Una de las 125 historias de Héroes de Tiento ¿Por qué el seleccionado argentino no concurrió a los Juegos Olímpicos de París 1924? Una historia de fútbol, política y traiciones. ¿Cómo modificó el impensado éxito uruguayo en Europa a nuestro fútbol dividido en dos asociaciones?
Por Carlos Aira
El domingo 2 de abril de 1922 fue día de elecciones generales en todo el país. Las segundas bajo la Ley Sáenz Peña. Si bien eran universales, las mujeres no tenían derecho a voto. La fórmula radical Marcelo T. de Alvear – Elpidio González obtuvo el 55% de los sufragios. El presidente electo festejó en París. Allí cumplía funciones como embajador argentino en Francia.
La capital francesa se preparaba para los VIII Juegos Olímpicos de la era moderna que iban a desarrollarse en 1924. Instaurados por el Barón Pierre de Coubertin en 1896, nuestro país nunca había participado en forma orgánica. Tan sólo un par de deportistas, aislados, nos representaron sin mayor éxito. Una rareza: Argentina fue el único país iberoamericano fundador del Comité Olímpico Internacional, en 1894, representado en el Consejo Ejecutivo por el educador entrerriano José Benjamín Zubiaur.
Antes de regresar a Argentina, Alvear comprometió su palabra a Coubertin: la Francia de Sudamérica estaría presente en los Juegos en la Ciudad Luz. Para ello, el presidente electo debía solucionar una disputa existente entre la Confederación Argentina de Deportes y el Comité Olímpico Argentina. Envestido mandatario, Alvear declaró:
“la necesidad urgente de la armonía y la cooperación de todas las instituciones al objeto de una organización definitiva que haga progresar aún más si es posible, el sport en nuestro país. Para este fin sería necesaria la creación de un Comité Nacional de Deportes que sería el encargado de la dirección interior de todo lo relativo a esta rama. A su vez el Comité Olímpico Argentino tendría por función la representación ante el Comité Internacional Olimpyque”.
El propio presidente tomó una decisión trascendental. Por decreto del 31 de diciembre de 1923 creó el nuevo Comité Olímpico Argentino (COA), designando como presidente al Dr. Ricardo C. Aldao.
GENTE BIEN QUE NOS DEJO SIN FUTBOL OLIMPICO
El mundo es un pañuelo, y más en aquella Argentina donde la manija la tenía una reducida elite. El titular del COA era el mismo Aldao que en 1912 rompió con la AAF cuando la asociación no les brindó facilidades a los socios de GEBA para presenciar los partidos internacionales en su estadio y creó la Federación Argentina de Football. El mismo Aldao que en 1918 asumió la dirección de AAF unificada y tras el escándalo de 1919 renunció asqueado del fútbol, al cual consideró que ya no era un ámbito de caballeros. Se refugió en su club, Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, que presidió hasta su fallecimiento en 1946.
Aldao siempre puso por delante valores deportivos. Aunque parece, según se deduce de sus palabras, en aquella Argentina del Centenario el deporte no era para todos:
“La fusión en el crisol de nuestra democracia de raza blanca de todos los ámbitos, está creando un tipo de humano que se caracteriza por su disposición a realizar el antiguo ideal: “Mens sana in corpore sano”.
En el verano de 1924, AAF cambió de titular. Aldo Cantoni priorizó sus compromisos políticos. Su lugar lo ocupó Virgilio Tedín Uriburu. Algo tenían en común el nuevo presidente y Adrián Béccar Varela, presidente Amateurs: su selecta cuna terrateniente.
A diferencia del populista Cantoni, Tedín Uriburu tenía su opción política lejos del campo popular. Médico de profesión; miembro de una familia favorecida de Argentina. En su linaje se mezclaron apellidos con prosapia, como Bunge y Guerrico. Fue legislador porteño del liberal Partido Demócrata Progresista y tuvo la particularidad de ser el intendente de Capital Federal que menos tiempo ejerció el cargo: tan sólo dos días. Entre el 13 y el 15 de octubre de 1922. En su faceta pública no fue un hombre que se prodigó por los padecimientos sociales: en 1924 votó en contra del proyecto que exoneraba impositivamente a las mujeres solas pobres.
El Dr. Adrián María del Corazón de Jesús Beccar Varela perteneció a una antigua y distinguida familia de San Isidro, pueblo del cual fue intendente y juez. Con Tedín Uriburu compartió bachillerato en el Colegio Nacional Central, pero el destino los encontró enfrentados en un tira y afloja del cual ninguno quiso ser parte. Ellos llegaron al fútbol por su casta. Integraban esa rancia estirpe que los sectores medios y altos de la sociedad porteña creyeron necesarios para gobernar. El conflicto del fútbol era una lucha sórdida en la cual estos aristócratas fueron mascarones de sus bases ansiosas por adueñarse de un nuevo botín: el fútbol olímpico. Por un lado, los clubes Amateurs presionaron a Beccar Varela para que sus futbolistas fueran convocados y vencer así el aislacionismo. Por otra parte, AAF necesitó mantener su status de único representante formal del fútbol argentino ante el mundo. El COA deseaba que fueran los mejores futbolistas, sin importar asociación, quienes representaran al país.
Mar del Plata era el centro de veraneo de la High Society porteña. En la rambla se encontraba la crema de la alta sociedad. La misma se hubiera horrorizado de ver cómo años después aquella distinguida ciudad fundada por Patricio Peralta Ramos se llenaba de hoteles sindicales y morochos con ganas de conocer el mar y disfrutar aquello de la justicia social. En aquel verano marplatense, en amigable charla, Ricardo Aldao le comentó a Beccar Varela que convocaría a los mejores futbolistas para los Juegos Olímpicos, sin importar representación footbalistica. Aldao estaba cansado de las luchas intestinas del fútbol y le puso plazo a la participación olímpica: si en marzo no existía unidad, no habría equipo en París.
URUGUAY, UN PEQUEÑO GIGANTE. ¿Y NOSOTROS?
Atilio Narancio no tenía alcurnia ni doble apellido. Nacido en Montevideo en 1883, matizó su fragorosa vida política en el conservador Partido Colorado de Batlle y Ordóñez junto a su pasión futbolera. Fundador del Club Nacional y presidente de AUF entre 1923 y 1925. En aquel 1923, antes del comienzo del Sudamericano de Montevideo, les prometió a sus jugadores, medio en broma y medio en serio que viajarían a París si obtenían el título. El 2 de diciembre sus muchachos derrotaron 2 a 0 a Argentina, consagrándose campeones. En el vestuario los jugadores recordaron, muy en serio, su promesa. Uruguay ponía proa con destino a la gloria. Los orientales vivían una situación similar a la nuestra. De fútbol dividido y tironeado. La decisión del Comité Olímpico Uruguayo fue expeditiva: a París viajan solamente jugadores federados a AUF. El mayor problema en la vecina orilla era económico. La AUF no tenía un peso. Narancio hipotecó su casa y así costeó el viaje, en tercera clase, de los futbolistas celestes a Europa.
Llegado el mes de marzo, en casa los problemas no se resolvieron. Desde la sede del COA, paradójicamente ubicada en Viamonte 1366, actual dirección de AFA, Aldao notificó al Comité Olímpico Internacional la ausencia del fútbol argentino en la competencia.
Atilio Narancio no tenía alcurnia ni doble apellido. Nacido en Montevideo en 1883, matizó su fragorosa vida política en el conservador Partido Colorado de Batlle y Ordóñez junto a su pasión futbolera. Fundador del Club Nacional y presidente de AUF entre 1923 y 1925. En aquel 1923, antes del comienzo del Sudamericano de Montevideo, les prometió a sus jugadores, medio en broma y medio en serio que viajarían a París si obtenían el título. El 2 de diciembre sus muchachos derrotaron 2 a 0 a Argentina, consagrándose campeones. En el vestuario los jugadores recordaron, muy en serio, su promesa. Uruguay ponía proa con destino a la gloria. Los orientales vivían una situación similar a la nuestra. De fútbol dividido y tironeado. La decisión del Comité Olímpico Uruguayo fue expeditiva: a París viajan solamente jugadores federados a AUF. El mayor problema en la vecina orilla era económico. La AUF no tenía un peso. Narancio hipotecó su casa y así costeó el viaje, en tercera clase, de los futbolistas celestes a Europa.
Llegado el mes de marzo, en casa los problemas no se resolvieron. Desde la sede del COA, paradójicamente ubicada en Viamonte 1366, actual dirección de AFA, Aldao notificó al Comité Olímpico Internacional la ausencia del fútbol argentino en la competencia.
El 1 de junio de 1924 la atención del mundo deportivo se centró en el Estadio Olímpico de París. Semifinal entre galos y charrúas. Los treinta mil espectadores no creyeron lo presenciado. Los hijos de ese país desconocido golearon 5 a 1. Fue el triunfo de aquel equipo que mezcló criollos, como el polifuncional Pedro Perucho Petrone, verdulero en su Montevideo natal; europeos inmigrantes, como Pedro Cea, El Vasco, pese haber nacido en Redondela, Galicia; y morochos nietos de la esclavitud vergonzante, como José Leandro Andrade. Le Merveille Noire . Se ganaba la vida lustrando zapatos en la Avenida 18 de julio. En Francia enamoró a Josephine Baker, embelesada con ese bailarín que descolló en la pista del Folies Bergere. La diva le suplicó a De Andrade que se quedara con ella para siempre en París.
En Buenos Aires se tituló a lo grande la victoria oriental. Crítica calificó con grandes caracteres: “El fútbol rioplatense se impuso de nuevo”. Vieja táctica argentina: cuando el uruguayo es exitoso lo adoptamos como propio. Pero en las páginas interiores emergían las acusaciones. Fuego cruzado. Con el título “mientras tanto…los argentinos miramos”, el diario del tábano publicó un demoledor análisis, repartiendo palos en todas direcciones:
“Las rencillas caseras, las ambiciones personales, han impedido que nuestra representación footbalistica diera oportunidad a nuestros aficionados a festejar, como lo están haciendo los uruguayos, victorias nuestras. El equipo argentino no viajó a París por la intransigencia de cuatro señores empeñados en desconocer la organización deportiva internacional y en obstruir nuestra unión deportiva. La AAF, con un gesto patriótico la eleva, accedió a reconocer elementos que con su indisciplina manifiesta provocaron el cisma del popular deporte. Pero el Comité Olímpico Argentino no se conformaba con esa concepción porque quería hacer primar en nuestro país a los disolventes”.
Uruguay, y porque no el fútbol sudamericano, vivió una jornada de gloria aquel 9 de junio de 1924. Los muchachos de camiseta celeste descoloradas por tanto uso derrotaron 3 a 0 a Suiza. Uruguay oro olímpico. El David más ilipulense derrotó con pases cortos a todo Goliat que se le puso en el camino.
Nadie durmió en la República Oriental. Hubo fiesta hasta el amanecer. Con antorchas prendidas, emoción, candombe y risas. Acá nos unimos en el festejo, pero con cierta amargura. Se buscaron responsables. Aldo Cantoni, ex titular AAF, fue conciso: “Ricado Aldao es el único responsable que haya faltado nuestra representación en la olimpiada mundial”
Era momento de aplaudir y esperar hasta Ámsterdam 1928.
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche a la Investigación Periodística.