El 9 de diciembre de 1984, Independiente derrotó 1 a 0 a Liverpool y se consagró campeón Intercontinental. Una final atravesada por Malvinas que terminó siendo el colofón de un ciclo maravilloso de los Diablos Rojos de Avellaneda.
Por Carlos Aira
Aquella noche un país se vistió de rojo. Sábado 9 de diciembre de 1984. En el estadio Nacional de Tokyo, final de la Copa Intercontinental de clubes. El Club Atlético Independiente ante la gloria. En 1973, los rojos habían abrazado la copa derrotando a la Juventus en Roma. Por exigencia de los turineses, aquella final debía realizarse a partido único y en Italia. Independiente venció 1 a 0 con un golazo de Ricardo Enrique Bochini. En 1984 la historia era otra. Enfrente estaba el Liverpool y una guerra de Malvinas que aun estaba demasiado fresca. Independiente ante una final qué, en un fuero íntimo, parecía más que fútbol. El gol de Mandinga Percudani le dio al club de Avellaneda su segunda Copa Intercontinental, pero también una alegría inmensa al fútbol argentino.
En 1982, Independiente comenzó un notable ciclo histórico. Un equipo que armó Nito Veiga y peleó hasta la última fecha el campeonato Metropolitano. Un equipo que se sabía de memoria: Carlos Goyén; Jorge Olguín, Hugo Villaverde, Enzo Trossero y Mario Killer; Gringo Giusti, Claudio Marangoni, Ricardo Bochini y Jorge Burruchaga; Carlos Morete y Gabriel Calderón. La sombra negra de Independiente fue Estudiantes de La Plata. El club platense superó a los rojos en el Metro 82 y también lo derrotó en la final del Nacional 83.
Para el campeonato Metropolitano de 1983 llegó a Independiente un hombre clave. José Omar Pastoriza había sido un caudillo de aquel Independiente campeón de 1967, 1970 y 1971. Su actividad sindical lo obligó a un exilio en Mónaco. Volvió al país como entrenador y fue eterno la noche del 25 de enero de 1978, cuando obligó a sus jugadores a volver al campo de juego. Con tres hombres menos, Independiente empató el partido ante Talleres y consumó una de las hazañas más importantes en la historia del fútbol mundial.
Pastoriza le dio aire a un plantel pinchado. Sus asados los jueves, las guitarreadas del Chango Torres y las pizzas en La Gata Alegría. Pero aquel Independiente no fue solo eso. Fue un equipo dueño de una defensa sólida y un mediocampo de lujo. La prodigalidad del Gringo Giusti, la clase de Claudio Marangoni, el ida y vuelta juvenil de Jorge Burruchaga y la fantasía del duende de Zárate, Ricardo Enrique Bochini. Ya no estaban el Colorado Killer, Gabriel Calderón y Jorge Olguín. Aparecían juveniles, como Gerardo Reinoso, Pedro Monzón, Sergio Merlini, Sergio Bufarini y un delantero de Bragado llamado José Alberto Percudani.
Independiente se consagró campeón del Metropolitano 1983. La última fecha soñada. Jueves 22 de diciembre de 1983. Victoria ante un Racing que se despedía de la Primera División. En 1984, Independiente armó un equipo para reconquistar la Copa Libertadores. Regresó al club el delantero Alejandro Barberón, campeón en 1978. También llegó René Houseman, pero su presencia fue testimonial. Independiente fue un gran campeón de la Copa Libertadores 1984. Superó a Estudiantes – su sombra negra – en la fase de grupos. Ante los pincharratas, Ricardo Bochini marcó uno de los goles más bellos en la historia del torneo continental. En la final, Independiente enfrentó a Gremio de Porto Alegre. El partido de ida fue perfecto. Una actuación extraordinaria del arquero uruguayo Carlos Mario Goyén y un gol de Jorge Luis Burruchaga le dio una ventaja estratégica a Independiente. El 27 de julio de 1984 la Doble Visera vivió una fiesta eterna. Empate sin goles ante los gauchos y séptima copa Libertadores en las vitrinas de Mitre 450.
Pero faltaba más. El 30 de mayo de aquel 1984 se disputó la final de la Copa de Campeones de Europa (actual Champions League). En el estadio Olímpico de Roma se enfrentaron Roma y Liverpool. El equipo inglés se puso en ventaja por intermedio de Phil Neal. Igualó Roberto Pruzzo. Empate en el tiempo reglamentario y el alargue. En los penales ganó Liverpool 4-2. La final Intercontinental 1984 la debían jugar Independiente-Liverpool.
No solo era el duelo de dos diablos rojos. Las circunstancias políticas posteriores a la Guerra de Malvinas envolvían el ambiente. Las relaciones bilaterales con el Reino Unido estaban rotas. Si bien hubo duelos deportivos entre argentinos e ingleses durante y luego de la guerra, este sería el primero de enorme magnitud. Ante el temor de posibles agresiones entre futbolistas, un sector de la secretaría de Deportes del gobierno de Raúl Alfonsín planteó que Independiente no debía disputar el partido. Se puso por delante el deporte y llegó el día. Sábado 9 de diciembre de 1984. Luego de varios días de viaje y una corta estadía en Japón, Independiente se preparó para la cita con la historia. Por sorteo, Independiente jugaría con los colores de toda la vida. Los ingleses se vestirían de amarillo.
Independiente formó con Carlos Goyén; Néstor Clausen, Hugo Villaverde (Pedro Monzón), Enzo Trossero y Carlos Enrique; Ricardo Giusti, Claudio Marangoni, Jorge Burruchaga y Ricardo Bochini; José Percudani y Alejandro Barberón. DT: José Omar Pastoriza.
Liverpool lo hizo con Bruce Groobelar; Phil Neal, Gary Gillespie, Alan Kennedy y Alan Hansen; Steve Nicof, Craig Johnston, Jan Molby y John Wark (Ronnie Whelan); Kenny Daglish y Ian Rush. DT: Joe Fagan.
El uruguayo Carlos Goyén fue el arquero rojo en aquella jornada gloriosa. En las Charlas de Vestuario de Abrí la Cancha, el oriental recordó lo que vivió en los días previos y la gran final:
“Sufrí mucho la Guerra de Malvinas, pero cuando salimos a la cancha fue una justa deportiva. ¿Cómo mitigar el dolor de una padre que perdió un hijo por un partido? No salimos a la cancha pensando en la guerra. Si alguna madre o padre tuvo un remanso de paz con nuestra victoria, es una alegría, pero nosotros no salimos a la cancha pensando en eso. Es más, cuando finalizó el partido los jugadores ingleses vinieron a nuestro vestuario a cambiar las camisetas”
“Encontramos un gol rápido. No jugamos bien. El campo de juego estaba parejo, pero sin pasto. Un estadio lleno con la mitad de japoneses junto al Liverpool y otra mitad con nosotros. Sabíamos muy poco de Liverpool. Pastoriza pidió algunos videos y Marangoni, que había jugado en Inglaterra, nos contó como era jugador inglés para conocer como se movía dentro del campo y como era emocionalmente. Sabiamos que tenían a Kenny Daglish y tiraban muchos centros. Una semana antes del partido, concentrados, fumando un cigarrillo con Pastoriza, me dice: si tenés un domingo manejando el juego aéreo como siempre, somos campeones. Ese día trabajé más de lo acostumbrado. El Liverpool fue peligroso con centros, pero nosotros tuvimos el dominio con Burruchaga y Marangoni”
Independiente nuevamente abrazado a la gloria. El propio Goyén narró en Radio Gráfica que no tuvo dimensión personal de lo que había conquistado:
“En aquel momento no me di cuenta lo que habíamos logrado. Fui a la habitación y saqué una cerveza de la heladera y me hice un baño de inmersión. Pedí una hamburguesa porque estaba en ayunas. Luego, una llamada larga distancia a la familia y una cena organizada por la fotocopiadora que auspiciaría a Independiente. No mucho más. Para nosotros era un partido más. Quien se había dado cuenta del logro era José Omar Pastoriza. Siempre recuerdo que luego fuimos a jugar un amistoso a Hong Kong y el Pato le pedía a una azafata que trajera champagne porque nosotros éramos campeones y teníamos que brindar”.
En 352 días había conseguido tres vueltas olímpicas: el Metropolitano 1983, la Copa Libertadores 1984 y esta Copa Intercontinental que está cumpliendo 40 años.
Periodista y escritor. Autor de Héroes de Tiento y Héroes en Tiempos Infames. Conductor de Abrí la Cancha. Premio Jauretche 2021 a la Investigación Periodística.