Capote de la Mata: ¿A dónde va la gente?

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Vicente "Capote" de la Mata. Un crack notable. Un gambeteador empedernido. Tercer goleador histórico de Independiente.

Reencontrarnos con nuestras viejas glorias es una necesidad. El rosarino Vicente de la Mata fue una de ellas. Capote, como lo conoció la tribuna. Entre 1935 y 1952 llenó de fútbol nuestras canchas. Surgido en Central Córdoba, llegó a la gloria en Independiente y la Selección.

Por Carlos Aira

 

Rosario. Capital del fútbol argentino. El barrio República, cuna de cracks. «Barrio ferroviario y portuario, porque allí estaba FC Puerto Belgrano. Es un barrio que dio grandes jugadores. No sólo porque fue la cuna de Capote: también de Gabino Sosa, Federico Monestés e Indalecio López, entre otros», nos señala Julio Rodríguez, investigador de la historia de Central Córdoba y autor de un hermoso libro sobre la vida de Gabino. A orillas del Paraná, en el hogar de una familia de emigrantes gallegos, el caluroso martes 15 de enero de 1918 nació una criatura bautizada Vicente de la Mata. Hijo de Vicente y Elena García.
«Los de la Mata» Hermoso libro escrito por Alicia Fernández y Julio Rodríguez.
«La familia De la Mata tenía una quinta ubicada atrás de la cancha de Central Córdoba”, nos dice Rodríguez. La infancia de Vicente coincidió con el despegue del fútbol rosarino. Los equipo europeos que recalaban en Rosario eran goleados sin piedad. Así pasaron Real Madrid, Barcelona y Chelsea, entre otros. Tiempos donde la inmensa figura de Gabino Sosa brillaba con luz propia a nivel nacional. 1929 fue un año especial. Rosario campeón del Torneo Argentino con una delantera mítica: Agustín Peruch, Francisco Scaroni, Adolfo Cristini, Luis Indaco y Francisco Barreiro.
En 1930, con 12 años, De la Mata fichó para Central Córdoba. Dueño de un cuerpo menudo, fue ascendiendo en las divisiones inferiores. Los entrenadores veían en él algo especial: su amor por la pelota y la gambeta. Pero había un problema: su cuerpo no pegaba el necesario estirón. Por eso lo cuidaban. Tanto lo cuidaban que en muchos partidos no lo ponían. En 1933 llegó la titularidad en las divisiones inferiores. Central Córdoba tocó con sus manos la gloria el 11 de febrero de 1934. Final de la Copa Beccar Varela. En la vieja cancha riverplatense de Tagle y Alvear, final entre Central Córdoba y Racing Club. En el preliminar jugaron las quintas divisiones de Central Córdoba y Tigre. Poco importó el 2-7 en contra: el pibe De la Mata estuvo presente cuando los muchachos de Gabino se alzaron con el máximo logro del club hasta el día de hoy.
30 de mayo de 1935. Amistoso ante River en Tablada. De la Mata, con 17 años, es el primero agachado desde la izquierda.
Finalmente, llegó la Primera División. Año 1935. Fue el propio Gabino quién pidió a los dirigentes que subieran al pibe que se cansaba de gambetear rivales. El viejo maestro fue quién lo retaba en forma de súplica: «Largala, pibe, te van a lastimar«. Julio Rodriguez narró el debut de Capote con la camisa azulgrana: «El 12 de mayo de 1935 hizo su estreno en el estadio de Belgrano. El partido se suspendió por incidentes del público y continuó el 23 a la mañana con cinco mil hinchas en las tribunas. Se completaron 17 minutos y apenas iba uno cuando De la Mata recibió un pase de Stagi y marcó su primer gol. Un debut inolvidable. En dicha temporada jugó 17 partidos y señaló 13 goles«.
Año 1936. Vicente de la Mata, 18 años. Gabino Sosa, 37. Ambos con la camisa de Córdoba. Trasvasamiento generacional para dos inmensos cracks surgidos del Barrio Tablada.
El campeonato rosarino de 1936 fue consagratorio. Un jugador maravilloso. Digno heredero de Gabino Sosa. Su tarde memorable fue el 23 de noviembre de 1936. Central Córdoba goleó 5 a 1 a Rosario Central con tres goles del Gallego De la Mata. Julio Rodriguez nos acercó una crónica de aquel partido: «Vicente de la Mata ha sido fuera de toda duda uno de los jugadores nuevos que en forma más rápida llegó al camino de la consagración. El domingo último actuando como centrodelantero y ocupando el puesto que llenara por tantos años Gabino Sosa, tuvo, podemos decir, su consagración definitiva como director de la línea de ágiles. Puso De la Mata el domingo último los mismos al servicio de una voluntad amplia de triunfar y de esa manera llegó al final de la lucha con un saldo amplio a su favor y sin dejar de reconocer que tuvo en sus demás compañeros colaboradores eficaces. Puede decirse sin temor que mucho de la victoria de los Charrúas se debe a la labor brillantísima de su centrodelantero». 

 

 

SUDAMERICANO 1937

 

La vuelta olímpica llegó en diciembre de 1936. Los grandes de Buenos Aires se preguntaban quién era ese pibe rosarino del cual todos hablaban. Gabino Sosa, el gran crack rosarino, nunca había querido dejar su ciudad salvo un breve paso por Instituto de Córdoba, por cuestiones de su labor ferroviaria. Durante mucho tiempo hubo una guerra fría entre Buenos Aires y Rosario. A la vera del Paraná entendían que sus jugadores eran postergados en combinados nacionales. Pero los dirigentes porteños, con el nuevo orden establecido en 1931, buscaban cracks del interior por todos lados. En 1936 Racing había contratado al genial Enrique García de Rosario Central. Todos querían a de la Mata, pero antes de pagar un dineral querían verlo jugar en un ámbito donde no les quedaran duras. La única chance era probarlo con los grandes. Por eso presionaron para su convocatoria al Campeonato Sudamericano que debía jugarse en enero de 1937 en Buenos Aires.
De la Mata debutó con la camiseta nacional ante Perú, tercer partido de Argentina en el campeonato. El día anterior había cumplido 19 años. El equipo formó: Juan Estrada; Luis Fazio y Juan Iribarren; Antonio Sastre, José María Minella y Celestino Martínez; Carlos Peucelle, Francisco Varallo, Alberto Zozaya, Roberto Cherro y Enrique García. Esa noche en el Gasómetro, el pibe rosarino veía el partido tirado en el césped, detrás de uno de los arcos. A los quince minutos del segundo tiempo, el Negro Manuel Seoane pegó el grito: «Parate rosarino, que entrás«.  Reemplazó a Cherrito, crack de la época de su ídolo Gabino.
Días más tarde fue titular ante Uruguay. Debía ser su partido, pero su actuación fue decepcionante. Perdimos 2-3. En el entretiempo, Seoane lo reemplazó por el veterano Alberto Zozaya. El propio De la Mata recordó: «Cuando me sacaron con los uruguayos, me desmoralicé. Sudado, me quedé a ver el segundo tiempo. Me enfermé. No sé si de enfermedad o amargura». Lo que nunca imagino fue que aquella noche nació el apodo que lo inmortalizó: «En el vestuario, se me acercó el Cuila Sastre y me dijo: – «Pibe, juntante conmigo que entre los dos hacemos capote«.
A pesar de la mala actuación, Independiente pagó 27.000 pesos por su pase en pleno campeonato Sudamericano. En la madrugada del 1 de febrero de 1937 se definió el torneo y Capote fue decisivo.
El partido estuvo interrumpido varias veces por incidentes. Esta vez el camino fue diferente al de Uruguay. Capote ingresó sobre el final del partido por Pancho Varallo, único sobreviviente en cancha de la final mundialista de 1930 quién salía con la sangre en el ojo por no haberle convertido un gol a los orientales. Capote pegó dos veces en el suplementario. Argentina campeón de América. Una vez en el vestuario, la foto histórica: Bernabé, el veterano de mil batallas, abrazando al pibe que comenzaba a hacer historia. El trasvasamiento generacional. Las figuras que comenzaron en el estertor del llamado amaturismo se despedían de la selección nacional: Enrique GuaitaAlberto ZozayaAlejandro ScopelliBernabé FerreyraCarlos Peucelle y Pancho Varallo. Comenzaba otra etapa, inmensa para el fútbol argentino.

 

Sastre y de la Mata en el vestuario. Allí nació el apodo de Capote.

INDEPENDIENTE 

 

A comienzos de la década, Independiente arañaba campeonatos. Había formado un equipo competitivo alrededor de la figura del polifuncional Antonio Sastre y el uruguayo Juan Carlos Corazzo. Independiente tenía una defensa sólida, pero – a pesar de contar con Arsenio Erico – el equipo no era goleador. Esa situación se profundizó en 1936.
Llegó la reestructuración. Para el campeonato de 1937, Independiente contrató a Capote y a Emilio Reuben, insider izquierdo proveniente de Vélez Sarsfield. La presencia de Capote cambió la cara del equipo. Un equipo que durante tres años hará historia. Independiente, modelo `37: Fernando Bello; Fermín Lecea y Sabino Coletta; Luis Franzolini, Raúl Leguizamón y Celestino Martínez; Antonio Sastre, Vicente De la Mata, Arsenio Erico, Emilio Reuben y Adolfo Martínez.
Independiente fue subcampeón detrás de River Plate, pero la sociedad De la Mata-Erico se llevó todos los aplausos. Si bien el paraguayo llegó a la fabulosa suma de 47 goles, Capote convirtió 15 (al igual que Reuben). Aparte, los rojos vencieron los dos clásicos a Boca Juniors (1-0 en la Boca y 3-0 en Avellaneda); también a la Academia (1-4 en Cuyo y Mozart y 3-1 en la Visera).

 

El mejor terceto de ataque de la historia roja: De la Mata-Erico-Sastre. Año 1938.

 

Pero 1938 fue el año de Independiente. Sastre reemplazó a Reuben en la ala izquierda. José Zorrilla a Adolfo Martínez y se sumó José Vilariño. Si una década atrás Independiente inmortalizó una delantera que la muchachada bautizó los Diablos Rojos (Zoilo Canavery, Alberto Lalín, Luis Ravaschini, Manuel Seoane y Raimundo Orsi), ahora tenían sus nuevos diablos: Vilariño-De la Mata- Erico – Sastre – Zorrilla. Los números de aquel 1938 fueron fabulosos. 25 triunfos, 3 empates y sólo cuatro derrotas. La delantera más goleadora (115 goles a favor) y la valla menos vencida (37 goles en contra). Erico, nuevamente goleador del torneo, con 43 goles

 

1939 será otro gran año de Independiente. Nuevo cambio en la delantera roja: Juan José Maril por Sastre, que pasó a jugar de half. Pero será el gran año de Capote.  No solamente porque su equipo se consagró nuevamente campeón, sino porque ingresará en la historia del fútbol argentino por un gol mítico. Fue el domingo 12 de octubre de 1939. Independiente visitó a River Plate en la herradura del Monumental. Eran dos seleccionados. Los locales vencían 1 a 0 gracias a un cabezazo de Carlos Peucelle. Cinco minutos más tarde, Fernando Bello cortó un avance millonario. Levantó la cabeza y con su mano derecha le pasó la pelota a Capote que había bajado a su campo. Allí el rosarino emprendió una veloz corrida hacia el arco desnudo de cemento del Río de la Plata. Gambeteó en fila a Moreno, Minella, Vassini, Santamaria y al tucumano Cuello dos veces y otra vez a Santamaría. Cuando el arquero Sirni salió desesperado, De la Mata definió al primer palo. La corrida de todos los tiempos antes que la mítica de Maradona en México 1986.

 

 

Independiente ganará 3 a 2 aquella tarde. El propio Capote le restará méritos a su obra maestra: » “Cuando entré al área, otra vez amagué tocar hacia Erico, que venía por el medio, pero me abrí hacia la izquierda para dejar atrás a Cuello. Se me vino encima Santamaría, ya recuperado de la primera vez que lo pasé y tuve que eludirlo abriéndome aún más a mi lado zurdo. Después de esto, quedé en una posición muy difícil para tirar al arco y para darle con mi pierna hábil, que era la derecha. Como llegaba Erico, intenté darle el pase de zurda. Sirni  intuyó la maniobra y tiró su cuerpo hacia el medio. Pero como yo le dí con la de palo, salió un tiro corto y defectuoso que se metió entre Sirni y el primer palo. Los engañé a todos. Incluso a mí, que quise tirar el centro». 
Curiosamente, para Capote aquel gol que lo inmortalizó no fue el más importante de su carrera: «Yo diría que a ese gol lo hizo famoso la gente. No creo que fuera para tanto. Es más, en ese tiempo todos los goles tenían algo de golazo. Es que la calidad de los futbolistas producía goles de ese tipo. Para muchos fue el mejor gol de mi campaña, pero yo me quedo con los dos que le marqué a Brasil en el Sudamericano”.

 

Hacia fines de 1939, con el nuevo campeonato rojo, Capote era el mejor insider derecho del fútbol argentino. Para Borocotó, de El Gráfico, no cabían dudas: «Fue el rosarino el más alto valor de esa línea donde actúa un Erico. Atraviesa De la Mata un momento excepcional de su vida. Está en pleno auge. Tiene una enorme facilidad de desplazamientos, una rápida y precisa concepción de las jugadas, depurada habilidad para infiltrarse. No solamente fue en la temporada que toca (1939) el más alto valor de su línea, sino que no existe en el fútbol argentino un hombre que en estos momentos le iguale. Y ha logrado en el año marcar un gol que será siempre recordado: el que señaló a River Plate luego de eludir a toda la defensa contraria y colocal la pelota en la red desde un ángulo tan cerrado, que metió la ball rozando el poste. No debe ser guía para ningún futboler una jugada personal y que, posiblemente, hubiera sido muy criticada al no tener la rúbrica de la conquista que la ennoblece, pero si como demostración de capacidad personal, de la Mata dio en esa tarde una prueba magnífica».
En la década del cuarenta Capote fue la gran referencia de Independiente. En aquellos años el equipo no logró la perfección encontrada en el trienio 1937-1939 y estuvo lejos de los títulos. Algunos cracks iban dejando la institución, otros aparecían, como Camilo Cervino. En esos días difíciles, de la Mata fue la bandera. El grito de guerra se escuchaba en los tranvías que se dirigían hacia Avellaneda. Agitando banderas rojas y blancas, los hinchas se preguntaban y respondían: «¿A dónde va la gente? ¡A ver a Don Vicente!«. Se tejieron mitos populares. Cómo que Capote nunca dio un pase antes de haber gambeteado, por lo menos, a dos rivales.  En 1948 la alegría fue a medias. Un campeonato que lideró Racing que parecía romper una racha negra que se extendía desde 1925 en la Avellaneda blanca y celeste; pero la huelga de profesionales dejó a la Academia sin campeonato e Independiente logró el título. Fue su canto de cisne.
Capote había dejado una marca indeleble en Avellaneda. Entre 1937 y 1950, Vicente de la Mata disputó 362 partidos en Independiente, convirtiendo 151 goles. En ese lapso conquistó los campeonatos de Primera División 1938-1939 y 1948. También las Copas Ibarguren (1938-1939), Adrián Escobar (1939) y Aldao (1938-1939). Una campaña sencillamente excepcional. El Gráfico publicó: «El extraordinario delantero se ha desligado del club Independiente después de haberle prestado su inestimable concurso a lo largo de catorce temporadas. Ha sido uno de los más grandes gambeteadores del fútbol argentino”.

 

SELECCION ARGENTINA

 

Luego del Sudamericano de 1937 el paso de Capote en la Selección se extendió por años pero en muy pocos partidos. Le tocó una época plena de cracks. En su posición podían jugar futbolistas de la talla de José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Antonio Sastre o Tucho Méndez.  De 1937 su convocatoria regresó en 1943 como suplente de Alfredo Borgnia en una serie ante Paraguay por la copa Chevallier Boutell.
En 1945 comenzó como titular en aquel maravilloso equipo que ganó la Copa América en Santiago de Chile: Juan Muñoz, Vicente de la Mata, René Pontoni, Rinaldo Martino y Félix Loustau. Fue también un triunfo del fútbol rosarino. Junto a Capote, cruzaron los Andes Armando Fógel, Roberto Yebra, Rodolfo De Zorzi, Héctor Ricardo, Angel Perucca, Rinaldo Martino y René Pontoni. De la Mata marcó goles en los triunfos 4-0 sobre Bolivia y 4-2 ante Ecuador. Para el partido ante Colombia perdió la titularidad con Tucho Méndez. Será nuevamente convocado para el Sudamericano de 1946. El mismo se disputó en Buenos Aires durante los meses de enero y febrero. Jugó cuatro partidos como titular y será expulsado – toda una rareza – en la final contra Brasil, luego del escándalo, las piñas y la suspensión del partido por largo tiempo debido a la fractura de Chico a José Salomón. Aquel 10 de febrero de 1946, Capote de la Mata jugó su último partido con la celeste y blanca donde jugó 13 partidos, marcando 6 goles.

 

NEWELLS: LA VUELTA A ROSARIO

 

En enero de 1951 regresó a Rosario. No lo hizo vistiendo la camiseta de Central Córdoba. Firmó contrato para Newells Old Boys. Debutó con la camiseta sangre y luto en la primera fecha del campeonato. 15 de abril, en el Cilindro, ante Racing. Newells formó: Julio Musimessi; Cabrera y Kasparian; Lombardo, Faina y Puisegur; Carlini, Manlizza, Fochi, de la Mata y Ortiguela. Igualaron 1 a 1.
La etapa de Capote leproso no fue extensa. A los 33 años, las lesiones eran recurrentes. Se lesionó en la 4º fecha ante Quilmes, regresando recién en la 16º frente a Lanús. Su único gol lo convirtió el 12 de junio de 1952, cuando en el Parque, su equipo derrotó 2 a 1 a Boca Juniors. Fueron 22 partidos, con ese gol. Era hora de regresar a casa.
En el verano de 1953 lo esperó Central Córdoba. Era el regreso al primer amor. Ya no era la Liga Rosarina, sino el campeonato de Primera B. Lo hacía como entrenador y jugador. El Gráfico publicó: «Ha vuelto a su Central Córdoba después de un período en que vistiera en el pecho la E de entrenador. No aguantó el retiro. Aquel pibe que quería jugar es el mismo que quiere jugar aunque ya tenga 36 almanaques, ¿hasta cuándo? Hasta siempre». Julio Rodíguez nos dice que en su vuelta jugó 80 partidos, con 11 goles. Su último partido fue en el barrio Tablada. 19 de noviembre de 1955. Victoria 3 a 1 ante Excursionistas. Una trayectoria notable de 20 años. Estiró su campaña unos meses en el club Leones de Córdoba. Fútbol chacarero para sacarse el gusto.

 

El antes y el después. Casi dos décadas de distancia. Los colores de Central Córdoba.

 

VICENTE DE LA MATA

 

Capote con Vicente y Alida, sus hijos.
Casado, padre de María Alida y Vicente. Su hijo fue parte del plantel de Independiente en los años sesenta. Llegó a tener brillo propio en aquel equipo que se consagró campeón de las Copas Libertadores de 1964 y 1965 y de los campeonatos de 1963 y los Nacionales de 1967 y 1970. En 2022, Vicente hijo abrió su corazón y habló de su padre en las Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha:
«Como te imaginarás, nací con una pelota en los pies, pero ¡Qué problema era mi apellido! Era el hijo de Vicente de la Mata. Desde pibe me gustó jugar y siempre escuché lo mismo:`Sos un gran jugador, pero no te parecés a tu papá»
«¿Sabés que difícil fue llevar el apellido de la Mata en Independiente? ¡La tribuna no me perdonaba una! Me sobrepuse a esa presión por orgullo.  Encima, el viejo era chinchudo y me criticaba. A él le gustaban los futbolistas con buen pie. No los media cuchara, como decía. Gustaba de los Adolfo Pedernera, Arsenio Erico o Néstor Rossi y yo no podía competir con ellos. Yo vivía con mis viejos y la discusión siempre se armaba. Cuando perdíamos algún partido ganable, mi viejo decía: «- Viste, vos no me das pelota«. Todo eso me fastidiaba, pero ¡Cuanta razón tenía mi viejo!»
Capotito y Capote durante los años que su hijo era parte del Independiente copero de los sesenta.
«Todos los domingos era la misma historia. El decía: «Tenés un viejo que sabe de fútbol y le das pelota a los que no saben nada». Mi viejo hablaba Maravillas de Antonio Sastre y el Charro Moreno. Le gustaban los jugadores exquisitos».
A pesar de estar en contra de los entrenadores, se puso el buzo de DT. Dirigió a Central Cordoba, Dock Sud, Deportivo Morón, y obviamente, a Independiente. Se fue alejando de las canchas. A partir de los años 60s, con los cambios tácticos y la perdida de preciosismo en el juego, dijo que todos los jugadores eran sifones. Cuando un periodista le preguntó por su hijo, dijo: «Es un sifoncito, con algo de gas«. En los años 70s regresó a Rosario. Jornadas en su bar de Corrientes y Urquiza. Allí algunos lo sorprendían al verlo servir las mesas como mozo. Seguía manteniendo sus críticas hacia el fútbol añorando lo que vivió: “El fútbol de antes era mucho mejor, era extraordinario. Ahora, algunos directores técnicos lo complican. No voy más a las canchas. Se juega mal y no me quiero amargar. Antes, la gran diferencia estaba en que todos eran inteligentes para jugar; hoy no. Corren y la tiran larga. Salvo algunos, como Bochini, Alonso y Maradona”.
Julio Rodríguez nos pinta la introvertida personalidad del crack: “Siempre tuvo un perfil muy bajo. Cada vez que podía volvía a Rosario y a su barrio. Compartía largas tertulias con en el club Defensores del Charrúa. Mi abuelo contaba que cuando él jugaba en Independiente y había receso de verano, Capote jugaba torneos nocturnos que se organizaban en la cancha de Córdoba. Jugaba en el equipo Tomate, junto a Gabino Sosa y Waldino Aguirre. Hoy resulta impensado que un jugador participe en este tipo de torneos que se jugaban por plata“; y agregó: “Muy amigo de sus amigos. Un tipo bondadoso. En la década del 70s trabajó como mozo en su bar. En aquel tiempo muchos futbolistas incursionaron en el rubro gastronómico“.
Fumador empedernido. De dos atados por día. El vicio le pasó factura. Su salud comenzó a quebrarse. Finalmente, a las cinco de la mañana del lunes 4 de agosto de 1980, la vida de Capote comenzó a ser historia. Vicente de la Mata falleció con 62 años.  El hombre que gambeteaba rivales como sifones y metió un gol para todos los tiempos.

 

 

Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha, por Radio Gráfica. Premio Jauretche a la Investigación Periodística.

 

 

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