensos. Se debatía la Ley de Amnistía. Por la misma, los miembros de la dictadura declaraban «extinguidas las acciones penales emergentes de los delitos cometidos con motivación o finalidad terrorista o subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982». La ley fue promulgada el 22 de septiembre. Un clima enrarecido atravesaba todos los ámbitos sociales.
También estaba el fútbol. El Campeonato de Primera División – anteriormente denominado Metropolitano – se inició promediando Junio. Se jugarían 36 fechas miércoles y domingos. En ese torneo se instauró, nuevamente, el descenso por Promedios. El mismo se había utilizado entre 1956 y 1962, formalmente. En aquel 1983 uno de los equipos que más dificil lo tenía para mantener la categoría era Racing Club.

 

La Academia no había arrancado bien el torneo, pero una serie de buenas actuaciones permitía la esperanza. El miércoles 27 de julio, Racing le irá ganando 2 a 0 a Rosario Central en Arroyito. Finalizará cayendo 4 a 3 (tres goles de Félix Orte). Cuatro días mas tarde, en cancha de Independiente – donde Racing era local al tener su estadio clausurado – logró un trabajoso triunfo ante Platense. Fue 3 a 2, con un pibe de 17 años llamado Juan Carlos Zubczuk atajando un penal. Seis goles en dos fechas. El regreso de Juan José Pizzuti a la dirección técnica. La ilusión en marcha. El fixture marcaba que el miércoles siguiente, por la 12º fecha, La Academia debía visitar la Bombonera.
Roberto Alejandro Basile tenía 25 años. Mayor de tres hermanos. Hijo de José Roberto, técnico mecánico, y Norma, ama de casa. Vivía en Saenz Peña 318, San Andrés, partido de San Martín. Aquel miércoles lo arrancó sin novedades. Tomó el tren hasta Retiro. Pasadas las 9:30 llegó a su oficina en el Banco Shaw. Allí trabajaba en Créditos. Vestía sobretodo marrón claro, pantalón gris, camisa celeste y corbata azul. Al mediodía no salió a almorzar. Se quedó releyendo sus apuntes de Análisis. Estudiante de segundo año de Ciencias Económicas, al día siguiente debía rendir un exigente examen. Por la tarde preparó boletas de Prode para todos sus compañeros de oficina. La jugada 522 había quedado vacante y el pozo sería una fortuna.
Pero quería ir a la cancha. Hacía dos años que no veía a Racing. Juan Alberto Martínez no solo era amigo sino compañero de trabajo. Ambos eran hinchas de la Academia. Durante los días previos habían hablado de ir a la cancha. Roberto no quería descuidar el examen y tenía dudas. Pero la promesa de una cena en una cantina del barrio finalizado el partido terminó de convencerlo. Se quedó en la oficina hasta casi las 19:00hs. Bajó con dos bolsas de papelitos y unos rollos de papel. Sobre la Avenida Paseo Colón lo esperaban Martínez junto a su novia. Tomaron el 54, llegando a la Bombonera minutos antes de las 20:00hs. Roberto compró las entradas. Dos generales y una de damas. Pagó 30 pesos argentinos. Subieron las penumbrosas escaleras y se ubicaron bien arriba, a la derecha. Casi en el borde de la calle Del Valle Iberlucea.

 

BARRAS Y BENGALAS

 

30 de abril de 1983. Esa noche, en cancha de Independiente, las hinchadas de Racing y Boca comenzaron una espiral de agresiones que terminó con el asesinato de Roberto Basile meses más tarde.
Tiempos muy bravos para ir a las canchas. El final de la dictadura desnudó un profundo recrudecimiento de hechos violentos.  Los años de plomo fueron los más oscuros en materia de desmanes en las tribunas. Todos los fines de semana los incidentes se contaban de a pares. Las Barras tomaban un protagonismo inédito. La hinchada de Boca tenía un nuevo capo. El tiempo de Quique el Carnicero era pasado. José Barritta, El Abuelo, había tomado el control de la barra luego de un violento combate ocurrido a la vera de la Ruta 9 camino a Rosario. Año 1981. La nueva 12 comenzó a manejarse con un nivel de violencia propio de la época. El 5 de enero de aquel 1983, dos jóvenes murieron finalizado un Boca-Quilmes. Pero una noche se desató una furia incontenible. Fue el 30 de abril en cancha de Independiente. Esa noche jugaron Racing y Boca por al Segunda Fase del Nacional. Fue una batalla de piedras y corridas por todo Avellaneda.
Tres meses después de la Batalla de Avellaneda, el clásico debía jugarse en la Bombonera. El miércoles 27 de julio, Boca recibió a Vélez Sársfield. Esa noche, un fulgor naranja llenó de asombro y angustia. ¿Que era eso? Nadie entendía nada. Era una bengala marina. La misma se elevó por el cielo. ¿Pero como llegó ese material a manos de una hinchada? La investigación posterior determinó que las mismas salieron de la ferretería naval ubicada en Lamadrid 638. Allí trabajaba Mario Avalos, personaje importante en esta historia. Vecino del barrio; conocedor de sus esquinas, recovecos y personajes.
En la misma cuadra de Lamadrid al 600 vivía un muchacho que ganaba lugar en La 12. Se llamaba Miguel Eliseo Herrera, pero todos lo conocían como el Narigón. Necesitado de unos mangos, Avalos le ofreció a Herrera unas bengalas marinas vencidas que estaban en el depósito y sus patrones tenían descatalogadas. El precio comercial de cada una de ellas era de 875 pesos argentinos. A precio de saldo, se las dejaba en sesenta. Un peldaño más para ganar la consideración de la plana mayor de la barra.
No estamos hablando de bengalas que sólo generan estallido lumínico. Las bengalas que poseía Avalos eran las utilizadas en embarcaciones. Las mismas tienen un alcance de 400 metros y una velocidad de 300 kilómetros por hora. El fútbol argentino tenía un recuerdo lejano de bengalas. En la Copa Libertadores de 1968, la hinchada de Estudiantes de La Plata lanzó un par de ellas durante un encuentro ante Racing Club. Esas luces generaron una mezcla de palpitaciones y espanto entre los presentes en 1 y 57.

 

MIERCOLES 3 DE AGOSTO DE 1983

 

El clásico estaba programado para las 21:00hs, pero desde muy temprano La 12 se hizo presente en el estadio. A poco de comenzar el partido de Reserva, se produjo un ingreso masivo que desbordó los controles. De esa manera eludieron los cacheos policiales y pudieron ingresar dieciséis bengalas. Las habían comprado esa misma tarde. Avalos se las entregó dentro de un bolso de cuero marrón en la esquina de Irala a Villafañe a cambio de 1.350 Pesos Argentinos.
Veinticinco mil espectadores hicieron frente a una temperatura que apenas superaba los diez grados. La tribuna media de la calle Brandsen se llenó de hinchas racinguistas. Entre ellos, Basile y sus amigos. Pasados un par de minutos de las 20:00hs, comenzó el segundo tiempo del partido de Reserva. A las 20:25, un estrépito estremecedor. Era la primera bengala. Un fulgor naranja surgió en la tribuna media de Casa Amarilla. El proyectil tomó altura y finalizó su trayectoria en la esquina de Magallanes y Garibaldi. Aldo Ottaggio, conductor de Glorias Xeneizes (Radio Gráfica FM 89.3), tiene una visión singular de aquel primer artefacto: «No estaba en la cancha. Regresaba a casa del laburo. Estaba en la esquina de Magallanes y Garibaldi en el momento mismo que la bengala pegó contra la pared de un almacén que estaba justo al lado de una canchita. Fue un resplandor impresionante. Se hizo de día. Me encegueció de forma total«. Esa esquina está a unos trescientos metros del estadio.
20:50. La tercera bengala casi le pega al jugador Abel Álvez.
Minutos después, otro estampido. Esa bengala describió una parábola ascendente que finalizó contra una pared del Sector B del estadio. Jorge Bitar fue dirigente de Boca Juniors durante décadas. En 1983 era parte de la Subcomisión de Relaciones Públicas. Fallecido en junio de 2020, en 2017 dejó su testimonio al autor de éste artículo: «Esa bengala no mató a nadie de Boca de casualidad. Lo recuerdo como si fuera hoy. Pegó a tres asientos de un ex futbolista del club. En ese momento todos nos dábamos cuenta que podía a suceder una desgracia». 
A las 20:54, los equipos salieron al campo de juego. La temperatura era de 8 grados. Una noche realmente invernal. Los hinchas que no fueron al estadio, estuvieron pegados a la radio escuchando el relato del partido. Esa noche también jugaban Independiente frente a los juveniles de River Plate. Los que se quedaron en casa no tuvieron la posibilidad de ver el partido por televisión. Faltaban seis minutos para que finalizara Mesa de Noticias, el gran éxito del año en ATC. También estaba concluyendo Buenas Noches, Argentina, el noticiero de Canal 13. Otros estarían esperando a Alberto Olmedo en No Toca Botón, por Canal 11; o tal vez a Silvio Soldán en Grandes Valores de Hoy y Siempre, por la pantalla del 9.
Con los equipos en el campo de juego, otra bengala más. La misma tomó un curso descendente. Atravesó el campo de juego. Pasó entre Luis Fernando Pintos – médico del plantel racinguista – y el defensor xeneize Abel Alvez. Cayó enterrada en los pies mismos del boquense Carlos Cacho CórdobaOooooole se escuchó desde la segunda bandeja del Riachuelo. Para algunos, esas bengalas eran simples cañitas voladoras. La gran mayoría de los presentes no dimensionó el espanto que se avecinaba. 
20:56. Faltaban minutos para que el árbitro Teodoro Nitti diera comienzo al clásico. Los veintidós jugadores aun calentando dentro del campo de juego. Racing atacaría hacia el arco de Casa Amarilla. Justo desde ese sector, otro estampido. Esta vez mas fuerte que los tres anteriores. La trayectoria no fue errática como las anteriores. Atravesó el cielo en forma zigzageante, pero recta.  Su carrera no duró más de dos segundos. La bengala recorrió ciento veinte metros dejando una poderosa estela lumínica con destino al sector derecho de la segunda bandeja del Riachuelo. Su mortal carrera finalizó en la carótida derecha de Roberto Basile.

 

Una escena cargadaa de hondo patetismo: la bengala llegó a destino.

 

«Roberto tenía sus manos en mi espalda. Estaba escuchando la radio. Le dije que no sintonizara a Victor Hugo porque nos traía mufa. Así que pienso que estaba escuchando a Muñoz», recordó su amigo Martínez a la revista Gente; y agregó con dolor: «El grueso de la hinchada de Racing estaba a diez metros. Primero vimos dos bengalas que venían de enfrente. Una se desvío a la derecha y salió de la cancha. La otra pasó por encima de nosotros. Escuché un zumbido y pensé que era un petardo que estaba por explotar. Agarré a mi novia y me cubrí con el saco. Nos caímos al piso. Cuando nos levantamos había un humo terrible y no veíamos a Robertito. Estaba tirado al lado mio con la bengala clavada en el cuello. No se movía. La bengala todavía estaba encendida. Algunos trataron de apagarla con el pié. Otro trato de sacársela y se quemó las manos. Robertito no se movía. Ya estaba muerto«. 
El cuerpo de Roberto Basile examine en la tribuna. Su asesinato fue uno de los momentos más tristes en la historia del fútbol argentino.
Se vivieron momentos horrendos. El aparato estuvo prendido, desprendiendo su luminosa carga, durante interminables segundos sobre la humanidad de Basile, quién falleció casi en el acto. Rubén Rosales, un hincha ubicado cerca del infortunado, intentó quitarle la bengala del cuello. Terminó con severas heridas en sus ojos. Una vez que el artefacto se apagó, el espanto se dimensionó. De la boca y orejas del fallecido aún salia humo y fuego que fue combatido con los abrigos de los presentes. El cuerpo se encontraba examine en la tribuna. Con sus rodillas hacia delante. Piadosamente, alguien colocó su maletín de trabajo debajo de la nuca. Fueron minutos de profunda confusión. Mezcla de bronca y dolor. Carlos Procopio, un fanático racinguista de la misma edad de Basile, recordó: «Cuando vi el cuerpo me llamó la atención el color. Estaba negro. Producto de la pólvora, imagino». Muchos hinchas querían irse de la tribuna, pero efectivos de la comisaría 24 impidieron la salida de los hinchas: el temor a la venganza era una realidad.
21:30. El cuerpo de Roberto Basile inerte esperando ser trasladado al Hospital Argerich. Una imagen horrorosa. Su asesinato valió un profundo debate.
No cabía otra decisión que suspender el partido. Las dirigencias se reunieron para analizar que medida tomar. Enrique Taddeo, presidente de Racing Club, quería suspender. Martín Benito Noel, titular boquense, no estaba tan de acuerdo. Pero fue el comisario Aquiles Semillani, titular de la comisaría 24, quien desaconsejó la suspensión. Al día siguiente de la tragedia, Noel declaró «por la peligrosidad que significaba anunciarle a la concurrencia que el partido se suspendía. Muchos, de los veinte mil hinchas presentes no estaban al tanto de la muerte, por lo tanto la suspensión del encuentro habría podido tener consecuencias imprevisibles y de absoluto descontrol, motivo por el cual resolvimos que el partido se realizara». Lo cierto es que durante la hora y media de fútbol, fuerzas antidisturbios de otras seccionales llegaron a la Boca para colaborar con el operativo policial. El partido fue el tiempo necesario para desplegar una cantidad inusitada de fuerzas en uno de los barrios más pequeños de la ciudad.
Miércoles 3 de agosto de 1983. A pesar del espanto, el partido se disputó. Pedro Magallanes, wing de la Academia, desborda a Roberto Mouzo.
21:10 comenzó el partido. El cuerpo de Basile fue llevado a la enfermería del club por cinco policías. Lo subieron a una camilla y lo bajaron a la calle Brandsen en la penumbra de las escaleras. Mientras se disputaba el clásico, una ambulancia lo trasladó al Hospital Argerich. Las radios difundían los detalles de un hecho que aterró a la sociedad. La noticia tardó más en la televisión. Los flashes informativos eran placas que interrumpían la transmisión. Una voz en off dio cuenta del luctuoso suceso de la Boca. Los argentinos se acababan de enterar que nada sería igual en nuestro fútbol.
Existió un partido que fue una maldición. Boca Juniors se puso en ventaja a los 14 minutos, por intermedio de Ricardo Gareca. Diez minutos más tarde igualó Osvaldo Rinaldi. A esa altura, policías de civil se llevaban detenida a la plana mayor de La 12. Desde la tribuna racinguista se escuchaba: «O le le O la la…Nos llevamos un muerto, lo vamos a vengar«. La respuesta xeneize: «O le le O la la…A todos los de Racing los vamos a matar». A los 36 minutos, un pibe de 21 años llamado Diego Ariel Castelló, camiseta número 2 de la Academia, quiso despejar un pase largo hacia Carlos Mendoza. Su remate de 50 metros se metió a espaldas de Hugo Orlando Gatti. Un gol histórico que no muchos hinchas vieron: a esa altura, los accesos se habían abierto. Finalmente, faltando 14 minutos, nuevamente Gareca – de penal – igualó para los locales. El partido que nunca debió jugarse finalizó 2 a 2.
En la misma noche, Martín Benito Noel, español, presidente de Boca Juniors, titular de la Asociación de Fabricantes de Dulces, Conservas y Afines, fue interpelado por su relación con la Barra Brava: «Niego enfáticamente que Boca mantenga contacto con estos barras ni que se les provea sustento económico». Notoriamente molesto por la insistencia de los periodistas acerca del posible desembolso para con la Barra, Noel confesó: «bueno, es cierto que al Abuelo lo conozco porque lo veo de vez en cuando en el club, pero de ninguna manera tiene un sueldo de la institución».
Enrique Taddeo, presidente académico, expresó: «Pensé en retirar el equipo por falta de garantías, pero tal vez hubiera provocado otro desastre«; dijo no saber «por qué ahora en las canchas no se practica el procedimiento que se usó durante el Mundial 1978, cuando toda persona que llegaba a un estadio era palpada de armas y revisada».
Por su parte, el ex presidente Alberto Jacinto Armando fue más claro: «Siento dolor y rabia por lo ocurrido, porque los que dispararon las bengalas tienen parte de la culpa, pero el resto de la culpa la tienen quienes los apañan. No voy a dar nombres. Cada uno debe sacar sus conclusiones, pero hubo lanzamientos de bengalas en partidos anteriores y nadie hizo nada».
Juan Alberto Martínez, el amigo de Basile, aportó su testimonio sobre la actitud del presidente xeneize: «Lo fuimos a buscar a Noel para enterarlo de lo que había sucedido antes de empezar el partido. Noel no nos dio ni la hora. Se limitó a gritar el primer gol de Boca sin importarle en lo más mínimo que en su cancha, en su casa, habían asesinado a un hombre». 
Julio Grondona en 1983. La tarde que firmó contrato Carlos Salvador Bilardo. La AFA no tomó una medida a fondo que reclamaba la sociedad.
¿La AFA? Tomó distancia. En la misma noche de la tragedia dio a conocer un comunicado. En sus párrafos principales expresó: «Si quienes concurren a los partidos de fútbol lo hacen provistos de elementos tales como el utilizado, tendremos que reconocer que podría resultar necesaria la interrupción de los partidos mientras no se encuentren medios o formas que tiendan a la erradicación de esos inconsultos procedimientos que constituyen un agravio a la convivencia humana». Por su parte, la AFA reclamó: «la adopción de medidas extremas para salvaguardar la normalidad que debe regir en los estadios». 
En AFA estaban muchos mas interesados en resolver el conflicto generado entre Ubaldo Fillol y la Secretaría de Trabajo. La situación contractual del popular arquero millonario y la Selección Argentina había generado un conflicto de proporciones. Al borde de la huelga general, Julio Grondona negociaba entre las partes y Futbolístas Argentinos Agremiados para encauzar la situación. La muerte en los estadios no era un tema relevante para la conducción de la calle Viamonte.

 

 

TESTIMONIOS

Quienes estuvieron presentes en aquella segunda bandeja del Riachuelo nunca pudieron sacarse el recuerdo de sus mentesHernán Valerga era un joven de 17 años. Fanático de Racing, estuvo presente aquella noche. Pasados 34 años, el actual conductor de Academia del Arte Racinguista (Radio Gráfica FM 89.3), nos hace un semblante de época: «Expresarse en las tribunas era una forma de hacer catarsis. Putear a los milicos o la poli era sentirse libre. Cada domingo alentábamos pero también gritábamos «Paredón..paredón…a todos los milicos que vendieron la Nación». Todo eso dentro del mundo Racing en una época nefasta: clausuras, telegramas, fracasos permanentes, pero siempre el amor por los colores y la ilusión de siempre«.
Una escena cargada de hondo patetismo. La bengala acaba de impactar en el cuerpo de Roberto Basile.
Hernán se metió de lleno en aquel recuerdo del 3 de agosto de 1983: «La segunda bandeja reventaba. La sorpresa de ver surcando el cielo una gran cañita voladora. Después otra, como si estuvieran calibrando. Una al costado, otra para arriba y una certera al corazón de la hinchada. Fue un flash para esos tiempos. Gritos e insultos. Mi amigo Camilo aferrado a mi espalda, cagado en las patas. Los dos viendo a ese muchacho (Basile) a quince metros de distancia muriéndose con una bengala asesina en su cuello. No se podía creer. Mucha confusión. El partido que se jugaba. Todo muy raro. El grito de la hinchada fue frenético, violento e impotente en todo momento. Recuerdo un gol de otro planeta de Castelló y una sensación horrible al salir y bajar las oscuras escaleras de la Bombonera buscando a los que cometieron ese ataque cobarde y no encontrar nada. Recuerdo también que mientras nos desplazábamos por la calle, ante nuestros gritos clamando venganza, los vecinos cerraban los póstigos y apagaban las luces, como bajando el telón de una noche negra. Horas tras hora, y con mayor información que brindaban las radios, se produjo un quiebre insalvable y eterno entre los barras. Un vale todo sin retorno. Este asesinato sin culpables fue, además, un símbolo del descenso que acechaba a Racing».
El cuerpo de Roberto Basile examine en la tribuna. Uno de los momentos más tristes en la historia del fútbol argentino
Otro testimonio desgarrador lo brindó Carlos González: «Fuimos junto mi viejo y un grupo de amigos. La cancha no estaba repleta, pero había mucha gente. En la previa del partido nos llamó la atención que la hinchada de Boca arrojara algo que no sabiamos que era, pero no eran cañitas voladoras. Recuerdo muy bien la bengala que salió por encima de los antiguos palcos y se perdió en la barriada. Cuando estaba por comenzar el partido, tiraron dos seguidas. Una se clavó en el área de Boca. La otra vino derecho, como si la hubiera tirado Robin Wood. A mí me paso dos metros por encima de la cabeza. Mi primera reacción fue buscar a mi viejo y a mi amigo Orlando. Obviamente a alguien le había pegado. Fueron fracciones de segundo. Cuando giré me encontré con el espanto: una chica petrificada, con un portafolio en las manos; y un chico tirado, con una postura en las piernas muy extraña, muerto. Hubo un silencio pavoroso. Lo más dramático fue que la bengala no había cumplido su recorrido original. El cuerpo del muchacho comenzó a desprender luces de colores hasta que finalmente el artefacto estalló. Un señor mayor le tapó el cuerpo con un saco. Una vez que la bengala se apagó comenzó la más absoluta locura. Una sensación de angustia y desesperación. Nosotros salimos a la calle alterados buscando autoridades. Mi padre habló con ambos presidentes y ambos decían que eran cañitas voladoras. Fue todo muy triste…». 

 

 

El cuerpo de Basile es retirado por cinco policías. Junto a ellos, un amigo y su novia, quienes acompañaron al fallecido al partido.
Un joven santafesino, que estaba a días de cumplir 21 años, también estuvo presente aquella noche fatídica en la tribuna media del Riachuelo. Gustavo Alfaro, con los años, uno de los entrenadores más cotizados del fútbol argentino, recordó en 2015 a El Gráfico: «Yo estaba del medio para la izquierda y a Basile lo impactaron del medio para la derecha. Recuerdo que empezó el partido y tiraron una primera bengala que cayó antes, en el campo de juego, y le pegó a Cacho Córdoba en la pierna. Después vinieron otras dos que pasaron por arriba de la tribuna, o sea que se veía venir, y la siguiente le impactó a este hincha Basile. Fue el día que más miedo tuve en una cancha: la gente se abrió y quedó el chico tirado, empezaron los cantitos con amenazas de un lado y del otro. Y la salida fue un caos. Estaba todo oscuro, y lo único que me importaba a mí, que había ido solo, era llegar a la Avenida Almirante Brown y subirme a un colectivo para rajar de ahí. Los policías estaban por ahí repartiendo bastonazos, era una locura».

 

UN PAIS CONSTERNADO

 

Pasadas las 23:00hs, finalizó el partido. Cuando los hinchas salieron de la Bombonera, la zona estaba militarizada. Quienes salían por el sector de plateas altas por Brandsen hacia Del Valle Iberlucea, debieron ir hasta Vuelta de Rocha, varias cuadras hacia el sur: la Guardia de Infantería había cerrado todas las transversales intermedias. La salida debía ser lo más encauzada posible porque la posibilidad de una catástrofe estaba latente. La salida de ambas hinchadas se hizo con una separación de veinte cuadras.
Luego del partido, se escucharon voces en el vestuario. Juan José Pizzuti, entrenador de la Academia, estaba sumergido en una profunda congoja: «¿Hemos enloquecido?», se preguntaba, y agregó: «Es una noche donde cuesta hablar de fútbol. Aun estamos impresionados, que digo impresionados, aterrados por lo que sucedió. Mire, esto hay que terminarlo ya.  Si, entre todos, de lo contrario se termina el fútbol y el país mismo. Por eso ratifico que todos le tenemos que poner fin a este salvajismo que no tiene nada que ver con el fútbol. Disculpenme, no puedo hablar más. Estoy como todos, muy acongojado». 
En el mismo vestuario, Osvaldo Rinaldi comentaba su gol de palomita, y también su estado de ánimo: «Lo que pasó hoy con este muchacho es incalificable. A mi, por lo menos, me había sacado las ganas de jugar y se lo dije a Nitti. ¡Que barbaridad!». 
También hubo declaraciones del lado xeneize. El correntino José Orlando Berta dijo: «Acabemos con todo esto. ¿Que clase de salvajismo es este? Yo agarraría a los jefes de las hinchadas y quienes los acompañan y los metería a todos dentro de una cancha y que se maten entre ellos, si es lo que quieren. Así se acabaría toda esta barbarie que terminara matando al fútbol. Lo repito, si se la aguantan de verdad, hay que encerrarlos en algún lugar y dársela hasta que no quede ninguno. Por lo menos así dejarían vivir tranquilos a los demás». 
Como se dijo anteriormente, la Policía Federal – junto a Gendarmería – peinó la tribuna media local durante el primer tiempo. Se efectuaron quince detenciones, todas correspondientes a la plana mayor de La 12. La misma policía encontró el bolso marrón con doce bengalas sin usar, con ellos los morteros de cartón corrugado utilizados para dispararlas.
Ambos clubes emitieron comunicados repudiando los lamentables episodios vividos. «Ese vandálico atentado, que se suma a otros, por su monstruosidad escribe una luctuosa y deshonrosa página para la historia del fútbol argentino y cuyo alcance va mundo más allá de lo deportivo en razón que su instrumentación abarca a la sociedad toda«, finalizaba la misiva de la institución de Avellaneda.
En una primera instancia, las radios informaron que la identidad del fallecido era Rodolfo Basile. Recién en la madrugada la familia se enteró de la desgracia. A las 3:30 del jueves 4 de agosto, el cuerpo de Roberto Basile dejó la morgue del Hospital Argerich para ser trasladado a la Morgue Judicial. Una vez efectuada la autopsia, la familia dispuso de su velatorio y posterior entierro en el cementerio de la Chacarita. Eso sucedió el viernes 5, en horas del mediodía. No aceptaron coronas de ningún club, tampoco de AFA.
Osvaldo Ardizzone y Jorge Porcel. El pensador y el actor. Dos enfoques sobre la tragedia.
La sociedad opinó. El siempre lúcido Osvaldo Ardizzone declaró: «Todavía me estoy preguntando como se jugó el partido. No debió celebrarse bajó ningún punto de vista. Es un disparate compatibilizar una tragedia con una fiesta. Con respecto al hecho criminal, contó con la habitual corte de bufones, contrahechos espirituales, que celebraron macabramente la idea del caudillo de la banda». El cómico Jorge Porcel, reconocido hincha de Racing, también se expreso sobre los sucesos de la Bombonera: «Dicen los psicólogos que todo tiene una explicación. Puede ser. Pero es muy dificil encontrar una explicación racional a lo que pasó en Boca. No sé. No estuve. No fui testigo. Pero me contó gente de mi mas entera confianza que fue espeluznante. El que lanzó la bengala fue un monstruo desintegrado al país. Porque ese disparó simbolizó al país». 
En el barrio de la Boca el clima era de luto. Nadie quería hablar muy fuerte del tema. Un vecino que no quiso ser identificado le dijo a Crónica: «Todo lo que pasó no tiene explicación y nos involucra a todos porque muchos cuando vamos a la cancha hacemos cosas que individualmente y a diario no cometemos». Quique Ocampo, Quique el Carnicero, ex capo de la barra xeneize, dijo «tenerlo muy mal todo lo ocurrido«, y aclaró: «Nada así ocurrió mientras estuve al frente de los muchachos».

 

UNA BARRA ANTE AL JUSTICIA

 

La sociedad se paralizó. La muerte de un joven de 25 años, vital, trabajador, estudiante universitario, a punto de casarse con su novia, consternó a todos. Si bien el horizonte democrático era una posibilidad, también comenzaban a visibilizarse los horrores de una dictadura sangrienta. En las horas posteriores la barra de Boca Juniors estuvo centro de la escena.
La noche de la tragedia se efectuaron 13 detenciones. Entre ellos la plana mayor de La 12: José Barritta, «El Abuelo«; Roberto Romero, «El Lechero«, y Santiago Lancry; «El Gitano«. Junto a ellos Marcos Florentín, «El Mono de Colombia» y Roberto Avalos, el provedor de la bengala mortal. Las pruebas de parafina fueron concluyentes: la mayoría de los detenidos habían manipulado las bengalas.
El juez de instrucción Héctor Grieben dando sus impresiones a la prensa en el hall de la Bombonera.
La causa recayó en el juez de Instrucción Héctor Grieben. Esa misma noche se realizaron los interrogatorios en la Comisaría 24. Algunos viejos conocedores de la interna xeneize arriesgan que incluyeron submarinos secos y mangerazos de agua helada (no olvidemos que estábamos aun en dictadura). Por lo que se desprendió de las declaraciones y el testimonio de testigos oculares, los dos principales sospechosos no habían sido detenidos.
El jueves 5, mientras su familia velaba a Basile, fueron liberados ocho de los detenidos. Se los identificó como Cacialuppi (el popular Paquinco, luego referente de La 12), Bianchi, Fernández, Mosochi, Carbonell, Tavagliano, López y Dentone. Esa misma tarde Grieben declaró: «Estamos buscando a uno de los sindicados del hecho, quién sería la persona que reúne todas las condiciones como para ser el culpable«. Esa persona que estaban buscando era Miguel Herrera.
El viernes 6, los detenidos fueron indagados por Griebsen, quien puso en libertad a El Lechero Romero. Luego de la indagatoria, los detenidos retornaron incomunicados a la Alcaidía de Tribunales. El sábado 7, en horas del mediodía, cayó el Narigón. 21 años de edad. Casado, un hijo, desempleado. La policía lo encontró en la casa de unos familiares en Grand Bourg, partido de San Miguel. Curiosamente, no registraba antecedentes policiales. Minutos antes de las 19:00hs, Herrera bajó esposado de un patrullero. Su rostro estaba tapado por una bufanda. Interrogado por Griebson, no admitió plenamente su culpa, involucrando a un muchacho que era buscado intensamente.
Ese muchacho era Roberto Caamaño. 23 años. Empleado del Banco Ciudad de Buenos Aires. El sábado por la tarde fueron a buscarlo a su vivienda, ubicada en la calle Cristobal Hicken del barrio de Lugano. Trabajaba como empleado en la sucursal Viamonte y Suipacha del Banco Ciudad de Buenos Aires. Se había metido en la barra pero aún no era aceptado del todo. Estaba juntando méritos. El jueves y el viernes fue a trabajar. El sábado estuvo todo el día afuera de casa. Cuando regresó el domingo por la mañana, su madre lo convenció de entregarse. Tomó un taxi y se presentó en la Comisaría 24.
Alias «El Lechero», «El Abuelo» y «El Gitano». La cúpula de La 12 en 1983.
El lunes 8 de agosto, todos los implicados fueron trasladados a la Alcaidía de Tribunales. La misma estaba prevista para las 8 de la mañana. Una gran cantidad de fotógrafos y periodistas se apostaron en la puerta de la comisaría 24. Pero recién minutos antes del mediodía los seis detenidos salieron de la misma. Los seis detenidos salieron con los rostros tapados. Para la policía, el caso estaba cerrado. La quinta de Crónica tituló: «Confesaron los 6 detenidos por el asesinato en Boca«. Jose Barrita, Marcos Florentin, Santiago Horacio Lancry y Mario Avalos recuperaron la libertad por falta de mérito. En libertad, el Abuelo tuvo una declaración llena de hipocresía: «Nos tocó sufrir una triste experiencia que espero jamas se repita. De ahora en adelante yo mismo seré uno de los primeros en organizar las hinchadas, especialmente la de Boca, para que desgracias como esta no vuelvan a pasar«
Los únicos detenidos eran Miguel Herrera y Roberto Caamaño. Al juez Griesen no le cabían dudas: eran los autores materiales del asesinato de Roberto Basile. Una vez en libertad todos sus compañeros, ambos fueron sometidos a un careo para establecer fehacientemente sus responsabilidades en el lanzamiento de la bengala.
El martes 9 de agosto se efectuaron las pericias balísticas.
Al día siguiente, técnicos de la policía federal efectuaron pericias balísticas en la Bombonera. Pasadas las 17hs, el personal efectuó una serie de disparos procurando dirigirlas a la tribuna visitante. Dispararon una serie de bengalas. Una triste mueca del destino: las bengalas provistas por Avalos estaban vencidas pero eran de excelente calidad. De origen alemán, denominadas Comet. Balística de la policía pidió bengalas a distintos locales de la zona. Las proporcionadas eran de fabricación nacional. Ninguna de ellas tenía la potencia y contundencia de las secuestradas en el bolso marrón. «Es mucho más sencillo establecer responsabilidad en casos de disparo de armas de fuego porque la bala sale limpia. En cambio, una bengala lleva su propio fuego como fuerza propulsora. La dirección exacta es imposible de determinar«, declaró un perito balístico policial.
El caso fue caratulado como Homicidio Preterintencional. Denominación judicial para señalar que no existió intención de matar. En aquellos días no se descartó el cambio de carátula a Homicidio Simple, en cuyo caso las penas – no excarcelables – hubieran sido de 8 a 25 años. El miércoles 10, al cumplirse una semana del asesinato, el juez siguió indagando. Realizó otro careo entre los implicados. Se culparon mutuamente. El juez no pudo determinar cual de los dos fue el responsable del disparo de la bengala. Herrera afirmó ser el autor del disparo ayudado por Caamaño. Éste negó su participación. Ambos coincidieron en declarar que las bengalas fueron compradas en una colecta y que ningún dirigente había puesto plata para adquirirlas.
Lunes 8 de agosto. Los detenidos salen encapuchados de la comisaría 24.
Ese mismo día, Adolfo Navajas Artaza, ministro de Acción Social, anunció la realización de una reunión para instrumentar una campaña de erradicación de la violencia de los estadios. «Es un tema que me preocupa, por el que considere una obligación empezar a hacer algo», dijo el ministro al revelar detalles de la misma. En la misma participarían Julio Grondona y todos los presidentes de clubes de Primera A y Primera B. Está por demás decir no pasó de una expresión de deseos.
El lunes 15 de agosto, el juez Grieben decretó la prisión preventiva de los dos procesados. Se los consideró autores Prima Facie de homicidio simple, disponiendo un embargo sobre sus bienes por un millón de pesos argentinos. Además, se les denegó la excarcelación bajó cualquier tipo de caución. Los dos procesados quedaron a disposición de la justicia y fueron trasladados al penal de Caseros.
Miguel Herrera. El Narigón. Autor material del disparo que causó la tragedia.
Aldo Ottaggio nos comenta, aún con bronca: «En el barrio siempre se dijo que había sido el Narigón fue quién disparó la bengala. Poco tiempo después del asesinato del pibe de Racing hubo un campeonato de futsal en Bohemios. Yo jugaba para Barracas Juniors. Se armó un quilombo. Piñas. Quedé frente a frente del Narigón. Me acordé de la bengala. Le tiré una piña que si lo agarraba lo partía. Le pifié y le pegué al alambrado». 

FUTBOL

14 de agosto de 1983. Racing ante Ferro. Una profunda congoja envolvió al partido.
La Bombonera fue clausurada por tiempo indeterminado, pero el fútbol continuó. Luego de diez días sin futbol por el comienzo de la Copa América, la 13º fecha se disputó el domingo 14 de agosto. Tarde gris y lluviosa. En cancha de Independiente, Racing recibió a Ferro Carril Oeste. No hubo clima en las tribunas. La hinchada racinguista gritó durante todo el partido: «Se siente… se siente… Basile está presente«. Las camisetas blancas y celestes tenían un crespón negro a la altura del corazón. Boca jugó esa tarde ante Central en Arroyito. La hinchada canalla tuvo un solo grito: ¡Asesinos! ¡Asesinos!. Tres días más tarde, los xeneizes fueron locales en Atlanta ante Platense. Ante el mismo grito de la hinchada calamar, la 12 reaccionó rompiendo el alambrado. Lo cierto es que La Guardia Imperial quería venganza a toda costa. Cuenta la leyenda que habían pergeñado un plan terrible: dinamitar el tren en el cual La 12 se dirigiría hacia La Plata en el partido ante Estudiantes, jugado el domingo 23 de octubre. El Servicio de Inteligencia de la provincia de Buenos Aires habría desmoronado el plan.
20 de noviembre de 1983. El equipo de Racing que cayó 3 a 1 ante Boca. Arriba: Azzolini, Tesare, Bottaniz, Rodríguez, Castelló y Caldeiro; Abajo: Matuszyczk, Rizzi, Marchetti, Gizzi y Urán.
El clásico entre Racing y Boca Juniors tuvo revancha. Se jugó el domingo 20 de noviembre. La Academia, muy complicada con el descenso, venía de tres triunfos consecutivos. El sueño de salvarse iba de la mano de un triunfo ante los xeneizes. Fue una jornada tristísima. Un partido habituado a miles de hinchas no concitó más de ocho mil espectadores. En las calles, corridas, pedradas y amenazas. Un operativo policial inédito para la época: 272 policias, 20 de caballería, 40 de infantería, 40 antitumultos, 10 de comunicaciones, 10 mujeres policías, 30 oficiales, 6 agentes con perros, y 4 de la sección gases. En la cancha, mas agresiones. «Ya salió el Narigón, ya salió el Narigón, se lo dedicamos a Racing.., cantaba La 12. Caamaño y Herrera habían salido luego de dos meses en prisión. El cielo le dio marco al partido. Gris, tormentoso, con refucilos de relámpagos. Racing se puso en ventaja, gol de Mario Rizzi. Boca lo dio vuelta, con dos goles de Carlos Randazzo y uno de Jorge Vázquez.
El 3 de diciembre de 1985, Racing volvió a jugar en la Bombonera. Aquella noche Racing enfrentó a Banfield. Era el comienzo del camino de retorno a Primera División. Finalizado el partido, cerca de la Plaza Matheu, fue asesinado un muchacho de 20 años llamado Daniel Souto. Hincha de Racing. Había sido testigo presencial del asesinato de Basile. Su crimen nunca tuvo una investigación adecuada. Durante dos décadas, los clásicos entre Boca Juniors y Racing Club se jugaron bajó estrictas condiciones policiales.

 

ARTE

En marzo de 1985, la Sala I de la Cámara en lo Penal condenó a dos años de prisión en suspenso a Roberto Caamaño y Miguel Herrera por homicidio preterintencional. Para la justicia no hubo intención de matar. La fiscalía había reclamado 15 años de prisión para los autores del disparo. El paraguas protector sobre ellos funcionó a pleno. Se dice que fue el dirigente radical Carlos Bello quién realizó todas las maniobras políticas necesarias. Fue así que Herrera fue defendido por una eminencia, como la doctora Graciela de Dios. Por su parte, Caamaño tuvo de su lado al ex juez de San Isidro Víctor Sasson. Lo curioso del caso es que se les prohibió el uso de armas por espacio de ocho años. Nada planteó el fallo sobre la prohibición de ingresar a estadios de fútbol.
Manuscrito del Flaco Spinetta con la letra de La Bengala Perdida.
El caso Basile. El pibe de Racing. La noche de la Bengala. El saber popular bautizó a su manera aquella noche espantosa. Hubo artistas que transformaron ese dolor colectivo en arte. Luis Alberto Spinetta compuso «La Bengala Perdida«, publicada en 1988 en el álbum Tester de Violencia. «Adentro queda un cuerpo, la bengala perdida se le posó, allí donde se dice gol«.
Rodrigo Cárdenas es actor y dramaturgo. Fanático de Racing, parte de su obra gira alrededor de la Academia: El Caso RC o Tiempo de Descuento son de sus obras más reconocidas. En 1987 escribió Hijos Nuestros, su primera obra como autor. Basada en aquel 3 de agosto de 1983, Cárdenas mostró una tragedia argentina donde se mezlaban paraavalanchas, robo de banderas, persecución, pasión y muerte.
Rodrigo Cárdenas. Autor de una obra teatral con eje en la noche del 3 de agosto de 1983.
Cárdenas recordó aquella noche: «Fui a los palcos viejos. Era amigo de Nora Bortnik, hija de Luis Bortnik, histórico dirigente de Boca. No sé por qué, pero recuerdo que aquella noche la hinchada de Boca estaba embanderada por Antonio Cafiero. Cuando la hinchada comenzó a tirar bengalas creí que eran de joda. Para mi nunca fue intencional. Tiraban bengalas y caían detrás del arco. La gente de Racing gritaba ole. Hasta que en un momento se vio un fogonazo y nunca me voy a olvidar del grito de la hinchada de Racing: «¡Asesinos! ¡Asesinos!». Fue de una violencia descomunal. Después, durante todo el partido, una sensación horrible. Todos sabíamos lo que había pasado. Una sensación espantosa. Racing hizo un gol de media cancha, pero no dejaba de tener una sensación espantosa. Recuerdo que nos fuimos de la cancha hacia el Conservatorio de Arte Dramático. Había una fiesta. Estábamos hablando con los compañeros y nadie podía creer que se hubiera jugado el partido. Con los años escribí la obra como imagen generadora de esa noche. La obra es ficción a partir de un hecho real«.
Una horrorosa realidad en una noche de ficción. Una noche para nunca olvidar.

 

Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica FM 89.3

 

 

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