El autor de esta frase fue Héctor Rodolfo Veira. La misma fue parte de un extenso reportaje realizado por la revista El Gráfico en el año 1969.
A pesar de sus jóvenes 23 años, parecía que había dado lo mejor de su fútbol. Noctámbulo perdido, en aquellos días se lesionaba más de lo aconsejado. La Comisión Directiva de San Lorenzo había tirado la toalla, entendiendo que encarrilar al zurdo talentoso era causa perdida. La hinchada estaba más atenta a las conquistas amorosas del Bambino que su juego.